MADRID ANTIGUO 2                                                     
LOS BULEVARES

Los bulevares son paseos arbolados, con o sin pavimento, en el centro de grandes avenidas o de calles anchas.

Los tuvimos en Madrid y alguno aún queda. Los primeros fueron realizados entre 1870 y 1901, en las calles de Alberto Aguilera (entonces Areneros), Carranza y Sagasta, a los que se sumaron posteriormente los de Génova y Marqués de Urquijo. Constituyeron así, un paseo continuado por las rondas de la parte norte de la ciudad, rondas que discurrían junto a la cerca construida por Felipe IV en 1625 que abrazaba el caso antiguo. Al ser demolida la cerca en 1869, hubo espacio suficiente, unos 30 metros de anchura, para distribuirlo en un paseo central de 10 metros, arbolado a doble hilera cada 5 metros y con numerosos bancos para sentarse; dos calzadas de 8 metros, para la circulación rodada, y dos aceras de 2 metros. Fueron los bulevares por antonomasia, y, aun hoy, así es nombrado ese eje que sirve de comunicación entre el barrio de Salamanca y el de Argüelles, y que marca el límite del antiguo Madrid con Chamberí, el entonces nuevo barrio en el llamado Ensanche, plan que a partir de 1869, y según trazas del ingeniero y urbanista Carlos María de Castro, supuso triplicar la superficie edificada de la ciudad.


Cerca de Felipe IV

Esta misma opción, pareja a los bulevares exteriores de París o de Bruselas o a la Rambla de Barcelona, se adoptó también, con medidas más o menos similares, en la avenida de Reina Victoria y las calles del General Ibáñez de Íbero, Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela y Doctor Esquerdo hasta la calle de Ibiza; en las calles de Ibiza y Alcalde Sainz de Baranda; en Juan Bravo y parte de las de María de Molina y López de Hoyos; en las calles del Príncipe de Vergara, Menéndez Pelayo y Velázquez, y en las rondas de Toledo, Valencia y Atocha.

De todos ellos, sólo se conservan algunos tramos del de Reina Victoria y los de las calles de Juan Bravo, Ibiza y Alcalde Sainz de Baranda. El de López de Hoyos fue el último en desaparecer; los demás lo hicieron por los años sesenta del pasado siglo.


Bulevar de Velázquez

Fue una lástima, pues los bulevares proporcionaban espacio para el juego infantil y un paseo ancho sin interrupciones para los viandantes, favorecían el desarrollo simétrico y con grandes copas de los árboles sin molestar en balcones ni interferir luces y vistas de edificios, aseguraban una mejor protección de las calles contra la radiación solar en días calurosos y el viento en días fríos, generaban sombra fresca en un ambiente sereno y acogedor, y evocaban la naturaleza con el piar de los pájaros y con las distintas texturas, colores y fragancias del ciclo de las estaciones.


Los bulevares

Hace unos años, algún descerebrado en el Ayuntamiento nos pretendió vender a bombo y platillo la recuperación de los bulevares en el eje Sagasta-Carranza-Alberto Aguilera. Quizá creyó que los madrileños éramos unos incautos, pues el ridículo bulevar, de apenas unos palmos de ancho, sólo es una medianería para separar los dos sentidos de los carriles de circulación, que apenas da soporte al crecimiento de unos exangües arbolitos, y que en la mayoría de las veces provoca confusión a los viandantes —y atropellos— por la no sincronización de los semáforos de ambos lados en los distintos cruces de peatones.

Algo sí se ha hecho bien en la calle de Fuencarral, entre las glorietas de Bilbao y Quevedo, aumentando considerable las aceras, sobre todo la de la izquierda, que ha quedado como un agradable y animado paseo, con abundantes bancos de asiento, con doble fila de árboles en los últimos tramos (en los primeros la existencia de un parking subterráneo lo impide, pero se suple con jardineras de superficie e ingeniosos parasoles) y con espacio suficiente para extender terrazas de los bares y cafeterías de la zona y para la instalación de zonas acotadas para parques infantiles.

También se pueden considerar bulevares la parte central arbolada de la alargada plaza de Santa Bárbara y, por supuesto, los paseos del Prado, Recoletos y Castellana.


Los bulevares

Ciñéndonos a los bulevares genuinos, la calle de Génova, inicio del gran paseo, se formó sobre la ronda de Recoletos, exterior a la antigua cerca que rodeaba la ciudad, y que iba desde el portillo de Recoletos (en la actual plaza de Colón) hasta la puerta de Santa Bárbara (Alonso Martínez). Tres conventos compartían entonces sus propias tapias con el muro de la cerca: el de las Salesas, el de Santa Teresa y el de Santa Bárbara (todos desaparecidos). En terrenos del de Santa Teresa se abrieron en 1869, con el convento recién derribado, los Jardines Orientales, lugar de entretenimiento para las noches veraniegas.

Hoy, la calle se inicia con el famoso y emblemático edificio de las Torres de Colón, dos rascacielos gemelos levantados en 1976 por Antonio Lamela, con la particularidad de que se fueron construyendo de arriba abajo, con toda la estructura suspendida sobre dos grandes pilares centrales. El remate verde que las corona ("el enchufe") se añadió posteriormente.


Torres de Colón

De la calle de Génova desaparecieron dos locales cinematográficos muy populares de su tiempo: el Príncipe Alfonso y el Colón (antes Royalty).

Los terrenos sobre los que ahora se abre la plaza de Alonso Martínez fueron zona extramuros, junto a la puerta de Santa Bárbara de la antigua cerca. Al lado, en un paraje conocido como Campo del Tío Mereje, había un campamento gitano del que habla Cervantes en su novela La Gitanilla. Y allí luego se instaló en 1720 la Real Fábrica de Tapices, para la que se trajo desde Flandes a un prestigioso fabricante, Juan de Vardengoten, que fue el primer director del establecimiento. Allí estuvo la fábrica hasta 1889, año en el que fue trasladada a las inmediaciones de la basílica de Atocha. En ella trabajó como pintor de cartones para tapices Francisco de Goya.


Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara

En 1846 se construyó por la zona un hipódromo, con graderíos y palcos, para carreras de carros y caballos, que disponía de un pabellón destinado a café y a salón de baile. Sobre su solar se levantó en 1890 el Circo Colón, en madera, famoso en la vida madrileña de finales del XIX por sus pantomimas acuáticas, los números cirquenses de la escultural Geraldine Wade, las primeras prácticas hipnóticas de un tal Onofroff, la exhibición de cintas de actualidad por el Biógraph-Lumiere y las danzas de la Bella Chiquita, que escandalizaban a la sociedad bienpensante de entonces.


Circo Colón

También por los alrededores se estableció el Casino de Santa Bárbara, un lugar de recreo y diversión al aire libre con baile, columpios y exhibición de titiriteros y saltimbanquis. Parece que las ganas de juerga y jarana de los madrileños de entonces eran muchas.

Dentro de la cerca, en el edificio que perteneció al convento de Santa Bárbara, desaparecido en 1835 y con fachada a la plaza del mismo nombre, estuvo instalada entre 1839 y 1861 la Fundición Bonaplata, con más de 80 obreros, que construía máquinas de vapor, ruedas hidráulicas, prensas, faroles, ventanas y balcones y muchos otros productos férricos.

Una vez urbanizada la plaza de Alonso Martínez, en el centro se puso la estatua de Quevedo que hoy adorna la glorieta de su nombre.


Inauguración del monumento a Quevedo en la plaza de Alonso Martínez

La calle de Sagasta se formó sobre la antigua ronda de Santa Bárbara, extramuros, que tenia a un lado el Saladero, edificio construido en 1768 para matadero de cerdos y salazón de tocinos que pasó a ser Cárcel de la Villa entre 1831y 1876, y por el otro lado, cerca de la actual glorieta de Bilbao, otro paraje denominado las Charcas de Mena, lugar en donde abundaban los tejares y yeserías. No en vano, los primeros asentamiento clandestinos que por allí se hicieron, embrión del futuro Chamberí, eran conocidos como barrio de los Tejares.

El último trozo en urbanizar de la calle fue el que corresponde al encuentro con la calle de Mejía Lequerica, taponado con una antigua construcción adosada a la cerca, trozo que se mantuvo hasta final de los años veinte del pasado siglo.

En la calle de Sagasta desapareció en 1912 el Teatro Nuevo, que se levantó en el solar donde antes estuvo el Saladero. Era un barracón de madera, como había tantos en aquella época, muy sólido y espacioso (1800 espectadores), decorado con gusto y construido en 1905. Funcionaba con espectáculos de variedades, representaciones dramáticas y, en los últimos años, con sesiones cinematográficas. Y también el Teatro de la Infancia, con espectáculos de guiñol y cine en un barracón con muy pocas condiciones de higiene y seguridad, instalado entre 1903 y 1906 en un solar entre las calles de Antonio Flores y Hermanos Álvarez Quintero.


1950. Tienda de ultramarinos en la calle de Sagasta

La glorieta de Bilbao toma el nombre de la antigua puerta del mismo nombre que aquí estuvo situada, y que abría paso a la ciudad en la cerca que mandara construir Felipe IV. La puerta era llamada al principio de los Pozos de la Nieve, por hallarse junto a unos situados en esta salida de Madrid, ocupando un amplio solar que llegaba hasta la calle de Barceló, pero en 1837 pasó a denominarse de Bilbao en honor a la heroica defensa de la ciudad vasca ante el asedio de las tropas carlistas en 1836.

Los Pozos de la Nieve fueron construidos en 1607 y no se clausuraron hasta 1863. La nieve, traída en carros desde la sierra, era en aquellos tiempos indispensable por no existir, ¡naturalmente!, ni frigoríficos ni fábricas de hielo. La llegada de la primavera comportaba un agradable cambio en la fisonomía de los alrededores. A los muchos merenderos y ventorrillos establecidos de fijo, se añadían los puestos ambulantes de agua de cebada, horchata, limonada y helados. Eran consumidores obligados de la apreciada nieve y la cercanía del suministro resultaba fundamental.


Puesto ambulante de refrescos

Entre 1833 y 1835 se plantaron en los alrededores de la hoy glorieta, fuera de la cerca, más de tres mil árboles de distintas especies en doble y hasta triple fila, pues quiso el Ayuntamiento convertir la zona —por "El Bosquecillo" sería conocida— en parque de recreo público.

La primera mitad del siglo XIX no sólo vio nacer por el futuro Chamberí árboles, también gratos paseos hacia las necrópolis que por aquí se abrieron (todas hoy desaparecidas) en un amplio espacio entre las actuales calles de Rodríguez San Pedro y Cea Bermúdez: el General del Norte, el de San Ginés y San Luis, el de San Martín y el de la Patriarcal.


La glorieta de Bilbao en 1918

Y contempló igualmente un sinfín de construcciones irregulares que no cesaron hasta que, derribada la cerca en 1869, se acometió la urbanización general según el llamado Plan Castro.

A finales del XIX se acrecentó la actividad lúdica de la ya formada glorieta. Todas las noches de verano, con gran concurrencia de público, se celebraban conciertos de música o se organizaban alegres y bullangueros bailes amenizados por orquestinas de amplio y moderno repertorio. Los más pequeños tenían del mismo modo asegurada la diversión, pues varios tiovivos y otras atracciones de feria se establecían aquí casi de fijo.

Mientras tanto, con las nuevas edificaciones se llenó la plaza de cervecerías y cafés que han ido poco a poco desapareciendo. Sólo se mantiene, como bastión incólume, el Café Comercial, abierto en 1887. También permanece en pie en la calle de Sagasta, pero dentro del ámbito de la glorieta, un establecimiento con el escueto nombre de "Vinos", galdosiano, cuidadísimo, con su castiza fachada de madera en rojo bermellón.

Desaparecieron los cafés Europeo (antes, Nueva York), Marly y Kühper, las cervecerías Vinces, La Campana y La Española, y la confitería Montecarlo.


La glorieta de Bilbao en 1932

El cinematógrafo llegó a Madrid al año siguiente de su presentación en París por los hermanos Lumiere. Fue el día de San Isidro de 1896, en el hotel Rusia, en la esquina de la Carrera de San Jerónimo con Ventura de la Vega. Inmediatamente aparecieron numerosos barracones de madera para la proyección de esas películas mudas de forma continuada, proyección que necesitaba generalmente de la ayuda de un "explicador" y de un pianista para describir y ambientar los diversos lances de la acción. Y el primero de estos barracones en Madrid, ¡nada menos que el Palacio de Proyecciones Animadas Maravillas!, se montó en 1899 al lado de la glorieta, en la calle de Fuencarral esquina a Sandoval, donde antes había existido un teatro llamado también Maravillas, dedicado a las variedades y al género chico. Luego seguirían todas las salas conocidas. Sin olvidar los muchos cines de sesión continua de los alrededores, todos desaparecidos.

En el solar que hoy ocupa el edificio de "El Ocaso" estuvo instalado el segundo de los teatros llamados de Maravillas (el tercero, en Malasaña). Era un barracón de madera en donde se representaban revistas de tipo satírico y político, que casi siempre terminaban en tumultuosos enfrentamientos entre el "respetable" y precipitado desalojo a cargo de las fuerzas del orden. Allí mismo se construyó luego una sala cinematográfica, también en madera, que desapareció al edificarse el inmueble actual.

Entre 1902 y 1960 estuvo presidiendo la glorieta la estatua de Bravo Murillo, a quien se debe la traída de aguas a Madrid desde el río Lozoya. Ahora se encuentra frente a las instalaciones del Canal, en la calle a él dedicada, esquina a Abascal.


La glorieta de Bilbao y la calle de Carranza

La calle de Carranza ocupa la ronda de Bilbao que discurría junto a la antigua cerca.

En ella, entre 1853 y finales de los años ochenta del siglo XIX, todo el margen derecho estuvo ocupado por la fundición Sanford, que elaboraba toda clase de piezas de hierro fundido y maquinaria. Era conocida vulgarmente como los "Tubos de Sanford" por tener siempre muchos de ellos y de diferentes diámetros en el exterior, preparados para ser transportados en grandes carros. En la montonera de tubos los niños jugaban, no sin riesgo de sufrir algún percance, y los viejos se sentaban a tomar el sol.

Cuando en el año 1869 se derribó la cerca y se hizo la urbanización y explanación, se descubrió que en algunos cortes del terreno afloraba una viscosa capa de betún grasiento y negro, procedente de la consunción de cientos de cuerpos carbonizados por el fuego purificador del brasero inquisitorial que durante años estuvo situado en la hoy glorieta de Ruiz Jiménez. Por tal motivo, se dio a esta calle el nombre de una famosa víctima del Santo Oficio, Fray Bartolomé de Carranza, cuya inocencia fue reconocida al cabo de los años.


Calle de Carranza

En la glorieta de Ruiz Jiménez, antes de San Bernardo, estuvo la puerta de Fuencarral de la antigua cerca, y a su salida, el quemadero de la Inquisición ya citado, donde tantos desgraciados sufrieron horrible suplicio.

En ese lugar se edifico en 1857 el Hospital de la Princesa para conmemorar el natalicio de la infanta Isabel Francisca, entonces, como primogénita de Isabel II, heredera de la corona y princesa de Asturias. Su enorme y singular estructura subsistió hasta 1955 con el mismo cometido, salvo los años de la guerra civil (1936-39) que fue convertido en cuartel.


Hospital de la Princesa

Sobre su solar se levanta ahora un imponente inmueble de viviendas militares, una especie de amasijo de cemento y macetas que desarrolla algunos conceptos arquitectónicos que traen a la memoria la no muy lejana "Casa de las Flores", magnífico edificio que proyectó Secundino Zuazo en la calle de Rodríguez San Pedro, esquina a Hilarión Eslava. A este de la glorieta, se le denomina chuscamente la "Casa de las Acelgas".


Casa de las Acelgas

En el centro de la glorieta estuvo la estatua de Lope de Vega, hoy en la plaza de la Encarnación, y el grupo escultórico dedicado al Pueblo del 2 de Mayo, de Aniceto Marinas, hoy en los jardines del General Fanjul, en el distrito de La Latina. Se plantó este último monumento el 4 de mayo de 1908, y cuando pasado el verano vinieron las lluvias, las gentes vieron con sorpresa que las esculturas se desconchaban y desteñían. Era que por no estar acabado en el día previsto para la inauguración, se había colocado un modelo en escayola pintado en color de bronce, que en noviembre de es mismo año fue repuesto por el original.

La calle de Alberto Aguilera fue el antiguo paseo de Areneros, exterior de la cerca que rodeaba la ciudad.

A ella se abre, con algunas medianerías mal solucionadas, la enorme plaza del Conde de Valle de Suchil, solar de antiguos cementerios y luego de cocheras de la Compañía General de Tranvías.

Mediada la calle se encuentra, en un inmenso edificio de ladrillo con reminiscencias neomudéjares, el conocido como Colegio de Jesuitas de Areneros, el ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias), que inició su andadura en 1909. Hoy es sede de la Universidad Pontificia de Comillas.

De la calle de Alberto Aguilera desaparecieron los cines Bulevar y La Flor, este último, casi esquina a la glorieta de Ruiz Jiménez, al derribarse el edificio que lo albergaba, pero en el nuevo se ha abierto otro con el nombre de Conde Duque.


Cine de La Flor

La gasolinera o estación de servicio "Petróleos Porto Pi", en la esquina con Vallehermoso, construida en 1927 por Casto Fernández-Shaw con clara tendencia racionalista, fue destrozada sin sentido en 1977, pero afortunadamente reconstruida por Carlos Loren Butragueño en 1996.


La gasolinera Porto Pi

Justo enfrente estaba una famosa heladería decorada con estalactitas de hielo que le daban un aspecto muy particular. Helados Americanos figuraba escrito en la fachada, y vendían helados artesanos de cucurucho o tipo sándwich y polos (hielo con sabor) de naranja, fresa, limón, menta y hasta de chufa (horchata helada). Luego pasó a ser Helados Royne, con productos industriales.


Bulevar de Alberto Aguilera

Por último, la calle del Marques de Urquijo, antigua cuesta de Areneros, nos baja hasta el paseo de Rosales y el parque del Oeste. También vimos desaparecer desgraciadamente de ella un cine, convertido en sus últimos años en sala de arte y ensayo: el Urquijo.
INDICE

DE LA PLAZA DE ESPAÑA A LA CIUDAD UNIVERSITARIA

Dos son los alcores más altos de Madrid. Uno de ellos, el del antiguo Alcázar, hoy Palacio Real de Oriente. El otro, la Montaña de Príncipe Pío, lugar en el que, durante los siglos XVII y XVIII, en su falda hacia el río Manzanares se encontraba una villa suburbana o palacio-casa de campo suntuosa, mandada construir por el marqués de Castel-Rodrigo. Una hija suya, doña Juana Moura, casó con el príncipe Pío de Saboya, que dio nombre al lugar. La finca sobre la que se asentaba, llamada de la Florida, y que ocupaba toda la montaña, pasó a poder de la Corona en tiempos de Carlos IV, con la inclusión también de la colindante finca de la Moncloa, convirtiéndose todo en el Real Sitio de a Florida Sobre él se levanta la zona que nos ocupa, en la depresión hacia el río y en la plataforma o meseta superior, fruto de llamado Ensanche, que a partir de 1869, y tras el derribo de la antigua cerca que rodeaba y constreñía la villa histórica, puso en marcha el ingeniero y urbanista Carlos María de Castro, y que supuso triplicar la superficie edificada de la ciudad. Por su altura, es como una fachada de Madrid, como un balcón privilegiado frente al espléndido paisaje de la sierra de Guadarrama.


Palacio de la Florida

Desde la plaza de España a la Ciudad Universitaria

Y entre ambos, la barranca de San Vicente, por la que desaguaban el arroyo de Leganito"Los Gilitos"), para sustituir al que ya tenían por la actual plaza de Oriente, por lo que hubo que efectuar desmontes y nivelaciones dado lo accidentado del terreno. Terminado en 1797, ya en tiempos de Carlos IV, nunca llegó a ser ocupado por los religiosos —dicen que la reina María Luisa se opuso a ello por temor a ser espiada por los monjes, dada la cercanía con el Palacio Real—, por lo que fue destinado posteriormente a cuartel de guardias de Corps y luego albergó fuerzas de Caballería y de Artillería. Célebre por las varias asonadas que de él partieron en los turbulentos finales del siglo XIX, este cuartel de San Gil desapareció en 1908. Poco después, y con sus terrenos, se agrandó la plaza que junto a él se había formado, la de San Marcial, que con los años, ya con el nombre de plaza de España, ha ido tomando la fisonomía actual. El monumento a Cervantes, obra de los arquitectos Rafael Martínez Zapatero y Pedro Muguruza y del escultor Lorenzo Coullant Valera se erigió en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y se completó tras la Guerra Civil.


Cuartel de San Gil

En el frente oriental de la plaza, el edificio España, de enormes proporciones, obra de los arquitectos Joaquín y Julián Otamendi, fue construido entre 1948 y 1953; la Torre de Madrid, en la esquina con Princesa, también de los mismos arquitectos que el anterior, estuvo acabada en 1957 y fue en su momento el inmueble más alto de Madrid; en la esquina con Bailén, la antigua sede de la Real Compañía Asturiana de Minas, fue levantada entre 1891 y 1899 por Manuel Martínez Ángel en estilo ecléctico monumental, y en el otro frente, entre Ferraz y la cuesta de San Vicente, se encuentra el templo de Santa Teresa y convento de padres carmelitas, construido por Jesús Carrasco Muñoz entre 1923 y 1928 en un estilo marcadamente medievalista.


Plaza de España

Iglesia y convento de Santa Teresa

La cuesta de San Vicente bordea los jardines de Sabatini y el Campo del Moro, para llegar a la glorieta de San Vicente. Allí hubo un portillo de ese nombre construido en 1727 por Pedro de Ribera, sustituido en 1775 por una puerta obra de Sabatini, que fue desmontada en 1890 y no ha podido ser recuperada. La actual es una reconstrucción realizada en 1995, con la particularidad de que esta girada 180 grados respecto a la primitiva, puerta que perteneció a la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la ciudad, y que en la zona que estudiamos, desde la calle de Santa Cruz de Marcenado bajaba por Serrano Jover, Princesa (donde estaba el portillo de San Bernardino), Ventura Rodríguez, Ferraz y cuesta de San Vicente.


Antigua Puerta de San Vicente

En la cuesta desaparecieron los talleres de una importante empresa de encuadernación e imprenta: Sucesores de Rivadeneyra.

Y en la glorieta fundó la reina María Victoria, esposa de Amadeo I, el llamado Asilo de Lavanderas, para acogerlas cuando estuvieran enfermas y para que pudieran dejar a sus hijos menores de cinco años mientras ellas lavaban la ropa en el cercano río Manzanares.

Uno de los factores que más intervinieron en el cambio de fisonomía de la antigua Montaña del Príncipe Pío, fue la construcción de la Estación del Norte para la línea Madrid-Irún, cuyo primer embarcadero abrió sus puertas en 1861 y se mantuvo en plan provisional hasta la inauguración en 1882 del nuevo edificio. El proyecto corrió a cargo de los ingenieros franceses Biarez, Grasset y Ouliac, de quienes toma su nombre el puente que salva el río al final de la avenida de Valladolid. Los 155 metros de longitud por 21 de fondo de la estación, sus 14,50 metros de altura en la nave central, sus más de 40 metros de cubierta de los andenes centrales y su arquitectura de hierro fue todo un ejemplo de modernidad y de la capacidad técnica del momento.


Estación del Norte

La estación del Norte o del Príncipe Pío, destinada preferentemente a viajeros, fue la segunda en importancia tras la de Atocha, pero la construcción de la estación de Chamartín, ya proyectada desde tiempos de la Segunda República, supuso su fin. Fue cerrando poco a poco servicios y se clausuro totalmente en 1993, para transformarla en un gran intercambiador de transporte subterráneo en el que confluyen varias líneas de metro, trenes de cercanías y autobuses, y que coexiste desde 2005, respetando la estructura, con un centro comercial en superficie.


Construcción del Puente de los Franceses

El paseo de la Florida va perdiendo el carácter que le confería la proximidad a la estación. Han ido desapareciendo de la zona las empresas de transporte de mercancías y viajeros, los talleres e industrias, algunos de los bares y tabernas, las muchas pensiones por allí establecidas y las numerosas casas de comida. Y, por otra parte, la clausura de las instalaciones ferroviarias permitió liberar terrenos para convertirlos en zonas dotacionales, verdes y residenciales.

Fue el paseo de la Florida en tiempos el camino del popular merendero de la Bombilla (la "Bombi" de los castizos), situado al final de la avenida de Valladolid (antiguo camino del Pardo). Hubo otros merenderos: el del Jardín de la Federica, la Huerta y Casa Juan. Hoy en el lugar hay un parque denominado La Bombilla en recuerdo de todo aquello.

Y es también el camino a la ermita de San Antonio, construida en 1792 por Felipe Fontana y único resto arquitectónico de aquel Real Sitio de la Florida. Carlos IV encargó a Goya la decoración interior, que tardó ciento vente días en realizarla. Hubo antes otras ermitas dedicadas a San Antonio y construidas más cerca de la glorieta de San Vicente: una por Churriguera en 1720 y otra por Sabatini en 1770. Para preservar los frescos de Goya, en 1928 se edificó otra ermita gemela, que es donde se realiza el culto.


Frescos de Goya en la ermita de San Antonio

La ermita de San Antonio es lugar de famosa verbena y romería, al que acuden muchos madrileños, y sobre todo el gremio de modistillas, que aún mantienen la tradición de pedir un novio formal al Santo y de cumplir con el rito de poner la mano sobre una pila de alfileres; la tradición indica que el número de alfileres que se quedan pegados al levantar la mano son el número de novios que tendrá la chica al año.

Al final del paseo de la Florida existe aún un viejo merendero, lleno de sabor del antiguo Madrid, Casa Mingo.


Verbena de San Antonio

La parte alta de Montaña del Príncipe Pió se vio alterada por la construcción entre 1860 y 1863 del Cuartel de la Montaña, bajo la dirección del contratista Ángel de las Pozas. Se trataba de una mole de ladrillo y granito, de gran sobriedad, preparada para albergar una guarnición de tres mil soldados, y que por su posición dominante y cercana al centro de la ciudad, resultaba una fortaleza inexpugnable.

El 19 de julio de 1936, el general Fanjul se hizo fuerte en él junto con 1.500 de sus hombres (de los que había unos 140 oficiales y unos 180 falangistas) y proclamó el estado de guerra. No tuvo éxito, pues la rebelión fue sofocada en otras guarniciones militares de la capital. Esa tarde, el cuartel fue rodeado por tropas leales al gobierno de la República, guardias de Asalto, civiles y milicias populares. Al amanecer del día 20, se inició el cañoneo del cuartel con el empleo también de la aviación, resultando prácticamente destruido Fue imposible detener entonces a la muchedumbre enfurecida. Se contabilizaron entre 150 y 300 muertos. Sí se pudo detener vivo al general Fanjul y a otros oficiales, que juzgados por rebelión militar el 15 de agosto, se les fusiló a los pocos días.


Cuartel de la Montaña

Después de la guerra se barajaron diversas ideas para aprovechar el solar, como por ejemplo, la edificación de la Casa de la Falange o la construcción de un nuevo ministerio. Ningún proyecto salió adelante y el solar fue utilizado durante años para unas instalaciones deportivas algo cutres, con pistas y campos de ceniza y vestuarios e instalaciones sanitarias innombrables (el actual polideportivo José María Cagigal, un poco alejado, junto al Puente de los Franceses, es un sucesor de ellas). Finalmente se abrió en él un parque público en 1970, en el que se instaló el Templo de Debod, cedido a España por Egipto. Fue en gratitud a la colaboración en la misión arqueológica de la UNESCO para salvar los monumentos que quedarían anegados en el valle de Nubia por la construcción de la presa de Asuán


Templo de Debod

El Templo de Debod fue mandado construir por el faraón Azakheramón en honor al dios Amón en el siglo IV a. de C.

La vistas que se gozan desde el parque de Debod son estupendas, como corresponde a un lugar alto y punto de mira del amplio contorno de las riberas del Manzanares e inicio de la sierra de Guadarrama. Mucha gente acude expresamente a ultimas horas de la tarde para contemplar los bellos atardeceres.

El parque del Oeste fue inaugurado en 1906 por Alberto Aguilera, entonces alcalde de Madrid, y proyectado por Cecilio Rodríguez adaptándose a los grandes desniveles y a las condiciones naturales de terreno en rampa de bajada hacia el río Manzanares. Durante la Guerra Civil fue casi completamente destruido, y luego recuperado pese a la dificultad que presentaba retirar las bombas que permanecían enterradas sin estallar.


Parque del Oeste

En la parte baja se encuentra la Escuela de Cerámica, creada en 1911 por los hermanos Jacinto y Francisco Alcántara. Ocupa la antigua Fábrica de Loza de la Moncloa, levantada por Fernando VII en 1917 en sustitución de la Real Fábrica de Porcelana del Retiro, destruida en 1812 por los franceses. La famosa y emblemática Tinaja no es otra cosa que un horno de cocción de cerámica.


La Tinaja

Y casi escondido, igualmente en la parte baja se halla el pequeño cementerio de la Florida, donde fueron enterrados los 43 madrileños que, huidos del Parque de Monteleón en la jornada gloriosa del 2 de mayo de 1808, ese mismo día fueron apresados y fusilados de madrugada por las tropas francesas en la montaña del Príncipe Pío.


Cementerio de la Florida

Pero el antiguo aspecto de la Montaña del Príncipe Pío cambió principalmente cuando en la parte alta, en la meseta, a partir de 1856 empezaron a abrirse las calles del nuevo barrio de Argüelles, diseñado como parte del Ensanche por Carlos María de Castro. Tuvo varias etapas: una primera hasta la calle Quintana; en 1856 se continuó hasta Marques de Urquijo, donde terminaba la montaña del Príncipe Pío y comenzaba la antigua posesión o finca de la Moncloa, y a partir de 1871 se continuó con el resto.

La calle de la Princesa empezaba antes a la altura de la plaza de Cristino Martos, pues hasta allí llegaba la calle de Leganitos. Luego, al ampliarse la plaza de San Marcial para formar la actual plaza de España, hasta allí se traslado el inicio y fue necesario hacer un desmonte de varios metros en la rasante para que pudiera ser prolongación de la Gran Vía. Por eso el desnivel con la calle paralela del Duque de Osuna es tremendo, y hubo que construir un muro de contención con talud ajardinado y escalinatas de acceso


Cambio de rasante en Princesa

Tras el edificio de la Torre de Madrid, hay una plaza, la de Emilio Jiménez Millas, más conocida como la de los "Cubos", abierta en el solar que dejó el convento de las Adoratrices, donde hay una amplia oferta de ocio que se extiende a las calles colindantes, con cines, restaurantes, cafeterías, pubs y discotecas.


Plaza de los Cubos

Entre las calles de Quintana y Buen Suceso estuvo el hospital e iglesia del Buen Suceso, con emplazamiento primitivo en la Puerta del Sol, entre Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Fue construido en 1867 por Agustín Ortiz de Villajos y derribado en 1975. En su lugar se levanta una nueva iglesia de estilo moderno y un gran edificio comercial y de oficinas con fachada de acero inoxidable.


Antigua Iglesia del Buen Suceso

La calle de la Princesa es una zona muy comercial, con montones de tiendas de ropa, zapatos, accesorio, y un gran almacén, El Corte Inglés, en la esquina de Alberto Aguilera, que ocupa la manzana del desaparecido barrio de Pozas, levantado en 1860 como si fuera un auténtico pueblo, con tras calles, para dar vivienda digna y espacio para una vida apacible y humana.


Barrio de Pozas

La plaza de la Moncloa es una plaza fronteriza porque en ella acaba Madrid y se abren los caminos hacia la Ciudad Universitaria, El Pardo y la carretera de la Coruña. Allí se inauguró en 1883 la Cárcel Modelo, construida por los arquitectos Tomás Aranguren y Eduardo Adaro, y que sustituía a la del Saladero de la plaza de Santa Bárbara. Tenía forma de abanico, con cinco galerías convergentes y 200 celdas en cada una, 100 en cada lado, distribuidas en cuatro pisos, y una torre central de vigilancia. Fue destruida durante la Guerra Civil y en su lugar Luis Gutiérrez Soto levantó en diseño clásico tipo escurialense, la arquitectura oficial del franquismo, el edificio del Ministerio del Aire, hoy Cuartel General del Ejército del Aire.


Cárcel Modelo

El edificio redondo en la confluencia con la calle de Fernández de los Ríos, con trazas de panteón, hoy sede de la Junta Municipal del Distrito de Moncloa, pretendió ser un monumento a los Caídos, erigido en el contexto de un proyecto urbanístico que planeó la dictadura para el entorno, que incluía al ya citado Cuartel General del Aire y al Arco de la Victoria, construido éste por Modesto López Otero y Pascual Bravo Sanfeliú en 1956 para mayor gloria de Franco.


Cuartel General del Ejército del Aire

Y debajo de todo esto, subterránea, la estación de metro y el moderno intercambiador de transportes.

El paseo del Pintor Rosales es como un balcón abierto al parque del Oeste y al admirable panorama de la Casa de Campo y de la Sierra de Guadarrama, con una acera de grandes edificaciones residenciales y otra, al borde de los jardines, salpicada de kioscos que extienden sus terrazas a modo de paseo marítimo. Constituye una de las zonas más bellas de Madrid.

De él parte el teleférico que llega hasta la Casa de Campo. Y donde desemboca Marqués de Urquijo, durante años hubo un kiosco en el que en verano daba sus conciertos la Banda Municipal.


Paseo del Pintor Rosales

Kiosco de musica en la desembocadura de Marqués de Urquijo

En el arranque de la calle de Ferraz, esquina a la plaza de España, se encuentra el edificio que quizá sea el más bello de toda la zona, la Casa Gallardo, representativo en Madrid de la corriente arquitectónica del modernismo. Destaca por unas suaves curvas en su composición, el esbelto chaflán coronado por cúpula de pizarra, así como una serie de elementos decorativos en la fachada que convierten al arquitecto, Federico Arias Rey, casi en escultor. Se realizó en 1911 como reforma de un palacete anterior.


La Casa Gallardo

La calle de Martín de los Heros, es el eje sobre el que gira la llamada Manzana del Cine, con salas de proyecciones en versión original y otras muchas propuestas culturales alrededor de la cinematografía. Y es que aquí se encuentra la mayor concentración de salas de este tipo en cuatro cines de culto: los Golem (antiguos Alphaville), Renoir Princesa, Renoir Plaza de España y Princesa.

El Museo Cerralbo está situado a la entrada de la calle de Ventura Rodríguez, en el palacio que fue residencia de don Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, quien promovió excavaciones arqueológicas y reunió una de las colecciones de arte más importantes de España. Falleció en 1922 y su colección pasó al Estado. Es un museo singular, pues mantiene casi intacta su ambientación de época, con una acumulación de muebles, antigüedades y pinturas. De hecho, el mismo edificio, de influencia italiana, se proyectó más como museo que como domicilio, con amplios salones para las colecciones más relevantes y espacios más reducidos para el uso diario.


Palacio de la Infanta Isabel

En la calle de Quintana se encuentra el palacio del conde de Cerrajería, luego residencia de la Infanta Isabel de Borbón (la popular "Chata"), hija primogénita de Isabel II, en el que vivió hasta que, tras el 14 de abril de 1931, proclamada la Segunda República, marchó al exilio a Francia. Hoy contiene dependencias del Ejército del Aire.

En la calle del Buen Suceso se halla el asilo de ese nombre de las Hermanitas de los Pobres, fundado en 1895 por el marqués de Larios. Fue muy dañado durante la Guerra Civil y posteriormente restaurado y ampliado.

En la calle de Isaac Peral estuvo el asilo de San Bernardino para mendigos, fundado en 1834 en el antiguo convento del mismo nombre de franciscanos descalzos, que a su vez había sido abierto en 1570. Se cerró en 1907 y en su solar, por los años 40 del pasado siglo se edificó la Junta de Gobierno de la Universidad y la Residencia de Profesores.

Toda esta zona esta muy modificada por la construcción de las casas militares con arcos en la plaza de la Moncloa, que antes era una explanada enorme frente a la Cárcel Modelo que incluía también la actual calle del Arcipreste de Hita. Era lugar donde se celebraba la romería de san Fernando y donde se asentaban feriantes y todo tipo de kiosquitos y merenderos.


Plaza de la Moncloa en 1948

Y tenía, en plena plaza, que ahora corresponde a la esquina de Arcipreste de Hita con Fernando el Católico, la fabrica de gaseosas, sifones, vermouth, jarabes, licores, aguardientes y cervezas El Laurel de Baco, fundada en 1898, con merendero y bar anexo. Y también sucursal en la calle de la Princesa, frente al barrio de Pozas (hoy Corte Inglés). Cesó en su actividad en 1968.

Y al lado, en terrenos del actual complejo Galaxia, la fabrica de colonias, jabones y demás productos de baño y belleza de Perfumería Gal, allí trasladada en 1915 y fundada en 1898 en la calle de Ferraz. Era un edificio de ladrillo con rasgos neomedievales y neomudéjares, mezclado con elementos modernistas, obra de Amós Salvador y Carrera. En 1919 se construyeron unas instalaciones complementarias en la actual calle de Isaac Peral, con vuelta a Fernández de los Ríos, que constituye el único testimonio del antiguo complejo industrial, trasladado en 1963 a Alcalá de Henares. Su alta chimenea era una señal en todo el barrio de Argüelles.


El Laurel de Baco y la Gal

En la plaza de Cristo Rey, donde hoy de levanta la clínica de la Concepción (la popular "Concha") de la Fundación Jiménez Díaz, estuvo el Instituto Rubio, una de las instituciones más prestigiosas de finales del XIX, fundado en 1880 por el cirujano y también político Federico Rubio y Gali en el antiguo Hospital de la Princesa (en la glorieta de Ruiz Jiménez), para la formación de médicos posgraduados. El antiguo edificio fue destruido en la Guerra Civil; el nuevo, con sucesivas ampliaciones es de 1953.

Carlos Jiménez Díaz, que alcanzó en 1926 la cátedra de Patología médica con tan sólo 24 años, pronto concibió la idea de lo que —junto con la docencia universitaria y el trabajo clínico hospitalario y privado— iba a constituir la razón de su vida: la creación de un Instituto, que reuniera clínicas y laboratorios, dedicado a la investigación al servicio de la Medicina. Primero estuvo instalado en una de las alas de la Facultad de Medicina, y en 1953 pasó a la plaza de Cristo Rey.

Y a la espalda de la Concepción, el Hospital Clínico, obra de Manuel Sánchez Arcas y Eduardo Torroja, terminado de construir en 1936. Durante la Guerra Civil se convirtió en un improvisado frente de batalla, disputándose en su interior uno de los momentos más sangrientos de la batalla de Madrid, puesto que se luchó piso por piso, y habitación por habitación. Totalmente devastado, tuvo que ser reconstruido entre 1941 y 1946.


El Hospital Clínico tras la Guerra Civil

Y más allá, y desde el parque del Oeste, la Ciudad Universitaria, donde se ubican la mayor parte de las facultades y escuelas superiores de la Universidad Complutense y de la Politécnica, así como más de treinta Colegios Mayores e instalaciones de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.

La creación de esta zona es el resultado de un proyecto urbanístico llevado a cabo en torno a 1927, en el que se pretendía abandonar el viejo emplazamiento de la calle de San Bernardo y reunir las grandes universidades de la ciudad en los terrenos cedidos por el rey Alfonso XIII. Estaba casi finalizada cuando estalló la Guerra Civil, y al ser línea de frente, fue prácticamente arrasada y hubo después que reconstruirla.

Todo el conjunto de Montaña del Príncipe Pío, el parque del Oeste, el barrio de Argüelles y sobre todo La Ciudad Universitaria fueron línea de fuego en la defensa de Madrid. El Clínico, edificado en un cerro, actuó como punto estratégico, como una ciudadela inexpugnable. Y a sus pies, los edificios de las distintas Facultades sirvieron de trincheras y fortines en la resistencia a los ataques del ejército franquista, que no tuvo muchos miramientos en bombardear impunemente con la aviación y la artillería a una población indefensa del barrio de Argüelles.


Bombardeos en Argüelles

Tras la contienda y reconstrucción, las instalaciones universitarias hicieron que la zona aledaña de Argüelles-Moncloa tuviera y tenga una gran animación juvenil, un carácter especial, bullicioso, donde la presencia de estudiantes ha generado toda una serie de establecimientos a ellos dirigidos, como librerías, apartamentos, pensiones, casas de comidas, bares, restaurantes, pubs, boutiques... Y que sea una de las zonas de ocio nocturno preferidas por la gente joven.

Y dentro del ámbito de la Ciudad Universitaria, junto a la avenida de Puerta de Hierro, se encuentra el palacio de la Moncloa, cuyo primitivo edificio, destruido en la Guerra Civil y luego reconstruido, data de 1642 y perteneció al virrey del Perú don Melchor Antonio Portocarrero, conde de Monclova, de cuyo nombre, por deformación lingüística, deriva el actual del palacio. Después de pasar por varios propietarios, Carlos IV lo compró en 1802 para añadirlo al Real Sitio de la Florida. En 1866 fue cedido al Estado y hoy es la residencia del Presidente de Gobierno.

También dentro de la Ciudad Universitaria, la Casa de Velázquez, de 1928, para residencia de artistas franceses pensionados para estudiar arte, con portada prestada del derribado palacio de Oñate de la calle Mayor. Y —¡cómo no!— destruida en la Guerra Civil y luego recuperada.


El Parque Sindical

Y más allá, la Puerta de Hierro (construida en 1753 por Felipe Moradillo en la tapia que cerraba El Pardo), el Club de Campo Villa de Madrid, el Hipódromo de la Zarzuela, el Parque Deportivo Puerta de Hierro (antiguo Parque Sindical o "Charco del Obrero"), el Real Club Puerta de Hierro (abierto en 1912 con el primer campo de golf y de polo que tuvo Madrid), el parque de la Dehesa de la Villa (único resto que queda de la antigua dehesa de Amaniel), el Club El Tejar de Somontes, la antigua Playa de Madrid (tuvo la primera playa artificial de España y hoy es club privado), el Palacio de la Zarzuela... y El Pardo.
INDICE

CHAMBERÍ

Hasta 1869 Madrid estuvo encorsetado por la tapia que Felipe IV mandara levantar en 1625. La zona que nos ocupa, al norte de la ciudad histórica, por encima de los antiguos bulevares entre Colón y Argüelles, hasta bien entrado el siglo XIX era sólo terreno de eriales y basureros, con varios caminos, como los de Alcobendas, Fuencarral y Hortaleza y la carretera Mala de Francia; algunas casas de labor diseminadas que servían de criadero de cerdos; varios tejares y yeserías cerca de la actual glorieta de Bilbao, en un paraje denominado las Charcas de Mena, y la Real Fábrica de Tapices junto a la puerta de Santa Bárbara, en la actual plaza de Alonso Martínez, en otro paraje llamado Campo del Tío Mereje, y que allí estuvo entre 1720 y 1889, año en el que fue trasladada a las inmediaciones de la basílica de Atocha.


Barrio de Chamberí

El aspecto sucio y desolador de todo este lugar se subsanó entre 1833 y 1835, cuando el Ayuntamiento decidió la creación de varios paseos arbolados en doble y hasta en triple fila y, por la hoy glorieta de Bilbao, de un parque de recreo público conocido como "El Bosquecillo". En ello colaboraron también los muchos merenderos y ventorrillos que se abrieron por los alrededores y, llegada la primavera, los puestos ambulantes de agua de cebada, horchata, limonada y helados, que en los cercanos Pozos de la Nieve (entre la glorieta, Fuencarral y Barceló) tenían su suministro fundamental.

La primera mitad del siglo XIX no sólo vio nacer por el futuro Chamberí árboles y gratos paseos, también las necrópolis (todas hoy desaparecidas) en un amplio espacio entre las actuales calles de Rodríguez San Pedro y Cea Bermúdez: el General del Norte, el de San Ginés y San Luis, el de San Martín y el de la Patriarcal.

Y contempló igualmente el establecimiento de un sinfín de asentamientos, la mayoría irregulares y clandestinos, por la zona de la actual plaza de Olavide, embrión del futuro Chamberí, y que en un principio fue conocido como barrio de los Tejares por los muchos que por allí había.


El futuro Chamberí en 1850

Este miserable arrabal, fue refugio de todos aquellos que no podían pagarse una habitación en la superpoblada ciudad y que no cabían materialmente en los humildes barrios del sur. De ahí el cariz que el barrio tomó desde su fundación. El casticismo propio del sur vino a rebrotar en el punto opuesto de la capital.

Mejoraron con el tiempo las construcciones y el adecentamiento general de las calles. Hubo promotores, como José Arango, que construyeron pequeñas barriadas. Había escuelas, boticas, tiendas, almacenes, talleres, muchos despachos de vino y de comida y hasta iglesia en la hoy plaza del Pintor Sorolla.

Y agua, que como al resto de la capital también se benefició con la inauguración del Canal de Isabel II en 1856. Antes se abastecía de un pequeño manantial que surgía en la actual calle de Luchana, esquina a Juan de Austria.

Cuando en 1869 se derribó la cerca que rodeaba y constreñía la villa histórica y empezó en esta zona la urbanización general del llamado Ensanche, diseñado por el ingeniero Luis María de Castro, y que supuso triplicar la superficie edificada de la ciudad, muchas fueron las variaciones al proyecto original, de cuadrícula perfecta, por la oposición de los vecinos ya radicados, que lucharon por mantener el trazado preexistente y el nombre de sus antiguas calles.


El Ensanche

En 1884, coincidiendo con la inauguración del cementerio de la Almudena, se dispuso el cese de las inhumaciones en los de Chamberí, aunque en el de San Martín se siguió enterrando hasta 1902. Y entre 1958 y 1906 se construyeron los grandes depósitos subterráneos del Canal de Isabel II. Ambas cosas alteraron igualmente el desarrollo normal del Plan Castro.

Como parte de Chamberí se diseñó en un principio como zona fabril, aquí se instalaron varias fábricas y talleres: de gaseosas y sifones El Gallo en Cardenal Cisneros, de lejía y Fundición Sanford en Carranza, de cervezas La Deliciosa en Santa Engracia, de bujías La Iberia en Bravo Murillo y de artes gráficas Espasa-Calpe en Ríos Rosas, donde luego hubo una sede de la Telefónica. Y varias de aquellas pioneras fábricas de electricidad destinadas en principio para suministrar alumbrado público y privado: Sociedad de Electricidad de Chamberí, en la calle de Trafalgar c/v a Palafox; subestación de la Hidráulica Santillana, en Rodríguez Sanpedro, que recibía la energía de la central de Navallar, en el río Manzanares, y Compañía Eléctrica Madrileña de Alumbrado y Fuerza, en la gran manzana que forman las calles de Manuel Cortina, Manuel Silvela, Nicasio Gallego y Francisco de Rojas.


Sifones El Gallo

Y hasta hubo una antigua central telefónica, la de Jordán, que empezó a prestar sus servicios en 1917 como parte de la Compañía Madrileña de Teléfonos, con una plantilla de ochenta y siete operadoras. En 1924, pasó a formar parte la Compañía Telefónica Nacional de España, y en 1926 se instaló en ella el primer equipo para llamadas automáticas. Hoy aloja, en un nuevo edificio, modernas instalaciones telefónicas.


Central telefónica de la calle Jordán

Chamberí ha estado siempre muy bien comunicado. Los populares "simones", antecesores de los taxis actuales, tuvieron parada en la glorieta de Bilbao. En 1871, la compañía Asher Morris estrenó la primera línea de tranvías, desde el barrio de Salamanca al de Pozas, en Argüelles, con itinerario por los antiguos bulevares. Eran coches sobre raíles arrastrados por dos mulas. En 1878, la Compañía de Tranvías del Norte inició su actividad en Sol-Quevedo-Cuatro Caminos. La estación principal y cochera estaba en la calle de Santa Engracia, esquina a Caracas, con capacidad para dieciocho coches y cuarenta y seis mulas.


Tranvía de mulas

La primera línea de tranvías eléctricos fue la Sol-Serrano, pero al principio del siglo XX ya tuvo Cuatro Caminos su nuevo tranvía, con trayecto por Chamberí.


Tranvía a Cuatro Caminos por Chamberí

Parte del solar de los antiguos cementerios General del Norte y de San Luis se utilizó para zona de cocheras, talleres y fábrica de electricidad de los primeros tranvías eléctricos. El complejo ocupaba toda la actual plaza del Conde del Valle de Súchil, cruzaba la calle de Fernando el Católico y llegaba a Escosura.

Pero el salto más cualitativo en el transporte para el barrio se produjo en 1919 con la apertura de la línea 1 del Metro entre las estaciones de Sol y Cuatro Caminos, con paradas intermedias en Red de San Luis (Gran Vía), Tribunal, Bilbao, Chamberí (clausurada en 1966 y hoy convertida en museo), Martínez Campos (hoy Iglesia) y Ríos Rosas.


Antigua estación del Metro de Chamberí

En la calle de Alenza están los autobuses La Continental, que enlazan con pueblos y ciudades del norte.

El distrito de Chamberí está hoy dividido en seis barrios que corresponden a los nombres de Trafalgar, Arapiles, Gaztambide, Vallehermoso, Ríos Rosas y Almagro.


En el de Trafalgar, primer núcleo habitado de Chamberí, la plaza de Olavide es el centro neurálgico. Allí hubo un mercado al aire libre, que se cubrió en 1875 con dos crujías de hierro y cubierta de zinc trasladadas desde el antiguo mercado de la Cebada. En 1934 Javier Ferrero edificó un mercado octogonal, que lamentablemente fue volado en 1971. Hoy la plaza es una sucesión continua de terrazas en un muy bien resuelto ajardinamiento, tras la polémica de anteriores intentos fallidos.


Primitivo mercado de Olavide

El mercado de Olavide de Javier Ferrero

En la plaza de Chamberí, plaza Vieja en tiempos, con agradable jardín, fuente y airoso kiosco de música, la estatua de Loreto Prado, que con su compañero en la vida y en la escena, Enrique Chicote, hizo las delicias de tantos aficionados al teatro. Y el convento de las Siervas de María (monjas de la noche, cuidadoras de enfermos), en edificio del Marqués de Cubas de 1883. Donde se levanta el edificio de la Junta Municipal estuvo la casa llamada de las Torres, edificio principal de la enorme quinta del marqués de Santiago, que fue lugar de fiestas, en ocasiones acompañadas de alboroto y escándalo, a principios del siglo XIX.

La Iglesia de Santa Teresa y San José, en la glorieta del Pintor Sorolla (las gentes siguen nombrándola glorieta de Iglesia) es la parroquia del barrio y data de 1856. Fue incendiada en 1936 y luego reconstruida. En ella se venera a la Virgen del Carmen, la patrona, con famosa verbena.


Fábrica de chorizos

En la calle de Santa Engracia, esquina a Nicasio Gallego, se encuentra el Patronato de Enfermos para socorro de los pobres, construido en estilo regionalista por Luis Ferrero en 1924, con zaguán y rótulo sobre la puerta en azulejos. Entre las calles de Caracas y Zurbarán, el convento de las Salesas Reales, aquí levantado cuando las religiosas tuvieron que abandonar el de la calle de Bárbara de Braganza. Entre García de Paredes y Viriato estuvo la Fundición Bonaplata, trasladada aquí en 1861 desde su anterior emplazamiento en la plaza de Santa Bárbara; cuando se marcharon en 1928 dejaron un campo que era aprovechado por los chicos para jugar al fútbol. En el número 118, el Parque de Bomberos nº 1, construido en 1871 junto al desaparecido Almacén General de la Villa, que ha sido sustituido por bloques de viviendas con una gran plaza de comunicación. Enfrente, el depósito elevado neomudéjar del Canal de Isabel II, hoy rehabilitado como sala de exposiciones.


La Gran Tasca y San Mamés

El trozo de Fuencarral que pertenece a Chamberí, desde la glorieta de Bilbao, está considerado como la calle de los cines, y ahora remodelada, con amplias aceras, sobre todo la de la izquierda, ha quedado como un agradable y animado paseo, recuerdo de los antiguos bulevares, con espacio suficiente para extender terrazas de los bares y cafeterías de la zona y para la instalación de zonas acotadas para parques infantiles. Los domingos y fiestas incluso se cierra al tráfico.

El cinematógrafo se presentó en Madrid en 1896, en el hotel Rusia, en la esquina de la Carrera de San Jerónimo con Ventura de la Vega. Inmediatamente aparecieron numerosos barracones de madera para la proyección de esas películas mudas. Y el primero de ellos, Palacio de Proyecciones Animadas Maravillas, se montó en 1899 en la calle de Fuencarral esquina a Sandoval, donde antes había existido un teatro llamado también Maravillas, dedicado a las variedades y al género chico.

En 1912 se montó otro justo en la acera de enfrente, en terrenos del luego cine Bilbao, que tras el lamentable y trágico hundimiento de su marquesina en 1993, se reestructuró y convirtió en una recinto más pequeño, el cine Bristol, cerrado en 2004.


Antiguo Cine Bilbao

Se abrieron otros. Esquina a Olid, se inauguró en 1908 un cinematógrafo en un pabellón con cubierta de cartón y lona embreada y amplia terraza para el verano. Fue el embrión del cine Proyecciones, ahora totalmente renovado desde 2004.

Muy efímeros fueron el Cinematógrafo X, en la glorieta de Bilbao, en el solar del edificio de El Ocaso, y el Molino Rojo, en la calle de Luchana, que figuró una temporada como Olímpic Cinematograph.

Algunos nacieron con vocación exclusivamente veraniega, incluso con sillas extendidas en la misma calle, que así era Madrid entonces. De esta guisa los teníamos en la calle del General Álvarez de Castro y en Ríos Rosas.

A partir de 1927, año en el que se rueda el primer film sonoro, El cantor de jazz, empezaron a surgir las monumentales salas de vertiginosas alturas. Y muchos fueron los cines que se abrieron en aquel espacio mágico que fue cinematográficamente hablando Chamberí, sin olvidar los de sesión continua, todos desaparecidos.

Éstos eran los de estreno, los de lujo, además de los ya citados Proyecciones y Bristol: el Conde Duque (antes Flor), totalmente renovado, en la calle de Alberto Aguilera; el Amaya, en General Martínez Campos, transformado en teatro; el Fuencarral (cerrado en 2004, y derribado su antiguo edificio), Paz, Roxy A, Roxy B y Minicines, en la calle de Fuencarral; el Luchana y Palafox, en la calle de Luchana; el María Cristina, en Manuel Silvela, muy rápidamente abatido por la piqueta, y el Multicine Picasso, también desaparecido, en Francisco de Rojas. Y las salas especiales de arte y ensayo Pequeño Cine Estudio Magallanes, al principio de la calle de Magallanes; Galileo, en la calle Galileo, y California en Andrés Mellado.


Antiguo Cine Fuencarral

Y de programa doble en sesión continua, palacios de las pipas: el Emperador, Apolo y Españoleto, en Fernández de los Ríos; el Iris, en Guzmán el Bueno; Bulevar, en Alberto Aguilera; Vallehermoso, en Donoso Cortés; Magallanes, en la calle de Magallanes; Quevedo y Cartago (ahora Verdi, sala especial en versión original), en Bravo Murillo; Voy, en General Álvarez de Castro; Cinema Chamberí, en Ponzano; Chamberí, en la glorieta del Pintor Sorolla (Iglesia); Cinema Teatro El Cisne (luego Chueca), en la plaza de Chamberí; Espronceda, en Alonso Cano; Alvi, en Santa Engracia; Metropolitano, en Reina Victoria, y Regio, en Raimundo Fernández Villaverde.

En la parte alta de la calle de San Bernardo se encuentra el hospital y residencia de la antigua fundación denominada Congregación de Presbíteros Naturales de Madrid, más conocida como la de San Pedro de los Naturales, y al lado su iglesia aneja, la parroquia de los Dolores. Hasta el siglo XVII, por aquí estuvo la ermita de San Marcos donde se celebraba la romería del Trapillo, a la que asistía mucha gente cubierta de andrajos para alardear de su indigencia (ir de trapillo) y grandes señores rícamente ataviados para reírse cruelmente de la plebe desarrapada (los nobles a ver el trapo y los pobres a orearlo).

En la glorieta de Quevedo, la estatua del genial escritor, obra de Agustín Querol, que antes estuvo en Alonso Martínez.


Glorieta de Quevedo

Al lado, en la calle de Eloy Gonzalo, antiguo paseo de la Habana, el hospital Homeopático, felizmente recuperado después de años de abandono. Fue construido en 1874 para la Sociedad Hahnemanniana Matritense, pionera en España en este sistema de medicina.


Hospital homeopático San José

En la calle de Bravo Murillo, antigua de Mala de Francia por ser el camino de la diligencia que llegaba hasta su frontera, a partir de la calle de Donoso Cortes, a la izquierda, el gran espacio que en su día fue cementerio de la Patriarcal, hoy está ocupado por dependencias del Parque Móvil y viviendas de sus funcionarios, con callecitas interiores y una placita privada que se abre a Bravo Murillo, con la iglesia de San Cristóbal al fondo. En la esquina de Cea Bermúdez se levanta el complejo de los Teatros del Canal, de la Comunidad de Madrid, con varios espacios escénicos. A continuación, en el antiguo Campo de Guardias, lugar donde se practicaban las ejecuciones capitales, los primeros depósitos de aguas, uno a cada lado, del Canal de Isabel II. En la esquina de Abascal, y frente a estas instalaciones del Canal, se encuentra la estatua de Bravo Murillo, ministro con Isabel II y al que se debe la iniciativa de la traída de aguas desde el río Lozoya. Y llegando a la glorieta de Cuatro Caminos, fin del distrito de Chamberí, nos encontramos con el bello edificio y capilla del colegio evangélico El Porvenir y poco más allá con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles.


Colegio El Porvenir

En la calle de Luchana desaparecieron los Almacenes Quirós, origen del actual Cortefiel; Muebles López, enorme almacén que por los años 50 y 60 del pasado siglo patrocinaba grandes seriales en Radio Madrid; el tenebroso asilo y capilla de Jesús de San Martín, entre Trafalgar y Garcilaso, construido en 1866 en estilo neogótico para huérfanos pobres, y las oficinas de la Casa Nestlé, en el núm. 29, donde se recogían los regalos y se podían conseguir los cromos que nos faltaran de las diversas colecciones que salían en las tabletas de chocolate.


La calle de Luchana en 1900

Comercios desaparecidos de la calle de Luchana

Entre Francisco de Rojas y Manuel Silvela, en una plazoleta que se forma por el retranqueamiento del edificio frontero, se encuentra el monumento a los Chisperos, obra de Coullant Valera. Se levantó en honor de Ramón de la Cruz, Ricardo de la Vega, Barbieri y Chueca, como representación de los que llevaron a la escena el costumbrismo madrileño.

La iglesia del Perpetuo Socorro, en Manuel Silvela, en ladrillo y piedra blanca, con dos torres, se levantó en 1919 en estilo neogótico.

Toda esta zona, entre Luchana, Sagasta y Santa Engracia era conocida antes de urbanizarse como Campo del Tio Mereje En ella, Fernández de los Ríos proyectó en su época de concejal del Ayuntamiento madrileño tras la revolución de 1868, la creación de una enorme plaza rectangular, terminada en sus lados menores con dos hemiciclos, y a la que concurrirían catorce calles. Esta plaza, que se llamaría de Europa y que no pudo llevarse a cabo, pretendía unir el nuevo barrio de Chamberí con el antiguo Madrid.


Plaza de Europa

De las calles del cardenal Cisneros o Hartzenbusch han desaparecido muchos de los antiguos talleres artesanales, aunque conservan gran cantidad de pequeños comercios, algunos desposeídos de su inicial finalidad, y siguen estando llenas de bares y mesones como lo fueran en sus orígenes.


Bar Los Molinos

En la calle de Alburquerque, la mítica sala Clamores, club de jazz, con música en directo.


Atracción del tubo de la risa

Las verbenas del Carmen y su ferial se montaban en sus primeros años en los barrancos que hoy forma la calle y glorieta de Álvarez de Castro. Los bailes populares, las barracas de los fenómenos, el tubo de la risa y los tiovivos convocaban a los madrileños en los calurosos días de julio.


El distrito de Arapiles se extiende por los terrenos de los antiguos cementerios.

El General del Norte, inaugurado en 1809 y construido por Juan de Villanueva, estaba situado entre las calles de Magallanes, Fernando el Católico, Rodríguez San Pedro y la plaza del Conde Valle de Súchill. En 1831 se abrió el de San Ginés y de San Luis, con muy bellos jardines, situado entre las calles de Magallanes, Fernando el Católico, Vallehermoso y Donoso Cortes. Y el de la Patriarcal, inaugurado en 1849, entre las de Joaquín María López, Vallehermoso, Donoso Cortés y Magallanes, que era la vía de acceso a los tres y conocida como "callejón de los muertos".


Cementerio General del Norte

En 1845, junto a la glorieta de Quevedo se construyó un grupo de casas que luego fue creciendo en número alrededor, pero sus condiciones de higiene y salubridad no eran las más deseables por la cercanía de los cementerios, sobre todo en los días que soplaba viento desde esa dirección y sus habitantes recibían el olor de la putrefacción.

Los cementerios se clausuraron en 1884, pero la legislación obligaba a que pasara un cierto tiempo hasta que pudieran derribarse, por lo que la zona quedó durante años abandonada y en continua degradación.

En el solar del cementerio general del Norte, la Compañía Madrileña de Tranvías construyó a partir de 1901 sus cocheras y fábrica de electricidad. Su derribo en los años 60 dio lugar a la plaza del Conde de Valle de Súchil y zona aledaña.


Plaza del Conde de Valle de Súchil

En el de San Ginés se edificaron bloques de viviendas, Y en el de la Patriarcal, que no fue demolido hasta pasada la Guerra Civil, y que era utilizado por los niños para jugar al fútbol entre ataúdes rotos y huesos desperdigados (el "campo de las calaveras"), en 1952 el Estado levantó el Parque Móvil Ministerial y viviendas de sus funcionarios.


Plaza e iglesia de San Cristóbal en el complejo de viviendas del Parque Móvil

Años antes, en la década de 1880, el promotor Ángel de las Pozas había construido, a caballo entre los barrios de Arapiles y Gaztambide, una barriada obrera conocida como de Vallehermoso y situada entre Andrés Mellado, Fernando el Católico, Galileo y Fernández de los Ríos, muy similar a la que unas décadas antes había construido en la esquina entre Princesa y Alberto Aguilera, conocida como barrio de Pozas y hoy ocupado por el Corte Ingles. Se conservan aún —por ahora— algunas casas, y dos de las pequeñas calles interiores que la cruzaban: travesía de Andrés Mellado y Abdón Terradas, que tiene un tremendo desnivel entre uno y otro extremo que se salva mediante pretil con escalerillas; otras han desaparecido, y la de Pontevedra es hoy un pasaje privado que abre bajo sendos edificios a ambos lados (Blasco de Garay y Galileo), con arcos protegidos con cancelas de hierro


Calle de Abdón Terradas

En la calle de Galileo y por la proximidad de los cementerios se construyó en la esquina con Fernando el Católico el edificio de la Sociedad de Pompas Fúnebres, conocido como la Funeraria de Galileo. Cuando en 1987 fue convertido en centro cultural, desapareció el último vestigio fúnebre de la zona.

Al lado, la parroquia del Santísimo Cristo de la Victoria, la primera construida tras la Guerra Civil.

La mítica Sala de Conciertos Galileo-Galilei se inauguró en 1985 en el antiguo local del Cine Galileo. Es el templo musical por excelencia de la noche madrileña.

Y sin alejarnos mucho, Casa Ricardo, en Fernando el Católico, taberna ilustrada para saborear la cocina tradicional y los mejores callos de Madrid.


Casa Ricardo

El Teatro de la Abadía, en Fernández de los Ríos, se inauguró en 1995 y ocupa la capilla de un antiguo colegio. Ahora el altar es el escenario, y el público está dividido en dos naves que antes servían para separar a los niños de las niñas.


Los orígenes del barrio de Gaztambide son la ya citada barriada de Vallehermoso construida por Ángel de las Pozas y la finca de Francisco Marconell, con casa, huerta, jardín, varios graneros, una capilla, escuela y tejares. A partir de 1880 el terreno fue parcelado por sus cinco hijos y vendido para la construcción de un barrio de casas para obreros —barrio de Marconell o de Guzmán el Bueno— con calles interiores como el anterior (Calvo Asensio, Antonio Palomino, Francisco Ricci y Emilio Carrere, que se mantienen, al igual que alguna casa de entonces). El terreno era extensísimo y ocupaba la cuadricula comprendida entre Alberto Aguilera y las actuales calles de Guzmán el Bueno, Fernando el Católico y Vallehermoso, abiertas posteriormente por allí, siguiendo el plan Castro del Ensanche.


Calle de Francisco Ricci

La última zona en urbanizarse, ya bien entrado el siglo XX, fue la que corresponde a parte del Cerro del Pimiento (entre las calles de Guzmán el Bueno, Donoso Cortés, Hilarión Eslava y Cea Bermúdez), con gran esfuerzo de hombres y bestias para allanar el terreno.

Con el tiempo se ha ido renovando, y las clases medias altas han ido reemplazando a las familias obreras, para las que fue concebido el barrio.

Por otra parte, la desaparición de conventos, colegios, fábricas e industrias ha dado lugar a bloques de viviendas de gran calidad: en solar de la antigua fábrica Gal, con frente por Isaac Peral (complejo Galaxia): en el de la fábrica de cervezas y gaseosas El Laurel de Baco, en Arcipreste de Hita c/v por Hilarión Eslava; en el del asilo del Cristo de la Victoria, en Andrés Mellado (los Patios de Aurrerá), o en el del colegio de los Escolapios en Gaztambide.


Casa de las Flores

El edificio más singular del barrio posiblemente sea la Casa de las Flores, construida por Secundino Zuazo en 1932 entre las calles de Hilarión Eslava, Rodríguez San Pedro, Gaztambide y Meléndez Valdés con un gran patio central ajardinado y otros interiores de ventilación. Los arcos porticados originales de la planta baja fueron cerrados en su día para locales comerciales. En ese solar estuvo antes el primer campo de fútbol que hubo en Madrid, de la Real Sociedad Gimnástica Española.


El barrio de Vallehermoso se asienta sobre una de las áreas con más acusados desniveles del distrito. Los llamados Altos de Vallehermoso se extendían por casi toda la zona, y formando parte de ellos sobresalía el Cerro del Pimiento, al suroeste, que también sentaba sus reales en parte del barrio de Gaztambide (como ya se ha citado), Hospital Clínico y alrededores. Por eso fue lenta su urbanización, al tener que realizarse muchos desmontes.

También hubo aquí cementerio: el de San Martín, abierto en 1849 entre las actuales calles de Santander, Juan Vigón, Jesús Maestro e Islas Filipinas. Alrededor todo era un descampado entonces, con sólo algunas chozas y casuchas de gente muy humilde. En él se hicieron enterramientos hasta 1902 y permaneció en completo abandono hasta después de la Guerra Civil. Se pensó mantenerlo como suntuoso jardín, conservando algunas construcciones, pero finalmente se levantó en su solar el estadio Vallehermoso en 1952.


Resto que permanecieron durante mucho tiempo del cementerio de San Martín

La elevación del barrio de Chamberí con respecto al antiguo Madrid fue idónea para que en él se construyeran los depósitos de Agua del Canal de Isabel II, los dos primeros a ambos lados de la calle de Bravo Murillo, en 1858 y 1879 respectivamente, pero que pronto quedaron pequeños y fue necesario un tercero en 1906, entre las calles de Islas Filipinas, Santander, San Francisco de Sales y Pablo Iglesias.


Primer depósito del Canal de Isabel II

Cerca del cruce de las actuales Avda. Reina Victoria y Pablo Iglesias se situó el Partidor de Aguas para efectuar la distribución. Era zona de merenderos, rodeados de jardines.

Junto al antiguo camino de Aceiteros (actual San Francisco de Sales), en pleno Cerro del Pimiento y con entrada por la hoy Andrés Mellado, se empezó a construir en 1885, a raíz de una epidemia de cólera, el Hospital de Epidemias, obras pronto abandonadas y no retomadas hasta diez años después por el peligro de una nueva epidemia. Fue destinado a enfermos de tifus, pero su vida fue corta, ya que en 1905 se cerró.


Antiguo Hospital de Epidemias

En el mismo camino de Aceiteros se encontraba el Asilo de Santa Ana, para refugio nocturno de mendigos.

En los años veinte estaban ya construidos los hotelitos de la colonia Metropolitana (al norte del paseo de San Francisco de Sales), el Cuartel de la Guardia Civil (Guzmán el Bueno), el Instituto Geográfico (General Ibáñez de Ibero) y el convento de la Visitación (San Francisco de Sales). En los cincuenta, en la cúspide del Cerro del Pimiento (también Cerropimiento) se construyó el Colegio Mayor San Pablo, y en el solar del antiguo Hospital de Epidemias, los edificios de la Obra sindical del Hogar. La iglesia de Santa Rita, en Gaztambide, en 1966. El Parque de las Naciones (Guzmán el Bueno, frente a la Guardia Civil), el mayor complejo residencial de la zona, en 1968. Y el edificio del Tribunal Constitucional, en la esquina de Isaac Peral (antiguo camino de san Bernardino) y Doménico Scarlatti, en los años setenta. Son ejemplos de la sucesiva urbanización, a veces complicada por las necesarias obras de terraplenado, del barrio de Vallehermoso.


Colegio Mayor San Pablo

También han pasado a públicos espacios antes privados del Canal de Isabel II en Bravo Murillo, como su club deportivo, con entrada por Islas Filipinas, o los jardines de Enrique Herrero en la esquina de Cea Bermúdez. Y del Canal asimismo, el Parque de Santander, bordeando la calle de ese nombre, junto al tercer depósito, y sobre su cubierta, un centro de ocio y deporte


En el barrio de Ríos Rosas, cuyo terreno estaba ocupado por unas cuantas fincas y huertas, tan sólo se mantuvo el antiguo trazado del camino de Hortaleza, hoy calle de Santa Engracia, el resto es una cuadrícula perfecta según el Plan Castro del Ensanche. Empezó a urbanizarse a partir de 1880 con casas destinadas a familias modestas de dos, tres o incluso de una sola planta, pero ya en las primeras décadas del siglo XX se iniciaron las construcciones de bloques de viviendas destinadas a la burguesía. Y la renovación que a partir de los años sesenta se efectuó en muchos inmuebles con edificios de alto estatus, es lo que ofrece su actual fisonomía.

El segundo depósito de aguas del Canal de Isabel II, construido en 1879, ocupa el gran espacio entre las calles de Bravo Murillo, Abascal, Santa Engracia y Ríos Rosas.


Colonia de Maudes

Al norte estuvo la colonia de casa baratas de Maudes, construida en los primeros años de la década de los treinta entre Raimundo Fernández Villaverde, Alenza, Maudes y Alonso Cano. Eran edificaciones de tres plantas, con jardín lateral y calles interiores para una cooperativa de Ayudantes de Ingeniería y Arquitectura. Desapareció en fases sucesivas en los años setenta y ochenta para levantar los edificios Géminis.

Entre los edificios más destacables está el antiguo Hospital de Jornaleros de Maudes, en la calle del mismo nombre, construido por Antonio Palacios en 1919 y hoy con dependencias oficiales de la Comunidad de Madrid.


Hospital de Maudes

En María de Guzmán, esquina a Ponzano, el Real Monasterio de Santa Teresa, de carmelitas descalzas de clausura, en sencilla construcción neomudéjar.

Los Nuevos Ministerios, obra de Secundino Zuazo, promovida por Indalecio Prieto, iniciada durante la Segunda República y terminada por otros arquitectos en 1942, tras la Guerra Civil, con importantes modificaciones. Ocupa el solar del antiguo Real Hipódromo, la manzana delimitada por el Paseo de la Castellana, las calles de Raimundo Fernández Villaverde y Agustín de Betancourt y la plaza de San Juan de la Cruz.


Nuevos Ministerios

La parroquia de San Juan de la Cruz, en la plaza del mismo nombre, hasta los años cincuenta lugar de desmontes y emplazamiento habitual del Circo Americano.

La Escuela de Ingenieros de Minas, en la calle de Ríos Rosas, entre Alenza y Ponzano, levantada por Ricardo Velázquez en 1893, con laterales de cerámica de los hermanos Zuloaga. Y al lado, el Instituto Geológico y Minero.

También en Ríos Rosas, entre Alonso Cano y Ponzano, a la derecha, la casa y colegio de las Hijas de María Inmaculada, cuya sede central tienen en la calle de Fuencarral.


Escuela de Ingenieros de Minas

Y en el 39 de Abascal, el edificio del antiguo Auxilio Social, con amplio jardín, hoy sede ministerial.


Si el primer núcleo de población de Chamberí apareció alrededor de la hoy plaza de Olavide, el primero en urbanizarse, y de forma más señorial, fue el de Almagro, donde se respetaron los paseos arbolados ya existentes del General Martínez Campos (entonces paseo Novelesco y luego del Obelisco), Eduardo Dato (entonces de Cisne) y Almagro (del Huevo), y las actuales calles de Virtudes, Españoleto y Blanca de Navarra, donde se habían producido asentamientos arrabaleros.


Calle Virtudes

Sí existían muchas fincas por la zona, unas de recreo y las más de labor, y algunos propietarios, asociados, incluso intentaron en 1861 adelantarse a la ejecución municipal del Plan del Ensanche concebido por Castro y ser ellos los que realizaran privadamente tal urbanización. No fue posible, así que los terrenos se vendieron por separado y muchos fueron los que especularon con su valor. En ello se llevó la palma una sociedad francesa, la Parent Schaken et Compagnie, que compró una gran extensión de suelo, la llamada huerta de Loynaz, situada entre Almagro, Génova y la Castellana, para luego venderla parcelada. El resultado fue la construcción de residencias para las capas más adineradas de la sociedad en este sector.

Por la misma época, Miguel Sainz de Indo construía su palacio en el paseo de la Castellana, en el solar que hoy ocupa el edificio de la Unión y el Fénix, y alrededor una serie de lujosos hoteles de alquiler (el barrio de Indo) que también desaparecieron.


Palacio de Indo

Otra finca importante junto a la Castellana, entre Zurbarán y Marqués de Riscal, era La Chilena, de Andrés Arango, que también poseía grandes terrenos en el barrio de Trafalgar y fue uno de sus principales promotores. Ésta no se parceló hasta 1893.

En la Castellana levantaron mansión el marqués de la Puente, el duque de Arión, el marqués de Fontalba, el duque de Santa Elena, el conde de la Eliseda, el marqués de Mudela, los condes de San Bernardo y el duque de Aliaga, entre otros. Tan abultado censo nobiliario continuaba en las calles interiores, compartiendo vecindad con otros opulentos que por allí se domiciliaron.

Esto ocurría en la parte oriental del barrio; por el contrario, al otro lado proliferaron las casas de vecindad y las instituciones religiosas o asistenciales.

En 1930 ya estaba el barrio edificado por completo.


Palacio del marqués de Fontalba

Hoy, las grandes mansiones y palacios han desaparecido para albergar edificios de oficinas o son sede de organismos oficiales o de embajadas. Y los inmuebles residenciales, en esa época en que se construyeron siempre basados en el sistema de alquiler, o fueron cedidos en venta a sus inquilinos o el progresivo y calculado deterioro dio pie a su renovación.

Y para finalizar, un recorrido por los edificios, instituciones o lugares (actuales o desaparecidos) dignos de interés.

La casa y colegio de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que ocupan toda la manzana limitada por las calles de Abascal, Modesto Lafuente, García de Paredes y Alonso Cano. El edificio principal era el antiguo asilo de San Nicolás para convalecientes.

En la manzana contigua se levanta la basílica de la Virgen Milagrosa, regida por los padres paúles, de estilo neogótico, construida en 1904 por el arquitecto Juan Bautista Lázaro, y al lado, el sanatorio de igual nombre, de gran prestigio científico y quirúrgico.


Iglesia de la Milagrosa

En el paseo del General Martínez Campos, en el número 14, el que fue edificio de la Institución Libre de Enseñanza, nacida en 1876 en torno a la figura de don Francisco Giner de los Ríos cuando es separado de su cátedra universitaria por el primer gobierno de la Restauración junto a otras altas figuras de la intelectualidad española. Fue un hermoso logro, cercenado por la dictadura franquista, de hacer entrar nuestra enseñanza en el contexto de lo que la Europa culta entendía a este respecto. La casa es hoy sede de la Fundación Francisco Giner de los Ríos.

Pared por medio, el convento, colegio e iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón. Y en el 18, el colegio María Inmaculada de Hijas de la Caridad, con comedor social para necesitados.

En la acera de enfrente, entre Alonso Cano, García de Paredes y Modesto Lafuente, hubo un solar llamado el "campo de lo Frailes" que fue utilizado para jugar al fútbol por el Rácing Club, que llegó a militar en segunda división. En ese lugar se levanta el teatro Amaya. Y en el 37, el museo Sorolla, en lo que fue su residencia, un hotelito de tres plantas construido en 1911 por Enrique María Repullés.


Museo Sorolla

En la calle de Eduardo Dato, en el 2, el colegio Blanca de Castilla (las Damas Negras), de arquitectura modernista; en el 6, el colegio de San Diego y San Nicolás, antiguo asilo para niñas huérfanas, en estilo neomudéjar con elementos neogóticos, y frente a ellos, en el número 3, el Chamberí de los hermanos maristas. Y más abajo, en el 10, la iglesia de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, neomudéjar en el exterior y neogótica en el interior.


Colegio de San Diego y San Nicolás

En la plaza de Rubén Darío, el palacete de Miguel Maura, durante muchos años sede de la Cruz Roja y hoy de una firma comercial.

Y continuando Eduardo Dato, esquina a Fortuny, en un edificio de estilo árabe, el Instituto Valencia de don Juan, museo creado para conservar las colecciones reunidas por los Condes de Oñate y de Valencia de Don Juan, y al lado, el palacio de la marquesa de Bermejillo, de estilo español, hoy sede del Defensor del Pueblo.


Palacete de Miguel Maura y palacio Bermejillo

En la calle de Fortuny, en el 56, la antigua Residencia de Señoritas (edificio ocupado actualmente por la Instituto Ortega y Gasset), primer centro oficial destinado a fomentar la enseñanza universitaria para mujeres en España, fundada en 1915 según el modelo de la Residencia de Estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza.

En la calle del General Arrando, con vuelta a Zurbano, el Instituto Oftálmico, del arquitecto José Urioste, y en el 21, la Casa Ayala, construida por Joaquín María García Meléndez Valdés por encargo del conde Cedillo en estilo medievalista.


Casa Ayala

En la calle de Fernández de la Hoz, esquina con la de Españoleto, la iglesia de San José de la Montaña, construida en 1926 en estilo neogótico.

En Marqués de Riscal, el Frontón Beti-jai, construido en 1894 por Joaquín Rucoba, con una cancha al aire libre (67 m de largo, 20 m de ancho y 11 m de alto) y dos graderíos para una capacidad de unas 4.000 personas. Dejó de funcionar en el año 1919, fue garaje, comisaría, lugar de ensayo de bandas de cornetas, taller de reparaciones de automóviles y es el único frontón de su clase que permanece en pié en todo el mundo.

En la calle de Zurbano, 36, el lujoso Hotel Santo Mauro, construido en 1902 para residencia de los duques de ese título.


La Ardosa de Santa Engracia

Casa Garay

Y en la calle de Almagro, al comienzo, en la gran manzana delimitada además por las calles de Santa Engracia y Zurbarán, el asilo de las Hermanitas de los Pobres, de 1882, en estilo neomudéjar como muchas de las edificaciones religiosas decimonónicas de Madrid. En el número 38, el edificio de viviendas construido en 1914 para don Julián Martínez Mier por el arquitecto Augusto Martínez de Abaria, con motivos escultóricos de Sixto Moret. Y en el 44, la llamada Casa Garay, levantada igualmente en 1914 por Secundino Zuazo para don Antonio Garay Vitórica.
INDICE

EL EJE PRADO, RECOLETOS, CASTELLANA

De un Madrid del siglo XVII en el que lindan con la periferia los paseos del Prado y de Recoletos, es en el XIX, con el llamado Ensanche que proyectó el ingeniero Luis María de Castro, y que se puso en práctica a partir de 1869 con el derribo previo de la antigua cerca de Felipe IV que encorsetaba la ciudad, cuando empiezan a urbanizarse los primeros tramos del hasta entonces extramuros paseo de la Castellana y surgen en él los tan numerosos y añorados palacetes de la aristocracia, la mayoría hoy desaparecidos.

La excepcional avenida que forman los tres paseos, con más de ocho kilómetros desde Atocha hasta la clínica de la Paz, límite actual de la Castellana por el norte, discurre por la antigua vaguada del Bajo Abroñigal o Valnegral —arroyo también llamado de la Castellana—, que nacía cerca de Chamartín y en Atocha se desviaba al sureste para desaguar en el Alto Abroñigal. Con zonas ajardinadas y abundante arbolado, calzadas central y laterales en la mayor parte del recorrido, bulevares de variable amplitud y aceras al lado de los edificios, llega a alcanzar su máxima anchura, unos 120 metros, frente al Museo del Prado.


Zona oriental de Madrid en 1700. Atardecer en la Castellana

Y por si fuera poco, un túnel ferroviario horadado en su subsuelo enlaza las estaciones de Chamartín y Atocha, túnel ideado e iniciado por el gran arquitecto y urbanista Secundino Zuazo en tiempos de la Segunda República y que no fue terminado hasta 1967. El apelativo de "túnel o tubo de la risa" —ahora se ha construido otro que se desvía por Sol y hay proyectado un tercero— viene de una atracción de feria que por aquellos años hacía furor. Consistía en un cilindro acolchado, de aproximadamente dos metros de diámetro y cuatro de longitud, que giraba, con el público dentro, como si fuera el tambor de una lavadora.


El paseo del Prado, entre la glorieta del Emperador Carlos V (popularmente conocida como de Atocha) y la plaza de la Cibeles, era en tiempos el Prado Viejo (hubo un Prado Nuevo por la actual plaza de España), lugar campestre recorrido por el arroyo citado, con arboledas, rodeado de huertas y cruzado por tres caminos: el que conducía al santuario de Nuestra Señora de Atocha, el que llevaba al monasterio de San Jerónimo (también se llamó a esta zona Prado de San Jerónimo) y el de Alcalá. Por su frondosidad y carácter apartado, fue lugar para citas y aventuras amorosas, intrigas y desafíos.


Paseo del Prado

Con el establecimiento de la Corte en Madrid en 1561 y la expansión de la ciudad, se transformó en su límite oriental y lugar habitual de paseo para las clases altas, que acudían en carrozas para aprovechar el sol en invierno y el frescor en verano. Incluso hubo un quiosco de música y un estanque de agua, mandado éste construir por Felipe II en 1570 para agasajar a la reina Ana con un simulacro de batalla naval. Ese mismo año se realizó la primera reforma urbanística del Prado Viejo, que consistió en la alineación de las casas que a él daban, fachada entonces de la ciudad por ese lado, y la plantación junto a ellas de una arboleda longitudinal dispuesta en tres hileras.

La importancia del camino al monasterio de San Jerónimo, del que sólo queda la iglesia, aumentó cuando el mismo rey Felipe II ordenó levantar, adosado a él, un cuarto o aposento de retiro para sus oraciones, estancia que habría de ser origen y dar nombre al palacio del Buen Retiro, mandado construir por el conde-duque de Olivares y terminado en 1640 para recreo y segunda residencia de Felipe IV. Y el prestigio alcanzó a todo el Prado cuando el Buen Retiro pasó a ser palacio de la Corte de los primeros Borbones, al incendiarse el Alcázar en 1734. Desafortunadamente, los estragos a causa de la guerra contra los franceses fueron tremendos, y de él queda en pie únicamente el llamado Salón del Reino, en la calle de Méndez Núñez; el Salón de Baile (Casón del Buen Retiro), en la calle de Alfonso XII, y los jardines (Parque del Retiro), que nada tienen que ver con el trazado y elementos originales, además de haber visto reducida su extensión a casi la mitad.


Prado de San Jerónimo

Pero el surgir auténtico del paseo del Prado no se dio hasta el reinado de Carlos III, momento en el que se inició la transformación de la zona y su acondicionamiento como una de las principales vías de la capital. El proyecto, bajo la dirección del ingeniero José Hermosilla, empezó en 1763 con la construcción de una mina que encauzaba las aguas del arroyo, y siguió con la nivelación del terreno y la urbanización en forma de paseo, en especial el llamado Salón del Prado, entre Neptuno y Cibeles.


Proyecto del Salón del Prado

Consistía el Salón de Prado en una amplia superficie circoagonal, con las fuentes de Cibeles y Neptuno en los extremos y en el centro la de las Cuatro Estaciones o de Apolo, y separada de la calzada de carruajes por un antepecho de hierro bronceado. Disponía de paseos diferenciados para las distintas clases sociales: así, el pueblo llano paseaba por la antigua arboleda cercana al caserío en el lado occidental, la gente distinguida por el sitio amplio y despejado cerca de los coches, y aún hubo durante algún tiempo, una tercera acotación en este último para la crema de la elegancia, un estrecho espacio limitado por una serie de bancos y el antepecho.


El Salón del Prado en 1865

A la muerte de Hermosilla en 1775 se hizo cargo de las obras Ventura Rodríguez, que fue quien se encargó del diseño final de las fuentes, realizadas por los mejores escultores de la época: la Cibeles de Francisco Gutiérrez y Roberto Michel (colocada entonces en el inicio del paseo de Recoletos y mirando a Sol), Neptuno de Juan Pascual de Mena (mirando hacia Cibeles) y la de Apolo de Alonso Giraldo Bergaz, rodeada de las Cuatro Estaciones de Manuel Álvarez. Y proyectó además un inmenso pórtico para que los paseantes encontraran cobijo en caso de lluvia, que no llegó a realizarse.

Esta obra quedó complementada con la instalación de las cuatro fuentecillas del cruce con la calle de Huertas, la fuente de la Alcachofa en Atocha, obra también de Giraldo Bergaz, y al fondo, como parte de la cerca, con la puerta de Atocha o de Vallecas. Y se remató con el arreglo y ornato del paseo que desemboca en la Puerta de Alcalá, erigida en 1778 y diseñada por Sabatini.


Atocha

El Salón del Prado, tan añorado, fue el sitio ideal para pasear el palmito y para lucir las nuevas modas, lugar para darse citas y para intentar la conquista amorosa, punto de encuentro para las tertulias en las noches de verano, alrededor de las farolas de gas, y territorio tradicional para el juego de los niños, que tenían para su diversión un carrito tirado por dos cabritillas, luego un carruaje con más plazas arrastrado por un borriquillo y hasta llegó a existir un tren infantil como reclamo de la cercana estación del Mediodía cuando ésta se inauguró en 1851. No faltaban los barquilleros, las floristas, los puestos de helados y los aguaduchos: un puesto pequeño, un mostrador y, en éste, agua, azucarillos y aguardiente.

Fue escenario de las verbenas unidas de San Juan y San Pedro, las más animadas, ruidosas, concurridas y con mayor cantidad de atracciones, que llegaron a celebrarse hasta 1936. Y de los desfiles de Carnaval hasta 1895, trasladados aquel año al paseo de la Castellana.

Pero, equivocadamente, con la trasformación del Salón en jardín en 1904 todo fue poco a poco desapareciendo y se privó así a los madrileños de uno de sus espacios preferidos de diversión y esparcimiento.


El paseo del Prado en 1949

A este ornato general del antiguo Prado Viejo se sumó la creación del Gabinete de Historia Natural (hoy el edificio principal del Museo del Prado), y el Jardín Botánico, todos proyectados por otro de los grandes arquitectos del Carlos III: Juan de Villanueva.

Fue José I, durante la ocupación francesa, el primero que pensó crear un museo que albergara los objetos de arte del patrimonio real. La idea fue retomada posteriormente por Fernando VII, y para tal efecto, ordenó que la colección de pinturas reales se instalara en el viejo caserón que Juan de Villanueva empezó a construir en 1785 con destino a Gabinete de Historia Natural, y que por entonces se encontraba inconcluso. Empezaba así la andadura de la que hoy podemos considerar como la mejor pinacoteca del mundo. Cuando se abrió al público en 1819 contaba con solo tres salas y 311 cuadros; hoy supera los ocho mil quinientos ejemplares.


El Museo del Prado en 1857

Pero las colecciones del Prado no sólo son importantes por su cantidad, sino sobre todo por su excepcional calidad. En cuanto a la pintura española destacan, entre muchos otros, las obras de Velázquez, El Greco, Murillo, Zurbarán, Ribera, Ribalta, y sobre todo Goya, del que se exponen sus principales obras maestras. También es muy completa la colección de pintura italiana —basta citar a Fra Angélico, Botticelli, el Veronés, Tiziano y Tintoretto— así como la flamenca, con obras principales de El Bosco, Rubens o Van Dyck.

Para albergar tan extenso patrimonio, que se completa con otras colecciones de dibujos, grabados, monedas y medallas, ha sido necesario ampliarlo varias veces, la última y más polémica la realizada por el arquitecto Rafael Moneo en 2007, levantando un edificio en el antiguo claustro de los Jerónimos.


La Maja Desnuda de Goya

El Jardín Botánico tuvo su antecedente en el que Fernando VI mandó crear en el Soto de Migas Calientes, en el camino de El Pardo a orillas del río Manzanares. En 1774, Carlos III mandó trasplantarlo al paseo del Prado, lindando con Atocha, con espacio suficiente para el cuidado de la flora y las semillas que iban llegando de casi todas los continentes, especialmente a través de las muchas expediciones marítimas, oceanográficas y botánicas emprendidas en esa época. El recinto, cerrado por una elegante verja de hierro asentada sobre piedra, tiene dos puertas de acceso, una principal en el paseo del Prado, de corte clásico con columnas dóricas y frontón, y otra en la plaza de Murillo, que es la habitual.


Puerta principal del Jardín Botánico

Junto al Botánico, se celebraba desde 1925 una feria del libro de lance todos los años por el otoño, que quedó al fin instalada con carácter permanente en la cuesta de Moyano.

El edificio del Ministerio de Sanidad, frente al Museo del Prado, fue antes la Casa Sindical (en la parte trasera estuvieron las instalaciones del diario Pueblo), levantada en l949 sobre el solar que dejó el palacio de Xifre, construido en 1865 por el arquitecto José Contreras como residencia del financiero José Xifre. Todos los detalles —desde la verja de cerramiento, la fachada, y hasta las habitaciones interiores— imitaban de una manera perfecta la época dorada de la arquitectura árabe. Y antes hubo una espaciosa casa con un espectáculo conocido como el Diorama, en cuyo salón principal estaba reproducido el interior del templo de San Lorenzo del El Escorial. Además de otros dioramas, disponía de una sala de física recreativa y estaba coronada por un torreón mirador desde el que se podía contemplar las cercanías de Madrid.


Palacio de Xifre

Pero todo ese amplio espacio y más —una enorme manzana comprendida entre la Carrera de San Jerónimo, el paseo del Prado y las calles de Huertas, Jesús, Cervantes, San Agustín y la plaza de las Cortes— fueron desde principios del siglo XVII terrenos pertenecientes al duque de Lerma heredado posteriormente por los Medinaceli, con múltiples dependencias —casi un pueblo que se abastecía por sí mismo—, huertas, jardines, talleres, una plaza de toros de efímera duración, un convento de trinitarios (luego de padres capuchinos, con la iglesia de Jesús de Medinaceli en la que se venera la imagen del Nazareno tan querida por los madrileños) y un palacio majestuoso muy dañado durante la ocupación francesa, que se rehizo y se mantuvo hasta 1910 para en su solar levantar el Hotel Palace. El resto del terreno se había ido desmembrando con los años e incluso por él se abrió alguna calle nueva o se prolongaron otras.


Palacio de Medinaceli

En la plaza de Canovas del Castillo (Neptuno), a uno y otro lado, el ya citado Hotel Palace, inaugurado en 1912 para la cadena belga de hostelería propiedad de Georges Marquet, y el Ritz, el más lujoso de la ciudad, construido entre 1908 y 1910 para la Ritz Development Company y para alojar a las personalidades asistentes a la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg. El solar del Ritz había estado ocupado antes por el Teatro Tívoli y por el Circo del Hipódromo.

En la esquina de Neptuno con la plaza de las Cortes (mero ensanchamiento de la Carrera de San Jerónimo) se concluyó en 1806 el palacio del duque de Villahermosa, el último de estilo neoclásico en Madrid, obra de Antonio López Aguado, y que ocupa terrenos de otro palacio anterior de los duques de Maceda. Desde 1992, y reformado por el arquitecto Rafael Moneo, es sede del Museo Thyssen-Bornemisza, con una selección de arte occidental de los siglos XIII al XX, desde la época medieval hasta el vanguardismo, pasando por el Renacimiento, Impresionismo y Expresionismo. Se pueden contemplar cuadros de genios de la pintura como Carpaccio, Durero, Tiziano, Goya, Degas, Renoir, Matisse, Picasso, Kandisky o Rothko, entre otros muchos. Junto con el Museo del Prado y el Reina Sofía, en Atocha, forman el llamado Triángulo del Arte, posiblemente la mayor concentración de obras artísticas en el mundo. A este foco cultural se añade desde 2008 el espacio de divulgación cultural Caixa Forum, que ocupa el antiguo edificio de la Central Eléctrica del Mediodía (1899), frente al Botánico, transformado y remodelado para su nuevo uso por los arquitectos Jacques Herzog y Pierre De Meuron, y con un curioso jardín vertical diseñado por Patrick Blanc.


Museo Thyssen-Bornemisza

El Reina Sofía y el Caixa Forum

Siguiendo con el paseo del Prado, a continuación estaba el jardín de los condes de Monterrey, sobre el que la Congregación de Naturales de Navarra edificó en 1684 un hospital y en 1746 la iglesia de San Fermín, muy popular por su reloj que permitía la interpretación de variadas piezas musicales, divirtiendo así a la concurrencia del Paseo. Todo fue derribado en 1882 con motivo de las obras de construcción del Banco de España y de la prolongación de las calles de Zorrilla y de los Madrazo, y fue entonces cuando la Congregación decidió labrar una nueva casa en la calle de Eduardo Dato.

Hasta la calle de Alcalá, y volviendo por ella, se extendía el antiguo palacio del marqués de Alcañices, también conocido como duque de Sesto, en el solar que antes ocuparon las casas de Luis de Haro, marqués del Carpio y ministro privado de Felipe IV. Y tanto este espacio como el de San Fermín es el que corresponde al Banco de España, grandioso edificio de aire renacentista, con chaflán en plena plaza de la Cibeles, construido entre 1882 y 1891 según proyecto de Eduardo Adaro y Severiano Sainz de la Lastra. La ultima ampliación que ha tenido —la esquina con Marqués de Cubas—, obra de Rafael Moneo, concluyo en 2006.


El Salón del Prado con el palacio de Alcañices a la derecha

En la otra acera, nada más rebasar Neptuno, se abre la plaza de la Lealtad, tenida por un lugar simbólico para los madrileños, pues aquí se produjeron gran parte de los fusilamientos en la noche del 2 al 3 de mayo de 1808, víctimas de los franceses. En el centro de la plaza hay un monumento inaugurado en 1840, obra de Isidro González Velásquez, y dedicado a los caídos en estas jornadas, pero que se ha hecho extensivo a todos aquellos que dieron su vida por España, cuya memoria nos recuerda una llama que está encendida los 365 días del año. El edificio de la Bolsa de Comercio, fundada en 1831 y aquí trasladada en 1893 después de largo peregrinaje, realza con el estilo clásico que le imprimió Enrique Repullés la monumentalidad del entorno.


Plaza de la Lealtad

Seguía la verja de los Jardines del Buen Retiro (no el parque del Retiro), en terrenos de la antigua huerta del Rey o de San Juan, por la ermita allí existente. Tras la revolución de 1868 se abrieron al público y se arrendaron a una empresa privada. Disponía de paseos, quioscos de helados, un templete para bandas de música y un teatro al aire libre. Al lado, en pleno paseo hubo otro teatro, el Felipe, amplio barracón de madera inaugurado en 1885 por un empresario muy popular, simpático y desvergonzado de entonces, Felipe Ducazal (también tenía en arriendo el anterior), y en el que se estreno en 1886 la zarzuela Gran Vía, de Chueca. En todo este terreno se alzan ahora el Cuartel General de la Armada, la calle de Montalbán y, en otro de los chaflanes de la emblemática plaza de la Cibeles, el antiguo palacio de Comunicaciones (Central de Correos y Telégrafos), hoy sede del Ayuntamiento, construido entre 1905 y 1918 por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en un estilo inspirado en el gótico, lo que le da un aire de catedral.


La Cibeles con los jardines del Buen Retiro al fondo. Finales del XIX

Otro de los chaflanes de Cibeles, el izquierdo, está ocupado por la verja del amplio jardín del palacio de Buenavista. Se inicio su construcción en 1769 para los duques de Alba, que no llegaron a ocuparlo, con proyecto en principio de Ventura Rodríguez, sustituido después por el de Pedro Arnal. Quien sí lo habitó fue la nieta de los anteriores, la celebre duquesa de Alba que inmortalizara Goya, María Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo. Tras diversos usos, en 1848 se convirtió en sede del Ministerio de la Guerra. Actualmente alberga el Cuartel General del Ejército de Tierra.


Palacio de Linares

Y en el otro chaflán, a la derecha, el Palacio de Linares, hoy Casa de América, construido para el financiero José Murga, marqués de Linares, por el arquitecto Carlos Colubí en 1873. Estuvo mucho tiempo deshabitado y dio lugar a leyendas de fantasmas de las que se escribió largo y tendido.


A continuación arranca el paseo de Recoletos, que llega hasta la plaza de Colón, donde se encontraba la Puerta de Recoletos, construida en estilo barroco durante el reinado de Fernando VI pero perteneciente a la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la ciudad. Toma el nombre del convento de la orden de los agustinos recoletos, construido en 1592 donde el marqués de Salamanca levantó su palacio en 1855, hoy sede de la vicepresidencia de BBVA. Tenía el convento capillas tan populares como la de la Virgen de Copacabana y la del Cristo del Desamparo, de Alonso de Mena, llevado luego a la iglesia de San José. Y una bodega de gran nombradía, que despachaba vino a todo aquel que lo requería.

Vino de los Recoletos
pasa bien por los coletos
Paseo y convento de Recoletos

Era este paseo el antiguo Prado de Recoletos, por el que discurría como en el Prado Viejo el arroyo del Bajo Abroñigal, y que ya con Felipe II tuvo un ligero adecentamiento al realizarse la plantación de una arboleda dispuesta en una única hilera. En tiempos de Fernando VII empezó a urbanizarse, y en 1864, siendo alcalde de Madrid el duque de Sesto, tomó su forma actual, con reformas posteriores a lo largo de los años. La última, que comprende todo el eje Prado-Recoletos y su entorno, realizada por el arquitecto portugués Álvaro Siza en 2010, que se inspiró en la concepción original del Salón del Prado, con ampliación de espacios peatonales e incremento de zonas verdes. Entre otras actuaciones puntuales, se trasladó el monumento a Colon a su emplazamiento primitivo, en el centro de la plaza; se recuperó la fuente original de la Alcachofa en Atocha, retirando la copia hasta entonces instalada, y en la Ronda de Atocha se desplazó la salida del túnel para conseguir una pequeña plaza frente al edificio de Jean Nouvel, ampliación del Reina Sofia.

Iniciando el recorrido de Recoletos por la izquierda, a continuación del hoy Cuartel General del Ejercito se encontraba la posesión del duque de Medina de Rioseco, donde se fundó en tiempos de Carlos II el convento antiguo de franciscanas clarisas de San Pascual, convirtiendo en iglesia el teatro de su palacio. Derribado el convento en el siglo XIX, se edifico la iglesia dedicada a ese santo.


Clarisas de San Pascual

Se mantiene el palacio del duque de Sesto en el número 13, antes de llegar a Prim, construido en 1865 por el marqués de Cubas y hoy sede del Consejo General de la Abogacía Española.

Se hallaba a continuación el jardín del conde de Baños, que pasó después a ser propiedad del de Altamira, y que en el siglo XIX, con el nombre de Jardín de las Delicias, fue abierto al público: música, baños, bailes, diversiones.

El Café Gijón, en el paseo de Recoletos 21, fue fundado en 1888 por un emigrante asturiano en Cuba, Gumersido García. En el año 1910, el local fue traspasado a Benigno López (un barbero del barrio), con el acuerdo entre ambas partes de que no se cambiara jamás el nombre del establecimiento. A pesar de algunas reformas, la decoración sigue siendo la de siempre: mesas de mármol negro, sillones con fundas en rojo, paredes forradas con listones de madera y un sótano donde se llevaban y se llevan a cabo las tertulias. Por allí ha pasado toda la intelectualidad. Entre los más ilustres: José Canalejas, Santiago Ramón y Cajal, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Valle Inclán, Severo Ochoa, Gómez de la Serna, Enrique Jardiel Poncela, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, Dionisio Ridruejo, José García Nieto, Antonio Gala, Luis García Berlanga, Juan García Hortelano, Fernando Fernán Gómez, Manuel Alexandre...


El Café Gijón

Entre las calles de Almirante y Bárbara de Braganza estuvo el primitivo Circo Price, antes de su instalación en 1874 en la plaza del Rey, en donde sucumbió a la piqueta en 1970. Ahora hay otro con el mismo nombre en la Ronda de Atocha.

Parte de ese solar del Price esta hoy ocupado por el palacio de la duquesa de Medina de las Torres, construido por Agustín Ortiz de Villajos en 1884 y en la actualidad sede de la Fundación Mapfre.

En el resto del solar, Miguel Aguado de la Sierra levantó en 1895 el palacio Elduayen, que ha perdido su carácter residencial para acoger oficinas.


Palacio de la duquesa de Medina de las Torres y de Elduayen

Donde hoy se encuentra el Centro Colón estuvo el palacio de Uceda, construido entre 1866 y 1870 por el arquitecto Mariano Andrés Avenoza. Tras ser adquirido por el marqués de Salamanca en 1876, hacia 1890 fue comprado por doña Ángela Pérez de Barradas y Bernuy, duquesa viuda de Medinaceli. Se derribó en 1965 y fue sin duda una de las más sonadas pérdidas del patrimonio arquitectónico madrileño.


El palacio de Uceda, luego de Medinaceli

Y junto a los jardines de palacio de Medinaceli, el teatro Príncipe Alfonso, construido en 1863 como circo por el millonario Simón Rivas (Circo de Rivas era su nombre más popular) según proyecto del arquitecto José María Guallart. En 1870 paso a llamarse Teatro y Circo de Madrid, convertido en teatro lírico y sala de conciertos. En 1875, recuperó otra vez el nombre de Príncipe Alfonso, y fue a partir de esta fecha cuando se convirtió en uno de los teatros de moda de la ciudad hasta su demolición en 1898.


El Teatro Príncipe Alfonso, durante algunos años Teatro Circo de Madrid

En el gran bulevar central, repleto de jardines y alguna terraza como la del histórico Café Gijón o la del Espejo, se realizan anualmente algunos eventos: la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, la Feria de Artesania o, en el Día del Teatro (27 de marzo), la imposición de una bufanda blanca a la estatua en bronce de Valle Inclán, que parece salir marchoso de su tertulia de café, y la entrega del premio "Alfiler de la bufanda".


Paseo de Recoletos en 1930. Valle Inclán. Terraza del Espejo

Por el otro lado del Paseo, en el terreno que hoy ocupa el palacio de Linares estuvo el Pósito o Alhóndiga, destinado a abastecer de trigo a la población en épocas de escasez.

En el número 4, el edificio de la Aurora Polar, antigua casa-palacio de D. Ramón Pla Monje y actual sede del Grupo Planeta, construido en 1880 por Agustín Ortiz de Villajos.

A continuación, entre las calles de Salustiano Olózaga y Recoletos, el convento que dio nombre al Paseo, demolido y sustituido por el que fue palacio del marqués de Salamanca, obra de estilo clasicista italianizante de Narciso Pascual y Colomer entre 1846 y 1855, que fue ampliándose hasta 1945 en varias ocasiones por diferentes arquitectos. Inicialmente sólo tenía el cuerpo central, con un bello jardín, fuente de mármol de Carrara y cerrado todo el conjunto por una verja. Fue este palacio, que contribuyó de forma destacada a embellecer el paseo de Recoletos, convirtiéndolo en polo de atracción para otras residencias aristocráticas, teatro del esplendor del fastuoso, audaz y pródigo financiero José de Salamanca, impulsor del barrio de Salamanca y de numerosos negocios en sectores como el ferroviario, la construcción, la banca o la inversión bursátil. Aunque probablemente llegó a poseer en sus mejores momentos la mayor fortuna de España, murió pobre con una deuda de mas de seis millones de reales.


Palacio del marqués de Salamanca

Seguía el suntuoso palacio de otro gran capitalista del siglo XIX, el del primer marques de Campo, luego de la marquesa de Manzanedo.

La quinta del conde de Oñate, marqués de Montealegre, y la casa y huerta de la Solana, de los Padres de San Felipe Neri completaban el lado derecho.

Sobre esta huerta se edificó en 1793, durante el reinado de Carlos IV, la antigua Escuela de Veterinaria, aunque su consolidación científica no se produjo hasta el año 1815, y sus estudios en carrera superior de cinco años en 1847. Aquí estuvo hasta 1866.

En el solar de la Veterinaria se levantó nueva y definitiva sede para la Biblioteca Nacional, institución fundada por el rey Felipe V en 1711, en la Casa del Tesoro, junto al Alcázar, y que por Real Cédula de 1716 tiene el privilegio de obtener un ejemplar de cuantos libros se editan en España. Tras varios cambios, aquí recayó tras la inauguración del edificio en 1892, compartiéndolo con el Museo Arqueológico Nacional de España, que tiene su entrada por la calle de Serrano, y durante algunos años con el Museo de Arte Moderno. Es obra de Francisco Jareño, en estilo neohelénico, concluida por Antonio Ruiz de Salces.


Plaza de Colón

En la amplia y abierta plaza de Colón, la estatua del ilustre marino, obra de Arturo Mélida la parte arquitectónica, y la escultura de Jerónimo Suñol, se inauguró en 1885. Las Torres de Colón fueron levantadas en 1976 por Antonio Lamela, en el solar de dos edificios gemelos con viviendas de alquiler, en una de las cuales vivió Benito Pérez Galdós. La Casa de la Moneda, de discreto estilo clásico, y trasladada a la calle de Jorge Juan, ocupaba todo el espacio de los Jardines del Descubrimiento, en los que se instalaron tres macro esculturas de hormigón, realizadas por Joaquín Vaquero Turcios, alusivas a la gesta de América, y en el subsuelo un centro cultural y el Teatro Fernán Gómez.


El paseo de la Castellana era un barranco extramuros por donde corría el ya citado arroyo del Alto Abroñigal, y que al final del reinado de Fernando VII empezó a terraplenarse y a acondicionarse como paseo arbolado. Su nombre primitivo fue el de las Delicias de la Princesa, en honor a la heredera de Fernando VII, pero popularmente fue conocido como paseo de la Fuente Castellana por la que se hallaba junto al Obelisco que se plantó en la actual plaza de Castelar, con motivo del nacimiento de la futura Isabel II.


 Paseo de la Castellana y Obelisco de la Fuente Castellana

En los planes del llamado Ensanche de Madrid, diseñado por el ingeniero y urbanista Luis María de Castro en 1860, y puesto en práctica a partir de 1869 coincidiendo con el derribó de la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la villa histórica, se contemplaba la creación de un barrio aristocrático en el eje de la Castellana, que entonces sólo llegaba hasta el antiguo Hipódromo, donde hoy se levantan los Nuevos Ministerios. El resultado fue la construcción de palacios ajardinados para la nobleza y alta burguesía y casas de vecindad de muy alta categoría para las capas más adineradas de la sociedad a lo largo del Paseo.

El palacio del marqués de Salamanca, en Recoletos, ya había dado la pauta de lo que sería la zona y animado a la aristocracia para construir allí sus residencias. Se convirtió, pues, en el lugar de moda, teatro de desfiles elegantes y área tranquila y sosegada.

Sí existían muchas fincas por los alrededores, unas de recreo y las más de labor, varios cenadores rústicos, una fonda-café, la ya citada Fuente Castellana y Obelisco, en la hoy glorieta de Emilio Castelar, entonces un cruce de caminos, y la Fuente del Cisne, en la desembocadura de Eduardo Dato, en aquel tiempo paseo del Cisne. Pero las primeras construcciones del paseo de la Castellana, incluso adelantándose a las urbanizaciones previas del Ayuntamiento, fueron la casa de Bruguera, a la entrada, esquina a Goya y el palacio de Miguel Sainz de Indo, en el solar que hoy ocupa el edificio de la Unión y el Fénix, y alrededor una serie de lujosos hoteles de alquiler (el barrio de Indo) que también han desaparecido.


Palacio de Indo

A principios del siglo XX, ya con todo el Paseo construido hasta el Hipódromo, estas eran las edificaciones en la acera izquierda:

Entre Colón y Alcalá Galiano:

  • Palacete de Luis de Silva y Fernández de Córdoba. Desaparecido. Su solar es parte del utilizado para las Torres de Colón.
  • Palacete de don Tomás Ametller. Permanece. Desde 1930, que fue reformado
  • Palacio del marqués de Villamejor. Permanece. Fue sede de La Presidencia del Gobierno hasta 1976 que se trasladó al palacio de la Moncloa. Ahora es sede ministerial.
Palacio del marqués de Villamejor

Entre Alcalá Galiano y Fernando el Santo:

  • Palacio de Alcalá Galiano. Permanece. Es sede ministerial.
  • Palacio del duque de Arión. Desapareció. La sede de una entidad bancaria desde 1966 se alza en su lugar.
  • Casas de la marquesa de la Puente y Sotomayor. Permanecen. Están rehabilitadas para oficinas.

Entre Fernando el Santo y Zurbarán:

  • Edificio de viviendas esquina a Fernando el Santo. Permanece el exterior. El interior se derribó para construir oficinas.
  • Palacio del marqués de Fontalba. Permanece. Es sede de la Fiscalía del Estado.
  • Casa palacio de don Pablo del Puerto. Permanece. Es sede de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Palacete Fontalba

Entre Zurbarán y Marqués de Riscal:

  • Palacio del duque de Santa Elena. Desaparecido. Su lugar lo ocupa la Embajada de Alemania desde 1966.
  • Palacio del conde de la Eliseda. Permanece. Fue sede de Falange Española antes de la Guerra Civil, sede de la Delegación Nacional de la Juventud y en la actualidad del Instituto de la Juventud.

Entre Marqués de Riscal y Jenner:

  • Palacio del marqués de Mudela. Permanece con un añadido en la parte posterior. Es sede de una entidad bancaria.
  • Palacio de los condes de San Bernardo. Desapareció. Su lugar lo ocupa el edificio Pirámide con oficinas, en el centro de un bello jardín.
Palacio del conde de la Eliseda

Entre Jenner y Eduardo Dato (antiguo paseo del Cisne):

  • Palacio de Indo. Derribado para construir el palacio del duque de Morellano, también desaparecido. El solar lo ocupa el edificio de la Unión y el Fénix.

Entre Eduardo Dato y Rafael Calvo:

  • Barrio de Indo. Desaparecido. Hoy se levanta allí una sede bancaria

Entre Rafael Calvo y General Martínez Campos (entonces paseo del Obelisco):

  • Palacete de Edmundo Alcock. Permanece. Es sede de la Fundación Rafael del Pino, fundador de la empresa Ferrovial.
  • Colegio y convento de San José de Cluny. Desaparecido. Nuevo edificio de una entidad de seguros desde 1980.
  • Legación de Hungría. Desaparecido. Un edificio de oficinas desde 1989.
Palacete Edmundo Alcock

Entre General Martínez Campos y García de Paredes:

  • Palacio del duque de Aliaga. Desaparecido. Varios edificios de oficinas y el Hotel Castellana, inaugurado en 1953.

Entre García de Paredes y José Abascal:

  • Hotel de Cristino Martos, luego palacio del conde de Motrico. Desaparecido. Edificio de La Caixa, de 1978.

Entre José Abascal y Bretón de los Herreros.

  • Hotel de Abascal, luego del duque de Almenara Alta. Desaparecido. En el solar se levantan la casa donde vivió de Gregorio Marañón, de 1944, convertida en edificio de oficinas, y el hotel Esperia.

Y, entre Bretón de los Herreros y la plaza de San Juan de la Cruz (no existía):

  • Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos. Permanece. Hoy es el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN).
Antigua Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos

En la acera de la derecha, entre Goya y Hermosilla:

  • Casa de Bruguera. Desaparecida. Pequeño edificio comercial y Hotel Fénix.

Entre Hermosilla y Ayala:

  • Embajada de Alemania. Desaparecida. Edificio IBM desde 1968 y hoy de una entidad aseguradora
  • Iglesia Evangélica Alemana. Permanece con el mismo cometido.
  • Casas de viviendas de alquiler. Permanecen
Antigua Embajada de Alemania

Entre Ayala y Marques de Villamagna:

  • Jardín-Recreo Salamanca. Cada noche de primavera y verano se abría al público y contaba con proyección de cinematógrafo, pista de patinaje, verbena, quiosco de conciertos y otras variadas diversiones. Desaparecido. Edificios de viviendas y comerciales, edificio Cúspide de oficinas de alquiler y antiguo edificio de Unión de Explosivos Río Tinto, hoy de oficinas de alquiler.

Entre Marqués de Villamagna y José Ortega y Gasset (antigua Lista):

  • Palacio de Anglada, luego del marqués de Larios. Desaparecido. Hotel Villa Magna, construido en 1972.
Palacio de Anglada

Entre José Ortega y Gasset y Marques de Villamejor:

  • Casas de Zenobia Camprubi, primer y único amor de Juan Ramón Jiménez, y de la princesa Ratazzi, sobrina de Napoleón Bonaparte. Permanece el edificio, para la sede de la Fundación Banco de Santander.

Entre Marqués de Villamejor y General Oráa (no tenía salida entonces Juan Bravo a la Castellana, y sí la calle de Martinéz de la Rosa, en forma de "S"):

  • Edificio de redacción y talleres del periódico ABC. Permanece. Es el actual centro comercial ABC Serrano.
  • "La Ladera", pendiente que descendía de la futura calle de Serrano a la Castellana con doce hoteles unifamiliares, como una especie de pequeña ciudad-jardín. Uno de ellos fue sede de Radio Nacional de España, y aquí vivieron, entre otros, el conde de Romanones, los marqueses de Urquijo, la infanta doña Eulalia de Borbón y Adelaida Larra (la "dama de las patillas"), hija del escritor y amante del rey Amadeo. Desaparecidos. Hoy el amplio espacio, a uno y otro lado del puente de Juan Bravo, da para varios edificios de oficinas, sedes bancarias, la Dirección General de Seguros y el antiguo edificio Bankunión, con la fachada en aluminio anodizado, también hoy sede de oficinas.
  • Huerta de Canovas, llamada así por haber sido en su día finca de cultivo de patatas y hortalizas. Luego los marqueses de la Puente y Sotomayor edificaron allí su palacio. Antonio Canovas del Castillo casó en segundas nupcias con Joaquina de Osuna, hija de los marqueses, quien recibió de sus padres, como regalo de boda, el palacio. Posteriormente pasó a la marquesa de Argüelles. Desaparecido. En el solar se levanta la embajada de los Estados Unidos, con entrada por Serrano, y el edificio de Seguros Catalana Occidente.
Casas donde vivieron Zenobia Camprubi y la princesa Ratazzi. Edificio ABC

Entre General Oráa y López de Hoyos (entonces Pinar):

  • Casa de viviendas de alquiler de Dolores Gutiérrez. Desaparecida. Actualmente se encuentra el edificio que fue de Nacional Hispánica Aseguradora, hoy de oficinas diversas.
  • Hotel del conde de la Maza. Desaparecido. Viviendas.

Entre López de Hoyos y Salas:

  • Palacio del duque de Hijar. Permanece. Embajada de Portugal.
  • Palacete de Moreno Benítez. Permanece. Dependencias oficiales.

Entre María de Molina (no existía entonces) y Pedro de Valdivia:

  • Barrio de Monasterio. Conjunto de hotelitos construido por Mariano Monasterio y Arenal, que de simple peón, pasó a ser uno de los mayores contratistas de obras. Desaparecidos. Edificios de viviendas.
Palacete del conde de la Maza y hotel de Mariano Monasterio

Y, entre Pedro de Valdivia y Vitruvio (no existía), en el llamado Cerro del Viento, o también Altos del Hipódromo o Colina de los Chopos:

  • Palacio de la Industria y de las Artes. Permanece. Hoy, el edificio alberga el Museo de Ciencias Naturales y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.

Tres plazas evitaban la monotonía de este inicial paseo de la Castellana: la ya citada de la Fuente Castellana y Obelisco, hoy de Emilio Castelar, con el monumento a él dedicado obra de Benlliure y erigido en 1908. En la glorieta de Gregorio Marañón, sin nombre entonces, desapareció la Fuente del Cisne para colocar en 1885 la estatua ecuestre del general Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero y héroe en las guerras carlistas, realizada por Andrés Aleu. Y en la plaza de San Juan de la Cruz, sin nombre igualmente en esa época, se inauguró en 1883 el monumento a Isabel la Católica, de Manuel Oms, que luego se trasladó frente al Museo de Ciencias Naturales para colocar en su lugar una fuente luminosa de Carlos Buigas. En los jardines del Museo se encuentra asimismo el Monumento a la Constitución de 1978, un cubo en mármol de Macael del arquitecto Miguel Ángel Ruiz-Larrea.


Museo de Ciencias Naturales

Hoy también lo hace un puente o paso elevado, el que une las calles de Eduardo Dato y Juan Bravo, realizado en 1970 por los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón. Y por iniciativa de ellos, con un Museo de Escultura al aire libre debajo del mismo, con obras de vanguardia, entre ellas la famosa Sirena Varada de Chillida.

Durante el invierno, apenas si hay algún que otro paseante en la Castellana, pero cuando llega el buen tiempo se transforma, incluido Recoletos y, en menor medida, el paseo del Prado, por el fenómeno de las terrazas, que inundan las tardes y noches de bullicio, alegría y diversión.


El paseo de la Castellana en 1930

Al final de la Castellana de entonces, actuando como un tapón que impedía su expansión, estaba el Hipódromo, inaugurado en 1878. Era ya el tercero, pues antes hubo uno en la Casa de Campo y otro en el paseo del Huevo (calle Almagro). Estaba rodeado de un camino arbolado —paseo del Hipódromo— y tenía, además de la tribuna en uno de los laterales del recorrido, otra popular en el exterior para los que no podían pagar la entrada, el "tendido de los sastres" en los Altos del Hipódromo, junto al hoy Museo de Ciencias Naturales. Fue un lugar de cita aristocrática. En los días de carreras, el desfile por la Castellana de fastuosos carruajes, conducidos por los propios caballeros, resultaba animado y pintoresco, incluso los "guardias de orden" obligaban a los coches ordinarios a circular en dos filas paralelas, mientras que en el centro del Paseo lo hacían los de postín. Las señoras elegantes, a su vez, aprovechaban la ocasión para lucir los trajes y los tocados más vistosos.


Hipódromo de la Castellana

En 1916 y según diseño de Núñez Gradés, se intento la creación de una enorme y monumental plaza circular en este lugar, integrada en un plan global de prolongación de la Castellana. No llegó a realizarse, y hubo que esperar a 1932 para que el Gobierno de la República, y por iniciativa del su ministro de Obras Públicas don Indalecio Prieto, asumiera con algunas modificaciones las ideas que el arquitecto y urbanista Secundino Zuazo, junto con el alemán Hermann Jansen, habían desarrollado para la expansión de la ciudad en un concurso de anteproyectos realizado en 1929, galardonado con el segundo premio (el primero se había declarado desierto, posiblemente por envidias corporativistas).

Se empezó con el derribo del Hipódromo, el inicio de la construcción en parte de su solar de los Nuevos Ministerios, la urbanización del primer tramo de la ampliación de la Castellana y el comienzo de la perforación del enlace ferroviario (el "tubo de la risa") entre las estaciones de Atocha y la futura de Chamartín, pero no hubo tiempo para más...

Acabada la Guerra, se reanudó la obra de los Nuevos Ministerios con otros arquitectos y con importantes modificaciones, inaugurándose en 1942. Hoy luce las estatuas de Indalecio Prieto, obra de Pablo Serrano, colocada en la esquina con la plaza de San Juan de la Cruz en 1984, y la de Largo Caballero, de Pepe Noja, en el pórtico, realizada en 1985.


Nuevos Ministerios en obras

Por otra parte, La Junta de Reconstrucción de Madrid, cuya Oficina Técnica dirigía Pedro Bidagor, recogió ideas de Zuazo (había sido su maestro), pero para la prolongación de la Castellana —antigua avenida del Generalísimo— añadió una serie de plazas enlazadas, con edificios monumentales y abundancia de cúpulas y obeliscos, tan del gusto del Régimen, que afortunadamente, con el Plan de Ordenación de la Castellana de 1954, sufrió importantes modificaciones impuestas por la realidad, además de la especulación y el interés de los promotores de la edificación. Sí contemplaba la creación de AZCA (Asociación Zona Comercial Manzana "A") que pretendía descentralizar el comercio, y cuyo concurso fue fallado a favor del proyecto presentado por el arquitecto Antonio Perpiñá, inspirando en el modelo del Rockefeller Center de Nueva York, que incluía zonas de tipo social, cultural y de recreo. El resultado real, como se ve, dista mucho de lo pretendido.


Así pretendieron que fuera el complejo AZCA


Prolongación del paseo de la Castellana

La nueva Castellana, en general, consolidada como centro de negocios y escaparate del poder económico, es la que tenemos, una especie de autopista y de ruta de travesía de la ciudad. Entre sus edificios, muchos de ellos con alturas rayanas con lo imposible, destacamos, además del ya citado de los Nuevos Ministerios:

En el cruce de la castellana con Vitruvio, el Alto Estado Mayor, de Gutiérrez Soto, levantado entre 1949 y 1953.

Esquina a Joaquín Costa (un puente elevado sobre la Castellana la une a Raimundo Fernández Villaverde), el antiguo Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA), hoy con otras dependencias oficiales, levantado en los años cincuenta por José Tamames.

En la zona de AZCA, terrenos confiscados a la UGT y delimitados por el paseo de la Castellana y las calles de Raimundo Fernández Villaverde, Orense y General Perón, sólo el Corte Inglés (obra de Luis Blanco Soler terminada en 1964) y otros pequeños establecimientos responden a la idea primigenia de gran centro comercial para descongestionar la ciudad histórica, el resto son edificaciones para oficinas de alquiler a cual más alta, moderna y atrevida. Entre otros: el edificio Trieste, de Genaro Alas y Pedro Casariego, construido entre 1969 y 1974; la torre del BBVA (1974-1980), de Sáenz de Oiza; el edificio Hederra (años setenta), de Manuel Aymerich; el edificio Bronce (1987), de Ricardo Magdalena y Pablo Roldán; la torre Picasso (1989), de Minoru Yamasaki el inicio y finalizada por Genaro Alas; el edificio Sollube (1985), de José Luis y Félix Iñiguez de Onzono; el edificio Cadagua, antigua sede del Banco Zaragozano (1977), de Emilio de la Torriente Castro y José Luis Arias Gil, y la Torre Europa (1982), de Jose Luis Oriol e Ibarra. Desapareció en 2005 por incendio el edificio Windsor (1969-1974), de los mismos arquitectos que el Trieste, y que, para colmo, estaba dotado de un sofisticado sistema de seguridad anti-fuego. En su lugar, se alza una torre de oficinas y ampliación del Corte Ingles (2011), de los arquitectos Pablo Muñoz y Pedro Vilata.


AZCA

En la plaza de Lima, el Palacio de Congresos y Exposiciones (1964-1965), de Pintado Riba, con un enorme friso de cerámica policromada diseñado por Joan Miró y añadido en 1980.

Entre Concha Espina y Rafael Salgado, el estadio Santiago Bernabeu del Real Madrid, de Manuel Muñoz Monasterio, inaugurado en 1947.

Entre General Yagüe y Pintor Juan Gris, el antiguo Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga, hoy con otra sede ministerial, construido por José Osuna en 1960.

Entre Panamá y Alberto Alcocer, el Ministerio de Economía y Hacienda, de Antonio Perpiñá en 1973.

En la plaza del Cuzco, el edificio Cuzco IV de oficinas, de Mariano García Benito, inaugurado en 1979.

Y en la plaza de Castilla, las dos torres que conforman la llamada Puerta de Europa, inclinadas la una hacia la otra 15° respecto a la vertical, con una altura de 114 metros y 26 plantas, obra de los arquitectos estadounidenses Philip Jonson y John Burgee e inauguradas en 1996. El Obelisco supermoderno diseñado por Santiago Calatrava y regalo de Caja Madrid al pueblo madrileño en 2009, de 92 metros de altura y seis de diámetro. Y el parque público del Canal de Isabel II, con un centro de exposiciones temporales y el antiguo depósito elevado, conservado como construcción singular.


Plaza de Castilla

Pasada la Plaza de Castilla, el último tramo de la Castellana es prácticamente una autopista urbana. Sólo cabe destacar:

El antiguo edificio de Prensa y Radio del Movimiento —edificio Arriba—, hoy con dependencias oficiales, construido en 1963 por Francisco de Asís Cabrero y Torres Quevedo.

El parque empresarial Cuatro Torres Business Área, construido entre 2004 y 2009 en los terrenos de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, con los cuatro rascacielos más altos de Madrid: la Torre Caja Madrid, de 250 metros de altura, del arquitecto Norman Foster; la Torre Sacyr Vallehermoso, de 236 metros, de Carlos Rubio Carvajal y Enrique Álvarez-Sala; la Torre de Cristal, de 249 metros, de César Pelli, y la Torre Espacio, de 223 metros, obra del estudio de arquitectura Pei, Cobb Freed & Partners.

La Ciudad Sanitaria de la Paz, construida para conmemorar los 25 años transcurridos desde el final de la Guerra Civil por José Martín Marcide en 1964.


Cuatro Torres Business Área

Colonia San Cristóbal

Y al final de la Castellana, frente a la Paz, la colonia San Cristóbal, construida por Secundino Zuazo para los empleados de la EMT en 1949, ejemplo peculiar de la arquitectura popular de la posguerra, conocida como "Los Nichos" por la particular forma exterior de las viviendas.
INDICE

BARRIO DE SALAMANCA

En los planes del llamado Ensanche de Madrid, diseñado por el ingeniero y urbanista Luis María de Castro en 1860, y puesto en práctica a partir de 1869 coincidiendo con el derribo de la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la villa histórica, se contemplaba la creación de un barrio burgués hacía el este de la ciudad. La cerca por esta zona discurría desde la puerta de Recoletos (en la actual plaza de Colón) por las hoy calles de Jorge Juan y Serrano, llegaba hasta la puerta de Alcalá y bordeaba el Retiro.

Lo que conocemos como barrio de Salamanca, que no existe oficialmente como tal, es sólo una pequeña parte del distrito actual de ese nombre, comprendido entre la Castellana, Recoletos, Alcalá, O´Donnell, avenida de la Paz (M-30), avenida de América y María de Molina. Y con seis barrios: Recoletos, Castellana, Goya, Lista, Fuente del Berro y Guindalera.


Barrio de Salamanca

Los cuatro primeros, que corresponden al genuino barrio de Salamanca, con una estructura reticular muy definida y calles perpendiculares, han conservado su característica de barrio burgués a pesar de las modificaciones naturales impuestas por los años. Fuera del área prevista y controlada por el Plan Castro, se originó un desarrollo urbano más espontáneo, que dio lugar a los barrios de la Guindalera y de la Fuente del Berro.

La quinta de la Fuente del Berro fue una residencia campestre que a principios del siglo XVII formó don Bernardino Fernández de Velasco, duque de Frías, al final de la actual calle de Jorge Juan, junto al arroyo del Alto Abroñigal (actual M-30), con casa, jardines, huerta, viña, palomar, cuatro fuentes, estanques y árboles frutales, y que en 1630 fue adquirida por Felipe IV. La fuente del Berro, cuyas aguas eran muy apreciadísimas por las gentes, pasó a ser pública, mientras que la finca, con variados dueños a lo largo de los años, la compró el Ayuntamiento en 1948 y poco después la abrió como parque público. Constituye un romántico y recoleto jardín que sus antiguos propietarios fueron convirtiendo en un pequeño jardín botánico. El antiguo palacete es ahora centro cultural.


Parque de la Fuente del Berro

En el barrio de la Guindalera es de destacar el denominado barrio de Madrid Moderno, una serie de hotelitos de dos plantas con jardín que a partir de la última década del siglo XIX construyó el empresario Julián Marín entre la quinta de Nogueras o de los Leones (actual parque de Eva Perón) y el lugar donde hoy se asienta la plaza de toros de las Ventas. Estaban provistos de electricidad, agua, gas y alcantarillado, y atrajeron a numerosas personas de la alta sociedad. Apenas si quedan algunos en la calle de Roma.

El verdadero artífice del barrio de Salamanca en su inicio fue don José de Salamanca, marqués de ese título, que ya tenía concebido un plan inmobiliario antes de que se proyectase el Ensanche, y para ello había ido comprando tierras de labrantía por encima de su palacio del paseo de Recoletos, con las que sumó, tras nuevas adquisiciones en 1864, una superficie de más de 4 kilómetros cuadrados. Mientras que en la Puerta del Sol costaba el terreno a 540 reales el pie, él había pagado cuatro por gran parte de los suyos. El proyecto contaba de 350 casas repartidas en manzanas de ocho o doce edificios con una altura de tres pisos más la planta baja. Hubo quién le vaticinó un desastre financiero, ya que aquello estaba lejísimos. Así fue, pero no por ese motivo. La causa fue la falta de infraestructura urbanística, que tuvo él que llevar también a cabo, lo que incrementó los costos y las ya naturales dificultades de una obra de tal envergadura.


El marqués de Salamanca

Fue, en fin, la aventura de un hombre fastuoso y pródigo, tan arriesgada y personal como todas las suyas. De burgués medio pasó a ser marqués y conde, diputado y ministro en varias ocasiones, impulsor de numerosos negocios en sectores como el ferroviario, la construcción, la banca o la inversión bursátil. Tres veces amasó una gran fortuna —en sus mejores momentos la mayor de España— y tres veces se arruinó. Cuando murió dicen que sólo tenía en el bolsillo un billete de veinte duros, una moneda de plata de dos pesetas y unas cuantas de cobre de diez y cinco céntimos. Y una deuda de más de seis millones de reales.

La primera calle abierta fue la de Serrano, y las primeras manzanas que se construyeron entre los años 1863 y 1871, dirigidas por el arquitecto Cristóbal Lacumberri, fueron las comprendidas entre las calles de Villanueva y Goya, verdaderos modelos de construcciones de esa clase, con amplios portales para carruajes, habitaciones espaciosas, dos escaleras, y a más de los anchos patios que correspondían a cada edificio, un dilatado jardín en el centro de cada manzana, detalle este del jardín que no se siguió en el resto de las manzanas ni tampoco en la altura y volumen de las edificaciones. Las plantas principal y segunda fueron proyectadas como auténticos palacetes, con los mejores materiales, y fueron las primeras casas de Madrid en tener agua corriente, las primeras cocinas de carbón mineral, los primeros termos de agua caliente, los primeros "water closet"; después sería el alumbrado eléctrico en 1883, el gas... Más tarde los primeros ascensores. Después el teléfono, la calefacción... Eran casas para gente muy acomodada. El único motivo de crítica fueron las fachadas, sin variedad y con la única decoración de los frontones superiores de los balcones, que contrastaban con los bellos y recargados palacios y palacetes que se construyeron por la zona.


La calle de Serrano en 1870

En el año 1890 tenían declarada su residencia en el barrio 75 nobles, que pasaron a 138 en el año 1910 (8 duques, 79 marqueses, 39 condes y 12 barones).

Entre los palacios que aún se conservan destacan: el de Zabálburo, en la calle del Marqués del Duero 7, construido en 1878; el de Arenzana, en Salustiano Olózaga 9, construido en 1879 y hoy embajada de Francia; el de los marqueses de Amboage, de 1917, ocupado hoy por la Embajada de Italia, en Juan Bravo esquina a Velázquez; el de Tejada, en la esquina de Príncipe de Vergara y Padilla; el de Saldaña, en el número 32 de Ortega y Gasset; el de Rafal, de 1919, hoy Embajada de Bélgica, en Castello 73; el del duque del Infantado, de 1907, en Núñez de Balboa 70, luego propiedad de Pedro Gallo y de Juan March; el Lázaro Galdiano, convertido en museo de la interesante colección artística atesorada por su propietario, en Serrano 122; el del conde de Cedillo, de 1923, en General Oráa 9, en el que vivió Ramón de Valle-Inclán, y el de la Trinidad, que perteneció a la marquesa de Larios, en Francisco Silvela esquina a Coslada.


Palacio Amboage

En 1871 se había inaugurado la primera línea de tranvía tirado por mulas que hubo en Madrid, la que hacía el recorrido desde el barrio de Salamanca al de Pozas, en Argüelles, pasando por Sol. Hasta los años treinta del siglo XX, la estación de tranvía estuvo en Serrano esquina a Maldonado, donde hoy se halla la iglesia de los jesuitas.


Estación de tranvías de la calle Serrano

A las afueras de la Puerta de Alcalá hubo varias plazas de toros: la primera, de madera y desmontable, instalada en 1739 más o menos al comienzo de la futura calle de Velázquez; en 1743 se sustituyó por otra, también de madera, a la altura de Serrano, en terrenos que habían sido utilizados como Quemadero de la Inquisición, y en 1749 se construyó una de obra entre las actuales calles de Serrano y Claudio Coello. Fue la primera plaza estable de Madrid, pero cuando empezó la construcción de barrio de Salamanca, como entorpecía el normal desarrollo de las obras, fue derribada en 1874 para inmediatamente construir una nueva en el lugar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes. En 1931 se inauguró la ultima y definitiva, la Monumental de las Ventas, obra del arquitecto José Espeliú.


Antigua plaza de toros en el solar del hoy Palacio de los Deportes

La intervención del marqués de Salamanca concluyó en 1880, cuando las construcciones habían llegado hasta Diego de León, donde está hoy la embajada de Estados Unidos, y tenían la calle de Velázquez como límite.

A partir de los años 20 y 30 del pasado siglo, el barrio se extiende hasta Príncipe de Vergara, y luego, poco a poco, al resto.

A partir de los 50, casi todos los palacetes con jardines y viviendas residenciales se demuelen y se hacen casas de pisos y oficinas. De los 60 hasta ahora se produce el cambio de un barrio eminentemente residencial a otro de oficinas y tiendas. Y son muchos los edificios señoriales que se rehabilitan para dar paso a apartamentos más pequeños.

Una característica del barrio de Salamanca son sus miradores de hierro y cristal en las fachadas, destinados no sólo para mirar sino también para aislar del frío y de los ruidos. Se instalaron en las nuevas casas construidas entre 1880 y 1920. El piso principal tenía el mejor mirador, y conforme se iba ganando altura, se hacía más simple y más pequeño.


Calle de Príncipe de Vergara en 1929

Cuatro han sido las grandes arterias principales, paralelas a la Castellana, que conformaron el barrio: Serrano, Velázquez, Príncipe de Vergara y Conde de Peñalver. A las que se suman las principales perpendiculares: Alcalá, Goya, José Ortega y Gasset (antigua Lista), Juan Bravo y María de Molina.

Por los años sesenta desaparecieron los antiguos bulevares de Velázquez, Príncipe de Vergara, Francisco Silvela y Doctor Esquerdo, Tan sólo queda el de Juan Bravo.

La parroquia por excelencia del barrio de Salamanca es la de la Concepción, en la calle de Goya esquina a Núñez de Balboa, construida después de la Guerra Civil en estilo neogótico.


Iglesia de la Concepción

Destaca también la iglesia de San Manuel y San Benito en la calle de Alcalá, frente al Retiro, construida en 1911 por Fernando Arbox en traza neobizantina, con una esbelta cúpula y airoso campanile.

En Núñez de Balboa 43, la iglesia de San Jorge de los Británicos, de Teodoro Anasagasti, concluida en 1926 con mezcla de estilos gótico, mudéjar y bizantino.

En la calle de Serrano 104, la iglesia de San Francisco de Borja, de los jesuitas, construida entre el año 1946 y 1950 según proyecto de Francisco de Asís Fort. Como dato histórico, el coche que llevaba al almirante Carrero Blanco cuando fue asesinado él y su conductor por ETA, fue a caer en la azotea de la propia iglesia, por la fachada a Claudio Coello.

En la plaza de Manuel Becerra, la iglesia de Covadonga, levantada en 1915 y reconstruida en 1940, en cuyo altar mayor se venera una imagen de la Virgen con esa advocación que perteneció al convento de San Plácido de la calle del Pez.

Pero la más antigua es la de San Andrés de los Flamencos, construida en 1884 en Claudio Coello, y desde 1980 sala de exposiciones y de conciertos de un centro cultural en que fue convertido el antiguo hospital y hospedería de ese nombre al que pertenecía.


San Andrés de los Flamencos

En Claudio Coello se levanta también el convento de Santo Domingo, fundado por el propio santo Domingo de Guzmán, que perdió su antiguo emplazamiento en la cuesta y plaza del mismo nombre durante la revolución de 1868, y que allí fuera fundado en 1218. Las dominicas conservan la pila en la que fue bautizado Santo Domingo, regalada por el rey Fernando III el Santo para que fuera utilizada en el bautizo de los miembros de la realeza de España. Desde entonces, éste ha sido su cometido. Y también guardan de su antiguo convento la imagen de la Madonna de Madrid, de unos 50 cm de altura, en madera policromada, que representa a la Virgen sentada con el Niño sobre su pierna izquierda. Es del siglo XIV, y quizá donada por doña Constanza, nieta del rey D. Pedro I, que fue priora del convento en esa época.

En Príncipe de Vergara se encuentra el convento carmelitano de Maravillas, trasladado aquí en 1904 tras varias vicisitudes, y tras haber sido expulsadas en 1869 de su antiguo en la plaza del Dos de Mayo.

En 1965 desapareció en Ortega y Gasset, esquina a Velázquez, el convento de la Concepción Jerónima, fundado por doña Beatriz Galindo en 1509 en la calle de ese nombre y aquí trasladado en 1890. Ahora se encuentra en el Goloso.


Colegio del Pilar

Colegios importantes son el del Pilar, de los padres marianistas, construido en 1916 en la calle de Castelló, con una iglesia de estilo neogótico; el de Loreto, más conocido por las ursulinas, en Príncipe de Vergara, también neogótico; el de las Madres de Jesús y María, fundado en 1917 en la calle de Velázquez y en 1927 trasladado a Juan Bravo, y el Calasancio, en Conde de Peñalver, utilizado durante la Guerra Civil como cárcel, y por ese motivo sede de la Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús el Divino Cautivo, bella imagen que todos los Jueves Santo, por la tarde, sale en procesión por las calles del barrio.

El antiguo Gran Hospital de la Beneficencia General del Estado, situado en Diego de León esquina a Conde de Peñalver, fue inaugurado en la posguerra. Hoy ha pasado a ser Hospital de la Princesa, fundado éste en 1857 en la glorieta de Ruiz Jiménez para conmemorar el natalicio de la infanta Isabel Francisca, entonces, como primogénita de Isabel II, heredera de la corona y princesa de Asturias.

Al final de la avenida de Felipe II, se encuentra el palacio de los Deportes, construido en 1960 en el solar de la antigua plaza de toros conocida como de la Fuente del Berro. El recinto deportivo se incendió en 2001 y fue reconstruido en 2005.


Palacio de los Deportes

Junto al Palacio de los Deportes, en la calle de Jorge Juan, se alza la nueva Casa de la Moneda, trasladada aquí en 1964 desde su anterior ubicación en la plaza de Colón.

Entre O´Donnell y Alcalde Sáinz de Baranda se encuentra la denominada Torrespaña, conocida popularmente como el Pirulí. Es una torre de comunicaciones, con los estudios de TVE al lado, desde los que se emiten los telediarios y los programas informativos. Tiene una altura de 220 metros y fue inaugurada en 1982.

Permanece el mercado municipal de la Paz con entradas por Lagasca, Ayala y Claudio Coello, edificado en 1882 con estructura de hierro. Y desapareció el antiguo de Torrijos, en la calle del General Díaz Porlier, construido en 1932 y ahora sustituido por uno nuevo.


Mercado de la Paz

Desapareció también el teatro Beatriz, en la calle de Hermosilla, lugar elegido por Federico García Lorca para estrenar Bodas de Sangre el 8 de Marzo de 1933, convertido ahora en restaurante. Por el contrario, el cine Alcalá-Palace se convirtió en teatro y el Vergara cambió su nombre por el de Conde Duque Goya. No han tenido la misma suerte otras muchas salas cinematográficas hoy desaparecidas: Becerra, Benlliure, Carlos III, Carlton, Cid Campeador, Duplex-Cinema, Fantasio, Felipe II, Jorge Juan, Juan de Austria, Narváez, Peñalver, Richmond, Roma, Salamanca, San Remo, Tívoli, Universal, Velásquez, Voz.

El barrio de Salamanca es buena zona de bares de tapeo y restaurantes. Entre otros: Casa Domingo y Cervecería Santa Bárbara, en Alcalá; La Casa del Abuelo, El Barril, y Los Torreznos, en Goya; Alarcia, en la Av. Felipe II; José Luis, en Serrano; La Giralda IV, en Claudio Coello; La Farmacia, en Diego de León; Casa Poli y la Taberna de Daniela, en General Pardiñas; Casa Carola y Don Cocido, en Padilla; Estay, en Hermosilla; Handicap, en General Oráa, Jurucha, en Ayala; La Casa de la Viña, en Montesa; La Tierruca, en General Díaz Porlier.


Tabernas del barrio de Salamanca

El barrio de Salamanca es un barrio con prestigio, que ha representado tradicionalmente a la alta burguesía, el conservadurismo y el dinero En él se encuentran los pisos más caros de la ciudad. Se puede decir que es un barrio de ricos, de "pijos"... y para algunos "zona nacional".

En sus calles podemos encontrarnos los comercios más lujosos y chic de la ciudad —aquí está la "milla de oro"—, además de gran número de galerías de arte y restaurantes de categoría.

La "milla de oro" es un espacio delimitado por la Castellana, Príncipe de Vergara, Juan Bravo y Jorge Juan. Un cuadrado, con las calles de Serrano y Ortega y Gasset como principales puntos de referencia, en el que se concentran las boutiques más prestigiosas y con más glamour de la ciudad: Loewe, Adolfo Domínguez, Roberto Verino, Versace, Dolce & Gabanna, Armani, Louis Vuitton, Victorio & Lucchino, Elena Benarroch, Valentino, Hermés, Chanel... Y grandes firmas de joyería, como Suárez, Brooking, Bvlgari, Carrera y Carrera, Wempe o Cartier.


De la vieja farmacia a la Milla de Oro

A estas tiendas exclusivas se suman dos centros comerciales, El Jardín de Serrano, en la calle de Goya 6 y 8, con primeras firmas de moda, y ABC Serrano, donde se funden la modernidad de su zona comercial y los cien años de historia de la estructura del edificio que hasta 1989 albergó la sede de Prensa Española, editora de Blanco y Negro y del periódico ABC.

Las "niñas de Serrano" y los "pijos" de hoy

Por los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, hacerse novio con una niña de Serrano era la cima en la escalada social, el "braguetazo" elevado a su máxima expresión, como vulgarmente se decía. Eran ricas, rubias, guapísimas, elegantes, distinguidas, educadas en los mejores colegios (incluso del extranjero), montaban a caballo, jugaban al tenis... y hasta sabían idiomas. Vamos, unos encantos de criaturas, casi de película. La situación era la misma para el caso de pescar a un chico, todos "hijos de papá" y universitarios, también jinetes y practicantes del tenis o de otros deportes de ricos... y hasta algunos con coche propio.

Ahora, los hijos e hijas de aquellos y mucho advenedizo —son una banda— tratan de imitarles en una forma una tanto cursi y artificial, y —todo hay que decirlo— hasta un pelín hortera. Es lo que se denomina ser "pijo".


Pijos

Se reconocen por su languidez, por su hablar afectado y gangoso, por la capacidad de pronunciar la palabra "sabes" y "o sea" (al final de frase remarcando la "s") un montón de veces por minuto y por su aspecto: el pelo liso, unas gigantescas gafas de sol que tapan la cara con mucho estilo y la ropa fucsia de ellas; los jerséis por los hombros y los náuticos de ellos. Suelen llevar las Reebok blancas con cordones de colores dañinos para la vista, polos de Lacoste o Ralph Lauren y, en general, ropa de marca. Y juegan al pádel (ellos siempre utilizan la palabra original en inglés: "paddle").

O sea, super ideal ¿no?

INDICE

EL RETIRO

El monasterio de San Jerónimo fue fundado por Enrique IV en 1460 junto al camino de El Pardo, y luego trasladado por los reyes Católicos en 1503 al alto del llamado entonces Prado Viejo. Felipe II mandó levantar, adosado a la parte oriental de la iglesia (lo único que queda del conjunto), un cuarto o aposento de retiro para periodos de cuaresma, penitencia o luto. Más tarde, esta estancia habría de ser origen y dar nombre al palacio del Buen Retiro.


Iglesia de San Jerónimo en 1929

El monasterio sufrió tremendos estragos a causa de la guerra contra los franceses, y aunque se arregló de forma precaria, los monjes jerónimos tuvieron que dejarlo cuando llegó la época de la desamortización. Tras años de abandono, la iglesia fue objeto de dos obras de restauración durante la segunda mitad del siglo XIX, una primera realizada por el arquitecto Narciso Pascual y Colomer entre 1848 y 1859, y otra en 1879 por Enrique María Repullés y Vargas. En el antiguo claustro, el arquitecto Rafael Moneo levantó en el año 2007 un edificio para ampliar las salas del Museo del Prado.

El conde-duque de Olivares (Don Gaspar de Guzmán y Pimentel), valido de Felipe IV, que poseía una extensa finca al lado del monasterio, en lo que entonces era el límite oriental de la ciudad, con intención de agradar y regalar al monarca, ordenó en 1630 el comienzo de la construcción, bajo la dirección de Alonso Carbonell y Giovanni Battista Crescenzi y planos al parecer de Juan Gómez de Mora, de una serie de gabinetes y pabellones como extensión de aquel cuarto real que construyera Felipe II, que acabaron conformando el Palacio del Buen Retiro. La edificación no fue algo proyectado desde un inicio, sino que se extendió a lo largo de siete años, hasta 1640, en los que se fueron añadiendo anexos de manera sucesiva. Fue un gran escenario para su rey, un lugar de fiestas y regocijos para que el monarca se olvidara de los grandes asuntos de Estado.


Real Sitio del Buen Retiro según el plano de Texeira de 1656

Una vez estuvo terminado, el conjunto palacial se extendía por la amplísima zona comprendida entre el paseo del Prado, Alcalá y las actuales Menéndez Pelayo, Reina Cristina e Infanta Isabel, dejando solamente paso al monasterio de los Jerónimos. Constaba de más de 20 edificaciones, entre ellas una destinada a teatro, que acogió representaciones de los grandes del Siglo de Oro y en el que se oficiaron los más grandes espectáculos de toda Europa, con unos medios técnicos completamente diferentes y superiores a los hasta entonces empleados en los corrales de comedias. Y cuatro grandes plazas (una de ellas, la más cercana a los Jerónimos, con la famosa estatua del propio Felipe IV hoy en la plaza de Oriente), que se convirtieron en marco de celebración de numerosos festejos, corridas de toros, juegos ecuestres, recibimiento de huéspedes ilustres, Carnaval y demás diversiones, que se sucedieron sin apenas tregua durante el reinado de Felipe IV. Sus salas tenían nombres pintorescos: de la Conversación, del Besamanos, de Refresco, de la Mesa de los Trucos, de las Consultas, de la Muerte, del Perro... El rey solía pasar en él sólo algunos días al año, generalmente en verano, pero aún así se hizo una importante campaña para dotarlo de un nivel artístico ornamental a la altura del propio Alcázar, la residencia habitual.


Detalle del Palacio del Buen Retiro según el plano de Texeira de 1656


El Palacio del Buen Retiro desde el frente del Prado Viejo o de San Jerónimo

Y, dado su carácter de segunda residencia y lugar de descanso y entretenimiento (en palabras del propio Felipe IV: "Para que yo y mis sucesores pudiésemos, sin salir de esta corte, tener alivio y recreación"), especial importancia tenían los extensos jardines, trazados a la italiana entre otros por Cosme Lotti, escenógrafo del Gran Duque de Toscana, pero con un componente intensamente español, como eran las ermitas que se levantaron en su interior y alguna antigua que se conservó, la mayoría rodeadas de estanques y con acceso por puentecillos de madera: San Pablo, San Juan, San Bruno, San Isidro, Santa Magdalena, San Blas y San Antonio Abad, donde empezó a celebrarse la originaria fiesta de san Antón. Disponía de un espacio para el juego de la pelota, plazas abiertas entre la arboleda con estatuas, una leonera para la exhibición de animales salvajes, una pajarera para aves exóticas, el estanque grande como escenario de naumaquias y espectáculos acuáticos, otro ochavado o de las Campanillas, una ría grande con cauce por el actual paseo de Coches y otra pequeña que llegaba hasta la llamada Huerta del Rey (donde se levanta el antiguo palacio de Comunicaciones, hoy sede del Ayuntamiento). Después y a lo largo de los años, se fueron realizando más añadidos, como el Parterre, diseñado durante el reinado de Felipe V, o la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, más conocida como Fábrica de la China, en tiempos de Carlos III. Fue precisamente Carlos III el primero en permitir el acceso de los ciudadanos al recinto, siempre que cumpliesen con la condición de ir bien aseados y vestidos: los hombres debían entrar descubiertos, bien peinados, vistiendo casaca y nunca con capa o gabán; las mujeres sin mantilla o pañuelo.


Estanque y ermita de San Antonio

La edificación del Palacio del Buen Retiro movilizó a buena parte de los trabajadores de Madrid y su entorno: alrededor de 2.000 personas trabajando durante 11 horas diarias, con unos jornales que oscilaban entre los 8 y los 20 reales. Pero no le salió gratis a la ciudad, pues con forzada y ruinosa lisonja tuvo que aportar 20.000 ducados para las obras.

Su condición de segunda residencia real cambió a palacio principal de la Corte cuando en la Nochebuena de 1734, reinando Felipe V, el primer monarca de la Casa de Borbón, el Alcázar sufrió un pavoroso incendio que lo redujo a cenizas. Esta situación se mantuvo hasta que Carlos III pasó a residir al nuevo Palacio Real en 1764, aun sin estar totalmente terminado.


El Palacio del Buen Retiro a principios del siglo XVIII

Fue en tiempos del reinado de Carlos III cuando empezaron a disminuir los terrenos del Real Sitio del Buen Retiro, al ceder a la villa los más cercanos al antiguo Prado Viejo para convertirlo en el paseo del Prado. Allí se puso en práctica el programa ilustrado del monarca y se ubicaron el Gabinete de Historia Natural (Museo del Prado desde 1819) y el Jardín Botánico, ambos proyectados por Juan de Villanueva. Y en el Cerrillo de San Blas, en la confluencia de las actuales calles de Alfonso XII y Cuesta de Moyano, donde estuvo la ermita dedicada a este santo al que se le atribuía el don de la curación milagrosa de los males de garganta, con famosa romería el 3 de febrero, el Observatorio Astronómico, también de Juan de Villanueva.


El Museo del Prado, el Jardín Botánico y el Observatorio Astronómico

Los materiales empleados en la construcción del palacio del Buen Retiro habían sido de baja calidad (escasa piedra y mucho ladrillo y madera), y esta fue la causa de su final. Durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas acantonadas en Madrid tomaron el palacio y sus anexos como cuartel. El polvorín se colocó en los jardines y para ello se construyó un fortín, lo que destruyó irreparablemente la zona. Además, los edificios se deterioraron gravemente.

Fernando VII inició una tímida repoblación del jardín y se reservó una zona en la parte trasera, junto a la calle de Menéndez Pelayo, donde construyó una serie de áreas de recreo siguiendo la moda paisajística de la época, varios gabinetes caprichosos de reposo: el del Pobre, el del Contrabandista, el del Pescador (el único que se conserva) y la Casa rústica. El resto lo abrió al pueblo como ya hiciera Carlos III. Y pasados unos años, cuando Isabel II intentó acometer una restauración total del palacio, se vio que no se podía hacer otra cosa que demolerlo casi en su totalidad. Lo único que de él queda en pie es el llamado Salón del Reino, en la calle de Méndez Núñez, que tuvo sus paredes decoradas con pinturas de Velázquez (entre ellas, el famoso cuadro de Las Lanzas), Zurbarán, Carducho, Maíno, Pereda y frescos de Lucas Jordán; el Salón de Baile (Casón del Buen Retiro), en la calle de Alfonso XII, y los jardines (Parque del Retiro), que nada tienen que ver con el trazado y elementos originales, además de haber visto reducida su extensión a casi la mitad. Sí se abrió durante su reinado la calle de Granada, que más tarde se llamaría de Alfonso XII, vendiéndose al estado los terrenos comprendidos entre ésta y el Paseo del Prado que fueron urbanizados por particulares, y que supuso la disminución más drástica del antiguo espacio ocupado por el Buen Retiro.


La Casa rústica, el Salón del Reino y el Salón de Baile

En esta zona, junto a Neptuno, ya se había abierto la plaza de la Lealtad, lugar donde se produjeron gran parte de los fusilamientos en la noche del 2 al 3 de mayo de 1808, víctimas de los franceses. En el centro de la plaza hay un monumento inaugurado en 1840, obra de Isidro González Velásquez, y dedicado a los caídos en estas jornadas, pero que se ha hecho extensivo a todos aquellos que dieron su vida por España, cuya memoria nos recuerda una llama que está encendida los 365 días del año.

Tras la revolución de 1868 (la Gloriosa), los jardines pasaron a ser propiedad municipal y sus puertas se abrieron a todos los ciudadanos, comenzando una época de grandes reformas. Su nombre oficial era Parque de Madrid, aunque por todos conocido como Parque del Retiro.


Jardines del Buen Retiro en la Huerta del Rey

Sí se mantuvo durante algunos años en la esquina entre el paseo del Prado y la calle de Alcalá, y con el nombre de Jardines del Buen Retiro (el hecho ha dado lugar a confusiones), la antigua Huerta del Rey, arrendada en ese mismo año de la revolución a una empresa privada y convertida en lugar de recreo veraniego. Disponía de quioscos de helados, un templete para bandas de música y un teatro al aire libre. Al lado, en pleno paseo del Prado, hubo otro teatro, el Felipe, amplio barracón de madera inaugurado en 1885 por un empresario muy popular, simpático y desvergonzado de entonces, Felipe Ducazal, y en el que se estreno en 1886 la zarzuela Gran Vía, de Chueca. En todo este terreno se alzan ahora el Cuartel General de la Armada, la prolongación de la calle de Montalbán y el antiguo palacio de Comunicaciones (Central de Correos y Telégrafos), hoy sede del Ayuntamiento, construido entre 1905 y 1918 por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi.


Hoy El Retiro, en pleno centro de la ciudad, entre las calles de Alcalá, Alfonso XII y Menéndez Pelayo, con una extensión de 120 hectáreas y unos 15.000 árboles, entre ellos castaños de Indias, cerezos, acacias, plátanos, abedules, robles, fresnos y olivos, es uno de los pulmones verdes con que cuentan los madrileños.


Plano del Parque del Retiro

Una verja de hierro que descansa sobre un muro de ladrillo, construida en la segunda mitad del siglo XIX rodea el perímetro, pero sus puertas de acceso por las calles de Alfonso XII (las del Ángel Caído, Murillo, Felipe IV y España), en la plaza de la Independencia (la de la Glorieta), Alcalá (Hernani), O´Donnell (Madrid) y Menéndez Pelayo (América Española, Reina Mercedes, Granada y Pacífico) nos invitan a entrar.

Entre sus parajes, construcciones o monumentos más destacables se encuentran:

La puerta de España, realizada en 1893 por José Urioste y Velada. Es una de las entradas a El Retiro desde la calle Alfonso XII. Tras cruzarla, el paseo de la Argentina, más conocido como el de las Estatuas por estar flanqueado por una serie de ellas dedicadas a los monarcas de España y en un principio destinadas a adornar la cornisa del Palacio Real, nos lleva hasta el Estanque.


Puerta de España

La puerta de la Glorieta o de la Independencia, frente a la Puerta de Alcalá, una de las entradas principales. Se construyó en 1885 utilizando varios elementos de la que Juan de Villanueva diseñó para el desaparecido Casino de la Reina, en la Ronda de Toledo. Da paso a la avenida de Méjico, que nos lleva a la plaza de Nicaragua, donde se encuentra la Fuente de los Galápagos o de Isabel II, instalada primeramente en la Red de San Luis. Al lado, empieza el Estanque.

La puerta de Madrid, diseñada igualmente por Urioste, sirve de entrada por la calle de O´Donnell al paseo de Fernán Núñez (el paseo de Coches), abierto en 1874 sobre el cauce de la antigua ría grande que partía del estanque. Fue refugio de la aristocracia, que paseaba en sus carruajes de caballos. Hoy acoge anualmente la Feria del Libro.

El Estanque, eje del parque y en donde se puede practicar el remo o alquilar una barca. Mide 250 metros de largo y 125 de ancho y está limitado por una sencilla barandilla de granito y hierro forjado. Fue construido en tiempos de Felipe II.

El monumento a Alfonso XII, conjunto escultórico en mármol y bronce iniciado por José Grasés y finalizado en 1922 por Teodoro Anasagasti, en el que intervinieron más de veinte escultores y en el que destaca la estatua ecuestre del rey, realizada por Mariano Benlliure. Se levanta en el frente posterior del Estanque, en el lugar del antiguo embarcadero.


Monumento a Alfonso XIII

El Palacio de Cristal, sin lugar a dudas el edificio más sobresaliente de los jardines, fue levantado en 1887 con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas, donde se dieron a conocer flores diversas de ese lugar. En el lago, a los pies, se pueden encontrar varios ejemplares del ciprés de los pantanos, con la particularidad que tienen sus raíces y parte del tronco sumergido.

El Palacio de Velázquez, cercano al anterior, igualmente levantado en 1887 y obra de Ricardo Velázquez Bosco. Hoy está especializado en exposiciones de arte moderno y contemporáneo.


Palacios de Cristal y de Velázquez

El Centro Cultural de la antigua Casa de Vacas. Se construyó en 1874 como una atracción más del parque, con despacho de leche de las vacas que se ordeñaban a la vista del público. Ya en el siglo XX, transformada y adaptada en sala de fiestas con el nombre de Pavillón, vino a engrosar la nómina de los lugares de alterne de la capital. Tras un incendio que la devastó casi por completo, el Ayuntamiento la restauró para celebrar en ella acontecimientos, espectáculos y exposiciones culturales.

La plaza del Maestro Villa, con el templete de la música, que convoca los domingos veraniegos a numerosísimo público para escuchar a la Banda Municipal de Madrid.

La Rosaleda, realizada en 1915 por Cecilio Rodríguez, director entonces del departamento de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Madrid, en el lugar donde antes se encontraba un lago artificial que se helaba en invierno y se empleaba para patinar.


Templete de la música, la Rosaleda y Jardines de Cecilio Rodríguez

Los Jardines de Cecilio Rodríguez, independientes, separados por su propia verja y abiertos en 1972. Su decoración, cuidada al detalle, está compuesta de pérgolas cubiertas de arbustos y flores, arcos por doquier y estanques.

Los Jardines del Arquitecto Herrero Palacios, junto a los anteriores. Aquí hubo una Casa de Fieras, creada por Fernando VII y mejorada por Isabel II, y que en 1972 se trasladó a la Casa de Campo.

Las instalaciones deportivas de La Chopera, junto al Bosque de los Ausentes plantado en recuerdo de los asesinados en la matanza del 11 de marzo del 2004.


Antigua Casa de Fieras y niñeras paseando por el Retiro

El Parterre Francés, un jardín de estilo versallesco con setos de boj y alibustre y con el conocido Ciprés Calvo. En 1792 tuvo lugar en él unos de los acontecimientos más populares: la primera ascensión aerostática en la capital, realizada por Vicente Lunardi, que repitió luego más veces y se convirtió en un gran espectáculo para los madrileños.

La Fuente del Ángel Caído, en la plaza del mismo nombre y lugar antes ocupado por la Real Fábrica de Porcelana. Fue erigida en 1885 y realizada por Ricardo Bellver. Es el único monumento en el mundo dedicado al demonio.

El monumento al general Martínez Campos, obra de Mariano Benlliure, en la plaza de Guatemala, al final del paseo de Coches y en medio de un estanque.


El Parterre,el Ángel Caído y la Montaña artificial

La Montaña Artificial, creada por orden de Fernando VII en el año 1815. También llamada Montaña de los Gatos, Montaña de los Osos o Montaña Rusa, por los animales que allí se encontraban y que era una expansión de la Casa de Fiera. En la actualidad alberga una sala de exposiciones en su interior.


El distrito de Retiro, entre los paseos del Prado y de Santa Isabel, las vías del tren que parten de la Estación de Atocha, la avenida de la Paz (M-30) y las calles de O´Donnell y Alcalá, es fruto en parte del Plan Castro de Ensanche de Madrid, puesto en práctica a partir de 1869 coincidiendo con el derribo de la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la villa histórica, y que por esta zona bordeaba el Retiro, llegaba hasta la puerta de Atocha y continuaba hasta los portillos de Valencia y de Embajadores.


El barrio de Retiro

Administrativamente se divide en los barrios de Pacífico, Adelfas, Estrella, Ibiza, Jerónimos y Niño Jesús.

Aparte de lo ya citado, es digno de interés:

El Hotel Ritz, el más lujoso de la ciudad, construido entre 1908 y 1910 en la plaza de Cánovas del Castillo (Neptuno) para alojar a las personalidades asistentes a la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg.

La Bolsa de Comercio, fundada en 1831 y trasladada a la plaza de la Lealtad en 1893 después de largo peregrinaje, realza con el estilo clásico que le imprimió Enrique Repullés la monumentalidad del entorno.

La Real Academia de la Lengua, con entrada principal en la calle de Ruiz de Alarcón y cercana a los Jerónimos. La institución fue creada en 1713 y la sede actual, obra del arquitecto Miguel Aguado de la Sierra, fue inaugurada en 1894.

La Cuesta de Moyano, nombre popular con el que se conoce a la calle de Claudio de Moyano, famosa por las casetas de venta de libros (muchos de ellos de lance) que están instaladas junto a la verja del Jardín Botánico.


La Cuesta de Moyano

El Ministerio de Agricultura, en el paseo de la Infanta Isabel, esquina a la plaza de Carlos V (Atocha), en terrenos sustraídos, al igual que la Cuesta de Moyano, al Jardín Botánico. El edificio fue construido entre 1893 y 1897 por Ricardo Velázquez Bosco para sede del Ministerio de Fomento. Las colosales esculturas del ático que realizó Agustín Querol en piedra fueron luego sustituidas por otras idénticas en bronce.

El Museo Antropológico, en el paseo de la Infanta Isabel 11, construido por el marqués de Cubas en 1875 por encargo del médico segoviano Pedro González de Velasco, primeramente como Museo Anatómico y Escuela libre de Medicina. Tras haber acogido después otras secciones museísticas relacionadas con la etnología, desde 1993 tiene el destino actual.

La Escuela de Obras Públicas, en el Cerrillo de San Blas, cerca del Observatorio Astronómico, con entrada por Alfonso XII. Es el antiguo edificio de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, construido por Mariano Carderera en 1885.

El Monumento a las víctimas del atentado terrorista perpetrado en los trenes de cercanías el 11 de marzo de 2004, frente a la estación de Atocha. Consiste en un enorme cilindro transparente, con una sala bajo rasante que permite mirar la cúpula desde abajo y leer los mensajes de condolencia que los madrileños depositaron espontáneamente tras la masacre.


Monumento a las víctimas del 11-M

Dejando a un lado la estación de Atocha, más allá, en la avenida de la Ciudad de Barcelona 3, la basílica de Ntra. Sra. de Atocha. Está edificada en el solar de la primitiva ermita–santuario que daba culto a la Virgen, luego bajo la protección de un convento de dominicos anexo. Durante la ocupación francesa quedó todo muy derruido, pero no es hasta 1891 cuando se inició la construcción de un nuevo convento bajo la dirección de Fernando Arbós, que proyectó una basílica estilo neobizantino con un campanil y un Panteón de Hombres Ilustres adosado a ella. Pero por problemas económicos sólo se llevó a cabo el campanil y el panteón. El resto se completó en 1924 sin seguir el proyecto inicial. Durante la Guerra Civil la iglesia fue incendiada. La actual es de 1951. El Panteón contiene sepulcros tallados por grandes escultores como Mariano Benlliure, Agustín Querol o Arturo Mélida, Pedro Estany y Federico Aparici.

Proyecto Arbós para la basílica de Atocha y el Panteón de Hombres Ilustres

La Real Fábrica de Tapices, en la calle de Fuenterrabía 3, trasladada aquí en 1889 desde su primitiva ubicación en terrenos sobre los que ahora se abre la plaza de Alonso Martínez. Allí fue abierta en 1720, para la que se trajo desde Flandes a un prestigioso fabricante, Juan de Vardengoten, que fue el primer director del establecimiento.

Los antiguos cuarteles de Daoiz y Velarde, de finales del siglo XIX, entre la avenida de la Ciudad de Barcelona y las calles de Téllez y de Alberche. En sus instalaciones se llegaron a instalar más 3.000 hombres, 500 caballos y los carruajes de todo un regimiento montado de artillería. En el año 2003 pasaron a ser un centro deportivo y de ocio.

El Hospital del Niño Jesús, en la avenida de Menéndez Pelayo 65. Fue fundado en 1877 en una casa del barrio de Peñuelas por la Asociación Nacional para el Cuidado y Sostenimiento de Niños, de carácter benéfico. En 1885 se trasladó al sitio actual, antigua Ronda de Vallecas, al edificio neomudéjar construido por Francisco Jareño, con capacidad para hospitalizar entonces a 200 enfermos. Hoy, con la incorporación de nuevos pabellones más modernos, es un lugar de referencia para la sanidad infantil.


Hospital del Niño Jesús

Junto al Hospital se encontraba la estación del Niño Jesús, también conocida como estación de Arganda. Se inauguró en 1901 para traer yeso de Vaciamadrid. Posteriormente la línea se empalmó con Vicalvaro y Arganda para traer pedernal, cal y grava. Se trataba de una línea de vía estrecha con trenes de mercancías que ocasionalmente prestó servicio de viajeros, especialmente los domingos para ir a Arganda, dando pie al dicho popular de "el tren de Arganda, pita más que anda". En 1964 fue derribada, construyéndose en su solar la Torre del Retiro y la Colonia del Retiro.


Estación del Niño Jesús

Y en la enorme manzana entre Doctor Esquerdo, Doctor Castelo, Maiquez e Ibiza, el Hospital Gregorio Marañón, en el solar del desaparecido Hospital de San Juan de Dios, donde venían a ocultar sus terribles padecimientos los enfermos venéreos.
INDICE

LA ARGANZUELA

El distrito de Arganzuela, organizado administrativamente en los barrios de Imperial, Las Acacias, La Chopera, Legazpi, Las Delicias, Palos de Moguer y Atocha, se encuentra delimitado por el puente de Segovia, la M-30, borde de las vías del ferrocarril, avenida Ciudad de Barcelona, plaza del Emperador Carlos V, rondas de Atocha y de Valencia, glorieta de Embajadores, rondas de Toledo y de Segovia y calle de Segovia.


Barrio de la Arganzuela

En la Edad Media existía la dehesa de la Arganzuela, un lugar de pasto para el ganado que se extendía desde el puente de Toledo, entre la M-30 y el paseo de Yeserías. De ella sólo se conserva en la actualidad una pequeña parte convertida en el parque de la Arganzuela.

En tiempos de Felipe II, con la instalación de la capital en Madrid en 1561, comienza a desarrollarse la zona, ya que está en el camino de Toledo y Aranjuez, lo que conlleva la instalación de posadas y mesones en las cercanías de la antigua puerta de Toledo. La actual es de 1827. Junto a ella existían a finales de siglo XIX tres paradores, llamados La Estrella, El Sol y La Luna. De ellos partía un servicio regular de diligencias hacia Andalucía y Levante. Otro parador famoso fue el de Gil Imón, en la ronda de Segovia, que desapareció unos años antes que los anteriores.

El puente de Segovia, atribuido a Juan de Herrera, se construyó entre 1572 y 1574 sobre el río Manzanares en el camino que llevaba a Segovia. Consta de nueve arcos de medio punto almohadillados de sillería de granito.

El de Toledo, de nueve ojos, se erigió en 1732 por Juan del Olmo, con decoración de Pedro de Ribera y dos templetes con las imágenes de San Isidro y de Santa María de la Cabeza de Juan Alonso Villabrille.


Puerta de Toledo. Puente de Segovia. Puente de Toledo

Poco después, a mediados del XVIII, Carlos III mandó abrir una amplia avenida entre el puente de Toledo y la puerta de igual nombre, que se denominó paseo de los Ocho Hilos (es el último tramo de la actual calle de Toledo) por tener ocho hileras de árboles. Y otra serie de paseos también arbolados por los alrededores: el de los Pontones y el de los Olmos, que partían de la misma puerta de Toledo formando una especie de tridente con el anterior, el de las Acacias, Imperial, Melancólicos, Santa María de la Cabeza (en sus inmediaciones existía desde 1721 una ermita dedicada a la santa esposa de San Isidro), Delicias (durante algunos años Delicias del Río para diferenciarlo del de las Delicias de la Princesa, el primer nombre que se dio al paseo de la Castellana), Méndez Álvaro (primero paseo del Sur) y prolongación de Embajadores desde su glorieta.

En 1770, Carlos III aprobó la construcción del Real Canal del Manzanares, un proyecto contemplado desde hacía dos siglos para hacer el Manzanares navegable hasta el Tajo y desde allí hasta Sevilla. El canal, que sólo se construyó hasta la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid, discurría paralelo al río por su margen izquierda. Junto al puente de Praga estaba situado su punto más importante, "el embarcadero", con dársenas, almacenes y talleres. En 1818 se hicieron obras de ampliación, fundamentalmente estéticas, y se colocó en la cabecera (junto al puente de Toledo) un león de mármol sobre un pedestal flanqueado por sendas columnas de Hércules, mientras que dos escaleras de granito descendían hasta los paseos que corrían junto al canal. También se construyó una puerta que daba al paseo de Santa María de la Cabeza con una verja de hierro con alegorías del comercio y la navegación. Se mantuvo en funcionamiento hasta 1830, y finalmente, abandonado y descuidado, se cegó en 1859 por ser un foco continuo de epidemias. Sobre él se abrieron los paseos de Yeserías, de la Chopera y del Molino.


Cabecera del Canal del Manzanares

Entre Méndez Álvaro y las actuales calles de Áncora, Bustamante y Vara del Rey se ubicó el cementerio de San Salvador y San Nicolás, construido en 1819 por José Alejandro y diseñado por Manuel de la Peña, discípulo de Villanueva, Tuvo varias ampliaciones posteriores y fue derribado en 1912

Y junto al anterior, el de San Sebastián, diseñado por José Llorente, con un patio rectangular y galerías de nichos en tres de sus lados imitando la arquitectura de las corralas. Tuvo ampliaciones posteriores en 1884, 1852 y 1872 hasta completar cinco patios. Fue clausurado en 1884 pero demolido en 1925.


Cementerios de San Nicolás y de San Sebastián

En el solar de ambos cementerios se levantó la fabrica de cervezas El Águila y Standard Eléctrica.

La fábrica de cervezas El Águila, entre las calles de General Lacy y Ramírez de Prado, fue inaugurada en 1900, cerró en 1985 y ahora se ha convertido en la Biblioteca y Archivo Regional Joaquín Leguina, más conocida como el "Leguidú",


Fábrica de cervezas El Aguila

En 1851 se construyó la estación de Atocha para la compañía ferroviaria MZA (Madrid a Zaragoza y Alicante), con el nombre de Estación del Mediodía (del Sur). Era la primera estación de ferrocarril de Madrid y al principio sólo hasta Aranjuez (el Tren de la Fresa). Pero un incendio destruyó gran parte de su estructura y fue necesario levantar una nueva en 1892 bajo la dirección de Alberto de Palacio, un colaborador de Eiffel. La cubierta de hierro se construyó en Bélgica y el conjunto quedó cerrado por el extremo que da a la glorieta del Emperador Carlos V con la característica fachada, considerada una obra de arte de la arquitectura ferroviaria decimonónica.


la estación de Atocha en sus inicios


Estación de Atocha y locomotora de vapor

Entre los años 1985 y 1992 se hizo en ella una importante ampliación y remodelación, obra del arquitecto Rafael Moneo, para que acogiera una nueva terminal situada detrás de la antigua estación, con capacidad para trenes de cercanías, de largo recorrido y de alta velocidad. El viejo edificio, ya sin andenes, fue convertido en un espacio comercial con tiendas, bares y un jardín tropical cubierto por la vieja bóveda.


Estación de Atocha actual

El ferrocarril tuvo una influencia decisiva en la configuración urbana de la Arganzuela, pues en 1866 se tendió la vía férrea de circunvalación (una zanja al descubierto en gran parte de su recorrido) que unía la estación de Atocha con la del Norte o del Príncipe Pío (abierta en 1861), y al que pronto se unieron las nuevas estaciones de Delicias, Imperial y Peñuelas.


Calle del Ferrocarril en 1912

La de Delicias se inauguró en 1880 para la línea Madrid-Badajoz-Lisboa. Diseñada por Emil Cachalieve, su estructura se fabricó en Francia y se monto en Madrid. Se clausuró en 1971 y en 1894 se montó en ella el Museo del Ferrocarril y el de Ciencia y Tecnología, por lo que afortunadamente pudo salvarse de la piqueta.


Estación de Delicias


Museo del Ferrocarril

La estación Imperial, entre el paseo de mismo nombre y el de las Acacias, se construyó un año después, en 1881, destinada únicamente a mercancías y para liberar de esta misión a la del Norte, que había quedado pequeña. A su influjo se crearon por la zona numerosos almacenes de hierro, carbón o maderas. La estación era conocida como la "de las pulgas" porque se descargaban muchos animales para el cercano Mercado de Ganado situado en la ronda de Segovia, esquina al paseo de los Pontones, donde antes se hallaba el campo de las ejecuciones y donde ajusticiaron, entre otros, a Luis Candelas en 1837.


Estación Imperial a finales del XIX

La de Peñuelas se abrió en 1914, también destinada a mercancías. En torno a ella se abrieron igualmente numerosos talleres y almacenes. Los alrededores eran un espacio muy degradado, con numerosas chabolas que empezaron a ir desapareciendo en los años anteriores a la Guerra Civil, y que se mantuvieron en algunos casos hasta bastantes años después. En el lugar de la estación se abrió el parque de las Peñuelas.


Estación de Peñuelas


Chabolas de Peñuelas al principio del siglo XX

La influencia del ferrocarril favoreció el crecimiento de la población, y también el establecimiento de numerosas industrias en torno a las estaciones. Y así ha permanecido hasta los años noventa del siglo XX, en que desaparecieron las de Imperial y Peñuelas y la vía de circunvalación quedó soterrada bajo el denominado Pasillo Verde Ferroviario. Desde entonces, las fábricas y talleres han sido paulatinamente sustituidas por viviendas.


El Pasillo Verde

Pero el distrito actual de la Arganzuela es fruto en parte del Plan Castro de Ensanche de Madrid, puesto en práctica muy lentamente a partir de 1869 coincidiendo con el derribo de la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la villa histórica, y que por esta zona, constituyendo el límite con el distrito Centro, partía de la puerta de Atocha, continuaba hasta los portillos de Valencia y de Embajadores, llegaba a la puerta de Toledo y seguía por la ronda de Segovia (hay un vestigio que se conserva como recuerdo) hasta alcanzar la puerta de Segovia.


Restos de la antigua cerca de Felipe IV en la ronda de Segovia

Arganzuela, que ya había acogido durante todo el siglo XIX una población que se instalaba en chabolas y casitas ilegales, el Plan del Ensanche la incorporó a la ciudad, pero con una suerte distinta a la que tuvieron zonas como Salamanca o Chamberí. Aquí predominó la clase proletaria y de marcado carácter inmigrante.

Pretendió el urbanista Luis María de Castro levantar una cuadrícula de calles con diseño ortogonal perfecto, pero se topó con los paseos ya existentes, con los cementerios y con las vías del tren, las estaciones y sus zonas de influencia. Así que, esta cuadrícula sólo se deja notar en torno a los paseos de Santa María de la Cabeza, Delicias y la calle de Embajadores, pero adaptada a sus antiguos trazados.


Glorieta de Embajadores en 1956

La bajada del terreno hacia el río Manzanares hace que las calles perpendiculares al río tengan una gran pendiente, y las paralelas sean llanas. La ronda de Segovia es una excepción, pues el gran talud existente hace que los edificios de la acera de los impares se hallen a unos veinte metros por encima de los pares.

En 1909 se inauguró el puente de la Princesa o de Andalucía que unía Legazpi con la hoy glorieta de Cádiz, en la salida a Andalucía, realizado por el ingeniero Machimbarrena en hierro, pero pronto quedo pequeño por el aumento de la circulación y fue sustituido en 1929 por otro de hormigón, que a su vez fue de nuevo reemplazado décadas después.

En 1914 empezaron las obras de canalización del río Manzanares a su paso por la ciudad, con las que se pretendía mejorar las condiciones sanitarias de la zona y el deplorable aspecto que hasta entonces presentaba. La primera fase finalizó en 1925, encauzando el tramo comprendido entre el puente de los Franceses y el arroyo Abroñigal. El resto tuvo un tímido intento de reanudación en 1948 y definitivamente en 1974.


El río Manzanares

Entre las obras de la primera fase se incluyó la construcción del puente de Praga en Santa María de la Cabeza. Pero destruido en la Guerra Civil, fue sustituido por el actual.

La carretera de circunvalación M-30, que actúa de limite del distrito de la Arganzuela en gran parte de su recorrido, ya fue proyectada por Secundino Zuazo en 1929, si bien no existió un proyecto oficial hasta el llamado Plan Bigador de 1941, basado en los estudios anteriores a la Guerra Civil. No obstante, no se inició su construcción hasta 1970, en dos tramos diferenciados: el este, o avenida de la Paz, que seguía el lecho del arroyo Abroñigal, y el oeste, o autopista del Manzanares, en su mayor parte construido en ambos márgenes del río.

El soterramiento posterior mediante túneles de esta gran vía de circunvalación a su paso por la ribera del Manzanares, inaugurado en 2007, ha supuesto la recuperación de grandes zonas ajardinadas y de una playa junto al antiguo Matadero.


Túneles de la M-30

En 1987 se inauguró el parque Enrique Tierno Galván en el paraje conocido desde antiguo como el Cerro de la Plata, por contraposición a los restos de carbonilla provenientes de los trenes de vapor que salían de las estaciones cercanas, situado al final de Méndez Álvaro. En su recinto se encuentra el cine IMAX, de tres dimensiones, y el Planetario, cuyas cúpulas de color blanco son fácilmente visibles desde lo lejos y forman la principal seña de identidad del parque.


El Planetario

Los teatros Lagrada y Sala Cuarta Pared, ambos en la calle Ercilla, son locales alternativos en los que se pueden contemplar tanto espectáculos de producción propia como de otras compañías. También cuentan con sus propias escuelas de formación de teatro para actores y actrices.

El Museo de Farmacia Militar, en la calle de Embajadores, 75, ocupa el edificio neomudéjar de la antigua Academia Militar de Farmacia, construido entre 1910 y 1920.


Museo de Farmacia Militar

El Colegio de los Salesianos, congregación fundada por San Juan Bosco en Turín en 1859, es una de las instituciones educativas más señeras de Arganzuela. En 1901 compraron los religiosos al duque de Tetuán la casa número 17 de entonces en la ronda de Atocha, que era al parecer, usada como "escuela de rateros" de los muchachos de los barrios bajos. La primera iglesia de María Auxiliadora, advocación de la Virgen bajo cuyo manto protector se desarrollan todas las actividades de los salesianos, se inauguró en 1916 (la actual, sede parroquial, es de 1972); la primera escuela, de tipografía, en 1918, y el internado y la Escuela de Artes y Oficios en 1919. Tras la Guerra Civil, en la que el Colegio fue usado como cárcel y fábrica de municiones, se construyeron nuevos pabellones que nunca han dejado de crecer o de renovarse. Hoy recibe alumnos de Primaria, ESO, Bachillerato, Formación Profesional, Formación Continua y Ocupacional, Cursos de Empresas, etc.


Antigua iglesia de los Salesianos de Atocha

También importante es la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica, fundada en 1790 con el nombre de Real Conservatorio de Artes y desde 1956 en la ronda de Valencia.

Otros centros de enseñanza son el colegio Legado Crespo, creado en 1915 al principio del paseo de las Acacias; el San Eugenio y San Isidro, en la calle Peñuelas, construido en 1915 a expensas de don Eugenio Alonso Cuesta, que lo donó al Ayuntamiento; el San Saturio, que viene funcionando desde 1978 como cooperativa de enseñanza en la calle Sebastián Herrera, o el Menéndez Pelayo en Méndez Álvaro.

Las antiguas instalaciones industriales, tan abundantes en otros tiempos, fueron abandonando paulatinamente el distrito de la Arganzuela. La lista es interminable. Citamos aquí:

La central térmica y Fundiciones y Talleres Mecánicos de Manzanares, ambos en el paseo de los Melancólicos.

La Unión Exportadora de Carnes y Maderas Hermosa en el paseo de los Pontones.

Maderas Raimundo Díaz en el paseo Imperial.


Antigua fábrica de la Mahou

La fábrica de cervezas Mahou, en la plaza de Francisco Morano, trasladada a este emplazamiento en 1962 desde su sede primitiva en la calle Amaniel, y ahora instalada en Guadalajara.

En la Ronda de Toledo esquina a Gasómetro y al paseo de las Acacias estuvo la fábrica de Gas. Y junto a ella el famoso campo del Gas, un campo de fútbol regional escenario todos los viernes de grandes veladas de boxeo. Viejos aficionados, hombres de edad indefinible y aspecto patibulario, chelis y mujeres vistosas se reunían para ver el espectáculo de unos jóvenes que se golpeaban sobre el ring por una corta paga, mientras acariciaban sueños ambiciosos. Pero también combates estelares, como el que protagonizaron Carrasco y Velázquez, de una dureza increíble. Y también lucha libre, con Hércules Cortés, campeón de pesos pesados, como su máximo protagonista. En los terrenos se levantaron varios edificios de viviendas y un parque en el que se conserva la gran chimenea de la fábrica.


Fábrica del Gas

Entre la misma ronda de Toledo y el paseo de las Acacias se hallaba el Bazar de las Américas, construido a principios del siglo XX y compuesto por unas setenta naves destinadas a almaceneros, chatarreros y cartoneros principalmente, como una continuación del Rastro. En su solar se ha abierto la prolongación de la Ribera de Curtidores.

La fábrica de la Coca-Cola, instalada en 1952 al final de la ronda de Segovia, ahora en Fuenlabrada.

En el paseo de la Chopera y entre éste, el río y el puente de la Princesa se construyó en 1928 el inmenso Matadero de Legazpi en estilo neomudéjar. Tras el traslado del matadero a Mercamadrid, el llamado edificio del Reloj es sede de un centro cultural con sala de teatro (Naves del Español) y de la junta municipal del distrito. Y la conocida como Nave de las Patatas, un edificio que también formaba parte del conjunto, fue rehabilitado en 1992 y convertido en el Invernadero Palacio de Cristal para plantas tropicales.


Antiguo Matadero

Y enfrente del matadero, al otro lado del puente, el antiguo Mercado Central de Frutas y Verduras, que tras su traslado como el anterior a Mercamadrid, está ocupado por dependencias municipales.

Desapareció entre las calles de Canarias y Palos de la Frontera la antigua Estación Sur de Autobuses, trasladada a Méndez Álvaro. El terreno está ocupado hoy por diversos espacios culturales y deportivos.

La antigua fábrica de lámparas Osram en la esquina de Santa María de la Cabeza con Palos de la Frontera y Fray Luis de León, en un magnífico edificio construido en 1916 por Alberto de Palacio y Francisco Borrás, hoy con instalaciones municipales.


Antigua fábrica de Osram

Construcciones Metálicas Jareño, Flex, Galvanizados Torres, Laboratorios Farmacéuticos Schering e Isodel Sprecher, entre otros, por la zona de Méndez Álvaro.

Maderas Adrián Piera, en Santa María de la Cabeza.

En la ronda de Atocha, Laboratorios Bonet y Galletas Pacisa, en cuyos terrenos se ha construido el Circo Price conservando la antigua fachada.


El nuevo Circo Price

Y muchas otras factorías, almacenes y grandes y pequeños talleres.

También desapareció en el paseo Imperial, esquina al de los Pontones, el Asilo de Lavanderas, sucesor de otro anterior que hubo en la glorieta de San Vicente, institución creada para acogerlas cuando estuvieran enfermas y para que pudieran dejar a sus hijos menores de cinco años mientras ellas lavaban la ropa en el cercano río Manzanares.


Lavanderas en el río Manzaneres

Y desparecieron los cines de otras épocas: el América y el San Rafael (antes Pizarro y después Teatro Cómico), en el paseo de las Delicias; el Delicias, en la calle Tortosa; el Elcano, en Sebastián Elcano; el Infante, en Santa María de la Cabeza, y el Montecarlo en Embajadores.

Por contra, se ha abierto un multicine, el Cité Méndez Álvaro, en la calle Acanto, junto a un gran centro comercial y a la nueva Estación Sur de Autobuses.

En 1716, el Marqués de Vadillo, siendo corregidor de Madrid, encargó a Pedro de Ribera la construcción junto al río Manzanares de una ermita en honor a la Virgen del Puerto, patrona de Plasencia, en donde antes había sido igualmente corregidor. Se encuentra en el paseo de la Virgen del Puerto, cerca del cruce con la calle de Segovia. El lugar era fresco y verde, lo que invitaba a la romería el día de su fiesta, el 12 de septiembre, con lo que poco a poco fue popularizándose y celebrándose con bailes y meriendas.


Ermita de la Virgen del Puerto

La Guerra Civil dañó enormemente la ermita, por lo que se procedió a la reconstrucción, si bien la imagen de la Virgen se perdió y hubo que hacer una copia. En 1951 se abrió de nuevo al público, pero la romería y la verbena no volvió hasta 1983, cuando retornó la tradición de las fiestas de la Arganzuela en honor a la Virgen del Puerto, conocida por La Melonera por ser estas fechas de la celebración cuando Madrid se llenaba de puestos de melones y sandías.


Ermita de San Isidro y Quinta del Sordo

Goya. Pradera de san Isidro

Cruzando el río Manzanares, y casi pegadita al distrito de la Arganzuela, se encuentra la ermita de San Isidro, al final del paseo Quince de Mayo. Y junto a ella lo que queda de la antigua pradera de San Isidro que tan magistralmente pintara Goya. Y muy cerca también, en la actual calle Saavedra Fajardo, en el arranque del camino a la Ermita de San Isidro, estuvo la casa con huerta que eligió Goya como vivienda, la llamada "Quinta del Sordo", donde pasó sus últimos años madrileños antes de partir para Francia.
INDICE

EL VISO

Al este de la Castellana y entre las calles de María de Molina, Príncipe de Vergara y Concha Espina, se encuentra el barrio de El Viso, del distrito de Chamartín, en un terreno elevado, prominente, en el que destaca la conocida de antiguo como Colina del Viento (o de los Chopos), o por otros denominada Altos del Hipódromo por hallarse frente al que se levantaba enfrente, al otro lado, en el solar hoy ocupado por el edificio de los Nuevos Ministerios.

Barrio de El Viso

Lo que en tiempos era una loma bastante pelada, y eso sí, de inmejorables condiciones de salubridad y despejada vista a la sierra del Guadarrama, hoy en un conjunto urbanístico privilegiado, pero bastante heterogéneo, fruto de varios planes de ordenación realizados en diferentes épocas: las instituciones educativas y científicas de la Colina de los Chopos y aledaños y las colonias de la Cruz del Rayo, Parque Residencia y El Viso (que da nombre administrativo a todo el barrio).


El edificio más antiguo construido y en la zona más elevada es el Palacio de la Industria y de las Artes, iniciado en 1881 por Fernando de la Torriente y concluido en 1887 por Emilio Boix, y rápidamente destinado a Museo de Ciencias Naturales y, desde 1907, también a Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.


El Museo de Ciencias Naturales en 1910

Justo detrás del edificio del Museo, se construyó en 1915, y bajo el patrocinio de la Junta de Ampliación de Estudios, dependiente de la Institución Libre de Enseñanza que creara Francisco Giner de los Ríos en 1876, la Residencia de Estudiantes, en torno a la que se fue creando un núcleo cultural y científico que respondía a las exigencias de vanguardismo pedagógico de aquella entidad. La Residencia y las instituciones que la fueron complementando —Instituto Escuela, Auditórium, Parvulario— constituyó uno de los más ilusionados proyectos de la España contemporánea.


Residencia de Estudiantes

La Residencia se proponía complementar la enseñanza universitaria mediante la creación de un ambiente intelectual y de convivencia adecuado para los estudiantes, propiciando un diálogo permanente entre ciencias y artes y actuando como centro de recepción de las vanguardias internacionales. Ello hizo que fuera un foco de difusión de la modernidad en España, y de entre los residentes surgieron muchas de las figuras más destacadas de la cultura española del siglo XX, como el poeta Federico García Lorca, el pintor Salvador Dalí, el cineasta Luis Buñuel y el científico Severo Ochoa. A ella acudían como visitantes asiduos o como residentes durante sus estancias en Madrid Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes, Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Blas Cabrera, Eugenio d'Ors, Rafael Alberti o Antonio Machado entre muchos otros.


Dalí, Moreno Rubio, Buñuel, García Lorca y Rubio Sacristán en la Residencia de Estudiantes

La Residencia fue además foro de debate y difusión de la vida intelectual de la Europa de entreguerras, presentada directamente por sus protagonistas. Entre las personalidades que acudieron como conferenciantes a sus salones figuran Albert Einstein, Paul Valéry, Marie Curie, Igor Stravinsky, John M. Keynes, Alexander Calder, Walter Gropius, Henri Bergson y Le Corbusier...


Le Corbusier y García Mercadal en la Residencia de Estudiantes

Al frente de la dirección de la Residencia estuvo siempre Alberto Jiménez Fraud, que hizo de ella un vivero de convivencia, creación e intercambio artístico y científico.


Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes

En 1926 se consiguió una donación de hasta 420.000 dólares de la Fundación Rockefeller para construir y dotar de infraestructuras y equipos científicos la sede de un nuevo centro para el Laboratorio de Investigaciones Físicas, alojado hasta entonces en parte del edificio del Museo de Ciencias Naturales. Se inauguró en 1932 con el nombre de Instituto Nacional de Física y Química y fue obra de los arquitectos Manuel Sánchez Arcas y Luis Lacasa. Sus formas neopalladianas, propias de los campus universitarios estadounidenses, con un detalle de monumentalidad proporcionado por el orden clásico de su fachada, imitación del llamado estilo colonial norteamericano, fueron un reconocimiento a su patrocinador, pues Rockefeller prohibía que figurase su nombre en sus donaciones.


Edificio Rockefeller

Tras la Guerra Civil, el proyecto de la Junta de Ampliación de Estudios se vino abajo, recogiendo sus inquietudes culturales el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, aprovechando parte de los edificios existentes.

El edificio neomudéjar de la Residencia, obra de Antonio Florez Urdapilleta y situado al final de la calle del Pinar, aún se conserva y es ahora una fundación privada. Conferencias, mesas redondas, conciertos, lecturas de poemas, encuentros o exposiciones la convierten en un espacio abierto al debate, la reflexión crítica y la creación en torno a las tendencias de nuestra época.

El Instituto-Escuela pasó a ser Instituto Nacional Ramiro de Maeztu, y el Auditórium se convirtió en la iglesia del Espíritu Santo, con lo que, simbólica y materialmente, se puso término al espíritu laico y liberal que animó a la Junta durante toda su existencia.


El Instituto-Escuela en 1933

La mayoría de los investigadores del Instituto Nacional de Física y Química, ahora integrado en el CSIC, dentro de cuya estructura continua en parte su línea anterior a la guerra, se exiliaron o sufrieron represalias en España.

Posteriormente, otros edificios e instituciones se han ido añadiendo a la zona: El edificio central del Consejo, el Archivo Histórico Nacional, los Laboratorios de Edafología, Ecología y Fisiología, el Instituto de Óptica, el polideportivo Magariños, el edificio Torres Quevedo, el Patronato Juan de la Cierva, el Instituto de Química, el Instituto Cajal y de Microbiología...


Sede Central del CSIC

Tras haber transcurrido muchos años de aquel traumático proceso de disolución de la Junta de Ampliación de Estudios e incorporación de sus bienes al CSIC, que no fue ni amable ni integrador como su primer presidente, José Ibáñez Martín, lo expresaba en el discurso inaugural ("Queremos una ciencia católica. Liquidamos, por tanto, en esta hora, todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia..."), hoy el CSIC se identifica mejor con el espíritu de la antigua Junta, que con el de su período fundacional.


En un pequeño triángulo comprendido entre las calles de Doctor Arce, Príncipe de Vergara y Joaquín Costa, se construyó en los años de la dictadura del General Primo de Rivera, la colonia de la Cruz del Rayo, proyectada por Eduardo Ferrés y Puig, de casas modestas, unifamiliares en línea, para funcionarios del Estado, que podían alquilarse o adquirirse amortizadas a largo plazo. No se cubrió el cupo de licitaciones, debido a que entonces se estimó que estaban demasiado lejos del centro de la ciudad, y hubo que admitir familias ajenas al funcionariado.


Vivienda unifamiliar en la colonia de la Cruz del Rayo

La traza uniforme de las primitivas casas que no han sufrido modificaciones es muy anodina, con un tejado a dos aguas y un balcón con enorme balaustrada de cemento.


Entre la Castellana, Vitruvio y Joaquín Costa, se encuentra la colonia Parque Residencia, realizada entre 1931 y 1932 por Luis Blanco-Soler y Rafael Bergamín (hermano del escritor José Bergamín), que como a otros arquitectos de su generación, la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París de 1925 supuso un revulsivo importante, ya que impregnó sus ánimos de ideas y concepciones nuevas que pronto se vieron plasmadas en originales realizaciones. El mundo de los volúmenes limpios, desprovistos de elementos inútiles y la búsqueda de espacios lógicos, definieron algunas de las arquitecturas de nuevo cuño racionalista.

A pesar de las diferencias en el diseño, todas las ochenta viviendas construidas, aisladas, adosadas o agrupadas en hileras, y con su propia parcela ajardinada, tenían unas características comunes. De tres plantas por lo general, en el semisótano se localizaban los diferentes servicios y la cocina; en planta baja vestíbulo, aseo, despacho, comedor y sala de estar, y en la segunda planta, dormitorios (cuatro o cinco) y baños.


Vivienda en la colonia Parque Residencia

Las características innovadoras de la propuesta así como la situación privilegiada de la barriada, contribuyeron a que esta colonia fuera elegida por profesionales liberales e intelectuales relevantes del momento. Además de los propios autores del proyecto, allí vivieron, entre otros, Fernando García Mercadal, Miguel Durán, Julián Besteiro, Luis Zulueta, Eduardo Torroja, Fernando Salvador, Esteban de la Mora, Javier Gómez de la Serna (hermano de Ramón) y Fernando Cánovas del Castillo.

Después de la Guerra Civil, al aumentar el valor de los solares en las zonas limítrofes, se edificaron edificios de lujo sobre grandes parcelas, rompiendo el carácter y los criterios arquitectónicos y sociológicos primitivos.


Como continuación a la experiencia en el Parque Residencia, Rafael Bergamín, ahora en solitario, volvió a la idea racionalista de las viviendas, pero en una mayor dimensión que la anterior, aunque también con la dificultad de un terreno en más pendiente, en la colonia de El Viso, entre las calles de Joaquín Costa, Doctor Arce, Rodríguez Marín, Concha Espina y la Castellana, aunque más homogéneamente en las manzanas que abarcan las calles de Serrano, Sil, Genil y sus transversales.


Colonia de El Viso

Construida entre 1933 y 1936, cuatro fueron las variantes de sus 240 viviendas unifamiliares, cuya arquitectura siguió los mismos cánones de su trabajo precedente: simple y cúbica. Sólo los distintos exteriores y los colores diferenciados daban variedad y rompían la ausencia de formas decorativas, en contraste con la espesa vegetación que prácticamente las escondía.

Desde el primer momento, el perfil de sus habitantes estuvo asociado a una ideología progresista y republicana. Aquí vivieron Salvador de Madariaga, Sánchez Mazas, Ortega y Gasset, Ángel Ferrant, Luis Martínez Feduchi, entre otros.

En las primeras décadas de posguerra, El Viso fue una isla de arquitectura moderna dentro de una ciudad que se construía con la ley del máximo beneficio en la mano, y con el gusto extraviado mirando la arquitectura imperial de los Austrias. Muchas casas de la colonia de El Viso se mantuvieron en manos de familias cultas que valoraban el privilegio de su espacio residencial. Más tarde se autorizó la construcción de edificios de viviendas de lujo de cuatro alturas que sustituyeron a muchas de las viviendas unifamiliares, pero el proceso se detuvo a tiempo con medidas de protección que han permitido que lleguen a nuestros días muchas de las casas originales.


Vivienda en la colonia de El Viso

Hoy día, sigue siendo la colonia uno de los rincones más agradables de Madrid, un lugar en el que se hicieron realidad los ideales progresistas de una ciudad higiénica y de baja densidad, en la que la relación con la naturaleza formaba parte de la vida cotidiana.

Integrada en la colonia de El Viso está la de la Prensa y Bellas Artes para escritores y artistas, que proyectó Casto Fernández-Shaw en 1924 en el estilo regionalista imperante en el momento. Está delimitada por las calles Balbina Valverde, Muriel, Guadiana, Serrano y Joaquín Costa.


Colonia de la Prensa y Bellas Artes

Varios son los colegios establecidos en la zona, y entre ellos el de Maravillas, de los hermanos de la Salle, creado en 1892 en la calle de Bravo Murillo y, tras su incendio provocado en 1931 y cambio forzoso a otra sede, trasladado a la calle de Guadalquivir en 1949. Entre sus extraordinarias instalaciones destaca el gimnasio, obra maestra de Alejandro de la Sota.


Iglesia de Santa Gema

Y una iglesia a destacar, la de Santa Gema Galgani, en la calle del Doctor Arce, cuyos devotos y devotas, los días catorce de cada mes y especialmente el 14 de mayo, organizan enormes colas de fieles para besar una reliquia de la Santa.
INDICE

TETUÁN-CUATRO CAMINOS

Hasta mediados del siglo XX, el límite municipal de Madrid por el norte estaba a la altura de la calle Alonso Castrillo, a escasa distancia de las actuales Marqués de Viana y Sor Ángela de la Cruz, perpendiculares a Bravo Murillo. Hasta allí llegaba el antiguo barrio de Cuatro Caminos, por encima de Chamberí, y más allá empezaba Tetuán de las Victorias, caserío que dependía del pueblo de Chamartín de la Rosa, anexionado a Madrid en 1948.

Hoy, el distrito de Tetuán abarca todo el conjunto, limitado por la Castellana, Raimundo Fernández Villaverde, Reina Victoria, Pablo Iglesias, Ofelia Nieto, Villamil y Sinesio Delgado, y organizado administrativamente en seis barrios: Bellas Vistas, Cuatro Caminos, Berruguete, Castillejos, Valdeacederas y Almenara.


Barrio de Tetuán-Cuatro Caminos

La historia de estos barrios arranca en 1869, cuando se derriba la tapia que rodeaba y encorsetaba Madrid, mandada levantar por Felipe IV en 1625, y que por el norte discurría por las actuales calles de Génova, Sagasta, Carranza y Santa Cruz de Marcenado.

Extramuros se habían ido estableciendo un sinfín de asentamientos, la mayoría irregulares y clandestinos, miserable arrabal que fue el embrión del futuro Chamberí y refugio de todos aquellos que no podían pagarse una habitación en la superpoblada ciudad.

Fruto de llamado Ensanche, diseñado por el ingeniero y urbanista Luis María de Castro y puesto en práctica tras el derribo de la cerca, fue la creación de nuevos barrios que triplicaron la superficie edificada. Y en Chamberí, que en un principio fue asentamiento de clases populares, más adelante la burguesía se fue haciendo con el barrio y desplazó a los más débiles económicamente hacia el extrarradio, más al norte.


Los Cuatro Caminos

El nuevo barrio arrabalero, fuera de toda norma urbanística, surgió en torno a una encrucijada de caminos (los Cuatro Caminos, hoy glorieta), puesto que allí confluían los dos tramos de la Mala de Francia o carretera de Irún, hoy Bravo Murillo, por la que transitaban las diligencias y carruajes de postas con las valijas de correo —en francés "Malle"— un antiguo camino al pueblo de Hortaleza (calle de Santa Engracia), y el nuevo cinturón de rondas que por aquí, sobre el antiguo camino de Aceiteros, formaban las actuales avenidas de Reina Victoria y el paseo de Raimundo Fernández Villaverde. Entonces estaba lejísimos del centro urbano y así se mantuvo durante bastantes años, pues Chamberí estaba planificado pero no construido.

Anteriormente sólo existían por los alrededores algunas casas de recreo, numerosas huertas y algunos paradores y ventas que de trecho en trecho jalonaban la carretera de Francia para el descanso de los viajeros.


Parador de postas

Los inmigrantes, especialmente de ambas Castillas, Extremadura y Andalucía, que llegaban a la capital en busca de trabajo en una incipiente industria o en las obras del Ensanche, nutrieron el embrión del barrio, que se fue extendiendo a lo largo de la carretera en infraviviendas desprovistas generalmente de los servicios más elementales.


Antiguo caserío de Cuatro Caminos

Mientras esto sucedía, mas al norte, en la Dehesa de Amaniel, en terrenos del pueblo de Chamartín de la Rosa, habían acampado en 1860 las tropas vencedoras de la guerra de África al mando del general O´Donnell, en espera de su entrada triunfal en la capital, que nunca sucedió. Alrededor del campamento, que de provisional se iba convirtiendo en permanente, se formó un mercadillo para abastecer las necesidades de los soldados así como para la de los miles de curiosos que se acercaban por allí desde Madrid. Con el tiempo se fueron creando merenderos y ventas donde los madrileños acudían los domingos a pasar un día de campo y para hacer compras más baratas, ya que los comerciantes no pagaban los arbitrios que grababan a las mercancías que entraban en Madrid por el fielato instalado en la glorieta de Cuatro Caminos. Allí se vendía de todo, frutas, verduras, cacharros, ropas, etc.


Tropas de O´Donnell acampadas en Tetuán

Se utilizaban los ómnibus-tartanas de Álvaro "El Maquines" y las del "Comizo", que partían desde la actual glorieta de Bilbao, hacían el recorrido de ida y vuelta y no salían hasta que no se llenaban de viajeros.


Domingo de campo en Tetuán

Este asentamiento, que empezó a ser conocido como Tetuán de las Victorias (por la ciudad marroquí de Tetuán, en donde se firmó la rendición de las tropas marroquíes, y bajo la advocación de Ntra. Sra. de las Victorias), convirtió la zona en un auténtico zoco moruno, cuyo único vestigio actual es el "Rastrillo de Tetuán", desaparecido de su lugar de siempre en la calle de Marqués de Viana y hoy en la avenida de Asturias. Y fue enseguida suburbio que se fue poblando de inmigrantes campesinos, que construían sus casas de una sola planta, con corral y a veces un pequeño huerto-jardín, convirtiéndose con los años en un barrio obrero.


Rastrillo de Tetuán

Pío Baroja, en su novela La Busca, habla de los traperos que vivían en Tetuán. Cada mañana bajaban con sus carretas a Madrid, recogiendo todo tipo de basuras y desperdicios a las que sacaban todo tipo de utilidad para venderlos en pequeños puestos.

Traperos de Tetuán

Es así, que el actual distrito creció a partir de dos asentamientos simultáneos e independientes: el de los alrededores a la glorieta de Cuatro Caminos y, a partir del límite municipal, el de Tetuán, quedando entre ambos un gran espacio de terreno sin edificar que no se lleno hasta avanzado el siglo XX. Y ambos con una misma vía que los vertebraba, "la carretera", que así la llamaban todos, con el nombre de Bravo Murillo en la parte de Madrid y O´Donnell en la de Chamartín-Tetuán (luego lo perdería), de la que surgieron infinidad de calles perpendiculares conformando un trazado en forma de espina de pescado.


Casa del viejo Tetuán y calle de Bravo Murillo (la carretera)

Al final del siglo XIX estaban consolidados ambos barrios, con sus propias fiestas y tradiciones, y lentamente, conforme la actividad constructiva aumentaba, las infraestructuras fueron apareciendo.

Ya antes, en 1878, la Compañía de Tranvías del Norte inició su actividad en Sol-Quevedo-Cuatro Caminos, con vehículos arrastrados por mulas. En 1894 se inauguró la línea de tranvía de vapor que llegaba hasta Chamartín. Y al principio del siglo XX ya tuvo Cuatro Caminos el nuevo tranvía eléctrico. Las gentes los recibieron con algazara. Incluso debieron de intervenir los guardias para impedir que la chiquillería se subiera a la parte trasera de los coches. Además, los trajeron de segunda mano y motivaron la rechifla general.


Tranvías

Pero el salto más cualitativo en el transporte para el barrio se produjo el 17 de octubre de 1919, fecha en la que el rey Alfonso XIII realizó la apertura del primer tramo del Ferrocarril Central Metropolitano de Madrid, el popular Metro, entre las estaciones de Sol y Cuatro Caminos, con seis estaciones intermedias, según proyecto del ingeniero Miguel Otamendi, que diez años más tarde se prolongó hasta Tetuán.

La inauguración fue un acontecimiento en Madrid. El recorrido que en tranvía significaba media hora, se conseguía ya hacer en diez minutos, y a un precio muy económico: quince céntimos de peseta en segunda clase —las había entonces— y veinte en primera. Por la mañana, hasta las diez, se expendían unos billetes económicos de diez céntimos.


Inauguración del Metro

El madrileño, con su proverbial buen sentido del humor enseguida sacó el chiste. Se preguntaba: "¿Cuál es la distancia más corta en el término de Madrid?". La contestación era obvia para cualquier nacido en el foro o asimilado, que tanto monta: "Sol-Cuatro Caminos, porque hay un metro".

En 1892 se había inaugurado el colegio de nuestra Señora de las Maravillas, de los hermanos de la Salle. Empezó impartiendo Enseñanza Elemental y de Comercio e incorporó posteriormente el Bachillerato, una escuela preparatoria de Ingenieros y, a partir de 1908, la Escuela Gratuita, que benefició extraordinariamente a todos los niños de la barriada. Desgraciada e incomprensiblemente fue incendiado el 11 de mayo de 1931 durante los disturbios ocasionados por las huelgas obreras y revolucionarias. Hoy tiene nuevas instalaciones en la colonia del Viso. Y, en el antiguo solar del colegio se construyó, en 1942, el enorme mercado de Maravillas, obra del arquitecto Pedro Muguruza Otaño, de admirable diafanidad y magnífica iluminación conseguida a base de claraboyas cenitales. Una de las mejores obras de la arquitectura racionalista en Madrid.


Colegio y Mercado de Maravillas

En 1908 se construyó el Hospital de San José y Santa Adela, que pasó diez años más tarde a la Cruz Roja.

En 1916 se levantó en Raimundo Fernández Villaverde el Hospital de Maudes, del arquitecto Antonio Palacios, que aunque estaba en la zona de Chamberí fue destinado para atender a jornaleros y trabajadores de Cuatro Caminos.


Hospitales de la Cruz Roja y de Maudes

En 1920, se pasó del lodazal en que se convertían la glorieta de Cuatro Caminos y la carretera los días de lluvia a su empedrado y adecentamiento, pero sólo hasta el límite con Tetuán.

En 1921 se erigieron los edificios Titánic en la avenida de Reina Victoria, los más altos entonces, de los arquitectos Julián Otamendi y Casto Fernández Shaw, y con los mejores adelantos del momento.

La existencia en las cercanías de Reina Victoria de numerosos merenderos y locales para celebrar banquetes de bodas y del Estadio Metropolitano, que fue feudo del Atlético de Madrid (antiguo Atlético Aviación) entre 1923 y 1966, año de construcción del nuevo campo junto al Manzanares, contribuyó a crear un ambiente de gran animación los días festivos. A la avenida la llamaban la "senda de los elefantes" porque salían del campo los aficionados colchoneros cabizbajos, caminando lentamente y murmurando: "Este Atleti, este Atleti...".


Estadio Metropolitano

Tanto los Titánic, como el estadio, que se ubicaba entre las calles Juan XXIII, Beatriz de Bobadilla, Santiago Rusiñol y la avenida de la Moncloa, cerca de la estación "Metropolitano", junto a la Ciudad Universitaria, fueron parte de un gran complejo urbanístico promovido en 1919 por la Compañía Urbanizadora Metropolitana —explotadora de la primera red de metro de Madrid—, que adquirió terrenos situados entre la glorieta de Cuatro Caminos y la Moncloa.

En 1923 se inauguró el colegio Jaime Vera (antes Zumalacárregui) en Bravo Murillo, esquina a las calles de Ávila y Teruel, otra de las grandes instituciones educativas del barrio.


Colegio Jaime Vera

Antes de 1930 ya se había instalado en toda la zona el alcantarillado, las bocas de riego, el suministro de agua, gas a baja presión, electricidad y una línea telefónica en 1932.

Mientras, Tetuán había adquirido tal importancia, que en 1870 ya tenia plaza de toros, en 1883 su propia iglesia, e incluso el Ayuntamiento fue allí trasladado en 1888, en detrimento del primitivo caserío de Chamartín. En 1920, en el solar de una antigua finca conocida como la de los Castillejos (da nombre a unos de los barrios administrativos actuales) se construyó el Cuartel de la Remonta, con la misión de proporcionar caballos sementales para las remontas provinciales, lugar hoy ocupado por una gran plaza porticada rodeada de edificios. En 1948 Tetuán fue anexionado administrativamente a la capital, cuando ya física y socialmente no había distinción entre los dos barrios surgidos a lo largo de la antigua carretera de Francia.


Plaza de Toros de Tetuán

La desaparecida plaza de toros de Tetuán estaba situada en Bravo Murillo, en la manzana entre las calles de Marqués de Viana y Conde de Vallellano. Pero pronto dejo de utilizarse para festejos taurinos y pasó a funcionar como parador, para volver a desempeñar su función original a finales del siglo XIX. En 1924 se reformó totalmente en estilo neomudéjar, muy en la línea de las construcciones de la época y en consonancia con la mayoría de las plazas de toros españolas. Los días de corrida, el barrio presentaba gran animación y la gente se amontonaba en torno a la plaza para ver la entrada y salida de los diestros. Además de corridas, también se celebraban novilladas y becerradas dedicadas al público infantil, e incluso espectáculos flamencos, funciones de teatro y alguna que otra velada de boxeo. A causa de la guerra civil, la plaza quedó maltrecha y medio en ruinas. Y a pesar de haber estado incluida en los planes de reconstrucción, esta no se llegó a realizarse y finalmente fue demolida.

Muchos de los sucesos históricos ocurridos en estos barrios tienen que ver con el carácter de su población, inmigrantes en su mayoría y jornaleros de la construcción, integrantes de la gran masa del proletariado madrileño a finales del siglo XIX y principios del XX.


Quema del fielato de Cuatro Caminos

Parece ser que un día festivo, el 10 de agosto de 1901, un maleante llamado Ciriaco Bartoli se dedicaba a introducir géneros de matute sorteando la vigilancia del fielato instalado en la glorieta de Cuatro Caminos. Como un empleado del resguardo tratase de impedirlo, Bartoli se enzarzó con él en una disputa que degeneró en reyerta de navajas y palos. El público, abundante y próximo, cansado del alza de precios que ocasionaba el pago de los arbitrios municipales, tomó partido por el matutero hasta el extremo de organizar un motín e incendiar el fielato

Había muchos establecimientos de beber y de comer por los alrededores de la glorieta, y uno de ellos, el merendero de Canuto, se hizo famoso por que allí se pavoneó el anarquista Mateo Morral la tarde del 31 de mayo de 1906, tras haber arrojado la bomba en la calle Mayor a la carroza de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que volvían de casarse. Desde aquel establecimiento comenzó su peregrinación para la huida. Los reyes salieron ilesos, pero casi treinta personas murieron.


Atentado a Alfonso XIII

Por los años 1914, en la imprenta Bailly-Baillière, que estuvo en la calle de Bravo Murillo, número 298, trabajaba como cajista Pablo Iglesias, fundador del PSOE.

Algunos de los acontecimientos de la huelga revolucionaria de agosto de 1917, provocada por la carestía de los productos básicos y los bajos salarios, se libraron en la misma glorieta de Cuatro Caminos, donde se juntaron panaderos, albañiles, tipógrafos y otros obreros, que levantaron barricadas, sabotearon cuanto pudieron y apedrearon a los tranvías que pasaban y a los comercios que no se unían a las protestas. Se mandó al ejército a disolver a los manifestantes, el cual se repartió en lugares estratégicos armado con ametralladoras. También actuaron escuadrones de caballería para despejar la zona y cesar los alborotos. Se ordenó cerrar las tabernas, que servían a los manifestantes de refugio y para reponer fuerzas. En los enfrentamientos, a la cabeza de los cuales había mujeres y niños, hubo numerosos muertos y heridos. La revuelta se extendió también por Tetuán, donde se produjeron disturbios, hubo tiroteos y se realizaron numerosas detenciones.


Huelga revolucionaria de 1917

El alcalde y los concejales de Tetuán solían pertenecer a la coalición republicano-socialista, y junto con el peso de los votos obreros de Cuatro Caminos, influyeron decisivamente en 1931 en la victoria de la izquierda y en la proclamación de la República.

El colegio de los salesianos de Estrecho, al comienzo de la calle de Francos Rodríguez, cuya iglesia tiene la cúpula mayor de Madrid después de la de San Francisco el Grande, sirvió de cuartel durante la Guerra Civil al famoso Quinto Regimiento, que mandaba Líster. Decía la coplilla popular:

En el patio de un convento,
el 18 de julio,
se creó el Quinto Regimiento

El Quinto Regimiento en el patio de los Salesianos de Estrecho

Y especialmente masacrados por la aviación franquista en el largo asedio a la capital fueron los barrios de Cuatro Caminos y Tetuán, resultando de ello numerosos muertos.

Los años posteriores a la Guerra Civil supusieron transformaciones importantes de la ciudad. El crecimiento de Madrid hacia el norte, a través del paseo de la Castellana, y la fortísima inmigración que se produjo durante los años del "desarrollismo", que motivó la aparición de otros nuevos barrios más en la periferia, afectaron directamente a la zona de Tetuán–Cuatro Caminos, que quedó más centralizada, más integrada en la gran urbe. Se revalorizaron los espacios aún vacíos y se incrementó notablemente la renovación del viejo caserío.


La calle de Bravo Murillo en 1950

En los años setenta se elaboró un plan de remodelación del distrito de Tetuán, cuyo objetivo era crear un barrio nuevo partiendo de cero, es decir, derribándolo todo. En este caso, el Plan se olvidaba de la mejora de las condiciones de vida de los habitantes del barrio en favor de las maniobras especulativas y de la vieja idea de que el eje representativo de la Castellana extendiese su influencia en los laterales. Es evidente que la terciarización de la zona de la Castellana y sus aledaños, y la presión de la cada vez mayor población acomodada que se iba asentando en las nuevas áreas residenciales, estaban en el origen de este Plan. Afortunadamente no llegó a ejecutarse, pero sí se ha dejado sentir su influencia.

Hoy, tanto arquitectónicamente como socialmente, el distrito es muy heterogéneo. Se puede decir que la calle de Bravo Murillo funciona como frontera entre la zona oeste, más envejecida y en algunos casos más degradada, herencia del barrio en sus orígenes, y la del este, que ha experimentado una transformación urbanística más intensiva como el sector de Azca o alrededor de calles modernísimas como Orense, Capitán Haya, General Perón o Sor Ángela de la Cruz. Al norte del distrito se localiza el barrio de Almenara, con la antigua Colonia de la Ventilla, que ha tenido un importante proceso de transformación, donde la creación de la avenida de Asturias y el derribo de las infraviviendas de los viejos asentamientos y su sustitución por viviendas nuevas, ha supuesto una de las operaciones urbanísticas más notables de modernización del distrito.


Contrastes en Tetuán

De aquellos antiguos tenderetes instalados provisionalmente para abastecer a los soldados de la Guerra de África, se pasó a multitud de establecimientos: tiendas de ropas, de zapatos, de menaje, de mobiliario, mercerías, ferreterías, tabernas, despachos de vinos, ultramarinos... Un carácter comercial que ha continuado, sobre todo en el área de Bravo Murillo, donde se concentra la mayor parte de la oferta, incrementada con restaurantes, salas de fiesta y cines (que han ido desapareciendo en su mayoría), con el Europa como ejemplo de magnífica construcción racionalista, construido en 1928 por Luis Gutiérrez Soto, y lugar de grande mítines multitudinarios.


Calle de Bravo Murillo

En la actualidad se deja notar la influencia de los inmigrantes, principalmente ecuatorianos, dominicanos, marroquíes, colombianos, filipinos y peruanos. Ellos también han aumentado la oferta comercial con la instalación de locutorios y establecimientos de venta de productos de sus tierras.

Entre las construcciones de interés que no han sido ya reseñados, podríamos citar:



Casa de Baños de Bravo Murillo

La Casa de Baños, en Bravo Murillo con vuelta a Juan Pantoja, de Javier Pardal Gómez, construida por el gobierno republicano en 1932. En nuestros días, cuando todas las viviendas dispones de agua corriente y baño, la existencia de estos establecimientos públicos puede resultar pintoresca, pero en aquellos años, y aún después, cumplían una importante labor.

La basílica de la Merced, erigida en 1965 en la calle del General Moscardó, una gran mole en la que sobresalen las dos torres, obra de los arquitectos Saíz de Oíza y Laorga.


Basílica de la Merced y Polideportivo Triángulo de Oro

El polideportivo Triángulo de Oro, al final de Bravo Murillo, inaugurado en1987 y obra del arquitecto Pep Bonet Bertrán.

El Acueducto de Amaniel, en la avenida de Pablo Iglesias, levantado en 1857 gracias a los ingenieros Juan Rafo y Juan de Ribera como parte de la conducción de aguas a Madrid desde el río Lozoya a los depósitos del Canal de Isabel II. Desgraciadamente, hoy se encuentra semienterrado a nivel de calle y un muro arruina las hermosas y despejadas perspectivas que tenía antes.


Acueducto de Amaniel en 1856

Desapareció después de la Guerra Civil la fuente que adornaba la plaza de Cuatro Caminos, allí trasladada en 1913 desde su anterior ubicación en la Puerta del Sol, y que fue primeramente instalada en la calle de San Bernardo en 1858, frente a Montserrat, con motivo de la inauguración de la traída de aguas a Madrid por el Canal de Isabel II.


Glorieta de Cuatro Caminos en 1913

Y también desapareció afortunadamente en el año 2005 el horroroso paso elevado que sobre la sufrida glorieta se montara en 1969.

En fin, estos antiguos barrios, donde Pío Baroja encontró temas y personajes para sus novelas sociales, pese a que se resiste a perder su carácter de barrio obrero y revolucionario, sus habitantes, más de clase media y más pacíficos que entonces, no van retando a sus posibles rivales con aquel estribillo famoso en el Madrid de principios del siglo XX: "Eso no me lo dice usted en los Cuatro Caminos".
INDICE

VALLECAS

Vallecas fue municipio independiente, perteneciente al partido judicial de Alcalá de Henares, hasta 1950. En ese año fue anexado a la capital.

La denominación popular de Vallecas, delimitada por la autovía A3 en el norte, la autopista M-50 al este, el río Manzanares en el sur y la M-30 en el oeste, se refiere en la actualidad a dos distritos municipales: Villa de Vallecas, en terrenos donde se asentaba el antiguo pueblo (dividida administrativamente en los barrios de Casco Histórico de Vallecas y Santa Eugenia), y Puente de Vallecas (Entrevías, Pozo del Tío Raimundo, San Diego, Palomeras Bajas, Palomeras Sureste, Portazgo y Numancia), que actuó de suburbio de Madrid y fue creciendo a partir del puente del arroyo Abroñigal (hoy la M-30 sobre su antiguo cauce), a lo largo de la antigua carretera de Valencia (avenida de la Albufera), hasta fusionarse ambas colectividades.


Vallecas

La historia del origen de su nombre está popularmente extendida, aunque no históricamente demostrada. En la Edad Media el lugar era propiedad de un árabe llamado Kas. Al ser expulsado tras la reconquista cristiana, el sitio fue repoblado por vecinos de un lugar cercano llamado Torrepedrosa, que le dieron el nombre de Valle del Kas, y que con el tiempo pasó a ser Vallekas y luego Vallecas.

La Villa de Vallecas, aunque sólo en su casco antiguo, presenta el típico trazado de las poblaciones medievales campesinas, con una estructura radial en torno a la iglesia de San Pedro Ad Víncula, y al contrario que ocurre con otras zonas de Vallecas, que nacieron siendo núcleos urbanos, la Villa fue desde sus orígenes, un núcleo rural sometido a un constante proceso de transformación.


Vallecas en el siglo XVII

En la Edad Media era uno de los pueblos con la agricultura más próspera de Castilla: cereales, vid, olivo, garbanzos, guisantes, habas y algarrobas. Y tenía ganado lanar, vacuno y mular.

Una de sus bases económicas era el pedernal, que se utilizó en las construcciones de mampostería del Madrid de los Austrias, y de un modo masivo en el empedrado de la capital a partir del siglo XVIII, empedrado se mantuvo hasta su sustitución por adoquines de granito a partir de finales del siglo XIX y en especial entre 1915 y 1945.

También fue uno de los mayores proveedores de pan de la capital en los siglos XVII y XVIII. Llegó a haber hasta 70 tahonas.


Vallecas a finales del siglo XIX

Otra fuente de riqueza para Vallecas era el yeso, de una calidad inmejorable. Su transporte se hizo con viejos carretones de bueyes que los canteros y trabajadores de la piedra llamaban "garruchas". Posteriormente se pensó en agilizar y abaratar el coste del traslado de todo tipo de productos hacia Madrid. Así nació "la maquinilla", un tranvía de vapor cuya construcción se inició en 1888 y llegaba por las actuales calles de Monte Igüeldo y Martínez de la Riva, entonces "camino de los yeseros", hasta alcanzar las mismas puertas de la fábrica de yesos La Invencible, situada en el kilómetro 13 y 14. Funcionó hasta 1931 y en sus últimos tiempos transportó también viajeros.

La riqueza agrícola duró, al menos hasta mediados del siglo XIX. El desarrollo de las actividades industriales y fabriles empezó a ser más rentable económicamente que las agrícolas. Así, los agricultores se transformaron en comerciantes e industriales y los jornaleros en obreros o pasaron a formar parte de las largas filas de pobres y menesterosos.


Vallecas a principios del siglo XX

Vallecas también fue apreciada por la abundancia de ventas y mesones al estar a los pies de la carretera de Valencia, que después se convirtieron en algunos de los merenderos de más renombre entre los madrileños, que incluso llegaban a ofrecer bailes en los fines de semana, tal era su éxito. Prestigio que se vio beneficiado con la llegada del Metro en 1923.

Fueron también abundantes y renombrados los espectáculos taurinos, llegando a tener Vallecas cuatro pequeñas plazas de toros.

Pero Vallecas no sólo era el pueblo. En los últimos años del siglo XIX, el cinturón del extrarradio que rodeaba Madrid acogió a una cada vez más numerosa población procedente de las zonas más pobres de España, que no encontraba alojamiento en el centro de la ciudad y carecía de medios para acceder a las viviendas que se construían en el llamado Ensanche. Y lo que hoy es el Puente de Vallecas fue uno de estos arrabales, ocupado por pequeños artesanos y obreros de la construcción o de la incipiente industria.


Mapa de los municipios próximos a Madrid en 1916

En 1875, ya el suburbio del Puente de Vallecas presentaba una disposición lineal a lo largo de la carretera Madrid-Valencia, y en el norte aparecía claramente configurado y diferenciado el barrio de Doña Carlota, un caserío de viviendas de una planta, con pequeñas huertas, que tomó el nombre de la propietaria de las tierras sobre las que se construyo.

El espacio que ahora ocupa Portazgo, aún estaba destinado a campos de cultivo, y era atravesado por una serie de caminos que, pasando por lo que hoy es el barrio de Palomeras, llegaban hasta el pueblo de Vallecas evitando el paso por el cerro de Pío Felipe, mayormente conocido como el del Tío Pío. Esta situación se mantuvo en gran parte hasta que nuevas oleadas de emigrantes llegaron a la capital tras la Guerra Civil.


Casa antigua en la avenida de la Albufera

Por otra parte, en la proximidad de Madrid aún quedaban amplias superficies por llenar entre el Retiro y el arroyo Abroñigal, si bien a lo largo de la citada carretera de Valencia crecía el asentamiento urbano, potenciado además por la proximidad de la estación de Atocha, inaugurada en 1851 con una línea ferroviaria que sólo llegaba a Aranjuez, pero pronto con recorrido a Zaragoza y Alicante. Todo ello favoreció la creación de una zona industrial y consolidó el término municipal del Vallecas como área residencial obrera.

Entre 1877 y 1910, la población aumentó de forma considerable, concentrándose en la zona del Puente y Doña Carlota, barrios que terminaron por unirse formando un único núcleo urbano. Por entonces, el Puente de Vallecas ya contaba con una buena red de servicios que incluía juzgado municipal, escuela, la ermita de Nuestra Señora del Carmen, cuartel de la Guardia Civil, frontón, teatro y mercado de abastos. E incluso la alcaldía y otros servicios municipales estaban ya en el Puente, convirtiéndose en el núcleo fundamental de todo Vallecas en detrimento del caserío primitivo de la Villa.


Aguador en el barrio de Doña Carlota

El plano topográfico de Madrid de 1932 mostraba ya los primeros núcleos aislados de autoconstrucción que constituyeron en un futuro inmediato el armazón del barrio. Se había desbordado el Ensanche y el extrarradio enlazaba sin solución de continuidad con los suburbios de la periferia y con los municipios colindantes.

El desarrollo, ante la inhibición de los poderes públicos, no se adaptó a ningún plan que no fuese sino el de la perentoria necesidad de encontrar alojamiento para aquella primera gran oleada inmigratoria madrileña. Los propietarios rurales de Vallecas fueron parcelando ilegalmente un suelo rústico que vendieron a los inmigrantes, los cuales, dado su ínfimo poder adquisitivo, no podían comprar ni alquilar vivienda alguna.


Invierno del 36 en Vallecas

La guerra de 1936 supuso un paréntesis en el proceso de evolución espontánea de Vallecas, convertida en frente en la Batalla del Jarama e intensamente bombardeada, especialmente la zona de Entrevías y la Villa.

Toda la zona del Puente experimentó un nuevo aumento espectacular de población en los años 40-50 cuando, debido al hambre de la posguerra y al desempleo, gentes procedentes de las zonas más pobres de España llegaron a la capital y aquí se asentaron, construyendo sus míseras casas de forma clandestina y desordenada las más de las veces, y con calles inundadas de barro.

Las viviendas se construían en una sola noche por toda la familia y la colaboración de los vecinos. Al amanecer, una vez construida, el Ayuntamiento no podía proceder a su demolición.


Chabolas en Vallecas

Y mientras esto ocurría, la Villa se estancó en poco más de los 4.000 habitantes, igual que a principios del siglo y con los mismos rasgos rurales que antaño. No fue hasta los 60-70 cuando se llegó a alcanzar los 29.000 habitantes, en su mayoría, fruto de la inmigración.

A partir de los años setenta, las modestas casas fueron dando lugar a bloques pequeños de pisos en las zonas más urbanizadas. Y en los noventa se derribaron totalmente amplias zonas de chabolas de Palomeras y El Pozo del Tío Raimundo para urbanizarlas con edificios modernos, parques y anchas calles.

Hoy Vallecas es un barrio populoso, con buenas dotaciones de todo tipo, y que pese a que acoge en la actualidad a buen número de habitantes de la clase media, no ha perdido su antiguo carácter obrero y reivindicativo, ni tampoco el orgullo y la idiosincrasia propia de su no tan lejana condición de pueblo independiente.


Estadio del Rayo Vallecano

Vallecas es el único barrio de la Comunidad de Madrid que ha conseguido llevar a su equipo de fútbol, el Rayo Vallecano, hasta la Primera División, llegando a jugar la UEFA en la temporada 2000–2001.

Un gran evento deportivo de gran tradición e importancia es la San Silvestre Vallecana, una prueba de referencia del atletismo en Madrid, que se celebra cada año el 31 de diciembre.


El hoy remozado barrio del Pozo del Tío Raimundo fue un suburbio de chabolas sin ningún tipo de servicios, un barrio, como muchos otros, que crecía de noche, como flores de Luna, sólo que eran casas. Sin embargo, los habitantes, emigrantes de Jaén, Ciudad Real y Córdoba principalmente, que eran en su mayoría albañiles, lucharon como nadie por la mejora de las condiciones sanitarias de sus infraviviendas y comenzaron a crear conexiones sin autorización a las arquetas de las cloacas públicas.


El Pozo del Tío Raimundo y el padre Llanos

En 1955 se produjo un punto de inflexión en el barrio con la llegada de unos jesuitas, cuyo máximo exponente fue José María de Llanos, el padre Llanos o el "cura rojo", antiguo falangista y director de ejercicios espirituales para el dictador Francisco Franco, pero que ante las miserias e injusticias que se vivían cotidianamente en este suburbio chabolista, fue virando a posiciones de izquierda, hasta militar en Comisiones Obreras y el Partido Comunista de España. Él fue el artífice de su desarrollo, aglutinando a los vecinos para la creación de dispensario, cooperativa, fundaciones y escuelas. Partidario ya de una Iglesia popular y cercana al pueblo, dirigió o tomó parte destacada en numerosas iniciativas y reivindicaciones tanto políticas como vecinales que favorecieron al Pozo y apoyaron la llegada de la democracia a España.




Palomeras

Palomeras, uno de los barrios más modernos y con mejores dotaciones de Madrid en la actualidad, lleva sin embargo en sus recién nacidas venas, la sangre y los apellidos del núcleo chabolista más grande de la historia de Madrid: un suburbio que contaba en el censo de 1973, con más de 16 mil chabolas. La posguerra y la crítica situación del campo español, dominado por el caciquismo de los grandes terratenientes y por el paro, provocó que miles de andaluces, extremeños y manchegos emigrasen hasta ésta zona, cercana a la capital, en busca de trabajo y de una mejor vida. Cuando llegaron a Palomeras, se asentaron en un suelo que el Plan General de Madrid de 1942 había calificado como no urbanizable, es decir, suelo rústico, donde no se podían construir viviendas. Sólo quedó una solución: las viviendas de autoconstrucción, pequeñas casas levantadas en una noche, sin licencia de obra y con materiales de derribo, que corrían el riesgo de ser derribadas por el agente municipal, si éste no recibía una cuantiosa propina. Hoy, aquellas Palomeras se ha convertido en una ciudad de cine, en un sueño hecho realidad, que cuenta con grandes espacios ajardinados, comercios y grandes avenidas.


Como monumento destacable en Vallecas cabría citar a la iglesia parroquial dedicada a San Pedro ad Víncula, en el centro del casco histórico de Vallecas. Fue diseñada por Juan de Herrera en el año 1600, siendo la actual torre un añadido de Ventura Rodríguez en el año 1775. En su interior, muy afectado durante la Guerra Civil, asombra la capilla del Sagrario, con pinturas al fresco en la cúpula que manifiestan una indudable influencia de Lucas Jordán.


Iglesia de San Pedro ad Víncula

Otros edificios de interés arquitectónico son la ermita de la Virgen de la Torre, barroca, del siglo XVIII, situada a 4 kilómetros en dirección a Mejorada del Campo, y el antiguo Hospital de San Ignacio, fundado en 1681 para atender a los pobres de la localidad



El Hospital de San Ignacio y la ermita de la Virgen de la Torre

En Vallecas se haya desde 1998 la sede de la Cámara regional de la Asamblea de Madrid, dos edificios que constituyen un complejo homogéneo de moderna arquitectura en cuyo exterior destaca la torre acristalada del reloj; en el interior, un cubo de cristal, alberga el amplio hemiciclo de sesiones.
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LOS CARABANCHELES

El distrito de Carabanchel hasta 1948 estaba formado por dos municipios independientes: Carabanchel Bajo y Alto. En ese año fueron unidos a Madrid de forma no voluntaria. El tiempo transcurrido no ha borrado el sentir popular de sus gentes, que se declaran carabancheleros y no sin reticencias acatan la perdida de autonomía. Y para mayor agravio, pero en aras a una mejor administración, también perdió posteriormente parte de su antiguo territorio, que pasó a engrosar los de Usera y Latina.


Barrio de Carabanchel

Hoy esta delimitado al norte por el río Manzanares, al este por Sta. María de la Cabeza y la A-42 (carretera de Toledo), al sur por la M-40 (límite con Leganés) y al oeste por la Vía Carpetana, camino de los Ingenieros, parque y camino de Las Cruces y la carretera de La Fortuna. Y dividido en siete barrios: Comillas, Opañel, San Isidro, Vista Alegre, Puerta Bonita, Buenavista y Abrantes.

Pero los Carabancheles, antes de ser dos pueblos, fueron un solo asentamiento, y sus primeras huellas históricas son romanas y árabes, como demuestran un mosaico romano, "Las Cuatro Estaciones", conservado entre el Museo Arqueológico y el de San Isidro, y otros muchos restos encontrados. Y al menos Carabanchel se ha venido denominando así desde el año 1181 en el que aparece por primera vez el termino en un documento escrito.


Mosaico romano de Carabanchel

San Isidro laboró en las tierras de Carabanchel, y muy cerca del río Manzanares obró el milagro de hacer brotar un manantial de agua fresca para calmar la sed de su amo, Iván de Vargas, en una visita de éste a sus fincas. El manantial sigue brotando junto a la castiza ermita del Santo que allí se edificó, al final de la calle 15 de Mayo, y según la tradición tiene poderes curativos.


Ermita de San Isidro. Goya

La actual ermita de Santa María la Antigua fue edificada en el siglo XIII como iglesia parroquial del antiguo pueblo de Carabanchel, que quedó despoblado a principios del siglo XV. En esa misma centuria se fundaron las nuevas villas de Carabanchel de Arriba y de Abajo, luego Alto y Bajo, y la ermita perdió su rango parroquial. Hoy es la capilla del Cementerio de Carabanchel, a cuya tapia se encuentra adosada. Se trata de una de las escasas muestras de arquitectura románico-mudéjar existentes en la Comunidad de Madrid.


Santa María la Antigua

Las dos pequeñas aldeas agrícolas eran famosas por producir unos riquísimos garbanzos para el típico cocido de los madrileños.

Durante los siglos XVII, XVIII y hasta bien entrado el XIX, los Carabancheles fueron elegidos como lugar para sus villas de recreo por nobles, políticos y burgueses de Madrid, entre ellos el conde de Miranda, el marqués de Mortara, la marquesa de Villena, el marqués de Remisa, el conde de Yúmuri, la condesa de Montijo, el conde de Campo-Alange, la marquesa de Montesclaros, la propia casa real o el marqués de Salamanca.


Carabancuel. Juan Mieg. 1818

Gran parte de la extensión de Carabanchel era propiedad de Eugenia de Montijo, la que luego sería emperatriz de Francia, cuya familia poseía allí un palacio que se mantuvo hasta 1969. Por allí pasaron la flor y nata de la sociedad. Políticos, aristócratas, escritores, artistas. Todo lo más florido de una sociedad que rivalizaba en esplendores. Los últimos propietarios, los condes de Tamames, descendientes de los Montijo, donaron estas posesiones a ordenes eclesiásticas para centros asistenciales y de educación, pero la especulación convirtió los terrenos en edificables.


Eugenia de Montijo

Se perdió igualmente la Quinta del Sordo, que perteneció a Goya y a sus descendientes desde 1819 hasta 1859, y en donde el genial pintor dejo plasmadas en sus paredes las llamadas "pinturas negras". Donde estaba la casa del pintor, en la actual calle Saavedra Fajardo, en el arranque del camino a la Ermita de San Isidro, hoy se alza una impersonal torre vecinal. Menos mal que al menos las pinturas se pasaron a lienzo antes del derribo de la finca, en 1909.


Goya. El aquelarre

Y tampoco queda nada de lo que fue la finca de los Cabarrús, donde nació la famosa Teresa, conspiradora principal en la caída de Robespierre y conocida como "Ntra. Sra. De Thermidor" durante la Revolución Francesa. Fue la mujer más conocida de Francia tras su boda con el ciudadano Tallien. Seguro que en sus últimos días recordaría Teresa su querido "Château Saint Pierre", como denominaba a la casa donde nació, en Carabanchel Alto.


Teresa Cabarrús

La llamada Finca de Vista Alegre, en la calle del General Ricardos, fue en origen una quinta de recreo abierta a los veraneantes madrileños y comprada en 1832 por la reina María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII. En 1859 pasó a poder del marqués de Salamanca y luego al Estado, que instaló en ella distintas instituciones de beneficencia. Pero los sucesivos rectores de estos centros filantrópicos se han desentendido del cuidado del entorno. Esta actitud prosiguió en la posguerra civil con erráticas actuaciones de la Dirección General de Regiones Devastadas, que empotró en el corazón mismo de la finca desde un psiquiátrico a un reformatorio.


Plano de la Finca de Vista Alegre

Tiene la finca 44 hectáreas, con 28 edificios, dos palacios, teatro, capilla, ría, grutas, norias, estanques, fuentes, jardines y medio millar de árboles, todo ello cercado por un tapial mampostero. Pero mucho se ha perdido con los años: la Casa de Oficios, la Casa de Administración, cuadras, capilla y gran parte de las fuentes, estatuas, jardines y de la ría, que llego a tener 587 metros de longitud y disponía de un embarcadero para dos barcazas.


Palacios de la finca de Vista Alegre

Otra gran finca conservada es la del conde de Campo-Alange, conocida como Palacio de Larrinaga. Se trata de un hermoso edificio espléndidamente conservado en su parte exterior construido por el arquitecto Ramón Duran, discípulo de Ventura Rodríguez, en el siglo XVII. Junto con la Marquesa de Montesclaros, dueña de la finca conocida como Las Delicias Cubanas, fueron las últimas grandes familias en abandonar Carabanchel, pasando sus posesiones, como ya lo habían hecho otras, a manos de ordenes religiosas. En el caso de la de Larrinaga, son los marianistas con un colegio quienes la ocupan.


Palacio de Larrinaga

El siglo XX fue testigo de una gran transformación para los Carabancheles (7.921 habitantes sumaban ambos municipios en los albores de la centuria), ya que la población empezó a aumentar a ritmo creciente hasta la Guerra Civil, con más fuerza en Carabanchel Bajo (31.000 almas en 1930), primero como franja rural-urbana y después como suburbio de Madrid. Tras la guerra el crecimiento inmigratorio se intensificó con castellano-manchegos, extremeños y andaluces, y el espacio se fue colmando con viviendas modestas (incluso chabolas) y algún núcleo industrial. A partir de los años sesenta comenzaron ya las construcciones de algo mejor calidad, iniciando así la tendencia hacia un estatus superior, propio de la periferia urbana.


1958. Farmacia Laguna

La Colonia de la Prensa surgió a principios del siglo XX por la necesidad de urbanizar los terrenos existentes entre Carabanchel Alto y Bajo. Su nombre se debe a que fue promovida por un grupo de profesionales del periodismo y las letras. Aún se conservan algunos de aquellos hotelitos de estilo modernistas con jardín; el resto desapareció en la Guerra Civil, al coincidir con el frente de batalla, y luego para construir bloques de pisos.


Colonia de la Prensa

Apenas terminada la contienda iniciada en 1936, y con la cárcel de Madrid, la Modelo, prácticamente destruida por estar en la línea del frente, en plena plaza de la Moncloa, se decidió construir una nueva en 1940 en terrenos del municipio de Carabanchel Alto. Se inauguró en 1944, fue cerrada en 1998 y demolida en 2008. El régimen franquista la utilizó para encarcelar a los presos políticos y durante muchos años fue el edificio más emblemático de Carabanchel.


Cárcel de Carabanchel

En la plaza de Carabanchel Bajo, se encuentra el casco antiguo que representa el municipio independiente que un día fue este barrio. En ella se sitúa el antiguo Ayuntamiento, actual Junta Municipal del Distrito de Carabanchel, y la iglesia, elementos tan característicos de todo pueblo.


Plaza de Carabanchel

El Metro llegó a Carabanchel en 1968. Gracias a esa primera línea en el barrio, la 5, los carabancheleros podían llegar al centro de Madrid en pocos minutos.

Pero ya antes, en 1825, había una diligencia que salía a horas fijas, y desde 1876 un tranvía de Madrid a Leganés que cruzaba el río por el puente de Toledo y atravesaba los Carabancheles. Los coches, de 46 asientos, eran arrastrados por seis caballerías. En 1952, con el tranvía ya eléctrico, una de las unidades se quedó sin frenos en la calle de Toledo y a toda velocidad se precipitó al río. Hubo numerosos muertos y heridos.

En 1885 se construyó un ferrocarril de vía estrecha que llegaba, atravesando el barrio, hasta el pueblo San Martín de Valdeiglesias. Fue rentable mientras interesó al estamento militar, pues hacía parada en el Hospital Militar y en el aeródromo de Cuatro Vientos. Desapareció en 1927.


Tranvía a Carabanchel

En el año 2000 fue inaugurado el Palacio Vista Alegre, la plaza de toros de Carabanchel, con una corrida en la que participaron famosos toreros del momento. Carabanchel volvía a tener coso taurino. En esos mismos terrenos se levantaba la plaza de toros de la "Chata", abierta en 1908, la más antigua de Madrid. El Palacio Vista Alegre, además de centro comercial, es un recinto multiusos para multitud de eventos: corridas de toros, conciertos, mítines políticos, espectáculos de todo tipo, fiestas, partidos de baloncesto, etc.


Plaza de toros de Vista Alegre

Por los años 60, fueron famosas en la Chata las llamadas "corridas de la oportunidad" promovidas por el diestro Luis Miguel Dominguín, TVE y el diario Pueblo, en donde cientos de maletillas de toda España buscaban consagrarse como figuras del toreo. Palomo Linares, Curro Vázquez o Ángel Teruel fueron algunos de ellos. El Platanito sin llegar a alcanzar la gloria, sí provocó un auténtico impacto social.


La glorieta del Ejército en 1960

El Hospital Militar, antes denominado Gómez Ulla, es otro de los edificios más característicos de Carabanchel. Se encuentra en el barrio de Vista Alegre, en la glorieta del Ejército


Cementerio de los Ingleses

Carabanchel es el distrito de Madrid que cuenta con más cementerios: el de Carabanchel o del Sur, que es el de mayor tamaño, el Sacramental de San Justo, el Sacramental de San Isidro, el Sacramental de San Lorenzo y San José, el parroquial de Carabanchel Bajo y el de los Ingleses, que fue fundado en 1854 y es dependiente de la embajada británica.
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LA CIUDAD LINEAL

Con el nombre de Arturo Soria conocemos hoy una calle que en otro tiempo fue arteria única de una experiencia urbanística que vertebraba una ciudad completa, distinta y distante de Madrid: la Ciudad Lineal. Su autor, Arturo Soria y Mata, figura entre los hombres que más han contribuido en la historia del urbanismo a replantear lo que hoy todavía sigue siendo una angustiosa exigencia del ciudadano que busca en la urbe no sólo el trabajo y la vivienda, sino que aspira a encontrar en ella el perdido equilibrio natural, donde el ocio, la cultura y el contacto con la naturaleza sean condicionantes de existencia plena, frente al mero subsistir que se produce en la gran metrópoli.


Calle de Arturo Soria en la actualidad

Ya desde mediados del siglo XIX, algunos políticos y urbanistas reclamaban para Madrid un crecimiento mucho más allá de los márgenes de la antigua cerca de Felipe IV que encorsetaba la ciudad.

Pero a pesar del derribo de esta cerca en 1868, el llamado Ensanche, proyectado por el urbanista Luis María de Castro, no pudo evitar la anarquía en la expansión de la ciudad, que crecía sin apenas control municipal. Las ideas higienistas y racionalistas originales que contemplaban un desarrollo ordenado, regulando las alturas de las construcciones y planificando áreas de esparcimiento, pronto, o no fueron tenidas en cuenta o fueron muy mutiladas. Además, se convirtió en un espacio predominante de la clase media.


Estatua de Arturo Soria en la calle de su nombre

Por su parte el extrarradio también crecía sin orden ni concierto, y la vivienda autoconstruida era la tónica dominante. Urgía pues la necesidad de construir casas económicas en estos arrabales aprovechando el menor precio del suelo, y así dar cobijo a la clase trabajadora que llegaba del entorno rural y cuyas condiciones económicas le impedían vivir en el centro urbano y tampoco eran las mas propicias para acceder a las casas del Ensanche.

Arturo Soria pensó que era posible crear una nueva ciudad en la que los principios higienistas, la racionalidad arquitectónica y la economía fueran la clave. Su propuesta intentaba corregir el gran problema de hacinamiento e insalubridad que castigaba al naciente proletariado madrileño.

Contrario a la planificación ortogonal, Soria propuso una ciudad lineal, en donde una calle principal —susceptible de extenderse sin límite, en función de las necesidades— sirviese de eje de comunicación y entorno a la cual unas pocas calles paralelas y otras perpendiculares enlazasen las viviendas con ésta.


Esquema de una ciudad lineal propuesto por Arturo Soria

Para que el proyecto saliera adelante, era necesario encontrar suelo barato fuera del contorno urbano. El único lugar posible estaba hacia la periferia Norte, donde además se encontraba la mayor parte de los suburbios obreros. No resultó sencillo, ya que muchos terrenos estaban en manos de especuladores, que retenían el suelo aguardando la lógica del crecimiento urbano hacia esa parte y la consiguiente revalorización del suelo.

Esta dificultad obligó a Soria a saltar por encima de la codicia acaparadora y edificar más allá, por lo que se hacía imprescindible disponer de un sistema de transporte capaz de hacer efectiva la movilidad de personas y mercancías desde la nueva ciudad del extrarradio al centro urbano.

El automóvil aún no se había inventado, y el ferrocarril, concretamente un tranvía que circulara por la vía principal de la ciudad lineal y uniera los núcleos urbanos que ya existían en la periferia, esto es, formando una corona urbanizada en torno a Madrid, era la solución.


Ciudad Lineal proyectada por Arturo Soria para Madrid

En 1982 se aprobó la línea de circunvalación, de 48 Km de longitud, que vendría a enlazar las poblaciones de Pozuelo, Carabanchel, Villaverde, Vallecas, Vicálvaro, Canillas, Hortaleza y Fuencarral.

La calle central de la urbanización, hoy Arturo Soria, se proyectó con un ancho de entre 30 y 40 metros y, en su calidad de eje y plataforma ferroviaria, articulaba funcionalmente el tejido residencial con los comercios, iglesia, lugares para el ocio, escuelas y, entre otras dotaciones, con las instalaciones sanitarias. Contaba igualmente con kioscos para los servicios de teléfono, vigilancia y salas de espera para los viajeros.

A uno y otro lado de este eje central se abrirían calles transversales de una anchura de 20 metros, y equidistantes entre sí unos 80 ó 100 metros; también se disponían de forma paralela otras calles de parecidas características, y acotando el exterior una franja de bosques aisladores de cien metros y a continuación campos de cultivo.


Plano de la Ciudad Lineal


Calle principal de la Ciudad Lineal

La edificación no ocuparía más de una quinta parte del terreno a fin de que el resto fuera ocupado por árboles, huertas y jardines. Asimismo las viviendas serían unifamiliares, con una altura no superior a tres plantas, con su porción de jardín, y aunque se proyectaron de tres tipos (de lujo, burgueses y obreros) y a tres precios distintos para diferentes estamentos sociales, no hubo ningún plan selectivo de ubicación. La única diferencia era su mayor o menor volumen. Estas preocupaciones sociales, inusuales para aquellos años, fueron posiblemente las que le hicieron perder las ayudas oficiales y que, desde un principio, fuera considerado un proyecto irrealizable. Soria no se desanimó y logró el dinero, creando una sociedad por acciones con una clientela de tipo medio, pero como contrapartida de los 50 km proyectados se ejecutaron sólo cinco.


Tipos de viviendas en la Ciudad Lineal

Para la promoción y realización de este proyecto Arturo Soria constituyó en 1894 la Compañía Madrileña de Urbanización (CMU), coincidiendo con la construcción de las primeras edificaciones. Poco después se realizaron los trabajos de explanación de la calle central y se realizó la plantación del arbolado, pues el componente ajardinado era un elemento muy significativo de la nueva propuesta de ciudad. Al finalizar el siglo sólo se había concretado una parte del proyecto original, consistente en un tramo de aproximadamente 5 Km. de longitud que unía la antigua carretera de Aragón, (hoy calle de Alcalá) y el Pinar de Chamartín. De igual modo, el ferrocarril previsto quedó reducido a un tranvía, inicialmente de tracción animal y luego de vapor, entre Chamartín y Cuatro Caminos. En 1899 otra línea de tranvía conectó la Ciudad Lineal con Ventas y, por último, en 1904 se completaba el tendido del tranvía de la C.M.U. entre un extremo y otro, consiguiendo reducir a una hora el tiempo que se tardaba en salvar la distancia que había entre Ventas y Chamartín. En 1909 se electrificó el conjunto de la línea.


Tranvías en la Ciudad Lineal

En 1911 contaba la Ciudad lineal con una población de 4.000 habitantes distribuidos en cerca de 700 viviendas, y funcionaban con normalidad un teatro, campos de deportes, un velódromo, plaza de toros, un parque de diversiones y un frontón. Sin embargo, después de la muerte de Arturo Soria y Mata en 1920, la C.M.U. entró en un periodo de progresiva decadencia económica que dio lugar a la alteración y banalización de la idea original, en un momento en el que, paradójicamente, otras naciones hacían viable la originalidad de Soria, como la planificación lineal de la nueva Unión Soviética en Stalingrado (1930), en Ámsterdam (1965) o los distintos proyectos de Cité linéaire industrielle de Le Corbusier.


Diversiones en la Ciudad Lineal

De los años cuarenta a esta parte, la Ciudad Lineal ha visto absolutamente alterada su fisonomía tanto física como vivencial. Por los años sesenta ya estaba más que avanzada la implacable y sistemática destrucción de tan pionera creación urbanística. Lo que la piqueta aún no había derribado, yacía en un abandono descorazonador. Sólo el tranvía, que en 1951 fue absorbido por la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y siguió funcionando hasta 1972, recordaba la función impulsora y vertebradora que el transporte desempeñó en el proyecto de Arturo Soria. Algún melancólico hotelito, la iglesia y pertinaces restos de las otrora riquísimas plantaciones arbóreas daban menguado testimonio de lo que fue la Ciudad Lineal.


La Ciudad Lineal en los años 50


Vivienda de la Ciudad Lineal en 1918 y en la actualidad

La arquitectura que ha ido surgiendo desde entonces hasta nuestros días no merece, en general, un juicio favorable precisamente.


Barrio actual de Ciudad Lineal

Hoy la Ciudad Lineal es el nombre de un distrito organizado administrativamente en los barrios de Ventas, Pueblo Nuevo, Quintana , Concepción, San Pascual, San Juan Bautista, Colina, Atalaya y Costillares.
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EL RÍO MANZANARES

El Manzanares, afluente por la derecha del Jarama, que a su vez es tributario del Tajo, nace en la Sierra de Guadarrama, en el Ventisquero de la Condesa, una zona de 2.010 m de altitud ubicada en la vertiente sur de la Cuerda Larga, cerca de la Bola del Mundo y el Cerro de Valdemartín. Desemboca en el término municipal de Rivas-Vaciamadrid después de un recorrido de 92 Km.


Ventisquero de la Condesa

Su fuente, formada por diferentes manantiales y neveros —acumulaciones de nieve que se mantienen hasta bien entrada la primavera—, se encuentra en el término de Manzanares el Real, municipio del que el río toma su nombre y al que se dirige después de descender por La Pedriza, un paraje de formaciones graníticas declarado Reserva de la Biosfera


La Pedriza

Antiguamente el Manzanares era conocido como Guadarrama, nombre reservado hoy en día para el río que va desde el Valle de la Fuenfría hasta el Tajo. En el siglo XVII, el Ducado del Infantado determinó cambiarle el nombre, por ser esta villa y su palacio el centro de su principal señorío.

En su primer tramo, el río discurre bravo, con aguas limpias y torrenciales, sobre un cauce estrecho y superficial, flanqueado por berrocales. Al llegar al paraje conocido como la Garganta Camorza se encajona entre formaciones rocosas de grandes proporciones, labrando sobre la piedra numerosas pozas y hoyas, que salva mediante cascadas y charcas usadas para bañarse por miles de madrileños a lo largo del verano. Tras cruzar el casco urbano de Manzanares el Real bordeando el castillo de los Mendoza, es retenido por el embalse de Santillana, que se construyó en 1907 para la producción de energía eléctrica y luego fue reconvertido para el suministro de agua potable. Después toma rumbo al término municipal de Colmenar Viejo, donde todavía se sigue comportando como un río de montaña.


El Manzanares a su paso por La Pedriza. Embalse de Santillana

Cruza a continuación el Monte de El Pardo, donde amplía su valle, en zona de encinar denso y adehesado. Aquí surte de aguas al embalse de El Pardo, que se construyó para regular las presas de canalización del río a su paso por Madrid. Atraviesa enseguida el pueblo de El Pardo, donde deja a la derecha el Palacio. Posteriormente forma un estanque, denominado Playa de Madrid, utilizado antiguamente como zona de baño; discurre junto a las áreas recreativas y deportivas de Somontes, Real Club de Puerta de Hierro, el Parque Deportivo Puerta de Hierro (antiguo Parque Sindical o "Charco del Obrero"), el Club de Campo Villa de Madrid y bordea el Hipódromo de La Zarzuela.


El Manzanares a su paso por El Pardo

Tras encaminarse hacia la Puerta de Hierro, cruza la carretera de La Coruña (A-6) y, a partir del Puente de los Franceses, entra en el casco urbano de Madrid y surca la ciudad canalizado, sorteando diferentes presas que regulan sus aguas para garantizar un flujo constante.

Fue en 1914 cuando empezaron las obras de canalización del río a su paso por la ciudad, con las que se pretendía mejorar las condiciones sanitarias de la zona y el deplorable aspecto que hasta entonces presentaba. La primera fase finalizó en 1925, encauzando el tramo comprendido entre el puente de los Franceses y el arroyo Abroñigal. El resto tuvo un tímido intento de reanudación en 1948 y definitivamente en 1974.


El Manzanares a su paso por El Parque Deportivo Puerta de Hierro

La regulación, conservación y mantenimiento en el tramo comprendido dentro del término municipal de Madrid es labor asumida por el propio Ayuntamiento. Un total de cinco depuradoras se encargan de que el agua vertida por la capital al río esté en las condiciones adecuadas: Viveros de la Villa, La China, Butarque, Sur y Sur Oriental.

A su paso por Madrid, el río cruza algunos puentes monumentales: el de San Fernando, el de los Franceses, el de la Reina Victoria, el del Rey, el de Segovia y el de Toledo. Y también otros puentes más funcionales como el de Praga y el de Andalucía o de la Princesa.

El Puente de San Fernando se encuentra en una zona próxima al Monte de El Pardo y al Hipódromo de la Zarzuela, junto a la A-6 y el llamado nudo de Puerta de Hierro, mediante el cual se conecta esta autopista con la M-30. La proximidad de estas carreteras dificulta tanto su visibilidad como su acceso. Fue construido en el siglo XVIII, durante el reinado de Fernando VI, para salvar el río y permitir el acceso hacia la Casa de Campo. Realizado enteramente en piedra de granito sobre seis ojos de medio punto, presenta diferentes elementos ornamentales, entre los que destacan las estatuas de San Fernando, que le presta su nombre, y de Santa Bárbara, ambas instaladas en el pretil y que fueron erigidas en honor de Fernando VI y de su esposa, Bárbara de Braganza. Hasta el último tercio del siglo XX, el puente servía de enlace entre la M-30 y la A-6, soportando un intenso tráfico. Tras la construcción de un viaducto en sus inmediaciones, que cumple este cometido, la circulación de automóviles está prohibida. En la actualidad, el Puente de San Fernando forma parte del anillo verde ciclista de Madrid.


Puente de San Fernando

El Puente de los Franceses se realizó entre los años 1860 y 1862, dentro de las obras de construcción de la línea férrea del norte. El proyecto corrió a cargo de los ingenieros franceses Biarez, Grasset y Ouliac, de quienes toma su nombre. Construido en ladrillo rojo, si bien el dovelado aparece recubierto con sillería de piedra de granito, se sostiene sobre cinco ojos, con forma de arco de medio punto, tres de los cuales se levantan directamente sobre el cauce del río. Dado su carácter ferroviario, presenta un aire funcional, caracterizado por la práctica ausencia de elementos ornamentales. Se encuentra al final de la avenida de Valladolid y en las proximidades de la antigua Estación del Norte, hoy denominada de Príncipe Pío y reconvertida en un gran intercambiador de transporte subterráneo y en centro comercial en superficie. Por extensión, también se conoce como Puente de los Franceses al nudo de calles y carreteras existente en sus inmediaciones y, en concreto, a los pasos elevados inaugurados en 1998.


Puente de los Franceses

Durante la Guerra Civil, el Puente de Los Franceses fue escenario de algunos momentos fundamentales en la defensa de Madrid, significando el bautismo de fuego de las Brigadas Internacionales, hechos que dieron lugar a una famosa canción utilizada por el bando republicano:

Cartel de las Brigadas Internacionales Puente de los franceses,
mamita mía,
nadie te pasa,
porque los milicianos,
mamita mía
¡qué bien te guardan!

Por la Casa de Campo,
mamita mía,
y el Manzanares,
quieren pasar los moros,
mamita mía
y no pasa nadie.

Madrid ¡qué bien resistes,
mamita mía,
los bombardeos!

De las bombas se ríen,
mamita mía,
los madrileños.

El Puente de la Reina Victoria sustituyó al antiguo Puente Verde (de madera) y fue construido en 1909 por José Eugenio Ribera Dutaste y Julio Martínez-Zapata Rodríguez. Está situado junto a la ermita de San Antonio de la Florida y conecta las calles de Aniceto Marinas y de la Ribera del Manzanares, paralelas al río. Se sostiene sobre dos bóvedas elípticas paralelas, realizadas en hormigón armado, que se unen al tablero mediante ejes verticales, que dejan al descubierto diferentes vanos, otorgando una gran ligereza al conjunto. Las corrientes modernistas de la época están presentes en sus elementos ornamentales, que se concentran preferentemente en el tablero. Sobre éste se sitúan cuatro jarrones y ocho farolas de hierro (dos y cuatro en cada extremo), en cuya base aparecen forjados diferentes osos rampantes, en clara referencia al escudo heráldico de Madrid. El pretil lo conforman varios balaustres de piedra, que se unen entre sí mediante una verja artística, igualmente realizada en hierro. Con la llegada de la Segunda República, recibió la denominación de Puente de Galicia. Una vez finalizada la Guerra Civil, recuperó su nombre original, que fue dado en honor a la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII.


Puente de la Reina Victoria

El Puente del Rey comunica la glorieta de San Vicente con la Casa de Campo y la avenida de Portugal. Fue edificado en el año 1816 por orden del rey Fernando VII, de quien toma su nombre. Su función era enlazar el casco urbano madrileño con los parques y jardines de la Casa de Campo, ubicados en la margen derecha del Manzanares. Construido enteramente en granito, está formado por cuatro arcos elípticos, custodiados en sus pilares por ocho tajamares, cuatro a cada lado. Éstos están rematados por puntas cónicas en la cara meridional del puente (aguas abajo) y piramidalmente en el lado septentrional (aguas arriba). Los elementos ornamentales son escasos, excepción hecha de una serie de medallones situados por debajo de la línea de imposta, en la vertical de los tajamares. En 2007, tras la reforma y soterramiento de la M-30, se prohibió la circulación de vehículos por el puente y el acceso es sólo peatonal.


Puente del Rey

El puente de Segovia, el más antiguo de la capital, atribuido a Juan de Herrera, se construyó entre 1572 y 1574, en tiempos de Felipe II, sobre el camino que llevaba a Segovia y para sustituir a otro anterior —la Puente Segoviana— del siglo XIV. Obra renacentista, consta de nueve arcos de medio punto almohadillados, de sillería de granito, con los pilares custodiados por tajamares rematados cónicamente y coronado por un sencillo antepecho con adornos esféricos de granito. En 1648, el arquitecto José de Villarreal procedió a la reparación del tablero superior y fue colocada en su frente una puerta ornamental, obra de Teodoro Ardemans, para darle mayor monumentalidad, que luego desapareció. En noviembre de 1936 fue volado por el bando republicano para evitar la entrada en Madrid de las tropas franquistas; tras la contienda, se procedió a la reconstrucción, se aumento la anchura y fueron construidos cuatro patines (dos a cada lado) y un embarcadero ubicado a sus pies, todo ello en el contexto de las obras de canalización del río. En los años sesenta, fue nuevamente reformado para facilitar la construcción de la autopista M-30, que hasta 2007, año en el que fue soterrada, pasaba por debajo de dos pasos elevados instalados en sus extremos, realizados en la línea del trazado del puente.


Puente de Segovia

Ya en tiempos de Felipe IV hubo un puente sobre el Manzanares en el camino de Toledo, que realizó José Villareal con planos Juan Gómez de Mora entre 1649 y 1660, y que era conocido con el nombre de Puente Toledana. Sin embargo, una crecida del río lo destruyó poco después, obligando a proyectar uno nuevo en 1671. Pero las desgracias continuaban y éste, a su vez, fue destruido por otra riada en 1680, por lo que fue necesario reconstruirlo, obras que llevo a cabo José de Arroyo y luego Teodoro Ardemans sobre diseño de José del Olmo. El actual, construido con sillares de granito en estilo barroco churrigurresco, y que enlaza las glorietas de Pirámides y del Marqués de Vadillo, se erigió en 1732 por Juan del Olmo, con decoración de Pedro de Ribera. Tiene nueve ojos con sólidos contrafuertes y tambores que se rematan en balconcillos. En la zona central se encuentran dos hornacinas o templetes que contienen las estatuas en piedra caliza de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza del escultor Juan Alonso Villabrille.

En 1972, dentro del proyecto de construcción de la autovía de circunvalación M-30, y dada la situación de deterioro del Puente de Toledo, se iniciaron las obras de dos pasarelas paralelas laterales de desdoblamiento, proyectadas por Fernández Casado, que permitieron liberarlo de la carga de tráfico que soportaba y peatonizarlo. No obstante, la autopista discurría paralela a ambos lados del río y dejó marcado el entorno, situación que ha sido mejorada con su soterramiento en el año 2007


Puente de Toledo

El Puente de Praga se incluyo en las obras de la primera fase de canalización del río Manzanares que se iniciaron en 1914. Se encuentra en la calle de Santa María de la Cabeza en el camino hacia la autovía de Toledo (A-42). Fue destruido en la Guerra Civil y luego reconstruido. Desde entonces recibió el nombre —no popularmente— de Puente de los Héroes del Alcázar de Toledo hasta el 2009, año en el que ha vuelto a recuperar oficialmente su designación primitiva.


Puente de Praga

En 1909 se inauguró el puente de la Princesa o de Andalucía que unía Legazpi con la hoy glorieta de Cádiz, en la salida a Andalucía, realizado por el ingeniero Machimbarrena en hierro, pero pronto quedo pequeño por el aumento de la circulación y fue sustituido en 1929 por otro de hormigón, que a su vez fue de nuevo reemplazado décadas después.


Puente de la Princesa

Algunos puentes han desaparecido, como el Pontón de San Isidro o de los Pontones, frente a la ermita de San Isidro. Era de barcas y se cobraba por utilizarlo. Unos versos hacen alusión a ello:

Ponton Con el cobre que el Pontón
a los madrileños saca
hay para hacer un puente
¡pero un gran puente de plata!

Por La Florida, en la hoy calle de Aniceto Marinas, hubo otros dos puentes para cruzar el río. Uno de ellos pontón, el de Garrido, por un vado allí existente, y el otro, muy cerca de San Antonio de la Florida, el del Abanico, que servía para que las lavanderas cruzaran el río.

Desde el establecimiento de la capitalidad en Madrid en el siglo XVI hasta bien entrado el XX, las márgenes del río eran utilizadas como lavaderos de ropa a su paso por la ciudad. A fines del siglo XIX llegaron a trabajar en los lavaderos nada menos que 4000 lavanderas. En la glorieta de San Vicente fundó la reina María Victoria, esposa de Amadeo I, el llamado Asilo de Lavanderas, para acogerlas cuando estuvieran enfermas y para que pudieran dejar a sus hijos menores de cinco años mientras ellas lavaban la ropa. Luego fue trasladado al paseo Imperial, esquina al de los Pontones. En 1926 las obras de canalización del río acabaron con los lavaderos.

Asilo de lavanderas

Las obras de soterramiento de la M-30 que culminaron en 2007, dejaron al descubierto restos de las antiguas instalaciones de la llamada Casa-Lavadero de Policarpo Herrera (que entró en funcionamiento en 1831), junto al Puente de Toledo, y de otras dos casas de lavandería entre los puentes del Rey y de Segovia, así como algunos canales artificiales, excavados en paralelo al cauce del río para facilitar las labores de las lavanderas.


Lavaderos junto al Puente de Segovia

La ropa de lavar era recogida y devuelta a domicilio por los esportilleros, que se encargaban de todo tipo de portes y cuya procedencia era tradicionalmente asturiana. Al caer la tarde cuando las lavanderas —muchas de ellas gallegas— concluían su jornada y aparecían los esportilleros a recoger la ropa lavada, se entablaban las lógicas relaciones entre los trabajadores de ambos sexos y con frecuencia se organizaban bailes y festejos propios de sus lugares de origen, hasta el punto de que las riberas del Manzanares se convirtieron en su lugar de cita habitual, incluso para los domingos y días festivos en los que no se lavaba, y muchos eran los puestos de bebidas y tenderetes instalados para las celebraciones. La Popular sidrería asturiana Casa Mingo, junto a la ermita de San Antonio de la Florida, es el último eco de aquellas reuniones de carácter regional.

Hasta el año 2007, como ya hemos comentado, el río atravesaba la ciudad pegado en sus dos márgenes, a la autopista Calle 30 —antes M-30—. El soterramiento de esta vía ha supuesto la recuperación de sus riberas y la creación de una gigantesca zona verde de un millón de metros cuadrados, con grandes zonas ajardinadas y una playa junto al antiguo Matadero.

También en tiempos antiguos los madrileños se bañaban en el Manzanares, aunque era un hilillo tan delgado que daba lugar a la chanza:

Bañistas en la zona de Viveros






Manzanares, Manzanares,
pocas aguas hay en ti
para templar los ardores
de los hijos de Madrid







En 1651, Jerónimo de Barrionuevo, en sus cartas o avisos al deán de Zaragoza para mantenerlo informado de todo cuanto ocurría en la Corte, escribe: "...hombres y mujeres en pelota, medio vestidos y desnudos, que con la diversidad entretenían, haciendo renacuajos entre arena y merendando en islotes y bajíos que se levantaban". A la jarana del sotillo, a ver los chapuzones en el Manzanares, más o menos consentidos por los alguaciles, acudían muchos mirones, y hasta el rey y su séquito.

Bañistas junto al Puente de los Franceses






No vayas Gil al sotillo
que yo sé
quien novio al sotillo fue
y volvió hecho novillo







En 1835 incluso se abrió un balneario, "Portici", en el Soto de Migas Calientes, donde ahora están los viveros municipales, al que luego se añadieron los del Arco Iris, La Estrella, El Sol, Oriente, Los Jerónimos... A mediados del siglo XIX, Madrid contaba con 19 casas de baños públicos, y en 1867 con 181 establecimientos con separación de sexos. Los soldados se bañaban en La Florida en sitio propio.

El río Manzanares, tras un recorrido de 30 Km por Madrid, esto es, la tercera parte de su longitud total, sigue su camino, cruza Perales del Río, donde forma diferentes vegas, y se encamina hacia Rivas-Vaciamadrid, junto a los cantiles y cortados de La Marañosa, prácticamente en paralelo con el río Jarama, al que finalmente tributa cerca de la Presa del Rey.


Desembocadura del Manzanares en el Jarama

El curso alto del río, desde su nacimiento hasta el Monte de El Pardo, se encuentra protegido dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. E igualmente el bajo en el Parque Regional del Sureste. En términos generales, puede afirmarse que el único tramo del río que no se encuentra protegido es el que discurre por el casco urbano de Madrid.

Varios son los afluentes —casi todos arroyos y riachuelos— del Manzanares. En la parte alta, el primero que vierte sus aguas en el río es el arroyo de Valdeartín, en el término de Manzanares el Real. Sin abandonar este municipio, posteriormente se le une el arroyo de Simón de los Chorros, a 1.300 metros de altura, que, a su vez, recibe al arroyo de La Mata. Cien metros de altitud más abajo, le tributa el arroyo de Los Hoyos de la Sierra, llamado antiguamente el arroyo del Cuervo, que recoge, a su vez, las aguas de los arroyos de La Covacha y El Chivato. Más adelante, confluyen los arroyos de La Garganta y de La Majadilla. A la altura del embalse de Santillana, se encuentra con el río Samburiel, uno de sus principales afluentes, regulado en el embalse de Navacerrada. También es tributario el Arroyo Mediano, que proviene del término de Soto del Real.


Afluentes del Manzanares

En su curso medio, procedentes de la Sierra del Hoyo de Manzanares, llegan los arroyos de Manina y Trofa, que desembocan en el río a la altura del Monte de El Pardo. Dentro de este paraje también los arroyos de La Nava, de Tejada y de La Zarzuela. En lo que respecta al casco urbano de Madrid, el Manzanares recibe los arroyos —actualmente canalizados o soterrados— de Meaques, de Abroñigal y de Butarque, que nacen en montes bajos.

Arroyo Meaques

El afluente más importante en su curso bajo es el arroyo Culebro, corriente de unos 28 Km de longitud, que discurre por Leganés, Fuenlabrada, Pinto y Getafe y que desemboca en este último municipio.


Arroyo Culebro

El río Manzanares, a pesar de su escasa relevancia geográfica, ha tenido una gran importancia histórica, fruto de su estrecha relación con Madrid. De hecho, la ciudad surgió como una fortaleza musulmana en el siglo IX para defender el camino existente junto al río, amenazado por el avance de los reinos cristianos durante la Reconquista. Mucho antes, en la Prehistoria, el río había acogido una intensa actividad humana, no sólo en el actual término de Madrid, sino también en otros puntos de su curso. Existen yacimientos arqueológicos que evidencian la presencia de pobladores en sus terrazas desde la época paleolítica.

El río también ha sido un tema literario recurrente para poetas, novelistas y periodistas. Y muchas veces objeto de burla.

Francisco de Quevedo decía así en uno de sus poemas:

Las mozas en cueros vivos



Manzanares, Manzanares,
arroyo aprendiz de río,
tú que gozas, tú que ves
en verano y en estío
las viejas en cueros muertos,
las mozas en cueros vivos.





Tirso de Molina, por su parte, arremetía contra el río madrileño de esta forma:

Imagen depauperada del río Manzanares en las primeras décadas del siglo XX


Título de venerable
merecéis aunque pequeño
pues no es bien viéndoos tan calvo
que os perdamos el respeto.
Como Alcalá y Salamanca
tenéis, y no sois colegio,
vacaciones en verano
y curso sólo en invierno




De Alejandro Dumas, viajando por Madrid, se cuenta que después de haber bebido medio vaso de agua, ofrecido por un típico aguador, arrojó al Manzanares el resto diciendo: "Tiene más sed que yo".

Un embajador extranjero lo castigaba afirmando pomposamente que era el único río del orbe "navegable en coche y caballo".


Imagen bien distinta del Manzanares actual

Goya lo inmortalizó con mucha más benevolencia. Es el caso de los famosos cuadros de La pradera de San Isidro, Baile a orillas del Manzanares o La merienda, en los que se muestra a los habitantes de Madrid con indumentaria tradicional en actividades tales como juegos, romerías o verbenas en las márgenes del río. El pintor aragonés vivió sus últimos años madrileños antes de partir para Francia en la Quinta del Sordo, finca que estuvo situada a orillas del Manzanares, en la actual calle Saavedra Fajardo, en el arranque del camino a la Ermita de San Isidro. Allí el genial pintor dejo plasmadas en sus paredes las llamadas "pinturas negras".


Cuadro de La Merienda, de Goya. Merienda en la pradera

San Isidro laboró en las tierras de Colmenar, y muy cerca del río Manzanares obró el milagro de hacer brotar un manantial de agua fresca para calmar la sed de su amo, Iván de Vargas, en una visita de éste a sus fincas. El manantial sigue brotando junto a la castiza ermita del Santo que allí se edificó, al final de la calle 15 de Mayo, y según la tradición tiene poderes curativos.


Fuente de San Isidro

Ya desde tiempos de Juan II, a fines del siglo XV, tuvo el Manzanares soñadores que creían que de aportarle aguas de otras procedencias y hacerlo navegable, tendría más porvenir la villa madrileña. Estos anhelos cobraron fuerza en el año 1.580, cuando Felipe II es coronado rey de Portugal y encarga a Juan Bautista Antonelli un proyecto para tratar de realizar un canal de navegación que uniera Madrid y Lisboa, pasando por Vaciamadrid. De ahí a Aranjuez y luego a Toledo por el Tajo, hasta finalmente llegar al Atlántico en Lisboa. Pero diferentes problemas de propiedad, así como el enorme coste de la obra, hicieron que todos los proyectos fueran suspendidos.


Mapa del Real Canal del Manzanares

No será hasta el año 1770 cuando Carlos III volvió a retomar el tema de la navegabilidad del río y aprobó la construcción del Real Canal del Manzanares, un ambicioso proyecto que pretendía hacer el río Manzanares navegable hasta el Guadarrama, y desde allí a Aranjuez, donde el canal se dividiría para ir a Lisboa por el Tajo y por otro canal a Sevilla, según proyecto de Isidro González Velázquez. Tres mil quinientos operarios llegaron a trabajar en la obra, pero debido a dificultades técnicas y de presupuesto de diversa índole, sólo se construyó hasta la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid. Aun así, llegó a tener un caudal importante y a lo largo de su recorrido se levantaron diez esclusas que tenían un tamaño medio de 24 metros de largo por 4,5 metros de ancho, además de siete puentes, y junto a cada esclusa se construyeron casetas donde vivían los empleados del Canal y molinos para aprovechar la fuerza motriz del agua.


Chalupa

Discurría paralelo al río por su margen izquierda, y junto al puente de Praga estaba situado su punto más importante, "el embarcadero", con dársenas, almacenes y talleres. En 1818 se hicieron obras de ampliación, fundamentalmente estéticas, y se colocó en la cabecera (junto al puente de Toledo) un león de mármol sobre un pedestal flanqueado por sendas columnas de Hércules, mientras que dos escaleras de granito descendían hasta los paseos que corrían junto al canal. También se construyó una puerta que daba al paseo de Santa María de la Cabeza con una verja de hierro con alegorías del comercio y la navegación. Se mantuvo en funcionamiento hasta 1830, y finalmente, abandonado y descuidado, se cegó en 1859 por ser un foco continuo de epidemias. Sobre él se abrieron los paseos de Yeserías, de la Chopera y del Molino.


Cabecera del Real Canal del Manzanares

Sus restos aún se pueden contemplar. En la ribera del Manzanares se puede observar la longuera del antiguo Canal y algunas estructuras para el trasiego de agua entre sus compuertas. La Cuarta Esclusa con la casa del peón conservador es el resto más llamativo. También son apreciables los restos de las esclusas quinta hasta la décima y última, así como diferentes puentes y acueductos.


Restos del Real Canal del Manzanares

Para regular las aguas del canal se empezó a construir en 1787 la presa de El Gasco, que toma su nombre del Monte de El Gasco, situado en el término municipal de Torrelodones, en la margen izquierda del río Guadarrama. Obra también inacabada y diseñada por el ingeniero de origen francés Carlos Lemaur, su ejecución estuvo marcada por los avatares y las continuas dificultades, como el suicidio del propio Lemaur, al que sucedieron sus hijos en la dirección del proyecto; la precariedad económica, que condicionó los plazos de cumplimiento; una epidemia de paludismo, que acabó con la vida de numerosos trabajadores, todos ellos presidiarios que cumplían de ese modo su condena, y serias dudas sobre su seguridad, que apuntaban a que quizá se hubiese venido abajo antes o después, incluso en pleno periodo de construcción. Esta se abandonó definitivamente en 1799, después de que una fuerte tormenta derrumbara parte del muro frontal, cuando se llevaban 53 m construidos.

La Presa de El Gasco fue diseñada, en su momento, como la más alta del mundo, con 93 m. Sólo se conserva un lienzo de 53 m de altura y 251 de longitud. La anchura oscila entre los 72 m de la base y los cuatro de la parte superior. La cara septentrional, situada aguas arriba, presenta un buen estado de conservación. Tiene una inclinación de 60º. El lado meridional se encuentra arruinado, tras el derrumbe sufrido en 1799, que dejó al descubierto sus juntas laterales y muros transversales. En esta parte, la presa roza la vertical.


Presa de El Gasco

Todo el conjunto está construido en mampostería de piedra de granito, al igual que otras edificaciones situadas cerca de su enclave, como los pabellones que sirvieron de residencia a los ingenieros.
INDICE

LA CASA DE CAMPO

La Casa de Campo, el mayor parque público de Madrid, con una extensión de 1.722,6 hectáreas, está situado al oeste de la ciudad, en el distrito de Moncloa-Aravaca.

Fue propiedad histórica de la Corona Española y coto de caza de la realeza. Tras la proclamación de la Segunda República, fue cedida por el Estado al pueblo de Madrid el 1 de mayo de 1931, estando desde entonces abierta al público.

Los terrenos que ocupa la Casa de Campo, como toda la orilla derecha del río Manzanares, fueron habitados por el ser humano desde la época paleolítica. De la época romana es de destacar el municipio de Miacum, que algunos sitúan dentro de los límites del parque y de cuyo nombre derivaría el del actual arroyo Meaques. A partir del siglo IV toda la zona central de la península entra en decadencia y, al llegar los árabes en el siglo VII, el área prácticamente se despuebla, situación que comenzaría a cambiar con la fundación por Muhammad I, a mediados del siglo IX, de Magerit, la fortaleza que daría origen a Madrid.


Palacio de los Vargas en 1561

A finales del siglo XIV, Enrique III designa el monte de El Pardo como Residencia Real, lo que a la larga influyó en la posterior designación de Madrid como capital siglo y medio después. Es entonces cuando una serie de familias nobles residentes en la ciudad afianzan su poder mediante la compra de tierras en su entorno. Y es en 1519 cuando Francisco de Vargas, perteneciente a uno de los linajes nobiliarios más antiguos del Madrid medieval y miembro del Consejo de Castilla en tiempos de los Reyes Católicos, construye una casa de campo en los terrenos que posee su familia en la margen derecha del río Manzanares, y que daría nombre al parque actual.


Felipe II

Antes de producirse el traslado de la corte a Madrid en 1561, Felipe II, gran aficionado a la caza y conocedor de la riqueza cinegética del monte de El Pardo, se propuso la adquisición de terrenos que le permitieran unirlo mediante un gran bosque —Real Casa de Campo— al antiguo Alcázar, donde hoy se levanta el Palacio de Oriente. Y para conseguirlo, ordenó en 1559 la compra a Fadrique de Vargas de su casa de campo familiar y los terrenos colindantes, con la intención de transformarlos en zona de recreo y reserva de caza para uso exclusivo de la familia real. En años posteriores se añadirían las fincas de San Fernando, San Juan, Santa Bárbara y San José, que cambiaron sus nombres por los de Torrecilla, Casa del Portillo, Cobatillas y Rodajos, y que se repoblaron con todo tipo de árboles: álamos, chopos, sauces, encinas, etc. Y años más tarde las de Los Pinos y del Ángel


Antiguo palacete de los Vargas en 1931

Entre 1562 y 1567 se desarrollaron los trabajos que transformaron la antigua residencia de los Vargas, junto al puente del Rey, en una villa-palacete de recreo, proyecto que dirigió el arquitecto Juan Bautista de Toledo y en el que colaboraron el jardinero italiano Jerónimo de Algora y el holandés Pierre Jase, que se encargó de construir varios estanques y las canalizaciones necesarias para abastecerlos desde el arroyo de Meaques. Todos ellos se llenaron de aves acuáticas, de peces de colores y de carpas, y algunos eran navegables con góndolas y falúas traídas desde Italia. El llamado Estanque Grande dio lugar en el siglo XIX al actual lago de la Casa de Campo; los otros fueron desecados, incluso uno de poca profundidad que solía helarse en invierno y que era utilizado como pista de patinaje.


El palacete en la actualidad

En el palacete se respetó el antiguo escudo de los Vargas, que aún figura en el actual edificio, y que no es el original, ya que éste fue destruido durante la Guerra Civil. Frente a su fachada norte tenía un jardín geométrico de parterres y se levanto una especie de galería o lonja con estancias abovedadas y abiertas al exterior a través de unos arcos. Y una gruta artificial que aún se conserva, pero sin el aditamento de una estatua de Neptuno, escoltada por las de Diana y Venus, que tuvo originalmente.


Restos de la gruta de la Casa de Campo

Otros jardines junto al palacete eran los situados en un lugar denominado El Reservado, y dentro de él la llamada Leonera, con multitud de fieras salvajes: leones, tigres, osos, elefantes, etc. Una parte de estos jardines son aún visitables, con un horario restringido; el resto se transformó en 1840 en vivero de árboles, y a finales del XIX al cultivo de flores.


Entrada a El Reservado

También, a un lado del palacete, se hallaban diferentes edificaciones para el servicio, y detrás, la fuente del Águila, actualmente en el patio de la Universidad de María Cristina, en El Escorial.

La llamada Huerta de La Partida, en el ángulo sureste, ya existía en tiempos de los Vargas. Con el paso del tiempo perdió su función, y en 1928 se estableció sobre sus terrenos una parcela de experimentación de plantas medicinales. En 2007 se inauguró una recreación de la zona, en la que se han plantado 837 ejemplares de árboles frutales ordenados en hileras, cuyos troncos están pintados de cal como era tradicional antiguamente.


Huerta de La Partida

Durante el reinado de Felipe III, la Casa de Campo, además de lugar de recreo y caza, es dedicada al cultivo agrícola y a la cría de ganado, aves y peces, con el fin de que el recinto tuviera independencia económica. Y se encarga la reforma del palacete y los jardines al arquitecto Juan Gómez de Mora. También se instala junto a la fachada norte del palacete la estatua ecuestre del rey que desde 1848 se encuentra en la Plaza Mayor, comenzada por el escultor Juan de Bolonia y concluida a su muerte por su discípulo Pietro Tacca.


Palacete de la Casa de Campo en 1634

Durante el reinado de Felipe IV, el interés por la Casa de Campo decrece en favor del Palacio del Buen Retiro, inaugurado en diciembre de 1633, que llegó a convertirse en su segunda residencia y en lugar de celebración de toda clase de actos y vida galante de la Corte.

A finales del siglo XVII y principios del XVIII la posesión real de la Casa de Campo entró en decadencia, a la que contribuyó su mala administración.

Con la llegada de la dinastía de los Borbones, Felipe V, acostumbrado a la corte francesa, introduce las modas de aquel país en la Casa de Campo y en 1720 ordena la remodelación de los jardines. Su hijo Fernando, siendo aún infante, proporciona la que posiblemente sea su mayor ampliación, adquiriendo más de mil hectáreas hacia el norte y hacia el oeste, lo que quintuplica la extensión del recinto. Ya como rey, Fernando VI la declara Real Sitio y ordena construir el Puente de San Fernando, en una zona próxima al Monte de El Pardo y al Hipódromo de la Zarzuela, para salvar el río Manzanares y tener acceso por esa zona, y también la tapia perimetral de ladrillo y mampostería, con albardillas de granito en la parte superior, que perdura en la actualidad.


Tapia de la Casa de Campo

Durante el reinado de Carlos III se produjo el apogeo en la productividad de la Casa de Campo, con nuevos cultivos y sistemas de riego para hacerla autosuficiente, y la construcción del Puente de la Culebra, obra de Sabatini, quizá el elemento arquitectónico más importante del Parque en la actualidad. Se encuentra en la zona conocida como El Zarzón, en el vértice suroeste del recinto, donde una pequeña presa remansa las aguas del arroyo Meaques dando lugar al conocido como Estanque Chico, rodeado de zarzas y espesa vegetación.

De Sabatini era también la iglesia de La Torrecilla, que tras sufrir graves daños durante la Guerra de la Independencia y quedar completamente destruida durante la Guerra Civil, sólo pueden adivinarse en la actualidad los cimientos.


Puente de la Culebra

Poco se hizo después. Carlos IV abrió avenidas y plazas que unían los distintos edificios del recinto. Con la invasión francesa se produjeron numerosos desperfectos en el arbolado y en la casa-palacio, aunque José I encargó al arquitecto Juan de Villanueva la construcción de un pasadizo abovedado que comunicaba directamente el Palacio Real con una de las entradas, por donde poco después, con Fernando VII, se trazó sobre el Manzanares el Puente del Rey.


Entrada a la Casa de Campo por la puerta del Rey en 1892

En 1834, durante la regencia de María Cristina de Borbón, la integridad de la Casa de Campo corrió serio peligro al presentarse un proyecto de edificación de un nuevo pueblo, La Real Cristina, que había de construirse sobre toda su extensión, y que afortunadamente no se hizo. Isabel II impulsó un proyecto para renovar el arbolado, y de su época es la principal fuente ornamental del parque, llamada de Isabel II, erigida originalmente en la calle San Bernardo para inaugurar el Canal de Isabel II y que, tras ser trasladada a la Puerta del Sol y posteriormente a la glorieta de Cuatro Caminos, terminó allí recalando.


Arboleda en la Casa de Campo

En 1876, durante el reinado de Alfonso XII, se construyó un nuevo lago de patinaje, y dos años después, en 1878, el recinto sufrió un pavoroso incendio en medio de una de las peores sequías que se recuerdan en España. Murió un jornalero, 900 fanegas de superficie fueron arrasadas y 1.013 árboles destruidos. Todo el personal de la Casa de Campo se movilizó, consiguiendo que el incendio no fuera a mayores, por lo que, en prueba de agradecimiento por su arrojo, el rey les concedió diez pesetas por cabeza.

Con Alfonso XIII siguió siendo un parque cerrado para uso y disfrute exclusivo de la realeza, hasta que con la instauración en 1931 de la Segunda República, un Decreto del Ministerio de Hacienda dispuso ceder la hasta entonces posesión real al Ayuntamiento de Madrid. El 1 de mayo, Indalecio Prieto, entonces ministro de Hacienda, hizo entrega al pueblo de Madrid, representado por su alcalde, Pedro Rico, de la Casa de Campo. Unos 300.000 madrileños acudieron a celebrarlo, entrando el pueblo llano en el recinto por primera vez.


El pueblo entra por primera vez en la Casa de Campo

Durante la Guerra Civil fue frente de guerra durante casi toda la contienda, siendo aun visibles en su interior numerosos restos de trincheras y fortines. En el conocido cerro de Garabitas, estuvieron emplazadas las posiciones artilleras de los rebeldes que bombardearon diariamente la ciudad durante 30 meses. Hasta 1946 no se reabriría de nuevo al público.


Un brigadista ayuda a un herido en la Casa de Campo

En 2007 se prohibió definitivamente el tráfico rodado por la Casa de Campo a través de la carretera de Rodajos, única hasta entonces por la que en horario restringido podían circular los automóviles.

La Casa de Campo, con la excepción de algunos cerros (el más alto el de Garabitas) presenta por lo general un relieve ondulado de suaves colinas, con varios valles de oeste a este por los que transcurren arroyos hasta su desembocadura en el Manzanares. La mayoría son estacionales y sólo dos de ellos tienen permanentemente agua: el de Meaques, al sur, con varias represas artificiales en su recorrido hasta la glorieta de Patines, a partir de la cual está entubado hasta su desembocadura en el Manzanares, y el de Antequina, al norte.


Arroyo Antequina

La vegetación natural de la Casa de Campo es el encinar, y bajo sus ramas: espino, endrino, escaramujo, romero, tomillo, esparraguera, siempreviva, cantueso, torvisco y sobre todo retama. Pero a lo largo de su historia se ha repoblado con distintas especies arbóreas ajenas al lugar, especialmente pinos, y también álamos, castaños, chopos, plátanos de sombra, fresnos, robles, moreras, ailantos, acacias, cedros, tejos, sauces…


Variada vegetación en la Casa de Campo

Cerca del lago pervive un ejemplar de taray, clásico árbol de ribera, de 250 años de antigüedad. Y junto a los arroyos también hay que destacar la presencia de zarzas, que han dado nombre al arroyo de la Zarza y a la zona del Zarzón.

En la Casa de Campo se han censado 133 especies distintas de vertebrados (87 de aves, 20 de mamíferos, 14 de reptiles, seis de anfibios y otras tantas de peces). Muchos de estos animales, como en otros parques, están acostumbrados a la presencia del ser humano, del que en muchos casos admiten la comida que les ofrece. Como curiosidad, también se encuentran cotorras argentinas, introducidas por el hombre como animales de compañía y que forman grandes nidos en la copa de los árboles. Y en algunas ocasiones jabalís que, procedentes del monte de El Pardo, se atreven a penetrar en la ciudad.

Entre los cientos de insectos, mención especial para los saltamontes, los escarabajos y las mariposas.


Gorriones y conejos, habituales de la Casa de Campo

El acceso a la Casa de Campo se puede realizar en autobús, en Metro (estaciones de Casa de Campo, Lago o Batán), en automóvil (sólo por la avenida de Portugal, para llegar a los aparcamientos situados junto al Parque de Atracciones) y andando o en bicicleta por once puertas: las del Río o del Rey y la de Moreras al este; las del Batán, de la Venta, del Dante, Grande y del Ángel al sur; y las de Aravaca, de Somosaguas, de Rodajos y del Zarzón al oeste, desde donde también hay entrada por media docena de portillos.


Plano de la Casa de Campo

En la casa de campo se encuentran situadas diversas instalaciones:

El Parque de Atracciones, abierto en 1969 en la zona de Batán.

El Zoológico, cuyo germen data del año 1770, en la Casa de Fieras del Retiro, fundada por Carlos III. Tiene acceso por la avenida de Portugal y fue inaugurado en 1972.


Parque de Atracciones de la Casa de Campo


Zoo de la Casa de Campo

El Teleférico, que conecta la zona central de la Casa de Campo con el terminal situado en el Paseo del Pintor Rosales, junto al Parque del Oeste, al otro lado del río Manzanares. Dispone de ochenta cabinas que recorren 2,5 Km.

Algunos recintos de IFEMA (Institución Ferial de Madrid) situados junto a la avenida de Portugal. El antecedente de estos pabellones fue la Feria del Campo, que se inició en 1950 con la construcción de una serie de edificaciones representativas de las distintas partes de España, algunas ahora reconvertidas en restaurantes, denominándose a la zona Paseo de la Gastronomía. Pero el origen se remonta a 1919, cuando se cedió a la Asociación de Ganaderos del Reino una parcela, en el mismo emplazamiento, para exposición y concurso de ganado.


Teleférico y antigua Feria del Campo

La Venta del Batán, lugar tradicional de encierro de los toros en los días previos a su lidia en la Plaza de Toros de Las Ventas. Aquí podían ser visitados por el público, pero desde hace unos años no se permite su exposición pública debido a la enfermedad de la lengua azul. En sus instalaciones está la Escuela de Tauromaquia de Madrid.

El pabellón multiusos Madrid Arena, construido como parte de las instalaciones previstas para la candidatura olímpica Madrid 2012. Se levanta en el solar antes ocupado por un estadio al aire libre que era conocido popularmente como el rockódromo, por celebrarse en su recinto especialmente conciertos de rock.


Venta del Batán y polideportivo Madrid Arena

El Lago, único de los antiguos estanques que no fue desecado. Dispone de un embarcadero donde es posible alquilar barcas de recreo o subirse en un pequeño barco a motor. También hay una escuela de piragüismo.


El Lago de la Casa de Campo

Diferentes instalaciones deportivas populares, situadas en su mayoría alrededor del Lago, como las canchas de tenis, inauguradas en. También hay un circuito de footing, una piscina municipal y un circuito de bicicletas de 11,5 kilómetros.
INDICE

LAS ESTACIONES Y LÍNEAS FERROVIARIAS HISTÓRICAS

La Estación de Atocha

El 9 de febrero de 1851, tres años después de la entrada en servicio del ferrocarril Barcelona-Mataró (el primero que circuló en España), fue inaugurada la estación de Atocha con el nombre de Estación del Mediodía (del Sur) o Embarcadero de Atocha. Era la primera en Madrid. Su finalidad era unir la capital con el palacio de la reina Isabel II, en el Real Sitio de Aranjuez. Ese día, una enorme multitud se concentró en los alrededores de la estación y en el vecino cerrillo de San Blas para asistir a la salida del tren que, con Isabel II como principal pasajero, había de inaugurar la línea. Los madrileños comenzaron a llamarla "tren de la fresa" por hacerse en ella el transporte de la mencionada fruta.


Inauguración del Embarcadero de Atocha en 1851

En 1856, la compañía ferroviaria MZA (Madrid a Zaragoza y Alicante) se hizo cargo de ese primitivo embarcadero para convertirlo en la cabecera de una línea que uniría Madrid con Levante. En el año 1864 un incendio destruyó gran parte de su estructura, y fue el desencadenante para que la MZA encargara al ingeniero francés Lenoir la construcción de una nueva estación, que sería inaugurada en 1865.


Primitivo Embarcadero de Atocha

Pero la espectacular expansión que tuvo el ferrocarril durante esos años, hizo que pronto quedara pequeño el edificio de Lenoir, por lo que la MZA se planteó la construcción de otra nueva estación, inaugurada en 1982 y realizada bajo la dirección de Alberto de Palacio, un colaborador de Eiffel. La cubierta de hierro se construyó en Bélgica y el conjunto quedó cerrado por el extremo que da a la glorieta del Emperador Carlos V con la característica fachada, considerada una obra de arte de la arquitectura ferroviaria decimonónica.


Edificio de Lenoir para la Estación de Atocha

Se trata de uno de los mejores ejemplos de arquitectura de hierro existente en España. La estación consta de dos cuerpos de ladrillo entre los que se abre el amplio espacio de los andenes, cubiertos por bóveda de gran vuelo, y cortado perpendicularmente por la vidriera, verdadero encaje de hierro y cristal. Este amplio frente está coronado por un globo terráqueo entre figuras de animales fantásticos, también en hierro. En los remates de los cuerpos laterales puede verse la inscripción: "Madrid-Zaragoza-Alicante", compañía a la que siguió perteneciendo hasta que en 1941 fue nacionalizada e integrada en el monopolio estatal de la RENFE.


Estación de Atocha

Entre los años 1985 y 1992 se hizo en ella una importante ampliación y remodelación, obra del arquitecto Rafael Moneo, para que acogiera una nueva terminal situada detrás de la antigua estación, con capacidad para trenes de cercanías, de largo recorrido y de alta velocidad (Puerta de Atocha). El viejo edificio, ya sin andenes, fue convertido en un espacio comercial con tiendas, bares y un jardín tropical cubierto por la vieja bóveda de 4.000 metros cuadrados, y que está poblado por más de 500 especies, entre ellas plantas carnívoras, acuáticas, peces de colores y sus famosos galápagos.


Estación de Atocha en 1941

La fachada original de la marquesina histórica del siglo XIX da a la Plaza del Emperador Carlos V (popularmente de Atocha), y todo el complejo ferroviario se extiende en la porción de terreno delimitado al norte por la avenida de la Ciudad de Barcelona y al sur por la Calle de Méndez Álvaro. Los dos elementos más característicos de la ampliación son la torre del reloj que integra las nuevas instalaciones con la antigua estación, y el edificio de planta circular que sirve de acceso a la zona de Cercanías.


Panorámica de la Estación de Atocha

En 2004, fue uno de los escenarios, junto a las estaciones de El Pozo y Santa Eugenia, de los atentados islamistas del 11-M que quitaron la vida a 191 personas, y de su intensa respuesta popular, acontecimientos clave en la historia española. En 2007 se inauguró un monumento de homenaje a las víctimas frente a la estación. Consiste en un enorme cilindro transparente, con una sala bajo rasante que permite mirar la cúpula desde abajo y leer los mensajes de condolencia que los madrileños depositaron espontáneamente tras la masacre.


Jardín tropical en los andenes de la antigua Estación de Atocha

Un túnel ferroviario horadado en el subsuelo enlaza las estaciones de Chamartín y Atocha, túnel ideado e iniciado por el gran arquitecto y urbanista Secundino Zuazo en tiempos de la Segunda República y que no fue terminado hasta 1967. El apelativo de "túnel o tubo de la risa" —ahora se ha construido otro que se desvía por la nueva estación de Sol y hay proyectado un tercero— viene de una atracción de feria que por aquellos años hacía furor. Consistía en un cilindro acolchado, de aproximadamente dos metros de diámetro y cuatro de longitud, que giraba, con el público dentro, como si fuera el tambor de una lavadora.


Estación de Sol

Con la reforma de la estación entre 1985 y 1992, se aprovechó además para reordenar todo el diseño de la red ferroviaria en torno a Madrid. Actuaciones más o menos coetáneas en el tiempo fueron el soterramiento de la línea de circunvalación (Pasillo Verde Ferroviario), que permite unir Príncipe Pío con Atocha, o el túnel ferroviario desde Aluche hasta Atocha por Embajadores, para integrar el servicio de Cercanías a Alcorcón y Móstoles con el resto.

La Estación del Norte

La Estación del Norte o del Príncipe Pío, situada en el cruce entre el paseo de la Florida y la cuesta de San Vicente, está unida a la historia de la compañía de Caminos de Hierro del Norte de España, de tanta importancia para el desarrollo económico de nuestro país. La expansión de la industrialización vasca llevó a la Diputación de Vizcaya y al Ayuntamiento de Bilbao a solicitar en 1841 licencia para la construcción de una vía férrea Madrid-Irún que habría de servir, además de para el traslado de viajeros para hacer llegar a la capital por un medio rápido el carbón y los productos alimenticios del Norte. Diversas dificultades encontradas en el trabajo retrasaron el proyecto; las obras no se iniciaron hasta 1856, y el 1861 se habría el conjunto de la línea, de coste muy elevado.


Primitiva Estación del Norte

En el diseño del trazado fue muy polémica la entrada a Madrid. La necesidad de descender hasta el valle del río Manzanares ya obligó a trazar una gran curva en las inmediaciones de Aravaca y Pozuelo de Alarcón, y la imposibilidad de poder remontar el fuerte desnivel con el que la ciudad se asoma al río obligó a recurrir a una estrecha franja de terreno para la construcción de la estación a los pies de la Montaña del Príncipe Pío, actual Parque de la Montaña, en cuya cumbre se encuentra el Templo de Debod. Lo angosto de la localización provocó críticas ante la imposibilidad de ampliar la estación en caso de necesidad.

Así, el primitivo embarcadero abrió sus puertas en junio de 1861, aunque con una línea que sólo llegaba hasta El Escorial. El complicado panorama político de la España del siglo XIX retrasó la apertura de la totalidad de la línea entre Madrid e Irún hasta 1876, lo cual repercutió directamente en la estación, que mantendría mucho tiempo esas instalaciones provisionales.


Puente de los Franceses

En años sucesivos el tráfico aumentó enormemente poniéndose de manifiesto la escasez de espacio del lugar. En 1866 se había construido la vía de circunvalación (una zanja al descubierto en gran parte de su recorrido) que rodeaba la ciudad por el sur y permitía la unión entre las redes del norte y del sur, así como la conexión entre las distintas terminales de la época (Mediodía o Atocha, de Ciudad Real o Delicias —abierta en 1880— y ésta del Norte horadando un túnel bajo el Campo del Moro), y sería en su trazado donde se construiría una nueva estación de mercancías —la Imperial (1881)— para descargar a la del Norte que carecía de espacio e instalaciones para cumplir tal función. Esta primitiva línea férrea de circunvalación es actualmente, soterrada, el famoso Pasillo Verde


Estación del Norte

Fue también la ocasión para construir un nuevo edificio para la Estación del Norte, inaugurado en 1882, y cuyo proyecto corrió a cargo de los ingenieros franceses Biarez, Grasset y Ouliac, de quienes toma su nombre el puente que salva el río Manzanares al final de la avenida de Valladolid. Los 155 metros de longitud por 21 de fondo de la estación, sus 14,50 metros de altura en la nave central, sus más de 40 metros de cubierta de los andenes centrales y su arquitectura de hierro fue todo un ejemplo de modernidad y de la capacidad técnica del momento.


Tendido de vías en la Estación del Norte

En 1928 se construyó un segundo edificio cerrando los andenes por la fachada de la Cuesta de San Vicente, que se destinó a salida de viajeros, mientras que el anterior quedaba reservado para llegadas. Es el que se observa en la Cuesta de San Vicente flanqueado por dos torreones.


Centro Comercial Príncipe Pío

La estación del Norte fue la segunda en importancia tras la de Atocha, pero la construcción de la estación de Chamartín, ya proyectada desde tiempos de la Segunda República, supuso su fin. Fue cerrando poco a poco servicios y se clausuro totalmente en 1993, para transformarla en un gran intercambiador de transporte subterráneo en el que confluyen varias líneas de metro, trenes de cercanías y autobuses, y que coexiste desde 2005, respetando la estructura, con un centro comercial en superficie.

La Estación de Delicias

La Estación de Delicias, en la calle del mismo nombre, se inauguró en 1880 para la Compañía del Ferrocarril de Madrid a Ciudad Real y Badajoz. Sin embargo, poco después la citada compañía fue absorbida por la de Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA). Y como esta última ya tenía la estación de Atocha, decidió proceder a la venta de la de Delicias. El edificio fue entonces adquirido por la Compañía de Madrid a Cáceres y Portugal, que la convirtió en una estación con carácter internacional que comunicaba dos capitales europeas.


Inauguración de la línea a Ciudad Real

La línea, debido a la escasez de población de las localidades por las que pasaba, fue principalmente usada para el transporte de mercancías, como ganado, corcho y cereales.

La estación, típico ejemplo de la arquitectura de hierro, fue diseñada por Emil Cachalieve, con la participación de los arquitectos españoles Calleja, Espinal y Uliarte. Destaca sobre todo la estructura de la nave, que se fabricó en Bélgica por la firma Fives-Lille y se monto en la obra. Cuando se decidió su construcción, Madrid contaba ya con otras dos estaciones, Atocha y Príncipe Pío, que en ese momento eran simples embarcaderos, por lo que la de Delicias se convirtió entonces en la primera estación con carácter monumental de la ciudad.


Estación de Delicias en 1945

No obstante, la existencia de aquellas dos estaciones sería de gran importancia de cara a la ubicación del nuevo edificio ferroviario en el Sur, en un área rodeada por la línea de circunvalación que por entonces ya existía y que comunicaría también la de Delicias con las otras dos.

Se clausuró en 1971 y en 1984 se montó en ella el Museo del Ferrocarril y el de Ciencia y Tecnología, por lo que afortunadamente pudo salvarse de la piqueta.


Estación de Delicias

Aneja a la antigua estación de Delicias se encuentra el apeadero de Delicias de las líneas de Cercanías

La Estación Imperial

La Estación Imperial, entre el paseo de mismo nombre y los de Melancólicos y de Pontones, se construyó un año después, en 1881, destinada únicamente a mercancías y para liberar de esta misión (sobre todo el carbón que utilizaba la Fábrica del Gas) a la del Norte, que había quedado pequeña. Poco relevante en cuanto a su arquitectura, en torno a ella se fue estructurando una zona industrial y a su influjo se crearon por la zona numerosos almacenes de hierro, carbón o maderas. La estación era conocida como la "de las pulgas" porque se descargaban muchos animales para el cercano Mercado de Ganado situado en la ronda de Segovia, esquina al paseo de los Pontones, donde antes se hallaba el campo de las ejecuciones y donde ajusticiaron, entre otros, a Luis Candelas en 1837.


Estación Imperial

La Estación del Paseo Imperial se fue desmantelando a partir de los años 80 del pasado siglo y su solar fue destinado a la construcción de edificios de viviendas dentro de la operación Pasillo Verde.

El Tren de Arganda

La Estación del Niño Jesús o del Tren de Arganda estaba en la avenida de Menéndez Pelayo, junto al hospital infantil allí existente, del que tomó el nombre. Se inauguró en 1880 para traer yeso de Vaciamadrid. Posteriormente la línea se empalmó con Vicálvaro y Arganda para traer pedernal, cal y grava. Se trataba de una línea de vía estrecha con trenes de mercancías que ocasionalmente prestó servicio de viajeros, especialmente los domingos para ir a Arganda, dando pie al dicho popular de "el tren de Arganda, pita más que anda". En 1964 fue derribada, construyéndose en su solar la Torre del Retiro y la Colonia del Retiro. La línea fue eliminada, pero quedó un pequeño tramo que funcionó hasta 1998 y que comunicaba Morata de Tajuña, Arganda y Vicálvaro


Tren de Arganda

Ahora de nuevo el Tren de Arganda vuelve a rodar por la vega del río Jarama. Lo hace los domingos entre la estación de La Poveda —junto al Museo del Tren de Arganda— y las inmediaciones de la laguna del Campillo. Uno de los máximos alicientes es el paso por el río Jarama a través de un largo puente metálico. En ese punto se cambia de término municipal, y de Arganda del Rey se pasa a Rivas Vaciamadrid. La locomotora de vapor titular siempre es la "Arganda".

El Tren de Almorox

La estación de Goya o del Tren de Almorox, de vía estrecha, estaba situada en la calle de Pablo Casals, en la ribera del río Manzanares, en terrenos que en su día fueron la Quinta del Sordo, una finca con casa y huerta que eligió Goya como residencia en sus últimos años madrileños, antes de partir para Francia. De ahí el nombre de la estación. En su lugar se levantan hoy edificios de viviendas.


Estación de Goya

Comenzó a construirse en 1883 según proyecto del ingeniero Fernando María de Castro, y costaba de doble edificio para viajeros, de una sola planta, realizados en ladrillo y cubierta de teja, con una superficie de 492 metros cuadrados. Disponía también de dos muelles, talleres, cocheras y fosos para limpieza de las locomotoras.

Fue cabecera de la línea Madrid-Almorox, en la provincia de Toledo, tendida para facilitar el acceso a Madrid de los abastecimientos agrícolas de la zona de los valles de los ríos Guadarrama y Alberche, que hasta entonces se efectuaba en pesados carros arrastrados por mulas.


Estación de Almorox

Esta línea era propiedad de una sociedad, de capital belga, fundada con el nombre de Ferrocarril de Madrid a Villa del Prado, y su trazado se realizó en tres fases: en 1884, el tramo Madrid-Navalcarnero; en 1889, la continuación hasta Villa del Prado, y en 1991 la prolongación a Almorox. Después intentaron otros proyectos más ambiciosos, como ramales a Sotillo de la Adrada, a Talavera de la Reina o Arenas de San Pedro, que no llegaron a materializarse.

Con un recorrido de unos 74 kilómetros, realizaba paradas intermedias en Empalme, Campamento, Cuatro Vientos, San José de Valderas, Alcorcón, Colonia Ramírez, Móstoles, Villaviciosa, Río Guadarrama, Navalcarnero, Villamanta, Valquejigoso, Méntrida, Río Alberche, Rincón, Villa del Prado y Alamín.


Recorrido del Tren de Almorox

De la estación de Empalme (donde hoy se encuentra la del Metro de ese nombre) partía la línea militar (paralela en un gran tramo a la anterior) hasta Leganés, con parada también en el Hospital Militar, en Campamento y en el aeródromo de Cuatro Vientos. Fue inaugurada en 1885 y desapareció en 1929.


Estación de Campamento

Volviendo a la línea de Almorox, además de viajeros, las principales mercancías que se transportaban eran productos hortofrutícolas de las vegas de los ríos Alberche y Guadarrama, vinos de Navalcarnero y Méntrida, ramajes y madera troceada para combustible de la Sierra de Gredos, manufacturas varias y harinas de Navalcarnero o materiales de construcción como cal, cemento, yeso, piedra de Cadalso de los Vidrio, arena y madera.


Estación de Goya

Alcanzó el ferrocarril su cenit durante los cuarenta, aunque un dicho popular de los usuarios de este tren recuerda que durante el trayecto, daba tiempo a bajarse del tren, coger algún fruto, realizar alguna necesidad u otro menester dada la escasa velocidad del tren, en torno a los 20Km/h, con recorridos completos hasta Almorox de aprox. 3 horas 45 minutos. En los años sesenta se cambiaron las locomotoras de vapor por los automotores Diesel y la velocidad se aumentó considerablemente.


El Tren de Almorox

Por aquella época, el ferrocarril despachaba más de un millón de billetes por ejercicio, con tan sólo dos circulaciones por día y sentido. Pero a partir de 1955 sufrió un serio revés por el auge del tráfico por la carretera de Extremadura y la subida de las tarifas, aunque cuando se clausuró no llegaba el trayecto completo a los tres duros. Esto lo postergo a un casi único transporte de materiales de construcción, y a excursionistas madrileños los fines de semana para darse un baño en el Alberche.


Bar La Estacion

En 1930 ya había sido nacionalizado, pasando su competencia a la Jefatura de Ferrocarriles del Estado, que se transformaría en FEVE en 1965 y que fue la ocasión para en ese mismo año suspender el servicio a Almorox, dejando el final de la línea en Navalcarnero hasta el 1 de julio de1970, fecha en la que definitivamente se cerró y el reloj de la vieja estación de ferrocarril de Goya se paró para siempre. Una placa y un bar con el nombre de La Estación hacen referencia al lugar que ocupaba.

El Tren de Vallecas

El Tren yesero de Vallecas inició su andadura a partir de 1888, y fue un hito en este distrito madrileño, entonces pueblo independiente, que tenía en el yeso —de una calidad inmejorable— una de sus principales riquezas. Su transporte se había hecho siempre con viejos carretones de bueyes que los canteros y trabajadores de la piedra llamaban "garruchas". Posteriormente, y ante la gran demanda que a finales del siglo XIX se produjo en Madrid por la construcción de los nuevos barrios del llamado Ensanche, se pensó en agilizar y abaratar el coste del traslado. Así nació "la maquinilla", un trenecillo de vapor o tranvía, puesto en marcha por la Compañía de Tranvía de Arganda a Madrid, que desde el arranque de la antigua carretera Madrid-Valencia, en la entonces calle de Pacífico y ahora avenida de Ciudad de Barcelona, donde estaba la pequeña estación con los muelles y almacenes de descarga, llegaba en un principio hasta el kilómetro 6, en Vallecas, y luego se prolongó por las actuales calles de Monte Igüeldo y Martínez de la Riva, entonces "camino de los yeseros", hasta las canteras de yeso de Monte Viejo, a las mismas puertas de las fábricas de yesos La Invencible y La Vascongada S A, en el kilómetro 13-14, pero que nunca llegó a Arganda.


La maquinilla

Era el tren de Vallecas, y transportaba tanto mercancías como pasajeros, de tal manera que se convirtió en uno de los pueblos del extrarradio mejor comunicados con el centro de Madrid.

En 1908, esta línea a Vallecas acabó en manos de la Compañía Madrileña de Urbanización (CMU), constructora creada por Arturo Soria y Mata para levantar la Ciudad Lineal, y que también explotaba el tranvía a esa barriada.

El servicio de viajeros funcionó hasta 1920 y el de mercancías hasta 1931, cuando en una manifestación obrera, los vecinos de Vallecas levantaron parte del tendido de las vías. Reclamadas indemnizaciones por la compañía al Gobierno para la restitución de daños, al no ser atendidas se decidió abandonar la línea aprovechando la coyuntura y cuando empezaba ya a no ser rentable.

El Tren-Tranvía a vapor Ventas-Ciudad Lineal-Cuatro Caminos

En 1894, la Compañía Madrileña de Urbanización, sociedad promovida por Arturo Soria para construir la Ciudad Lineal, puso en marcha la línea Ventas-Cuatro Caminos para transporte de viajeros, en principio con tranvías de mulas y, finalmente, en 1905, con trenecillos de tracción a vapor. Su recorrido se iniciaba en Ventas, continuaba por la carretera de Aragón, atravesaba la Ciudad Lineal y, salvando el arroyo del Abroñigal, penetraba en Chamartín. El último tramo lo constituían la carretera de Francia, Tetuán de las Victorias y de aquí a la glorieta de Cuatro Caminos. En 1909 se electrificó toda la línea y se puso un servicio de tranvías convencionales


Tren-Tranvía a vapor de la Ciudad Lineal

El ferrocarril de Cuatro Caminos a Colmenar Viejo

Esta línea, fruto de una primitiva concesión a la S.A. del Tranvía a Vapor de Madrid a Colmenar Viejo en 1895, fue transferida en 1898 a la sociedad del Tranvía de Madrid a Colmenar y puesta en servicio finalmente en 1907 para el transporte de viajeros y principalmente para la explotación de las canteras de granito de Colmenar. En 1909 pasó a poder de la Compañía Madrileña de Urbanizacion (CMU), que a partir de 1915 empezó a remolcar los trenes mediante un tractor eléctrico. En 1935 fue abandonada por la concesionaria; tras la Guerra Civil, asumida por el Estado, y, en 1952, incorporada a la empresa municipalizada de transportes de Madrid hasta su suspensión definitiva en 1955.


El Tren de Colmenar

Ferrocarril militar a Cuatrovientos

El Ejército disponía de algunos tramos de vía montados en el interior de recintos militares para poder hacer prácticas ferroviarias, pero eran precarias y con poca credibilidad para experimentar. Y visto lo difícil de realizarlas con empresarios particulares, asumió la tarea de construir ferrocarriles propios. Es el caso de la línea Empalme-Leganés como de esta otra de Madrid-Cuatro Vientos-Brunete, montada a partir de 1895 con arranque a orillas del Manzanares, a la sombra del actual Puente de Praga. Desde allí, sus diminutas vías subían por lo que luego sería el Barrio de Usera y Aluche. Al llegar a Cuatro Vientos se cruzaba con las vías del ferrocarril Madrid Almorox. Desde allí, a la altura de Alcorcón, se dirígía hasta Villaviciosa de Odón, sin completar el recorrido hasta Brunete. La Guerra Civil y nuevos planteamientos militares hicieron que este ferrocarril languideciera y fuera desmantelado sin ceremonia alguna.


Ferrocarril militar

La Estación de Peñuelas

La Estación de Peñuelas se abrió en 1908 entre los Paseos de la Esperanza y Yeserías, en la línea de circunvalación entre Atocha y Príncipe Pió, que soterrada actualmente, forma el llamado Pasillo Verde Ferroviario. Como la cercana de Imperial, también estuvo destinada a mercancías. Y en torno a ella se abrieron igualmente numerosos talleres y almacenes. Los alrededores eran un espacio muy degradado, con numerosas chabolas que empezaron a ir desapareciendo en los años anteriores a la Guerra Civil, y que se mantuvieron en algunos casos hasta bastantes años después.


Estación de Peñuelas

A partir de los años 50, Peñuelas se convirtió en la primera terminal de contenedores internacional, para lo que se construyó una aduana y se montó una grúa de pórtico. Fue cerrada en 1987 y a la de Abroñigal se desviaron los más de 6.132 vagones que a ella entraban al año. En su lugar se abrió el parque de las Peñuelas.

La Estación de Chamartín

La Estación de Chamartín, situada en la calle Agustín de Foxá, junto a La Castellana, se mantiene a caballo entre las estaciones clásicas y las de diseño más futurista, las llamadas en el argot ferroviario como ferropuertos, donde ya no sólo sirven para intercambio de viajeros, si no que se convierten en centros comerciales, de ocio y de esparcimiento.

Ahora mismo se encuentra dentro de ciertos proyectos urbanísticos que la pueden modificar totalmente e incluso hacerla desaparecer. Pero Chamartín fue todo un símbolo de modernidad y cambio total de filosofía de estación en el momento de su renovación, ya que la construcción actual, sustituye a un viejo apeadero.


Estación de Chamartín

El proyecto de construcción de Chamartín y del enlace ferroviario con Atocha se elaboró en tiempos de la Segunda República. El entonces ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, desarrolló el plan, fijándose en lo que era un pueblecito aislado pero cercano a la capital llamado Chamartín de la Rosa, donde en 1933 empezó ya a hacerse la explanada de lo que sería la futura estación. Y también se inició el túnel de comunicación con Atocha, el llamado "tubo de la risa o metro de don Inda (por don Indalecio)", apelativo que tomaba de una atracción de feria que por aquellos años hacía furor. Cuando comenzó a construirse, la prensa cercana a la derecha satirizó el proyecto por creerlo imposible. Hasta José Antonio Primo de Rivera dijo de él la siguiente lindeza: "Nos han minado Madrid con un tubo que se llama el tubo de la risa, pero que quizá sea una vez más el tubo de la afrenta, porque va a servir para que pasen por debajo de nuestra Península, hacia trincheras que no nos importan, las tropas coloniales de cualquier país vecino".


Estación de Chamartín

Este ambicioso propósito quedó parado por la Guerra Civil, y después cayo en un letargo hasta que por fin en 1967 fue completado el túnel. Incluía las estaciones subterráneas intermedias de Recoletos y de Nuevos Ministerios y la terminal de Chamartín en superficie, con un edificio muy modesto de viajeros por la escasa circulación de trenes entonces.

Pero rápidamente, el tráfico empezó a crecer al traspasarse muchos servicios de cercanías que tenía Príncipe Pío y al inaugurarse el directo a Burgos y otras conexiones con el Noroeste de España, como los trenes que iban a Cataluña o el Talgo a París, por lo que se hizo necesaria la ampliación de Chamartín. El nuevo edificio, que es el que permanece, fue inaugurado en 1975, y es algo más que una simple estación, puesto que los centros de ocio, comerciales y de esparcimiento, la convierten en un lugar de asistencia no sólo por motivos ferroviarios. Se construyeron cines, discotecas, restaurantes, pistas de patinaje, numerosas tiendas, gimnasios, aparcamientos y un hotel. Y también se modificaron todas las calles de acceso y alrededores.


Estación de Chamartín

La estación, según planos de José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, es un edificio, eminentemente funcional, caracterizado exteriormente por un conjunto de bóvedas de cañón de estructura tubular que evocan las estaciones del pasado. Y se convirtió en vanguardia de tecnología, con todos los adelantos que se disponían entonces de confort, numerosas escaleras mecánicas, puertas automáticas, control de la estación por ordenador, etc.

En 2008, se inauguró un nuevo túnel de Chamartín a Atocha, con estaciones intermedias en Sol, Alonso Martínez (aún no realizada) y Nuevos Ministerios. Y hay proyectado un tercero, que permitirá conectar las dos grandes estaciones con las líneas de alta velocidad.


Estación de Chamartín

Pero en Chamartín puede entrar la piqueta si se lleva a cabo un proyecto urbanístico que pretende soterrar las vías del tren y reconvertir el terreno en suelo urbanizable, y que cambiará totalmente la zona.

La Estación de Abroñigal

La Estación de Abroñigal, de mercancías, toma su nombre del arroyo Abroñigal, que nacía en Chamartín y bordeaba Madrid por el este hasta su soterramiento para construir la autopista de circunvalación M-30. La estación se halla cerca de la desembocadura de dicho arroyo en el río Manzanares y ocupa 230.000 metros cuadrados de superficie. Surgió en 1987 para desmantelar las estaciones de Peñuelas e Imperial y dejar esa antigua línea de circunvalación o de contorno entre Atocha y Príncipe Pío tan solo para el tráfico de Cercanías (operación que no pudo finalizarse hasta 1996). Fue la primera estación inaugurada ya con instalaciones para el tráfico de contenedores, que a la larga ha desplazado a casi todos los demás tipos de transporte de mercancías por tren.


Estación de Abroñigal
INDICE

LAS PLAZAS DE TOROS

El toreo

Desde tiempos inmemoriales, recorrían los pueblos de España los llamados matatoros o toreadores, divirtiendo al público mediante la práctica del toreo a pie de forma más o menos rudimentaria: sorteando o recortando a los toros, dándoles lanzadas o saltos, etc. Los caballeros lo hacían a caballo, lanceando o rejoneando, pero sólo en fiestas señaladas para ostentar su valor o como un acto de galantería para lograr el aplauso y preferencia entre las damas; necesitaban para ello del servicio de sus pajes, que ayudaban realizando los quites cuando era necesario. Con la prohibición de torear a caballo que en 1723 Felipe V impuso a sus cortesanos, a los modestos matatoros se unieron muchos pajes habituados al toreo, y juntos recorrían las ciudades más importantes desatando el entusiasmo del público.


Fiesta de toros en 1506

Existieron dos corrientes regionales de cuya combinación surgió este toreo, ya profesional, de mediados del siglo XVIII: la vasconavarra y la andaluza. La tauromaquia vasconavarra se basaba en los saltos, en los recortes y en las banderillas, sin mayor sofisticación —Goya dejó constancia gráfica de ella—, mientras que la andaluza se desarrollaba con lienzos y capas para engañar a los toros. Durante algunas décadas ambos estilos se disputaron la primacía del público, saliendo victorioso el modelo andaluz.. La actual suerte de banderillas es el único legado que ha perdurado de aquel toreo navarro en las corridas de toros, si bien siguen muy vivos los espectáculos de saltos y recortadores en festejos populares.


Salto con garrocha. Goya

A lo largo del siglo XVIII se fueron estableciendo todos los elementos de una corrida moderna, y se considera al rondeño Francisco Romero el padre del toreo moderno. Fundador de una célebre dinastía, inventó la muleta, dividió la lidia en tres tercios (varas, banderillas y muerte) y subordinó la cuadrilla a las exigencias del diestro

Fiestas de toros en Madrid

Se dice que en la Edad Media, ya eran muy aficionados a los toros los madrileños de entonces, tanto en la época árabe como en la cristiana. Una tradición afirma que el mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, lanceó un toro en la plaza del Alamillo, en las fiestas que se organizaron con motivo de la conquista de la ciudad el 9 de noviembre de 1085. Otra versión distinta es la que recoge el gran poeta madrileño Nicolás Fernández de Moratín en sus conocidas quintillas de la Fiesta de toros en Madrid, que así empiezan:

Caballero lanceando un toro. Goya


Madrid, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo,
arde en fiestas en su coso
por ser el natal dichoso
de Alimenón de Toledo...



Aquí todo sucede antes de la conquista, cuando el alcaide Aliatar, para tratar de agradar a la princesa Zaida y conquistar su corazón, organiza una fiesta de toros. En ella, no habiendo podido ningún caballero árabe con la fiereza de uno de los astados, se presentó un jinete castellano que solicitó torearlo. Este bravo caballero, que era el Cid, lanceó y mató al toro, y, naturalmente, dejó enamorada a la bella Zaida.

Pasados los años, hay constancia de fiestas de toros los lunes de Pascua y los días de San Juan, Santiago y Santa Ana. Y también para celebrar la llegada de buenas noticias de las campañas militares o la estancia en Madrid de algún personaje notable, de los propios soberanos o de los príncipes.

Los toros, entre tres o doce —dos de ellos siempre pagados por el gremio de carniceros, obligados a ello como condición de poder ejercer el oficio—, se corrían en la plaza del Arrabal (actual plaza Mayor), abierta en tiempos de Juan II sobre el terreno de la hasta entonces laguna de Luján; en un descampado junto al Alcázar —el Campo del Rey—, actual plaza de la Armería, y también en la plaza de San Andrés o en el Prado de San Jerónimo.


De la serie Tauromaquia. Goya

Y aumentaron los festejos con toros cuando en 1561 Madrid se convierte en sede de la Corte de Felipe II, celebrándose en su mayoría en la plaza de Arrabal hasta 1617, año en el Felipe III encarga a Juan Gómez de Mora la construcción de la Plaza Mayor (la actual se debe a una reforma realizada por Juan de Villanueva tras el incendio de 1790).

Mientras, se acondicionaron otros lugares: los ya citados, las plazas de la Cebada y de las Descalzas o la Puerta del Sol.

En 1619 se inauguró la Plaza Mayor, y la primera corrida fue el 3 de julio, en las fiestas que siguieron al día de San Juan, con quince astados procedentes de Zamora para toreros a caballo y a pie. Empezaban aquellos festejos por la mañana, tras el encierro, y continuaban por la tarde hasta el anochecer. Las reses, tras su viaje a pie desde la dehesa, solían pastar y descansar en la Casa de Campo, entonces propiedad de la Corona, y desde allí se hacían los encierros por el Puente de Segovia, la Cuesta de la Vega y la calle Mayor (con talanqueras para evitar que cornearan al numeroso público que se congregaba) hasta la Plaza, que podía albergar hasta 50.000 personas, muchas de ellas ubicadas en los balcones, que se alquilaban a buen precio, reservándose los de la Casa de La Panadería para los reyes y su séquito.


Toros en la Plaza Mayor

Se siguieron celebrando las corridas tradicionales por las fiestas religiosas (la primera por San Isidro en 1630 tras haber sido canonizado en 1620), y muchas extraordinarias por nacimiento de príncipes o infantes, coronaciones de reyes, bodas reales, o como la realizada fastuosamente en 1623 con motivo de la fallida visita a España de Carlos Estuardo, Príncipe de Gales, para solicitar el casamiento con la infanta María Ana.

La última corrida en la Plaza Mayor se celebró el 18 de octubre de 1846, para celebrar la boda de Isabel II.

Las primeras plazas de toros

Parece ser que la más antigua plaza de toros con que contó Madrid estuvo en terrenos del palacio del duque de Lerma que luego pasó a los Medinaceli (una enorme manzana comprendida entre la Carrera de San Jerónimo, el paseo del Prado y las calles de Huertas, Jesús, Cervantes, San Agustín y la plaza de las Cortes). Fue construida en 1613 en donde hoy se levanta el Hotel Palace, y el motivo fue el poder disponer de una plaza ex profeso y evitar los trabajos y excesivos gatos de acondicionamiento de la Plaza Mayor para las fiestas de toros. Era de madera y medía 250 pies de largo y 180 de ancho. A los frailes del cercano convento de trinitarios (ahora de capuchinos, con la iglesia de Jesús de Medinaceli) les entorpecía tener una plaza de toros muy cerca, pues el ruido y los gritos eran muy altos y les distraía de sus rezos, así que el duque de Uceda, hijo del de Lerma accedió a sus ruegos y desmontó la plaza, con la condición de que celebrasen los sábados una salve cantada y una misa votiva para él y sus sucesores.


Ubicación de la plaza de toros en el palacio del duque de Lerma

Otra hubo en el desaparecido Palacio del Buen Retiro, mandado edificar éste por el conde-duque de Olivares (Don Gaspar de Guzmán y Pimentel) para Felipe IV, y arruinado durante la Guerra de la Independencia. Se debió montar en uno de los patios interiores en 1633, pues en ese año ya hubo festejos taurinos, que se repitieron hasta 1701. Era de madera, con cubierta de tablas imitando tejados de rojo, y rodeada en toda su circunferencia por 408 balcones para la familia real y sus invitados de la aristocracia.


Posible ubicación de la plaza de toros en el Palacio del Buen Retiro

En la margen izquierda del río Manzanares, en la antigua finca de Casa-Puerta, junto al hoy parque de la Arganzuela y comienzo del Puente de Praga, se levantó en 1737, según diseño nada menos que del gran arquitecto del barroco madrileño Pedro de Ribera, una plaza circular con estructura de madera para la Archicofradía de San Isidro, San Pedro y San Andrés y para poder subvencionar la reconstrucción del pontón de San Isidro sobre el río, que facilitaba el paso a la ermita del Santo. Tenía un ruedo de cincuenta metros de diámetro, capacidad para 10.000 personas y fue la primera en realizarse en las afueras de la ciudad, con construcción totalmente aislada. La plaza estuvo armada algo más de dos meses y en ella celebraron, además de tres festejos para la Archicofradía, otros dos para los Reales Hospitales General y de la Pasión en alivio de los pobres enfermos.

A las afueras de la Puerta de Alcalá (no la actual, de tiempos de Carlos III, si no otra anterior de 1559, algo más al oeste, a la altura de la actual calle de Alfonso XI) hubo varias plazas de toros. La primera, de madera y desmontable, fue plantada en 1739 por encargo del convento de Atocha, para obtener dinero para aplanar el cerrillo de San Blas. Tenía unos cincuenta metros de diámetro, una capacidad aproximada de 10.000 espectadores y estaba situada más o menos al comienzo de la hoy calle de Velásquez. Se celebraron en ella tres festejos para los dominicos de Atocha, uno para los Reales Hospitales, dos de la Sala de Alcaldes para los pobres de la Cárcel de Corte y uno más del Ayuntamiento para sufragar gastos de limpieza y empedrado de calles. Se desmontó en 1741.


Antigua Puerta de Alcalá

Una segunda por la misma zona se erigió en 1743, también de madera y de aforo similar a la anterior, a la altura de Serrano, en terrenos que habían sido utilizados como Quemadero de la Inquisición. La Sala de Alcaldes fue su patrocinadora, para organizar cuatro festejos todos los años. También celebraron en ella corridas los arquitectos de obras públicas de Madrid y los Reales Hospitales. La última, antes de iniciarse su reforma para convertirse en la genuina plaza de toros de la Puerta de Alcalá, el 12 de diciembre de 1748.

La plaza de toros de la Puerta de Alcalá

Y es que esta plaza se rodeó en 1749 de una pared de cal y canto, enfoscada y sin ninguna decoración, en la que se abrían varias puertas y ventanas, aunque los tendidos siguieron siendo los antiguos de madera. Se convirtió así en la primera plaza de toros permanente de Madrid y la más importante del mundo, con un aforo de 12.000 personas, y todo ello con el apoyo económico del rey Fernando VI, que la donó al Hospital General (hoy Gregorio Marañón). Los planos de la obra fueron del arquitecto Mayor del Rey y Maestro Mayor de la Villa de Madrid, Juan Bautista Sachetti, interviniendo en su construcción también Ventura Rodríguez y Fernando Moradillo. Fue inaugurada el 3 de julio de 1749 con los diestros José Leguregui "el Pamplonés", Juan Esteller "el Valenciano" y Antón Martínez.


Plaza de toros de la Puerta de Alcalá


Plaza de toros de la Puerta de Alcalá

En época posterior se agregaron las caballerizas y carnicería, y en 1833 los tendidos de piedra que sustituyeron a los antiguos de madera, que supuso una reducción del número de posibles espectadores a 10.000 escasos. Tras esta reforma, la plaza contaba con 110 palcos, además del real; grada cubierta, con tres órdenes de asientos y delantera, y 15 tendidos. Y disponía, además, de enfermería, habitaciones para conserjes y carpinteros, corrales y taller.


Plaza de toros de la Puerta de Alcalá

Fue la plaza de los grandes triunfos, entre otros muchos, de Antonio Sánchez "el Tato", Rafael Molina "Lagartijo", Salvador Sánchez "Frascuelo", Joaquín Rodríguez "Costillares", José Delgado "Pepe-Hillo", Pedro Romero o Francisco Arjona "Cuchares". En los 125 años que funcionó hubo 18 lidiadores muertos. Pocos si se tiene en cuenta que fueron 2.548 las corridas celebradas. La última, el 19 de julio de 1874, con Lagartijo y Frascuelo en un mano a mano. Luego varias novilladas con el cierre definitivo el 16 de agosto.


Plaza de toros de la Puerta de Alcalá

Al día siguiente comenzó el derribo. Las necesidades urbanísticas de la ciudad, que comenzaba a extenderse hacia aquella zona con la construcción del barrio de Salamanca, hacían inviable que siguiera en pie, pues entorpecía el normal desarrollo de las obras. Hoy en día se levantan allí las dos manzanas de casas entre las calles de Alcalá, Serrano, Conde de Aranda y Claudio Coello. El propio marqués de Salamanca, promotor del nuevo barrio, intervino en la permuta de los terrenos que ocupaba la vieja plaza por un solar a la derecha de la entonces carretera de Aragón, lugar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes, para construir una nueva.

La plaza de toros de la Fuente del Berro o de la Carretera de Aragón

El emplazamiento de la nueva plaza de toros por la zona de la Fuente del Berro, al lado derecho de la entonces carretera de Aragón, provocó una protesta generalizada, entre otras cosas, porque la "gran" distancia de 800 metros que la separaba de la antigua plaza de la Puerta de Alcalá, lo consideraban "muy" lejos.


Plaza de toros de la Fuente del Berro

Las obras comenzaron en enero de 1873, antes de se procediera al derribo de la anterior, de tal manera que Madrid no quedara sin plaza de toros. Se encargaron de la construcción los arquitectos Emilio Rodríguez Ayuso y Lorenzo Álvarez Capra, quienes realizaron una magnífica plaza en estilo mudéjar con un ruedo de 60 metros de diámetro y un aforo para 13.120 espectadores, incluidas las localidades de favor: Palco Regio, Presidencia, Diputación y Música. Era amplia, cómoda y bellísima, la mejor y más bonita de España.

Concluida la plaza, se procedió a la alineación de la avenida que desde la carretera de Aragón o calle de Alcalá se dirigía a ella, que se llamó de la Plaza de Toros y hoy de Felipe II.

La inauguración fue el 4 de septiembre de 1874, con una corrida a beneficio del Hospital General en la que torearon Manuel Fuentes "Bocanegra", Rafael Molina "Lagartijo", Francisco Arjona "Currito", Salvador Sánchez "Frascuelo", Vicente García Villaverde, José Lara "Chicorro", José Machío y Ángel Fernández Valdemoro.


Lagartijo en la inauguración de la plaza de la Fuente del Berro
Siguieron triunfando en esta plaza Lagartijo y Frascuelo, y nuevos nombres se incorporaron a las figuras del toreo, como los ya nombrados Bocanegra, Chicorro y Currito. Y posteriormente, José Sánchez del Campo "Cara Ancha", Ángel Pastor, Manuel Mejías "Bienvenida", Luis Mazantini, Manuel García "Espartero" (murió corneado en esta plaza por el toro de miura Perdigón el 27 de mayo de 1894), Rafael Guerra Bejarano "Guerrita", Vicente Pastor, Emilio Torres Reina "Bombita", Rafael Gonzáles "Machaquito", Rafael "el Gallo", Rodolfo Gaona, José Gómez Ortega "Joselito" (su ultima corrida en esta plaza fue el 15 de mayo de 1920; al día siguiente murió en Talavera), Juan Belmonte, Marcial Lalanda, Manuel Granero (corneado y muerto por el toro Pocapena, de Veragua, el 7 de mayo de 1922), Cayetano Ordóñez y Aguilera "Niño de la Palma", Nicanor Villalta, Joaquín Rodríguez "Cagancho", Francisco Vega de los Reyes "Gitanillo de Triana" (el 31 de mayo de 1931, sufrió la cogida del toro Fandanguero, de Pérez-Tabernero, y a consecuencia de ella falleció el 14 de agosto de ese mismo año), Manuel Jiménez Moreno "Chicuelo", Manolo y Pepe "Bienvenida" o Domingo Ortega

Algunos de los toreros que triunfaron en la plaza de la Fuente del Berro

El primer torero muerto en esta plaza fue el peón Mariano Canet "Llusio", corneado por el toro Chocero, de Miura, el 23 de mayo de 1875.


Cogida de Granero

En la tercera corrida de abono de 1889, en la que actuaban Currito, Frascuelo y Ángel Pastor, los seis toros de Agustín Solís tomaron un total de 48 varas y mataron 20 caballos, y de entre ellos destacó Jaquetón, que tomó nueve varas y mató seis caballos. La verdad es que muchos de los puyazos de entonces no pasaban de ser picotazos o simples amagos, pues picar al toro sobre un caballo a pecho descubierto, sin peto y con una pica en la que la púa de acero apenas asomaba del tope, era sumamente difícil.


Tercio de varas

Muy popular en la vieja plaza de la Fuente del Berro y en toda España fue Don Tancredo, (Tancredo López "El Rey del valor"), un novillero valenciano de finales del siglo XIX y principios del XX, que para saciar el hambre desarrolló con relativo éxito una suerte consistente en vestirse de blanco con ropas de época o cómicas, empolvarse la cara y subirse a un pedestal en los medios, desde el que recibía al toro en absoluta inmovilidad. El astado, tras iniciar carrera hacia el bulto, iba deteniendo su marcha al observar la inmovilidad del mismo, y terminaba llegando al paso, olisqueando la presunta estatua y poniendo su atención en otro sitio para regocijo de los asistentes. Debutó en Madrid el 30 de diciembre de 1898 y repitió actuaciones en las temporadas siguientes. El público acogió con entusiasmo la actuación, y poco a poco fueron muchos los que le imitaron, generalmente personas desesperadas a la búsqueda de ganar dinero fácil, pues eran muchas las cogidas que se producían. Así las cosas, el Tancredo fue prohibido por las autoridades. Pero fue tan famoso, que se ha incorporado a la filosofía de vida española y al lenguaje común, sobre todo en política, para designar al que entiende que la mejor receta para enfrentarse a los problemas es la quietud absoluta.

En las pantallas, fue celebradísimo el Don Tancredo interpretado por Fernando Fernán Gómez en la película El Inquilino.


Don Tancredo

Y no menos famoso fue el perro Paco allá por el último cuarto del siglo XIX. Callejero, vagabundo y de raza indefinida, dicen que entró un día en el café Fornos y le cayó en gracia al marqués de Bogaraya, quien le puso el nombre y lo sentaba siempre en su mesa, como si de una persona se tratase, para que comiera un plato de carne. Incluso asistía con él a funciones de teatro y cuentan que si los chistes no tenían gracia, lanzaba un lastimero aullido entre las carcajadas del público, que premiaba al simpático chucho con una gran ovación.


El perro Paco

Pero la mayor fama le vino por su afición a los toros compartida con el marqués. Ocupaba su localidad como uno más de los aficionados asistentes, y sólo cuando finalizaba la faena y el toro era sacado del ruedo, salía a la arena a realizar unas carreritas y hacer algunas cabriolas para gratificar al público, que agradecido aplaudía a tan peculiar can.

El 21 de junio de 1882, un novillero no muy diestro en su oficio intentaba entrar a matar al toro. Después de varios intentos fallidos, el perro Paco se lanzó al ruedo y ladró furioso al torero, que tratando de apartarle con la espada, lo hirió gravemente. A pesar de que fue atendido por dos veterinarios, murió a consecuencia de la herida. Su muerte fue tan sentida, que se dice que hasta el mismísimo Alfonso XIII envió un sincero pésame al marqués.


Joselito y Belmonte

El último festejo en la plaza de la Fuente del Berro tuvo lugar el 14 de octubre de 1934. Al día siguiente empezó el derribo. El solar esta hoy ocupado por el Palacio de los Deportes de Madrid.


Joselito saliendo por la Puerta Grande de la plaza de la Fuente del Berro

Parte de la barrera de esta plaza fue comprada por Frascuelo y regalada al pueblo de Chinchón, y se incorpora al ruedo de la que con estructura desmontable se instala todos los años en su Plaza Mayor.

Plazas de toros menores

Coetánea con la plaza de toros de la Puerta de Alcalá y prácticamente al lado fue la pequeña placita para becerradas de los Campos Elíseos, el primer gran parque de atracciones que abrió en Madrid, inaugurado en 1864 entre la calle de Alcalá y las actuales de Claudio Coello, Hermosilla y Príncipe de Vergara, y que disponía además de lujoso teatro, ría navegable para barcas y un vapor, quiosco de música, cafés, jardines y paseos, casa de baños, fonda, montaña rusa, columpios, carrusel, pistas de tiro, salón de baile, explanada para fuegos artificiales y otros muchos ingenios. Frecuentado por la alta sociedad, desapareció en 1881 al construirse el barrio de Salamanca.


Los Campos Elíseos

En el pueblo de Vallecas, antes de ser anexionado a la capital, eran abundantes las ventas y mesones a los pies de la antigua carretera de Valencia, que después se convirtieron en algunos de los merenderos de más renombre entre los madrileños, que incluso llegaban a ofrecer bailes en los fines de semana, tal era su éxito. Prestigio que se vio beneficiado con la llegada del Metro en 1923. Y también abundantes y renombrados eran sus espectáculos taurinos, llegando a tener Vallecas hasta cuatro pequeñas plazas de toros a lo largo de los años. Las que legaron a tiempos más actuales fueron una situada en la desembocadura de la calle Carlos Martín Álvarez con la de Arroyo del Olivar, y otra entre las calles de Monte de San Marcial, Pingarrón y Puerto de Baños, inaugurada en 1884 y desaparecida en 1926.


Toros en Vallecas

La pequeña plaza de El Jardinillo, abierta en 1850 y desaparecida en 1853, pertenecía a una sociedad taurómaca de igual nombre y estuvo entre las calles de Claudio Coello, Don Ramón de la Cruz, Ayala y Lagasca.

Y otra sociedad, la Lid Taurómaca, también abrió un pequeño coso para becerros entre 1851 y 1853 en la calle de Alcalá, donde hoy se levanta la iglesia de San José y San Benito.

La plaza de toros de Tetuán

La plaza de toros de Tetuán, construida en 1870, estaba situada en la actual calle de Bravo Murillo, en la manzana entre las de Marqués de Viana y Conde de Vallellano, entonces barrio del pueblo de Chamartín de la Rosa. Pero pronto dejo de utilizarse para festejos taurinos y pasó a funcionar como parador, para volver a desempeñar su función original a finales del siglo XIX. En 1907 se sustituyeron los tendidos de madera por unos nuevos de ladrillo y cemento, y en 1924 se reformó totalmente en estilo neomudéjar, muy en la línea de las construcciones de la época y en consonancia con la mayoría de las plazas de toros españolas.


Plaza de toros de Tetuán

Los días de corrida, el barrio presentaba gran animación y la gente se amontonaba en torno a la plaza para ver la entrada y salida de los diestros. Además de corridas, también se celebraban novilladas y becerradas dedicadas al público infantil, e incluso espectáculos flamencos, funciones de teatro y alguna que otra velada de boxeo.


Obras en la plaza de toros de Tetuán

En 1929 se hizo cargo de la plaza Domingo González "Dominguin", retirado ya de los ruedos, y fue la mejor etapa de este coso hasta que lo dejó en 1935. Él presentó aquí a Domingo Ortega el 7 de abril de 1929, el 22 de septiembre de ese mismo año al malogrado Antonio Sánchez, que sufrió una terrible cogida y hubo de retirarse a su famosa taberna de Mesón de Paredes, a Victoriano de la Serna en 1931 y a Manuel Rodríguez "Manolete" en 1934.


Taberna de Antonio Sánchez

En la Guerra Civil se destinó a almacén de pólvora y quedó medio en ruinas a causa de una explosión. Y a pesar de haber estado incluida en los planes de reconstrucción, esta no se llegó a realizarse y finalmente fue demolida.

La plaza de toros de Vista Alegre

Ya existió en Carabanchel Bajo, cuando era pueblo independiente de Madrid, una plaza cuadrada de talanqueras frente a la antigua fábrica de la Fosforera Española, en la calle de la Magdalena, actual de Monseñor Óscar Romero. Para sustituirla se empezó a construir en 1906 la de Vista Alegre, en terrenos colindantes a la posesión de ese nombre, una finca de recreo que en 1832 fue comprada por la reina María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII, y que en 1859 pasó a poder del marqués de Salamanca y luego al Estado.


Don Tancredo en Carabanchel. 1900

Tenía la plaza, entre las actuales calles de Castrogeriz, Ramón Sáiz, Muñoz Grandes y la avenida de Matilde Hernández, una capacidad para 8.000 personas, y se remataba con una grada cubierta que formaba balconcillos. Fue inaugurada el 15 de julio de 1908 con una corrida a beneficio de la Asociación de la Prensa de Madrid, en la que lidiaron Ricardo Torres "Bombita", Rafael González "Machaquito" y Rodolfo Gaona, cinco toros de la ganadería del marqués de los Castellones y uno de la de Olea.

En 1926 se hicieron importantes reformas, aumentando el número de filas del tendido y pasando los espectadores a 9.000.


Plaza de toros de Vista Alegre

Destruida durante la Guerra Civil fue recompuesta en 1947 por la Dirección General de Regiones Devastadas, si bien la reconstrucción no fue completa, ya que no se recuperó la grada cubierta y quedó su fábrica con muy poca altura. Eso hizo que fuera conocida popularmente como la "Chata".

En 1948 pasó a propiedad del diestro Luis Miguel Dominguín, que por los años sesenta y en colaboración con TVE y el diario Pueblo, organizaron las llamadas "corridas de la oportunidad", en donde cientos de maletillas de toda España buscaban consagrarse como figuras del toreo. Palomo Linares, Curro Vázquez o Ángel Teruel fueron algunos de ellos. El Platanito, sin llegar a alcanzar la gloria, sí provocó un auténtico impacto social.


Corrida de la Oportunidad

El 5 de octubre de 1974 se retiró en la plaza de Vista Alegre Antonio Bienvenida, con toros de Fermín Bohórquez y acompañado de Curro Romero y Rafael de Paula.

Palacio Vista Alegre

De 1981 hasta 1995, año en que fue demolida, estuvo cerrada. Y en el 2000 fue inaugurado en el mismo solar el Palacio Vista Alegre, que además de centro comercial, es un recinto polivalente cubierto y climatizado para multitud de eventos: corridas de toros, conciertos, mítines políticos, espectáculos de todo tipo, fiestas, partidos de baloncesto, etc.

La plaza de toros de Las Ventas o Monumental

La Monumental de las Ventas fue una idea del torero José Gómez "Joselito", que consideró que la antigua plaza de la carretera de Aragón quedaba chica, dada la masiva afluencia de público en aquella época en la que junto a Belmonte eran las máximas figuras del toreo. Desgraciadamente no pudo ver su sueño cumplido al morir el 15 de Mayo de 1920 en Talavera, corneado por el toro Bailaor cuando estaba en la cima de su poderío.


Joselito

Se erigió la nueva plaza en las afueras, en terrenos conocidos como las Ventas del Espíritu Santo por una ermita dedicada al Paráclito y por una venta famosa de ese mismo nombre, que pasó a ser el de toda la zona. A su vera había instalados otros merenderos, garitos, bailes y tabernas que en las primeras décadas del siglo XX atraían a gentes ávidas de fiesta y jolgorio, al mismo tiempo que por allí empezaron a construirse, sin ninguna planificación previa, modestas viviendas de una creciente población obrera.

Las obras comenzaron en 1919 a cargo de José Espeliús, quien la realizó en estilo neomudéjar de ladrillo visto sobre una estructura metálica, con una capacidad de 23.000 espectadores. En 1929 las obras concluyeron bajo la dirección de Manuel Muñoz Monasterio, quien sustituyó a Espeliús a su muerte en 1928 y a quien pertenece la decoración de azulejo cerámico en el que figuran los escudos de todas las provincias españolas y otros motivos ornamentales. El solar fue donado por la familia Jardón a cambio de la explotación del coso durante 50 años, transcurridos los cuales revertiría la propiedad a la Diputación Provincial de Madrid, precedente de la actual Comunidad, aunque los propietarios se reservaron el derecho de tanteo al término de ese tiempo, con lo que quedaron como empresarios hasta 1978.


Plaza de toros de Las Ventas

El edificio consta de cuatro pisos, con galerías circulares que conducen a las distintas localidades. El aforo se distribuye en diez tendidos coronados por gradas, palcos y andanadas. Los diez tendidos se dividen en bajos y altos. Los bajos tienen barrera, contrabarrera, delantera y catorce filas. Los altos, delantera y doce filas. Las gradas, igual que las andanadas, constan de delantera y seis filas.

De los 28 palcos, uno está dedicado a la presidencia de la corrida. En él se acomodan el Presidente, el asesor, el veterinario de turno y demás autoridades civiles si las hubiera.

El Palco Real, de arquitectura arabesca, consta de palco y antepalco, cuarto de aseo y servicio de ascensores desde la entrada lateral de la plaza, por la Puerta de Autoridades. Frente a él, en el tejadillo de la andanada del 5, se encuentra instalado el reloj.


Palco Real de Las Ventas

El ruedo cuenta con cinco puertas, más tres de toriles. Mide 60 metros de diámetro y el ancho del callejón es de 2.2 metros. La puerta de cuadrillas, entre los tendidos 3 y 4, da acceso al patio de caballos. Por esta puerta se inicia el paseíllo y salen al ruedo los picadores para la suerte de varas. La puerta de arrastre, que conduce al desolladero, se encuentra entre los tendidos 1 y 2, y es el paso obligado de mulilleros y mulillas a la muerte de cada toro. La famosa Puerta Grande o Puerta de Madrid se encuentra entre los tendidos 7 y 8. Por ella aparecen los alguacilillos para hacer el despeje de la plaza y por ella se saca también a los toreros que realicen faenas gloriosas. Es la puerta del triunfo, la puerta que todos los toreros quieren cruzar, preferentemente en San Isidro.

El conjunto se completa con dos patios. En el de caballos se encuentran las caballerizas y los servicios de Policía para reconocimiento de caballos, petos y pullas. Y también una sala de estar para los toreros, la capilla y, en el piso alto, dos viviendas para conserjes y un local destinado al Museo Taurino.

En el patio de arrastre se dispone del desolladero de reses, un espacio descubierto para depósitos de caballos y, en la parte superior, las dependencias de la empresa y la vivienda del mayoral.


Paseillo en Las Ventas

Entre los dos patios están los corrales de los toros, que comunican con un pasillo central, bajo los tendidos 2 y 3, que permite la evacuación de la res desechada directamente desde el ruedo. Y entre este pasillo y la puerta de salida al ruedo existe otro espacio rectangular, el toril, donde se le coloca la divisa al toro antes de su lidia.

La enfermería está dotada del más avanzado equipamiento para el reconocimiento e intervenciones quirúrgicas y consta de dos salas de operaciones, despacho del médico y dependencias para atención del público.


A paz con Dios

La Plaza de Toros de Las Ventas es la mayor de España y la tercera con más aforo del mundo tras las de México y Valencia (Venezuela), aunque la mayor en cuanto al diámetro de su ruedo. Y, por supuesto, esta considerada por profesionales, aficionados y críticos como la de más categoría —la cátedra del toreo— junto con la Real Maestranza de Sevilla. Existe un dicho taurino que reza: "Madrid da el dinero y Sevilla da la gloria".

A Madrid vienen los toreros a confirmar su alternativa en esa especie de reválida impuesta por la afición; aquí se prestigian o caen las ganaderías; aquí quien vale vale, y quien no, que vuelva para otro año. Lo importante es que la fiesta siga y no decaiga.


Triunfo o fracaso

El 17 de junio de 1931, dos meses y tres días después de la proclamación de la II República, se celebró la primera corrida, presidida por el alcalde de Madrid, Pedro Rico, con el fin de recaudar fondos con destino a los obreros parados de la ciudad. Torearon Diego Mazquiarán "Fortuna", Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Luis Fuentes Bejarano, Vicente Barrera, Fermín Espinosa "Armillita Chico" y Manolo "Bienvenida2. La Banda Municipal tocó el pasodoble España Cañí, antes de empezar el festejo, el primero que se oyó en la nueva Plaza.


Plaza de toros de Las Ventas

Sin embargo, con este festejo se constató que los alrededores de la plaza no estaban aún preparados para albergar espectáculos de esta magnitud. Se ubicaba en uno de los peores barrios del Madrid de aquella época. Por allí pasaban los cortejos fúnebres que se encaminaban al cementerio próximo, allí abrevaban las mulas y los caballos y allí se encontraba también un foco de chabolismo y población marginal. Además los terrenos, por su especial situación junto al arroyo Abroñigal, eran difíciles de desmontar. En consecuencia, se reanudaron los trabajos de acondicionamiento, y aunque se celebraron otras dos corridas en 1933, la inauguración oficial no fue hasta el 21 de octubre de 1934 —un domingo antes se había celebrado la última tarde de toros en la vieja plaza de la Carretera de Aragón—, con una corrida de Carmen de Federico que fue estoqueada por Juan Belmonte, Marcial Lalanda y Joaquín Rodríguez "Cagancho". Y Belmonte, "el Pasmo de Triana", que ya había dado la vuelta al ruedo en el primero, Cerrojito, soñaría el toreo con el cuarto, Desertor, al que cortó las dos orejas y el rabo —el primero de esta plaza— . Poco después se retiraría definitivamente de los ruedos, y el 8 de abril de 1962, famoso y acaudalado, pareciendo feliz, se pegó un tiro.


Juan Belmonte

La Guerra Civil provocó un parón en la actividad de la plaza y el ruedo estuvo sembrado de verduras y hortalizas. Reabrió el 24 de mayo de 1939, para celebrar la primera Corrida de la Victoria, a la que acudió el nuevo jefe del Estado, el general Franco.

La plaza de toros de Las Ventas ha visto pasar después por su ruedo a lo más granado de la torería. A los más antiguos, como Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez, Manuel Rodríguez "Manolete", Carlos Arruza, Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida, Pedro Martínez "Pedrés", César Girón, Miguel Báez "Litri" , Julio Aparicio o Antoñete... A la nueva hornada de los Diego Puerta, Jaime Ostos, Paco Camino, Santiago Martín "El Viti" (el torero con más orejas cortadas en Madrid), Manuel Benítez "El Cordobés", Curro Romero, Sebastián Palomo Martínez "Palomo Linares" (que cortó un polémico rabo en 1972), Miguel Mateo "Miguelín", Ángel Teruel, Francisco Rivera "Paquirri", Rafael de Paula..., que cedieron a su vez los trastos a los José María Manzanares, Julio Robles, Pedro Gutiérrez Moya "Niño de la Capea", Dámaso González, Antonio Ruiz "Espartaco", Paco Ojeda, Luis Francisco Esplá, José Cubero Sánchez "Yiyo", Cesar Rincón, Ortega Cano, Roberto Domínguez, Enrique Ponce, Manuel Díaz "El Cordobés", Julián Díaz "El Juli", Juan Serrano Pineda "Finito de Córdoba", David Fandila "El Fandi", José Pedro Prados "El Fundi", José Tomás, Manuel Jesús Cid Salas "El Cid", Cayetano y Francisco Rivera Ordóñez, José Antonio Morante Camacho "Morante de la Puebla" y tantos por venir ¡Vaya tela!


Toreros en las Ventas


Toreros en las Ventas


Toreros en las Ventas

Y a los mejores rejoneadores: Álvaro Domecq y Díez, Álvaro Domecq Romero, Fermín Bohórquez Domecq y Fermín Bohórquez Escribano, Javier Buendía, Ginés Cartagena, Conchita Cintrón, Fernando de Oliveira, Joau Moura, José Manuel Lupi, Ángel y Luis Peralta...


Rejoneadores

De los cuatro toreros que han fallecido en la plaza Las Ventas, abre la lista el novillero Félix Almagro, cogido el 13 de julio de 1939. En 1941 pereció Pascual Márquez; en 1964 el subalterno El Coli y en 1988 el también banderillero Antonio González "Campeño".

Debido a sus grandes dimensiones también ha sido escenario propicio para importantes eventos políticos, deportivos y musicales. Memorable la actuación de The Beatles, el 2 de julio de 1965.

Famoso en Las Ventas fue Livinio Stuyck, sucesor en novena generación de la familia Vandergoten-Stuyck, tejedores flamencos que se encargaron por petición de Felipe V de la difícil técnica de la fabricación y restauración de tapices y alfombras, fundando la Real Fábrica de Tapices en Madrid. Pero fue como gerente de la plaza de toros de Las Ventas, el creador en 1947 de la Feria de San Isidro, que desde sus inicios se convirtió en el acontecimiento taurino más importante del mundo.


Livinio Stuyck

Máximo García Padrós, el ángel de la guarda de los toreros, cirujano jefe de la enfermería de la plaza, como lo fue su padre, Máximo García de la Torre y antes el doctor Jiménez Guinea. Ellos y la penicilina han salvado a muchos toreros.

Florito Fernández, mayoral de Las Ventas. Su eficacia y rapidez para llevar a corrales a los toros devueltos por el presidente es impresionante. Sale Florito y, zas, zas, zas, en escasos segundos, acompañada por los cabestros, o acudiendo al cite que le hace desde el chiquero, la res desechada marcha al corral. Tanta es su fama que al Real Madrid, cuando era entrenado por Benito Floro en las temporadas 92-93 y 93-94, lo llamaban "Florito y los once mansos".


Doctor García Padros y Florito Fernández

El tendido del 7, grupo histórico de aficionados que han defendido sus derechos frente a lo que consideraban injusticias y engaños dentro de la fiesta de los toros Cada tarde se revelan contra las sospechas de fraude y velan por que el reglamento no se incumpla. De sus voces y críticas no se libra nadie. Presidentes, veterinarios, toreros, ganaderos, periodistas, empresarios, alguacilillos e incluso los propios espectadores del resto de tendidos, suelen ser los destinatarios de sus manifestaciones.


Tendido 7

Los Miuras, famosa ganadería creada por Juan Miura en 1842, cuyos toros han tenido siempre fama de aprender muy rápido. Todos las grandes figuras han tenido a gala lidiar Miuras y han triunfado con ellos. Y aunque es cierto que nunca ha habido toros más peligrosos ni de más sentido, también lo es que el número de ellos de calidad excepcional ha sido abrumador, lo que le ha valido ser la ganadería que más trofeos ha obtenido. Miuras eran el toro Perdigón, que mató a El Espartero en Madrid en 1894, o Islero, que mató a Manolete en Linares en 1947. Pero también Joselito triunfó en 1915 con Galleguito y Capachito, Juan Belmonte en 1916 con Lentejo y Rabicano, o Diego Puerta con Escobero en 1960, todos ellos en Sevilla

Los Vitorinos, otra famosa camada del ganadero Vitorino Martín "el paleto de Galapagar", procedente de la del Marqués de Albaserrada. Es de las más cotizadas y deseadas en Madrid.


Toros de Miura y Vitorino

Ernest Hemingway, Orson Welles y Ava Gardner, "el clan de los americanos". Enamorados de España y de los toros, gracias a ellos miles y miles de compatriotas cruzaron y cruzan el océano para embriagarse en el ambiente taurino y con los “toreadores”.

Hemingway, el prestigioso escritor americano autor de Fiesta y de Muerte en la Tarde, tenía una gran amistad con Cayetano Ordóñez Aguilera"El Niño de la Palma", que luego continuó con su hijo Antonio.

Welles (o don Orson como le llamaban en Andalucía), el genio más grande del cine, que rodó en España Mr. Arkadin, Campanadas a medianoche, un Don Quijote inacabado y otras filmaciones inéditas, también fue amigo de Antonio Ordóñez, y en una finca de la familia, en Ronda, fueron depositadas sus cenizas en un pozo, bajo los tilos.

La mítica Ava, la mujer más bella del mundo, tuvo su aventura española con dos toreros, Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín, que lograron echar leña al fuego de los celos de Sinatra, quien al poco se presentó aquí para cantarle a Ava las cuarenta y alguna que otra insinuante balada. ¡Qué guapa es!, exclamaba la gente al verla llegar a los toros.


Ernest Hemingway, Orson Welles y Ava Gardner

Para tomar un trago o algo de comer, los alrededores de Las Ventas son dignos de visitar. Los Timbales, en Alcalá 227, decorado con imágenes de corridas y recuerdos de diestros, y que ofrece vermú de grifo, rabo de toro, calamares, bravas o morcilla. El Rincón de Jaén, en Alcalá 225, con cañas bien tiradas, gambas, bígaros o langostinos. El Burladero, en Cardenal Belluga 13, con la especialidad del rabo de toro. La Tienta, en Alejandro González 5, famoso por su oreja, mollejas, sardinas o boquerones. La Divisa, casi pegadito al anterior, en Alejandro González 9, especializado en carne de toro y mariscos. Todos ellos y algunos más, os días que hay corrida, y sobre todo en las fiestas de San Isidro, se convierten en foros espontáneos de discusión taurina.


Los Timbales y La Tienta

Entre las anécdotas o sucesos importantes ocurridos en la plaza de Las Ventas en todos estos años, cabría citar:

  • 17 de agosto de 1947. En el transcurso de la novillada que se celebraba ese día, el novillero Manuel Pascual se lanzó al ruedo e hizo del popular Don Tancredo.
  • 17 de mayo de 1949. Luis Miguel Dominguín se plantó en el centro del redondel para autoproclamarse con el dedo índice de la mano derecha en vertical hacia el cielo el "número uno del toreo".
  • 30 de mayo de 1954. Antonio Bienvenida se encierra con 6 toros y todo sale perfecto de principio a fin. Tarde triunfal que se prolonga más allá de los aledaños de la plaza, pues los aficionados llegan ante la casa de la madre del torero, y no cesan de vitorearle durante varias horas.
  • 25 de mayo de 1967. Curro Romero se negó a matar el 5º toro, por lo que se procedió a su detención por la autoridad y trasladado a comisaría, donde pasaría algunas horas. Al día siguiente volvió a torear, saliendo por la Puerta Grande.

    Tardes de triunfo

  • 18 de mayo de 1968. Durante la lidia del sexto toro de la ganadería de Soledad Escribano, que le correspondía a Manuel Benítez "El Cordobés", se lanzó al ruedo como espontáneo el matador de toros, Miguel Mateo "Miguelín", que pasó sus manos por los lomos del animal, lo que se denomina “hacer el piano”, por lo que fue detenido. Al preguntarle el porqué de este hecho respondió que quería demostrar al público que lo que toreaba el diestro de Palma del Río eran animales sin raza. Días más tarde, Miguelin toreó la corrida de la Prensa y cortó seis orejas que le valieron su salida por la Puerta Grande.
  • 4 de junio de 1970. Se celebra la tradicional Corrida de la Beneficencia, con un único espada que torea desinteresadamente seis toros de diferentes ganaderías: Paco Camino. El maestro de Camas, establecería el récord de orejas cortadas por un torero en un solo festejo en la plaza de toros de Las Ventas: ocho en total.

    Miguelín se mofa de El Cordobés. Camino triunfa con seis toros. El toro indultado Belador

  • 19 de julio de 1982. Durante la celebración de la tradicional Corrida de la Prensa, se indultó por petición popular al toro Belador, de la ganadería de Vitorino Martín, único caso en la vida de la historia de la Plaza. La lidia le correspondió al diestro cartagenero José Ortega Cano.
INDICE

LOS CAMPOS DE FÚTBOL

Un poquito de historia

Según algunas teorías, un juego con pelota parecido al actual fútbol podría haberse practicado en el antiguo Egipto durante el siglo III antes de Cristo, como parte de un rito de fertilidad. Sin embargo en China ya se había inventado la pelota de cuero un siglo antes, cuando Fu-Hi, inventor y uno de los cinco grandes gobernantes de la China de la antigüedad, creó una masa esférica juntando varias raíces duras en forma de cerdas a las que recubrió de cuero crudo, con la que se jugaba simplemente a pasarla de mano en mano. En las antiguas civilizaciones prehispánicas también se conocen juegos de pelota similares, como el "tlachtli", practicado por los aztecas, una mezcla entre tenis, fútbol y baloncesto en el que se prohibía el uso de las manos y los pies y el capitán del equipo derrotado era sacrificado.

En la Grecia clásica, existía un juego de pelota al que llamaban "esfaira" o "esferomagia" debido a la esfera hecha de vejiga de buey que se utilizaba en el mismo. Desde ahí pasó a Roma, que utilizaban en su juego "harpastum" un elemento esférico llamado "pila" o "pilotta" que evolucionó hasta el término pelota utilizado actualmente.


Escenas de juego con pelota en la antigüedad

Este juego de los romanos pasó al Imperio, y durante la Edad Media tuvo mucha fama entre diferentes caballeros y culturas. En Britania, hasta Ricardo Corazón de León llegó a proponer al caudillo musulmán Saladino, que dirimieran sus diferencias sobre la propiedad de Jerusalén con un partido de pelota. Y es en Gran Bretaña, cuando a comienzos del siglo XIX comenzó a practicarse en las escuelas y al poco en las universidades más importantes, el antiguo juego, adaptado y utilizado ya como deporte nacional con el nombre de "dribbling-game". Pronto aparecieron las primeras reglas (Reglamento de Cambridge de 1848), y en 1863 se fundó la Football Association, con la que nacía el moderno juego del fútbol o balompié (foot-ball).


Escocia e Inglaterra 1872

El foot-ball se hizo muy popular en las islas y se extendió gracias a los trabajadores ingleses que marchaban al extranjero con las grandes sociedades financieras y empresas mineras. En España se comenzó a jugar hacia 1870 en la zona de las Minas de Riotinto (Huelva). El Río Tinto Foot-Ball Club, creado en 1878, seguramente sea el primer club español, pero como esta sociedad no fue inscrita en ningún registro, no ha quedado constancia legal de su existencia. El primer club español legalmente registrado es el Huelva Recreation Club (recreativo de Huelva), fundado el 23 de diciembre de 1889 y formado exclusivamente por jugadores extranjeros; posteriormente se fundaron el Palamós, el Águilas, el Athletic de Bilbao y el F. C. Barcelona.


Recreativo de Huelva. 1906

Fueron los inicios de este juego, que para abreviar se empezó a llamar fútbol, y que hasta los años sesenta del pasado siglo, para referirse a lances o personajes alrededor del mismo, aún se siguieran utilizando palabras inglesas (algunas subsisten), aunque pronunciadas muy a lo castizo. El refere (referee) era el árbitro; corner, el saque de esquina; ful (foul), la falta; friki (free kick), el tiro libre; ligue (league), el campeonato de liga; manager o mister, el entrenador; orsa (or side), el fuera de juego, o ten (team) el equipo.

En 1.902 se disputó la primera competición oficial, la Copa del Rey Alfonso XIII, en la que el Vizcaya le ganó al Barcelona en la final por 2-1.

La Real Federación Española de Fútbol no nacería hasta 1913 y la selección española disputó sus primeros partidos con motivo de los Juegos Olímpicos de Amberes, en 1920.


Equipo del Vizcaya que se proclamo campeón de la Copa del Rey en 1902

Pero la gran revolución en el fútbol español llega en 1926 cuando, tras un largo proceso de debate, los clubes aprueban el Primer Reglamento del Fútbol Profesional, siguiendo el modelo británico, sentando las bases para el nacimiento del Campeonato Nacional de Liga, cuya primera edición se disputó en 1929.

En Madrid comenzaron a jugar al fútbol desde finales del XIX alumnos de la Institución Libre de Enseñanza que creara Francisco Giner de los Ríos en 1876, para hacer realidad con la práctica deportiva la máxima “mens sana in corpore sano” que expresara el romano Decimus Iunius Iuvenalis (Juvenal) como plegaria a los dioses.

Y ya en 1897 funcionó el primer club madrileño el Football Club Sky, que en 1902 cambió su nombre por el New F.C. de Madrid, para desaparecer posteriormente. De este núcleo inicial surgió en 1900 el Español de Madrid y en 1902 el Madrid Football Club. En 1903 la colonia de estudiantes vascos en Madrid creó el Athlétic, como una especie de sucursal de su homónimo vasco.


Pioneros del futbol

Entre los primeros jugadores del fútbol madrileño predominó una doble coincidencia: eran alumnos de la Institución o habían sido visitantes de "colleges" británicos y allí se habían familiarizado con este deporte. En su nacimiento, pues, el fútbol madrileño, tuvo una base aristocratizante, burguesa y de clase media alta. Pero se trataba de un deporte de bajo costo y, por lo tanto, interclasista por definición, por lo que pronto se socializó y raro fue el barrio o la localidad del entorno madrileño que no dispusieron de un equipo de fútbol.

En 1904 y por iniciativa de Carlos Padrós, presidente del Madrid, se constituyó la Federación Madrileña de Clubes que, posteriormente, se transformó en la Federación Centro, desde 1913 integrada en la Federación Española de Fútbol.

Entre los equipos históricos madrileños, además de los ya citados Football Club Sky, Español de Madrid, Madrid Football Club y Athlétic Club en Madrid, como más importantes estuvieron también la Real Sociedad Gimnástica Española y el Racing de Madrid.

El Español de Madrid


Pioneros del futbol

El Club Español de Madrid se formó en 1900 como una escisión del Foot Ball Sky, el primer equipo creado en Madrid por estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza. Su primer presidente fue Julián Palacios, que dos años más tarde, tras salirse de esta entidad, ayudó a formar el Madrid Foot-Ball Club, convertido luego en el Real Madrid. El Club Español de Madrid fue ganador del Campeonato Centro en 1904 y 1909 y finalista de la Copa del Rey en 1909 y 1910. Poco después desapareció.

El Madrid

En 1897 un grupo de jóvenes de la Institución Libre de Enseñanza fundó el primer club de fútbol de Madrid, el Foot Ball Sky, que comenzó a entrenar en las cercanías de Vallecas. En 1901 parte de los integrantes del Sky se marcharon para fundar otro equipo, al que bautizaron Madrid Foot-Ball Club. Entre aquellos jóvenes jugadores se encontraban los hermanos catalanes Joan y Carles Padrós, Pedro Parages, Arthur Jonson y Julián Palacios, que actuaba como presidente. Esta asociación fue oficialmente legalizada el 6 de marzo de 1902, y en su primera junta general celebrada en la sede social, la trastienda del comercio de telas Al Capricho, el negocio familiar de los hermanos Padrós en el número 48 de la calle de Alcalá, se eligió al propio Joan Padrós como primer presidente oficial.


El Real Madrid en 1902

El uniforme que adoptaron estaba compuesto por camisa y calzón de color blanco (merengues) y medias y gorra azules. Y el escudo, que tuvo un diseño muy simple, consistió en entrelazar las tres iniciales del club, que iban en fondo oscuro azul, sobre la camiseta blanca; luego en 1808 se inscribieron dentro de un círculo, y en 1920, año en el que el Alfonso XIII concedió al club el título de Real se añadió la corona. La banda morada, que en 2001 paso a ser azul, se mantiene desde tiempos de la República como símbolo de la región de Castilla.

El inglés Arthur Johnson fue el primer entrenador del Madrid, además de jugador.

En ese mismo año de 1902, ante la dimisión de algunos de los integrantes del equipo, se decidió para cubrir las bajas fusionar la entidad con otros pequeños clubes: el Moderno F.C., el Amicale y el Moncloa.


primer escudo del Real Madrid

El primer campo de juego del Madrid estuvo en la calle de Lista (hoy de Ortega y Gasset), esquina a Velázquez, entonces en las afueras, en un solar propiedad del marmolista Estrada (Campo de Estrada), suegro de Julián Palacios, el primer presidente.

En 1901 pasaron a otro solar junto al hoy Palacio de los Deportes y entonces Plaza de Toros de la Fuente del Berro (Campo de la Avenida de la Plaza de Toros), propiedad de la reina Cristina, madre de Alfonso XIII, que lo arrendó por el casi simbólico precio de 150 pesetas anuales. En la por aquella época creciente calle de Alcalá, atravesando las vías del tranvía que llegaba hasta las Ventas del Espíritu Santo, existía un edificio, la Casa de las Bolas, en cuyos bajos se encontraba una taberna llamada La Taurina. Allí se ponían de corto los jugadores y guardaban los postes de las porterías.


Campo de la avenida de la Plaza de Toros

En 1912 se trasladaron a un nuevo campo, situado en la manzana colindante con el anterior, entre las calles Duque de Sesto, Fernán González, Narváez y O´Donnell (El Campo de O´Donnell), en cuyo desmonte del terreno y acondicionamiento participaron todos los socios, y en donde fue necesario colocar una valla para separar a los jugadores de la gran cantidad de público asistente. En 1914 se construyó una tribuna de preferencia para las autoridades, la directiva y las familias de los jugadores, con una capacidad para 216 personas, que se añadía a una grada general con sillas de hierro para albergar entre 600 y 800 espectadores.


Campo de O´Donnell

El comienzo de cada partido era un ritual. Los jugadores cargaban los palos de las porterías y las ajustaban dentro de unas cajas clavadas en el suelo, desdoblaban el larguero por la bisagra que tenía en el centro y lo encajaban sobre horquillas que tenían los postes en su parte superior. Era el aditamento más costoso de un campo considerado uno de los más modernos de la época.

En 1923, el ya Real Madrid tuvo que abandonar el campo de O´Donnell, ya que el propietario del terreno, Laureano García Camisón, lo reclamo para construir viviendas. Y es así como, entablando conversaciones con Arturo Soria, creador de la Ciudad Lineal, recaló en el Velódromo allí existente, después de unas obras para adaptarlo a la práctica del fútbol. Tenía una capacidad para 8.000 espectadores y fue uno de los primeros campos de hierba de la capital.


Campo de la Ciudad Lineal

Sin embargo, desplazarse hasta el Velódromo era toda una aventura, así que la directiva decidió construir un campo propio, y para ello compró unos descampados más allá de donde finalizaba entonces el paseo de la Castellana, en Chamartín. El nuevo estadio tenía una capacidad para 15.000 espectadores, de los cuales 4.000 correspondían a localidades de asiento en la tribuna cubierta. Y junto a él se construyeron un campo de entrenamiento, uno de hockey, un gimnasio, una piscina, un frontón, un restaurante y un club social. La obra fue tildada por la prensa como faraónica. Fue inaugurado el 17 de mayo de 1924 y hubo discusiones sobre el nombre que debía llevar; algunos pretendieron que se llamase Parque de Sports del Real Madrid, pero la mayoría se inclinó por el más modesto de Campo del Real Madrid Fútbol Club. Fueron los aficionados los que le llamaron Chamartín y así ha pasado a la historia, aunque nunca fue su nombre oficial.


Estadio de Chamartín

Tras la Guerra Civil, el panorama era desolador, con el viejo Chamartín medio destruido, y que hubo de ser medianamente adecentado con mucho esfuerzo para que en 1939 se iniciara de nuevo la competición. Pero aquello no fue suficiente para Santiago Bernabeu, elegido presidente en 1943, que movilizó a todo el madridismo para levantar un nuevo estadio en parte del solar del anterior.

Las obras comenzaron en 1944, y mientras tanto el Madrid jugó en el Estadio Metropolitano, el campo del Atlético de Madrid.

El nuevo Estadio Real Madrid Club de Fútbol, aunque los aficionados siguieron llamándolo de Chamartín, obra de los arquitectos Luis Alemany Soler y Manuel Muñoz Monasterio, se encuentra en la manzana delimitada por el Paseo de la Castellana y las calles de Concha Espina, Padre Damián y Rafael Salgado. La inauguración fue el 14 de diciembre de 1947 con un partido entre el Real Madrid Club de Fútbol y el Os Belenenses de Portugal. El recinto poseía entonces una capacidad de 75.145 espectadores, de los cuales 27.645 poseían asientos (7.125 cubiertos) y 47.500 de pie (2.000 cubiertos).


Estadio Santiago Bernabéu

La primera gran remodelación se dio en 1954, con una ampliación del lateral, que supuso aumentar los espectadores hasta 125.000. En 1955 se decidió que el estadio adoptara el actual nombre, en honor al presidente del club y artífice del estadio: Santiago Bernabéu


Estadio Santiago Bernabéu en 1967

La iluminación eléctrica se puso en 1957, y en 1982, con motivo del Campeonato Mundial de Fútbol que tuvo lugar en España, Luis y Rafael Alemany (hijos del primer arquitecto del Bernabeu) y Manuel Salinas hicieron las reformas que obligaba la FIFA, entre ellas tener la mitad del aforo de asientos, de los cuales dos tercios debían estar cubiertos, y que obligó a reducir el aforo, que pasó a 90.800.

Otra gran modificación se produjo en la década de los 90, ya que la UEFA, por motivos de seguridad, obligó a instalar asientos para todos los espectadores. La obra consistió en la creación de un tercer anfiteatro en el lateral Oeste y en los fondos, con cuatro torres en el exterior para el acceso.


Estadio Santiago Bernabéu

Posteriormente se ha realizado la ampliación y cubierta del lateral Este, la nueva fachada en Padre Damián y otras obras de acondicionamiento. También se contempla el posible cubrimiento total del estadio. La capacidad actual es de 80.354 espectadores, todos ellos sentados.

El Atlético

El 26 de abril de 1903, en uno de los despachos de los locales que disponía en la calle de La Cruz nº 25 la Sociedad Vasco-Navarra, se creó el Athletic Club en Madrid, como una especie de sucursal de su homónimo vasco, vinculación que perduró hasta 1907. La junta directiva la formaron Enrique Allende como presidente, Juan de Zavala, Eduardo de Acha, Enrique Goiri y Juan de la Peña.

El primer uniforme que adoptaron estaba compuesto por camiseta con una franja vertical azul y otra blanca, pantalones azules y las medias negras, semejante al que utilizaba entonces el Athletic Club de Bilbao, quienes compraban los uniformes del Blackburn Rovers Football Club. Un día, en 1911, cuando un representante del club bilbaíno viajó en barco al sur de Inglaterra en busca de nuevos uniformes, no logró conseguir los del Blackburn Rovers, por lo que compró los del Southampton Football Club, uniforme que el Athletic de Bilbao adoptó totalmente y el Athleti de Madrid sólo en la camiseta. Actualmente está formado por una camiseta con franjas verticales blancas y tres franjas verticales rojas (colchoneros), un pantalón azul, y medias rojas con vuelta blanca.


Eduardo Acha, segundo presidente atlético y el primer escudo

El primer escudo, con forma de cinturón circular en colores blanco y azul, tenia en el centro las iniciales del club. En 1911 se modificaron los colores por el rojo y el blanco. En 1917 se adopto uno muy similar al actual, con las rayas de la camiseta, seis de color blanco y seis de color rojo. En 1939 se añadieron dos alas a los lados, símbolo característico del Aviación Nacional, club con el que se fusionó tras la Guerra Civil. En 1947 desaparecieron las alas y las rayas pasaron a ser cuatro rojas y cuatro blancas. Y por los años 80, y ya el definitivo, se añadió un ribete dorado alrededor.

El primer partido entre socios del club —la colonia de estudiantes vascos en Madrid en los primeros tiempos— se disputó el 2 de mayo de aquel mismo año, en un solar por detrás de las tapias de El Retiro, en la ronda de Vallecas (hoy calle de Menéndez Pelayo). Allí estuvieron durante diez años.


Primeros campos de juego del Athletic Club en Madrid

Entre 1913 y 1923 habilitaron otro campo cerca del anterior, en la calle de Narváez, junto al que tenía el Madrid.

En 1923 pasaron arrendados al Stadium Metropolitano, construido por el arquitecto José María Castel como parte de la urbanización Colonia de Metropolitano, que había sido promovida por la división inmobiliaria de lo que hoy en día es Metro de Madrid, de ahí su nombre. Se ubicaba cerca de la actual avenida Reina Victoria en la actual Plaza de la Ciudad de Viena, entre las calles Beatriz de Bobadilla, Santiago Rusiñol y el Paseo de Juan XXIII. Tenía una capacidad de 25.000 espectadores y la inauguración fue el 13 de mayo de 1923 con un partido entre el Athletic de Madrid y la Real Sociedad de Fútbol, ganado por los madrileños por 2 goles a 1. A la avenida de reina Victoria la llamaban la "senda de los elefantes" porque salían del campo los sufridos aficionados colchoneros casi siempre cabizbajos, caminando lentamente y murmurando: "Este Athleti, este Athleti...".


Estadio Metropolitano


El athletic Club de Madrid en 1924

Durante la Guerra Civil el Metropolitano quedó destrozado, al igual que todo el barrio, por encontrarse en pleno frente de batalla junto a la Ciudad Universitaria. La reconstrucción corrió a cargo del arquitecto Javier Barroso (delantero, medio y portero del primer equipo en la década de 1920 y posterior presidente del club entre 1955 y 1964), y mientras, el Athleti de Madrid hubo de jugar en el campo del Rayo Vallecano hasta 1943.

Estas medidas de emergencia tras la Guerra Civil afectaron también a la propia sociedad deportiva, ya que el Athletic, falto de recursos económicos, con algunos jugadores dispersos por todo el territorio nacional, presos o heridos, no vio mejor salida que fusionarse al Aviación Nacional, del Ejército del Aire. El equipo pasó a llamarse Athletic Aviación Club y, desde enero de 1941, tras la prohibición de los extranjerismos en España, Club Atlético de Aviación. Esta unión duró hasta el 14 de diciembre de 1946, fecha en la que adapta el nombre actual: Club Atlético de Madrid.


el Atlético Aviación jugando en Vallecas

Antes, restaurado el Metropolitano, la reinauguración tuvo lugar el 21 de febrero de 1943 con un partido de nuevo frente a la Real Sociedad, a la que se venció por 2 a 1. El 15 de abril de 1950, el Atlético de Madrid firmó el acta de compra del estadio, que hasta entonces lo había disfrutado en arriendo; pero pronto se vio que su aforo no era suficiente para toda la hinchada colchonera y era necesaria la construcción de uno nuevo.


Jugadores míticos del Atlético de Madrid

Las obras comenzaron en 1961 y la inauguración se hizo el 2 de octubre de 1966 con un partido frente al Valencia, con el resultado de empate a 1. Se le puso el nombre de Estadio Manzanares y luego, en 1971, Vicente Calderón, por ser éste el presidente en aquellos años. Tras sucesivas remodelaciones tenía una capacidad de 54.851 espectadores (todos sentados). Se encontraba en el barrio de la Arganzuela, junto al río Manzanares, en el paseo Virgen del Puerto.


Estadio Vicente Calderón. Estadio de la Peineta

En 1208, el Club Atlético de Madrid, la cervecera Mahou (en el Paseo Imperial, junto al estadio) y el Ayuntamiento de Madrid firmaron un acuerdopor el cual se recalificaban los terrenos de la zona que ocupaban ambas sociedades para construir viviendas y un parque, y el Atletico recibía el Estadio de la Peineta, que una vez remodelado, es capaz para 73.000 espectadores, con los asientos totalmente cubiertos. Se encuentra en el barrio de las Musas, en la avenida de Arcentales

La Real Sociedad Gimnástica Española

La Real Sociedad Gimnástica Española, conocida como Gimnástica de Madrid, se fundó el 2 de marzo de 1887, dedicándose principalmente a la gimnasia, pero también a otros deportes.

Aunque el equipo de fútbol ya existía antes de 1907, fue en ese año cuando se afianzó esta sección con jugadores procedentes del Moncloa F.C., del Hispania F.C., del Iberia F.C. y por unirse con el Iris F.C. y el Club Sportivo Internacional, creados un año antes.

El uniforme estaba compuesto por camiseta blanquinegra, pantalón blanco y medias blanquinegras.


Real Sociedad Gimnástica Española

El primer campo de juego estuvo en el antiguo Cerro del Pimiento, al final hoy de la calle Rodríguez San Pedro, esquina a Hilarión Eslava, donde posteriormente levantó la Casa de las Flores Secundino Zuazo. Y luego en Diego de León, esquina a Conde de Peñalver, justo donde hoy se localiza el Hospital de la Princesa.

En 1909, la Gimnástica Española fue uno de los fundadores de la Federación Española de Fútbol. En 1912 jugó la final de Copa del Rey contra el FC Barcelona, que perdió por 2-0 tras clasificarse al ganar el Campeonato Regional contra equipos como el Madrid FC o el Athletic de Madrid. En 1915, Alfonso XIII le concedió el título Real y pusieron la corona y el nombre a el escudo. Y en 1928 se suprimió la sección de fútbol al no poder mantenerla con jugadores profesionales, aunque más tarde la recuperaría suprimiéndola definitivamente en los años 60.

El Racing de Madrid

El Racing Club de Madrid fue un equipo de fútbol con sede en el barrio de Chamberí. Fundado en 1914 por fusión de los clubes madrileños Cardenal Cisneros y Regional, participó habitualmente en la primera categoría del Campeonato Regional Centro, logrando el titulo en 1915 y 1919. Su uniforme: camiseta a rayas rojas y negras, pantalón blanco y medias negras.

Al inicio del campeonato de liga en España en 1929, el Racing de Madrid quedó encuadrado en la Segunda División, quedando clasificado en último lugar, por lo que bajó a Tercera.


El Racing de Madrid en 1924

En 1931, acuciado por problemas económicos al haber descendido a la primera categoría regional, se embarcó en una gira por Perú, Cuba, México y Estados Unidos, en contra del criterio de la Federación Castellana. El intermediario que organizó la gira dejó abandonado al equipo sin abonarles lo estipulado, por lo que los jugadores se quedaron en America sin posibilidad de regresar. La Federación sufragó los gastos de regreso a España, pero sancionado al club con el descenso a la segunda categoría regional, optaron por retirarse de las competiciones oficiales y dedicarse a disputar partidos amistosos por distintas ciudades de España.

Posteriormente se fusionó con el Unión Sporting y luego con el C.D. Chamberí, creando el Racing Club Chamberí. En 1943 fue refundado como Agrupación Recreativa Chamberí, club que se proclamó heredero directo del Racing de Madrid, reclamando su plaza en tercera división, lo cual fue rechazado por la Federación. La A.R. Chamberí alcanzó la tercera división en la temporada 1947-1948, sin lograr permanecer en la categoría; posteriormente quedó relegada a las categorías regionales inferiores, hasta su desaparición en 1981.

En la Junta Municipal del Distrito de Chamberí, en la plaza de ese nombre, hay una placa que recuerda a los jugadores de Racing movilizados y caídos en la guerra del Rif, en Marruecos.


El Racing de Madrid en 1932

El Racing jugó durante muchos años en un campo de deportes situado en el Paseo del General Martínez Campos, entre Alonso Cano, García de Paredes y Modesto Lafuente, en un paraje denominado de antiguo el "campo de lo Frailes" y ahora ocupado por el teatro Amaya. Alguna vez acudió a su tribuna Alfonso XIII con sus hijos. También se aprovechaba el campo para otros eventos, como combates de boxeo, las verbenas para la fiesta de la Virgen del Carmen y bailes durante las noches del verano. Se dejó de utilizar en 1933 cuando se produjo la fusión del Racing y el Unión Sporting. Luego pasó a jugar en campos de la Federación Madrileña, y en primer lugar en los habilitados en el Cerro del Pimiento tras su explanación para construir parte del barrio actual de Vallehermoso.

Otros equipos

Hubo y hay más equipos de fútbol creados posteriormente y militando en todas las categorías. Estos son algunos de los más importantes, sin contar los de las canteras de los clubes grandes.

La Agrupación Deportiva ferroviaria


La Ferroviaria en 1922

La Agrupación Deportiva Ferroviaria (La Ferro) se fundó en 1918. En 1939, tras la Guerra Civil, alternó la Segunda y la Tercera División varios años. En 1943 bajó a Tercera, donde permaneció cinco temporadas. Desde entonces jugo en categorías inferiores hasta su desaparición en 2007. El uniforme era totalmente negro. Jugó en varios campos: entre 1919 y 1921, en el Princesa, en terrenos anejos a la Estación del Norte; entre 1921 y 1948, junto a la Estación de Delicias; entre 1948 y 1950 en el cerro del Pimiento, en instalaciones deportivas de la federación Madrileña de Fútbol; entre 1950 y 1954 en el Campo del Gas, en el Paseo de las Acacias; entre 1954 y 1988 en la Ciudad Universitaria, y entre 1982 y 2007 en el Ernesto Cotorruelo, en Vía Lusitana

El Nacional

A finales de los años veinte se fundó el Nacional, cuyo campo estaba situado en la confluencia de Jorge Juan y Doctor Esquerdo, en el mismo solar donde hoy se levanta la Real Casa de la Moneda.

El Rayo Vallecano


Estadio Teresa Rivero

El Rayo Vallecano fue fundado en 1924 como Agrupación Deportiva El Rayo, pasando en 1947 al nombre de Agrupación Deportiva Rayo Vallecano. Juega en el Teresa Rivero, en el barrio de Vallecas, inaugurado en 1976 y con capacidad para 15.500 espectadores. El uniforme está compuesto de camiseta blanca con una franja roja en diagonal, pantalón blanco y medias blancas con rayas rojas. Ha jugado en Primera División y participo en la Copa de la UEFA en la temporada 200-2001

El Club Deportivo Pegaso


El C.D. Pegaso

El Pegaso fue fundado por la empresa de Camiones Pegaso en el año 1962 y ha militado varias temporadas en Segunda División B y Tercera División. Jugaba en el campo de la Ciudad Pegaso. En el 2008 fue comprado por la empresa Stars 2007 Group. Su uniforme: camiseta azul con una franja roja, pantalón azul y medias azules.

El Plus Ultra / Castilla


Estadio Alfredo Di Stéfano

Fue fundado en 1930 con el nombre de Plus Ultra por empleados de esa compañía de seguros. En 1972 pasó a llamarse Castilla y luego, como filial del Madrid, Real Madrid B y Real Madrid Castilla. En los primeros tiempos jugó en el antiguo Velódromo de Ciudad Lineal; ahora lo hace en el Estadio Alfredo Di Stéfano, situado en la Ciudad Real Madrid en Valdebebas. En la temporada 1979-1980 fue subcampeón de la Copa del Rey, disputando la histórica final contra el primer equipo del Real Madrid Club de Fútbol en el Estadio Santiago Bernabéu. Al año siguiente participó en la Recopa de Europa cayendo en la primera ronda. En los años siguientes llegó a conquistar el campeonato de segunda división (1983/1984) con el mítico equipo de la "Quinta del Buitre", que iba alternando su actuación en el filial con apariciones con la primera plantilla.

El Vallecas C.F.


Estadio de Ntra. Sra. de la Torre

Se fundó en 1967 y ha militado en Primera de Aficionados, Preferente y Tercera División. Juega en el estadio Nuestra Señora de la Torre, con hierba artificial y capacidad para 3000 aficionados, y su vestimenta se compone de camiseta blanca, pantalón azul y medias azules.

La Escuela Deportiva Moratalaz


Dehesa de Moratalaz

Está formada por la unión del Club Deportivo Moratalaz y la Escuela Deportiva Unión de Moratalaz, que a su vez estaba formada por la unificación de cuatro equipos de fútbol del barrio: Morataleña, Nueva Castilla, Olímpico de Moratalaz, y Betancunia. Tiene dos campos de fútbol, La Dehesa de Moratalaz y el Lili Álvarez (antiguos Urbis y Pavones Este), y un tercero de Fútbol 7, el Vandel. Todo el uniforme es de color negro y el primer equipo juega en Preferente.

El C.D. Colonia Moscardo


Estadio Román Valero

El C.D. Colonia Moscardo (el Mosca) fue fundado en1945 para los futbolistas de los barrios de Usera y de la Colonia Moscardó. Su principal labor es la de ser cantera del fútbol madrileño. Ha jugado en Segunda y en Tercera División y actualmente en la categoría Preferente. Su uniforme está formado por camiseta rojiblanca, pantalón azul y medias azules. Juega en el estadio Román Valero, de su propiedad, que recibe el nombre del presidente histórico del club, cuenta con capacidad para 5.000 espectadores y dispone de césped.

El Villaverde-Boetticher C.F.


El Villaverde Boetticher

La Sociedad Recreativa Villaverde Boetticher C.F. fue creada en el distrito de Villaverde, en 1971, por la empresa Boetticher. Juega actualmente en categoría Preferente en el Boetticher (el Boti), de arena, con una capacidad para 2.000 espectadores. Su uniforme es de camiseta verde, pantalón blanco y medias verdes.

El C.D. Puerta Bonita


Campos del Puerta Bonita

El Puerta Bonita (el Puerta), fundado en 1942 en el barrio de Puerta Bonita del distrito de Carabanchel, milita en Preferente pero lo ha hecho habitualmente en Tercera División. Destaca por sus equipos filiales y de fútbol base, siendo uno de los que más jugadores tiene en la Comunidad de Madrid. Su uniforme es camiseta blanca, pantalón blanco y medias blancas. Actualmente juega en el antiguo Canódromo de Carabanchel, en Vía Carpetana, remodelado como recinto deportivo multiusos, con capacidad para 4.000 personas y hierba artificial. Antes de usar este campo, el Puerta Bonita ocupó históricamente las instalaciones de El Hogar, en Oporto, en la esquina de la Calle de la Oca y General Ricardos, un estadio con capacidad para 1.000 personas con un campo tierra y que ahora es utilizado para los entrenamientos y para las categorías inferiores.

El Real Club Deportivo Carabanchel


Campo de la Mina

Fue fundado en 1916 y comenzó su actividad deportiva en descampados de los municipios carabancheleros: el Alto y el Bajo. En la temporada 1.954-1.955 consiguió por primera vez en su historia el ascenso a la Tercera División. Juega en el estadio de la Mina, últimamente renovado, situado en la calle Monseñor Oscar Romero, en el barrio de Carabanchel. El uniforme es camiseta blanca con pantalón negro y medias blancas.

Otros campos de juego

Además de los ya citados, había y hay otros campos de fútbol diseminados por la ciudad.

Campo del Gas

En la Ronda de Toledo esquina a Gasómetro y al paseo de las Acacias estuvo la fábrica de Gas. Y junto a ella el famoso Campo del Gas, un campo de fútbol regional escenario todos los viernes de grandes veladas de boxeo. Viejos aficionados, hombres de edad indefinible y aspecto patibulario, chelis y mujeres vistosas se reunían para ver el espectáculo de unos jóvenes que se golpeaban sobre el ring por una corta paga, mientras acariciaban sueños ambiciosos. Pero también combates estelares, como el que protagonizaron Carrasco y Velázquez, de una dureza increíble. Y también lucha libre, con Hércules Cortés, campeón de pesos pesados, como su máximo protagonista. En los terrenos se levantaron varios edificios de viviendas y un parque en el que se conserva la gran chimenea de la fábrica.

Templo de Debod

En lo que hoy es el Parque del Templo de Debob, en la parte alta de la Montaña del Príncipe Pió, estuvo el Cuartel de la Montaña. El 19 de julio de 1936, el general Fanjul se unió a los facciosos y se hizo fuerte en él junto con 1.500 de sus hombres. Esa tarde, el cuartel fue rodeado por tropas leales al gobierno de la República, guardias de Asalto, civiles y milicias populares y, al amanecer del día 20, se inició el cañoneo del cuartel con el empleo también de la aviación, resultando prácticamente destruido. Tras la guerra, y mientras se barajaban ideas para aprovechar el enorme terreno, fue utilizado durante años para unas instalaciones deportivas algo cutres, con pistas y campos de ceniza y vestuarios e instalaciones sanitarias innombrables (el actual polideportivo José María Cagigal, un poco alejado, junto al Puente de los Franceses, es un sucesor de ellas).

Estación del Niño Jesús

Junto al Hospital del Niño Jesús, en la avenida de Menéndez Pelayo, se encontraba la estación del Niño Jesús, también conocida como estación de Arganda, con trenes de mercancías que traían yeso de Vaciamadrid y pedernal, cal y grava de Vicalvaro y Arganda. Ocasionalmente prestó servicio de viajeros, especialmente los domingos para ir a Arganda, dando pie al dicho popular de "el tren de Arganda, pita más que anda". Y para el personal ferroviario tenían un campo de fútbol que llamaban el de la Carbonilla, que como su nombre indica era por el carbón fino esparcido por encima del duro terreno. Justo donde estaba el campo se levanta hoy la Torre del Retiro

El Parque Sindical

El Parque Deportivo Puerta de Hierro (antiguo Parque Sindical), en la carretera de la Coruña kilómetro 7, fue durante años un sitio que conservaba el encanto de tiempos pasados pero recientes. A mediados del siglo pasado, las piscinas del recinto deportivo se convirtieron en el llamado "charco del obrero", una cita de fin de semana para el disfrute popular y bullicioso. Más de 25.000 productores se agolpaban allí cada festivo y fue necesario poner una línea de autobuses que partían de Moncloa. Y además, en sus sobredimensionadas instalaciones cabían todos los deportes, y entre ellos el fútbol, con varios campos, uno de ellos con gradas y terreno de hierba. Pero por desgracia, la Comunidad de Madrid, que es ahora su propietaria, se empeñó en poner al día alguna de sus señas de identidad… y a fe que lo consiguió. Han convertido un espacio de deporte o consumo popular en un coto dirigido a esas élites sociales tan adictas al pádel y el golf.

Viejo Estadio de Vallehermoso

El mítico y antiguo estadio Vallehermoso ha sido convertido ahora en un moderno complejo deportivo. Dispone de un nuevo estadio de atletismo provisto de 8 calles y amplia zona para saltos, lanzamientos y otras disciplinas. Y también pabellón polideportivo completo, piscina cubierta, piscinas auxiliares, zona de spa y tres salas polivalentes. El antiguo estadio, con campo de fútbol o de rugby en el interior de las pistas, se construyó a finales de los años cincuenta y, aunque empezó albergando juegos escolares, en él se disputaron nueve campeonatos de España de atletismo consecutivos entre los años 1964 y 1972. Después también albergó los Nacionales Absolutos de 1974, 1976, 1978 y 1986, con el mítico duelo entre Moses y Harris en el Meeting de Madrid.

El Club Deportivo Apóstol Santiago, en la calle Méjico de la barriada del Parral, en La Guindalera, distrito de Salamanca. Gran complejo privado que fue levantado en 1940

Y además, entre otros:

El Campo de Fútbol Nuestra Señora Soledad, en la calle Ayerbe, del barrio de Aeropuerto, en el que juega el C.D. Barajas.

El Canillas

El Canillas, en la calle Agustín de Iturbide, con hierba artificial. Juega el C.D. Canillas.

El Centro Deportivo Municipal Aluche, en la avenida del General Fanjúl, en Aluche, con campo de hierba. Juegan el San Ignacio de Loyola, el A.D. Buenavista Castilla y el Aluche C.D.

El Centro deportivo Sage, en la calle Escalona, también en Aluche.

El Campo Municipal de San Blas, en la calle de Guadalajara, con hierba artificial. Juegan el E.D.M. San Blas y el C.D. Domingo Sabio

El Arjona

El Arjona, en la calle Jiménez Martín del barrio de Lucero, con terreno de tierra. Juega el C.F. Águilas del Lucero.

El Municipal de Hortaleza, en la calle Monóvar, de tierra. Juega la A.D. Sporting Hortaleza.

El Isla de Tabarca, en el barrio de Peñagrande, de tierra. Juega el Rayo del Pilar C.F.

El Polideportivo Municipal del Barrio del Pilar, en la avenida Monforte de Lemos. Juega La Paz C.F.

El Estadio Antonio Sanfiz, en la calle Fuente del Rey. Juega el Aravaca C.F., fundado en 1934.

Centro Deportivo Municipal Alberto García

La Instalación Deportiva Municipal Alberto García, en la calle Reguera de Tomateros, en el Pozo del Tío Raimundo, con el campo de hierba artificial.

El Centro Deportivo Canal De Isabel II, en avenida de Islas Filipinas, en Chamberí, con campos de hierba artificial. Juegan el Celtic Castilla C.F. y el C.D. Unión América entre otros.

El estadio de Orcasitas, en el Camino Viejo de Villaverde, de tierra, donde juega el C.D. Orcasitas.

Colegio Salesianos de Atocha

Y por supuesto, en muchos patios de recreo de los colegios

Y la calle

En tiempos pasados, los jugadores pertenecientes a equipos federados o adscritos a alguna competición jugaban en sus estadios o en campos de más o menos categoría, aunque algunos se limitaran a los simples palos de las porterías sobre un terreno infame. Pero los chicos jugábamos en la calle como en cualquier sitio de España, con dos porterías improvisadas entre dos piedras, montoncillos de abrigos, jerséis o las carteras del cole. Los coches apenas pasaban, y de las caballerías había tiempo para retirarse.


Jugando bajo el Viaducto en 1960

Cualquier sitio era bueno, y el mejor una plaza amplia y despejada o un solar desocupado, así evitabas molestar a la gente o romper algún cristal de las ventanas. Y mucho mejor un descampado en las afueras, que entonces se llegaba rápido, y por todos los barrios, por Chamberí, por el de Salamanca, por Cuatro Caminos, por la Arganzuela... "Jugabas a tus anchas" y no había miedo de "aburrir" la pelota (colarse en una casa tras la tapia).


Perfecta portería

En Chamberí, el antiguo cementerio de la Patriarcal, entre las calles de Vallehermoso, Donoso Cortés y Magallanes, clausurado y abandonado, y que no fue demolido hasta pasada la Guerra Civil, era utilizado por los chicos para jugar al fútbol entre ataúdes rotos y huesos desperdigados (el “campo de las calaveras”); luego, adecentado, sirvió como terreno de juego para el equipo de fútbol de la Casa de la Moneda y Timbre. En 1952 el Estado levantó allí el Parque Móvil Ministerial y viviendas de sus funcionarios.

En el mismo Chamberí, en la calle de Santa Engracia, entre García de Paredes y Viriato estuvo la Fundición Bonaplata, cuando se marcharon en 1928 dejaron un solar que era aprovechado para jugar al fútbol.

Al final de la calle de Sainz de Baranda había unos terraplenes que bajaban hasta el arroyo Abroñigal y junto a ellos unas explanadas para practicar el fútbol.


Jugando en la plaza de Oriente

Y tantos otros sitios, como la plaza de la Villa de París, el Parque del Oeste, los antiguos bulevares, el paseo del Prado, la Casa de Campo, la Chopera del Retiro, junto a la ermita de San Antonio de la Florida...
INDICE

LOS CEMENTERIOS

El enterramiento de los difuntos se hizo siempre en lugares apartados de los núcleos de población. Así lo hicieron los árabes en el Madrid musulmán, en un cementerio situado por la actual plaza de la Cebada, fuera del entonces recinto amurallado, y así lo hicieron luego los cristianos durante años. Incluso hubo una necrópolis del siglo VI en el actual barrio de Valdeacederas, en un asentamiento visigodo anterior a la fundación de la ciudad. Pero a partir del siglo XIII vino a hacerse mayormente en las iglesias, costumbre que se prolongaría hasta principios del XIX. Las gentes a su fallecimiento querían estar lo más cerca posible del Dios Todopoderoso, y siempre en presencia de reliquias e imágenes de los santos, para obtener de ellos el beneficio de la intercesión ante el Padre. La Iglesia, por otra parte, consideraba que la visión de los sepulcros ayudaba a recordar la brevedad de esta vida y a mantener a los fieles preparados para el tránsito a la muerte.


Los ricos tenían sus panteones en las iglesias

Si entre los vivos había clases sociales, también las había entre los muertos: las familias poderosas y la nobleza podían pagarse su sepultura perpetua en el interior de las iglesias, en capillas particulares con grandes mausoleos de mármol; otros, de clases más bajas, sólo lograban acceder a una fosa en el suelo de los templos, bajo una losa de piedra, y aún otros, los pobres, en ruin y basta caja de pino sin labrar, al exterior, sin ningún tipo de protección, expuestos sus cuerpos a la rápida destrucción.


Los pobres al exterior y en la tierra

Un caso aparte eran las muertes en circunstancias "especiales". A los suicidas se les solía enterrar en la parte norte de los cementerios, a la sombra de la iglesia donde no se colocaban otras tumbas, por ser la zona más fría y desagradable; a los criminales ajusticiados se le enterraba (o dejaban expuesto el cadáver para dar ejemplo) en las encrucijadas de los caminos, y los niños nonatos o neonatos no bautizados también tenían su lugar especial lejos del resto de los difuntos. En Madrid hubo incluso un cementerio para aquellos que morían en un duelo, ubicado en los alrededores de la Puerta de Toledo.


Ajusticiado con garrote vil

De los pequeños camposantos junto a las iglesias hay algunas referencias. Lo tuvo la iglesia de San Andrés, donde se enterró a San Isidro antes de trasladarlo al interior de la misma. El de la iglesia de San Sebastián estaba situado en la parte trasera, en la esquina de la calle de Huertas, y allí se produjo una escena sobrecogedora cuando el escritor José Cadalso, incapaz de soportar la soledad por la muerte de su amada, la conocida actriz María Ignacia "La Divina", volvió una noche a la tumba para desenterrar su cuerpo, siendo sorprendido por los vigilantes en plena acción. La desaparecida iglesia de San Luis Obispo, en la calle de la Montera, lo tenía en la actual plaza del Carmen. Y el de la iglesia de San Ginés se encontraba donde hoy está su atrio de entrada.

El que dependía de la ermita de San Antonio de la Florida aún permanece. Es un pequeño recinto levantado en 1796 en la zona limítrofe suroeste del Parque del Oeste, a pocos pasos de la propia ermita. En él fueron enterrados, en una fosa común, los cuarenta y tres patriotas madrileños fusilados en la montaña del Príncipe Pío, la madrugada del 3 de mayo de 1808. Una columna conmemorativa y tres lápidas recuerdan el terrible acontecimiento.


Cementerio de la Florida

Igualmente los hospitales tenían también sus propios cementerios destinados a los que fallecían en sus instalaciones y no podían costearse su propia sepultura. Así sucedía en el Hospital General de San Carlos (hoy Museo Reina Sofía), en la calle de Santa Isabel, donde hay leyendas de fantasmas deambulando por sus corredores. Y en el de la Buena Dicha, en la calle de Silva, que dependía del cercano y también desaparecido monasterio de San Martín, y en el que se utilizaba un único ataúd, de quita y pon, para el sepelio de los enterrados de limosna. Allí se atendió a muchos de los heridos del levantamiento del 2 de mayo de 1808, y allí fueron enterrados muchos de los muertos, entre ellos Manuela Malasaña y Clara del Rey. Tanto el hospital como el cementerio desaparecieron en 1917 y en su lugar se levanta ahora la iglesia de la Buena Dicha

Como en otros muchos sitios, aquí en Madrid, y sobre todo a partir del aumento de población que la villa experimentó durante el reinado de los Reyes Católicos, el espacio de las iglesias se quedó escaso para albergar tanto cadáver, por lo que de tiempo en tiempo se realizaba la llamada "monda de cuerpos", que consistía en remover a los enterrados, mezclar con la tierra los restos de carne en descomposición y extraer los huesos para llevarlos a un osario. Quedaba así espacio para nuevas inhumaciones. Tan macabra operación, además del hedor insoportable y persistente que dejaba, y que era mitigado a duras penas con agua olorosa, originó la propagación de muchas enfermedades.


Osario

Y fue precisamente una epidemia de peste que asoló el país en 1781, y cuyo foco se desató en la parroquia de Pasajes (Guipúzcoa), el motivo por el que Carlos III se vio obligado a decretar la prohibición de los enterramientos en las iglesias y a ordenar la construcción de cementerios bien ventilados fuera de las ciudades, a ser posible junto a una capilla, y para ello dio ejemplo ordenando la construcción de los cementerios de los Reales Sitios de La Granja y de El Pardo y uno pequeño en el Retiro, más o menos donde se encuentra ahora la fuente del Ángel Caído, y al que se añadió en 1787 una capilla dedicada a San Fernando. Estaba destinado a dar sepultura a los héroes de la Independencia y a los trabajadores del propio parque. Desapareció en 1874 al abrirse el paseo de Fernán Núñez.

Pero ahí quedó todo, pues las disposiciones no serían efectivas hasta la época de José Bonaparte, dado el gran arraigo de las costumbres y creencias entre las gentes.


Estatua del Ángel Caído en El Retiro

En Madrid, de los cuatro cementerios municipales proyectados en los alrededores de la ciudad, por fuera de la tapia que Felipe IV mandara levantar en 1625, y en sus cuatro puntos cardinales, sólo se construyeron dos, el General del Norte, inaugurado en 1809 en terrenos de lo que luego sería el distrito de Chamberí, y el del Sur, abierto en 1810 al otro lado del Puente de Toledo.

Pero fueron las cofradías Sacramentales (de obligada existencia en todas las parroquias de la Cristiandad por orden del Papa Pío V, a mediados del siglo XVI) las que verdaderamente dieron el paso definitivo al crear, bien individualmente o agrupadas, sus propios cementerios para los cofrades. El primero fue el de la Sacramental de San Pedro y San Andrés, establecido en 1811 junto a la ermita de San Isidro, y que al ir ampliándose sucesivamente a lo largo de los años tomo el nombre de Cementerio de la Sacramental de San Isidro, San Pedro y San Andrés.


Antesala de los en tiempos cementerios de Chamberí

Después vinieron los de otras Sacramentales. Dos por la zona de la actual calle de Méndez Álvaro: el de San Nicolás y el de San Sebastián. Tres en el norte, de nuevo en el actual Chamberí: el de San Ginés y San Luis, el de la Patriarcal y el de San Martín. Y otros tres en el sur, también al otro lado del Manzanares y ahora prácticamente en medio de la ciudad: el de San Justo, el de Santa María y el de San Lorenzo.


El futuro Chamberí en 1850

De todos estos once cementerios antiguos, sólo quedan cuatro en pie, el de las Sacramentales de San Isidro, de San Justo, de Santa María y de San Lorenzo. Los demás fueron clausurados en 1884, coincidiendo con la inauguración del Cementerio de la Almudena, aunque en el del Sur y en el de San Martín se siguió enterrando en años posteriores. Y como la legislación obligaba a que pasara un cierto tiempo hasta que pudieran derribarse, quedaron durante años abandonados y en continua degradación.

Cementerio General del Norte

El General del Norte, inaugurado en 1809, estaba situado entre las calles de Magallanes, Fernando el Católico, Rodríguez San Pedro y la plaza del Conde Valle de Súchill.

Su arquitecto, Juan de Villanueva, introdujo el sistema de nichos tomando la idea del cementerio de Lachaise (París). En su entrada principal (donde actualmente está la calle de Magallanes) se colocó una monumental cruz de piedra procedente del Calvario de Leganitos. Y en su interior había una capilla neoclásica (la obra más valiosa de todo el conjunto) que sirvió como sede de la Parroquia de los Dolores desde la clausura del cementerio en 1884 hasta 1908.


Cementerio General del Norte

Desde un principio estuvieron algunas zonas de este cementerio bajo la neblina romántica de leyendas y tradiciones fantasmales, como la nacida en torno a la condesa de Jaruco (amante de José Bonaparte) que desapareció la misma noche del enterramiento para, sin saberse cómo, aparecer sepultada en el jardín de su palacete, en la calle del Clavel.


Bajo la neblina romántica de leyendas y tradiciones fantasmales

Hecho célebre fue también el entierro de Mariano José de Larra en 1837, acto en el se revelaría, con la lectura de unos famosos versos, otro genio del Romanticismo: José Zorrilla.

Larra y Zorrilla


Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana:
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.



En el solar del Cementerio General del Norte, la Compañía Madrileña de Tranvías construyó a partir de 1901 sus cocheras y fábrica de electricidad. Su derribo en los años 60 dio lugar a la plaza del Conde de Valle de Súchil y zona aledaña.


Situación y planos del Cementerio General del Norte

En 1994, en las obras de un colector para el aparcamiento en construcción de la plaza del Conde del Valle de Súchil, se encontró una galería de ladrillo, piedra y cal (con unas dimensiones de 3,5 metros de alto por 1,20 de ancho y a 12 metros de profundidad) con unos 650 esqueletos humanos. En el primer momento se pensó que era una fosa común de la guerra civil, pero pronto se comprobó que era el osario del antiguo cementerio. Se calcula que en la zona puedan quedar no menos de 5000 restos humanos.

Cementerio General del Sur

Fue abierto en 1810 al otro lado de la de la Puerta de Toledo, pasado el río entre las carreteras antiguas de Carabanchel y Getafe, en el alto de Opañel.

Su misión principal fue para enterrar todos los muertos producidos por la Guerra de la Independencia, ya que el del Norte se había quedado pequeño. Se dividía en 8 cuarteles, uno por cada parroquia de su circunscripción: San Lorenzo, San Pedro, San Millán, Santa Cruz, San Sebastián, San Justo y San Andrés y el último para los Reales Hospitales. En su centro se hallaba una hermosa cruz diseñada por Ventura Rodríguez en 1773 y que hasta entonces había estado en la plaza del Ángel.


Cementerio General del Sur

Fue un cementerio con pocas atenciones municipales, y que debido a su abandono, los fallecidos recién enterrados eran pasto de perros y pájaros. Algo de esto se subsanó cuando en 1818 se repararon las cercas y se construyó la capilla de la que carecía hasta entonces. Aún así, ya en 1821 se encontraba en mal estado debido a su precipitada construcción. Además era conocido como el "Cementerio de los Ajusticiados", ya que en él es donde se enterraba a los reos ajusticiados en la Plaza de la Cebada, como fue el caso de Luis Candelas.

Fue ampliado varias veces y se clausuró en 1884, pero a pesar de su estado ruinoso siguió sirviendo de lugar de enterramiento años después. Finalmente fue demolido en 1942 y los restos humanos que allí quedaban se trasladaron al Cementerio de La Almudena.

En el solar que ocupaba se encuentran en la actualidad el Centro Deportivo San Miguel, que da a la tapia del Cementerio de la Sacramental de San Lorenzo y San José (construido en 1851), y bloques de viviendas en torno a las calles de la Verdad y Navahonda.

Cementerio de la Sacramental de San Isidro, San Pedro y San Andrés

Fue el primero de los cementerios que la cofradías Sacramentales abrieron en las afueras de Madrid y aún permanece. Se construyó en 1811 detrás de la ermita de San Isidro sobre el llamado Cerro de las Ánimas, en el entorno de la actual Vía Carpetana, dando por delante a la avenida de la ermita del Santo. Su nombre inicial era Cementerio de la Sacramental de San Pedro y San Andrés, pero que al ser ampliando sucesivamente a lo largo de los años añadió el de San Isidro. Es propiedad de la Archicofradía del Santísimo Sacramento, San Isidro Labrador y Ánimas del Purgatorio.


Cementerio de la Sacramental de San Isidro

Fue diseñado por José Llorente y durante el siglo XIX se convirtió en el cementerio preferido por la aristocracia, los políticos, los grandes burgueses y los artistas, lo que nos ha legado, entre sus siete patios, un conjunto de panteones de gran calidad artística. Los arquitectos emplearon todos los recursos disponibles, enriqueciendo sus construcciones con obras de los mejores escultores (muy pocas de tema religioso y sí alegóricas) y bellos trabajos de cantería, forja, vidrieras y esmaltes. Está considerado uno de los cementerios más interesantes de Europa, y catalogado como Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico.

Los tres patios más antiguos, rectangulares y con diseño a manera de claustros, son los más interesantes.

En el primero, dedicado a San Pedro y construido en 1811 por Rafael Isidoro de Hervias, se pueden encontrar las sepulturas de Campomanes y de la familia los Madrazo. Desde él se tienen unas vista espléndidas sobre Madrid.


Monumental panteón en San Isidro

En el segundo, de San Andrés, obra de José Llorente en 1829, descansan entre otros el general Diego de León, el conde de Toreno y la duquesa de Alba (la de la maja de Goya).

En el tercero, de San Isidro, construido por José Alejandro Álvarez en 1842, están enterrados personajes como Leandro Fernández de Moratín, Ramón de Mesonero Romanos o Consuelo Bello (la Fornarina).


Panteón Guirao

A mediados del siglo XIX se añadió otro patio dedicado a la Inmaculada Concepción, que encierra un formidable conjunto de panteones con todos los estilos imperantes en la época, y en el que sobresale sobre todos el de la familia Guirao, la mayor joya entre muchas otras de la Sacramental de San Isidro, obra cumbre del modernismo español y trabajo póstumo de Agustín Querol. Situado en una glorieta alta que permite contemplar su belleza desde lejos, entre los muchos elementos y figuras que componen el panteón encontramos un ángel de la caridad, una alegoría al desconsuelo, el ángel de la inmortalidad, dos mendigos, un ángel melancólico esparciendo flores... y todo ello formando un gran complejo escultórico alzando sus curvas hacia el cielo y cantando a la muerte con increíble majestuosidad. Todas las figuras están impulsadas por un movimiento ascendente, todo vuela, se enlaza y sube hacia lo alto de la cruz, que remata el conjunto.

Los recintos posteriores ya no alcanzan la calidad de los cuatro anteriores.

Cementerio de la Sacramental de San Nicolás

El Cementerio de la Sacramental de San Salvador, San Nicolás de Bari y del Hospital de la Pasión, simplemente conocido como Cementerio de San Nicolás, se encontraba entre las actuales calles de Méndez Álvaro, Áncora, Bustamante y Vara del Rey. Fue diseñado por Manuel de la Peña, discípulo de Villanueva, y construido en 1819 por José Alejandro, quien levantó una bella portada. Tenía dos patios originalmente, tuvo varias ampliaciones posteriores y fue derribado en 1912.

Ilustres fallecidos que en él reposaron fueron: Calderón de la Barca, cuyo cuerpo se trasladó en 1841 de la derribada iglesia de San Salvador de la calle Mayor; José de Espronceda, enterrado hoy en el Cementerio de San Justo; Martínez de la Rosa, Olózaga o los condes de Tepa.


Cementerio de San Nicolás

En él se encontraba el mausoleo "Monumento de la Libertad", erigido en 1857 para contener los restos entre otros de Argüelles, Mendizábal y Calatrava. Hoy este mausoleo se encuentra en una esquina del patio del Panteón de Hombres Ilustres junto a la basílica de Atocha.

En su solar se levantó parte de la Fábrica de Cervezas El Águila, trasformada hoy día en Archivo y Biblioteca Regional de la Comunidad de Madrid "Joaquín Leguina", complejo más conocido como el "Leguidú".

Cementerio de la Sacramental de San Sebastián

Estaba situado junto al anterior, entre las calles de Méndez Álvaro, Canarias, Vara de Rey y Ramírez de Prado. Se construyo en 1821, según diseño de José Llorente, con un patio rectangular y galerías de nichos en tres de sus lados imitando la arquitectura de las corralas.


Cementerio de San Sebastián

Tuvo ampliaciones posteriores en 1884, 1852 y 1872 hasta completar cinco patios: San Sebastián, Nuestra Señora de la Concepción, San Pedro, San Pablo y San Andrés Avelino. Lo único destacable era el suntuoso panteón del que fuera director del Banco de San Carlos, don Joaquín Fagoaga, situado en el centro del segundo patio.

Fue clausurado en 1884 pero demolido en 1925. En su solar se levantó parte de la Fabrica de Cervezas El Águila y el antiguo edificio de la Standard Eléctrica.

Cementerio de la Sacramental de San Ginés y San Luis

Estaba ubicado entre las calles de Magallanes, Fernando el Católico, Vallehermoso y Donoso Cortés. Se erigió en 1831 y se reformo y amplió en 1846. Según cuentan, era uno de los cementerios más bellos por su frondoso y florido jardín romántico, además de sus pabellones porticados con columnas y su impresionante fachada. Algunos de sus ilustres moradores fueron Alcalá Galiano, Bretón de los Herreros, Hartzenbusch o Leonardo Alenza.


Cementerio de San Ginés

Fue clausurado en 1884 y su solar está ocupado por bloques de viviendas.

Cementerio de la Patriarcal

Fue construido en 1849 por la Congregación del Santísimo Cristo de la Obediencia y Hermandad de Palacio, para dar sepultura a los miembros que dependían de la Iglesia de la Patriarcal, que eran fundamentalmente soldados, funcionarios y demás empleados de la Casa Real. Se encontraba entre lo que hoy son las calles de Joaquín María López, Vallehermoso, Donoso Cortés y Magallanes, que era la vía de acceso común con la de los dos anteriores y también al General del Norte, y por eso conocida como "callejón de los muertos".


Cementerio de la Patriarcal

Era un cementerio pequeño de un solo patio rodeado de nichos y en el que solo merece destacar el monumento a Quintana, levantado por suscripción popular. Entre los ilustres enterrados aquí estaban Hilarión Eslava y Joaquín Gaztambide.

Cuando la Iglesia del Buen Suceso (Puerta del Sol) se derribó a mediados del siglo XIX, se trasladaron aquí los cuerpos de los fusilados en la madrugada del 3 de mayo de 1808, que descansaban en el patio de dicha iglesia.


Entre ataúdes rotos y huesos desperdigados

No fue demolido hasta pasada la Guerra Civil y hasta los niños jugaban en él al fútbol entre ataúdes rotos y huesos desperdigados (el "campo de las calaveras"). En 1952 el Estado levantó el Parque Móvil Ministerial y viviendas de sus funcionarios

Cementerio de la Sacramental de San Martín y San Ildefonso

Fue construido en 1849 por Wenceslao Gaviña para la Archicofradía Sacramental de San Martín y San Ildefonso, una de las más antiguas de Madrid. Dos años más tarde, era uno de los cementerios más importantes de la capital y la más grande necrópolis de la zona. Estaba situado entre las actuales calles de Santander, Juan Vigón, Jesús Maestro e Islas Filipinas.


Cementerio de San Martín

Sus cuatro patios estaban dedicados a Santo Domingo, San Ildefonso, Nuestra Señora de la Paz y Santísimo Cristo. La entrada era porticada, con una bella columnata en semicírculo, y tenía a ambos lados dos construcciones hexagonales destinadas a capilla y vivienda del guarda.

Aquí fueron enterrados, entre otros, el pintor Eduardo Rosales, los escritores Ángel Fernández de los Ríos y Antonio Velasco Zazo, el duque de Sevillano y los condes de Quinto.


Resto que permanecieron durante mucho tiempo del cementerio de San Martín


Plano de la zona hacia 1910

Se cerró oficialmente como los demás en 1884, pero se siguió enterrando allí hasta 1902, pues su ubicación más al norte hizo que fuera el último en desaparecer. En 1926 se pensó mantenerlo como jardín, derribando los nichos y conservando el pórtico y la capilla, además de añadir esculturas de alcaldes y fuentes ornamentales en una gran plaza central, pero este proyecto nunca vio la luz, e incluso durante la guerra civil sus nichos sirvieron de refugio. En 1952 se levantó en su solar el Estadio de Vallehermoso.


Cementerio de San martín

Cementerio de la Sacramental de San Justo

Su nombre completo es Cementerio de la Sacramental de San Justo, San Millán y Santa Cruz, y fue construido en 1847 sobre el llamado cerro de las Ánimas, en torno a la actual Vía Carpetana, y separado por una pared de otro cementerio, el de la Sacramental de San Isidro San Pedro y San Andrés, que había sido construido en 1811. La entrada es por el paseo de la Ermita del Santo.


Cementerio de San Justo

En él yacen importantes personales literarios del siglo XIX como los hermanos Álvarez Quintero, Adelardo López de Ayala o Manuel Tamayo y Baus. Compositores como Federico Chueca o Ruperto Chapí. Y también los restos de Ana Delgado Briones, más conocida como Anita Delgado, quien fue maharaní de Kapurthala; los de Pastora Imperio, en una zona del cementerio que está cubierta junto a la entrada del Paseo de la Ermita del Santo, o los del actor Manuel Dicenta.

En 1902, la Asociación de Escritores y Artistas construyó el panteón donde resguardar e ir agrupando las cenizas de los personajes más ilustres en las letras y las artes. Este panteón fue diseñado por Enrique María Repullés y Vargas. Los primeros en ocupar este panteón fueron José de Espronceda, Mariano José de Larra y Eduardo Rosales trasladados desde otros cementerios desaparecidos. Posteriormente, se han inhumado en este lugar los restos de Leandro Fernández de Moratín, Ramón Gómez de la Serna, Maruchi Fresno, Carmen Conde, Luis Escobar y Rafaela Aparicio, entre otros.


Tumba de Larra en el panteon de escritores y artistas

Desgraciadamente se ha añadido una parte moderna al cementerio que parece más un aparcamiento de tumbas que un lugar de descanso eterno.

Cementerio de la Sacramental de Santa María

Se encuentra en la calle Comuneros de Castilla y fue construido en 1842, según diseño de José Alejandro Álvarez, sobre la antigua ermita de San Dámaso, que se encontraba en las inmediaciones del actual Parque de San Isidro. Pertenecía a la desaparecida iglesia de Santa María, de la que podemos ver unos pocos restos al final de la calle Mayor. También sirvió de descanso a los pobres que fallecían en el Hospital General (actualmente Centro de Arte Reina Sofía).


Cementerio de Santa María

Entre los personajes ilustres que en él descansan se encuentran el que fuera alcalde de Madrid D. José Francos Rodríguez, Enrique Jardiel Poncela y a la actriz Loreto Prado.

Cementerio de la Sacramental de San Lorenzo y San José

Se levantó en 1851 en la calle de la Verdad, junto al ya desaparecido Cementerio General del Sur. Fue el último de los que se construyeron por las Sacramentales, cuando entró en vigor la prohibición del rey José Bonaparte de enterrar a los difuntos en el interior de las Iglesias.

En un principio se trató de un pequeño cementerio estructurado entorno a un patio, ampliado sucesivamente a base de otros patios yuxtapuestos. En su interior están enterrados importantes personajes como los Condes de Montijo, padres de la emperatriz Eugenia de Montijo, el político Raimundo Fernández de Villaverde, el actor Julián Romea o el religioso Pedro Poveda, fundador de las Teresianas.


Cementerio de San lorenzo y San José

Detrás de la capilla se encuentra una de las más curiosas tumbas, quizá, de los cementerios madrileños, la de don José Muñoz del Castillo, químico, que murió en 1920, realizada en forma de gruta con piedras de rocalla.

Los cementerios actuales

Además de las antiguas Sacramentales de San Isidro, de San Justo, de Santa María y de San Lorenzo, hay en Madrid otros cementerios construidos posteriormente: la Necrópolis del Este (constituida por los cementerios de la Almudena, el Civil y el Hebreo), el Británico y el Cementerio Sur.

Y a estos hay que añadir los pertenecientes a antiguos pueblos anexionados a la capital, como son los de Aravaca, Barajas, Canillas, Canillejas, Carabanchel (conserva en su interior la ermita mudéjar de Santa María la Antigua, del siglo XIV), Fuencarral (con un monumento a los brigadistas que murieron durante la Guerra Civil por la libertad del pueblo español), Hortaleza, El Pardo (con enterramientos de la familia de Franco, Carrero Blanco, Arias Navarro, familia Fierro, Familia Banús, familia Luca de Tena y del también dictador Leonidas Trujillo, de la Republica Dominicana), Vallecas, Villaverde y Vicálvaro.


Monumento a las Brigadas Internacionales

El de San Martín de la Rosa se encontraba junto a los actuales aparcamientos de la estación de Chamartín. En su día fue muy polémica su desaparición por el gran trastorno que provocó en los familiares la exhumación de los restos para trasladarlos al Cementerio de la Almudena.

Y casos muy especiales de enterramiento son los monumentos a los Caídos por España y el Panteón de Hombres ilustres.

Cementerio de la Almudena

El Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena es la parte más extensa de la Necrópolis del Este, del que forman parte también el Cementerio Civil y el Hebreo. Se encuentra entre las avenidas de Daroca y de Guadalajara.


Cementerio de la Almudena

La idea de construirlo surgió en la década de 1860, cuando el crecimiento de la población y el plan de ensanche de la ciudad obligaba al cierre de muchos de los camposantos existentes. Se planeaba realizar dos grandes necrópolis municipales llamadas del Este y del Oeste, pero sólo vio la luz la del Este.

El proyecto de las obras, iniciadas en 1877 en terrenos de la La Elipa (entonces perteneciente al término municipal de Vicálvaro) fue de los arquitectos Fernando Arbós y José Urioste, que idearon un monumental trazado concéntrico ajustado a la topografía. Y una gran epidemia de cólera en 1884 precipitó el avance rápido de la construcción, debido a la necesidad de sepulturas, y su apertura ese mismo año con el nombre de Cementerio de Epidemias.

En 1905 se hizo cargo de la continuación de la edificación el arquitecto municipal Francisco García Nava, que sin cambiar lo sustancial del proyecto inicial, introdujo elementos decorativos del modernismo y realizó un trabajo excepcional. La capilla de la iglesia, los depósitos (el general y el judicial), el pórtico de entrada y hasta las casas de la Administración son realmente monumentos de consideración. Estas obras no terminarían hasta 1925, año en el que se hizo la inauguración oficial. En 1955 se realizó una ampliación, y en los años setenta se le dotó de un horno crematorio realizado por Pedro Domínguez Ayerdi.


Cementerio de la Almudena

Es el cementerio más grande de la ciudad y uno de los mayores de Europa occidental. El número de personas inhumadas en él a lo largo de su historia (más de cinco millones) sobrepasa al de los actuales habitantes de la ciudad.

Entre los personajes ilustres enterrados en el cementerio cabe destacar, entre otros, a los escritores Alejandro Casona, Benito Pérez Galdós, Carmen Laforet, Dámaso Alonso, Francisco Umbral, Juan Carlos Onettti, Marcial Lafuente Estefanía y Vicente Aleixandre; artistas como Cecilia, El Fary, Enrique Urquijo, Estrellita Castro, Fernando Rey, Lola Flores o Manolo Morán; políticos como Niceto Alcalá Zamora o Tierno Galván; el científico Santiago Ramón y Cajal, el héroe de Cascorro Eloy Gonzalo o el humorista Luis Sánchez Polack "Tip".


Tumba de Lola Flores. Monumento a las Trece Rosas

Y monumentos especiales a los Caídos de la División Azul, a los Caídos de la División Cóndor, a los Héroes de Cuba, a los Héroes de Filipinas, a los Fallecidos en el Teatro Novedades y a las Trece Rosas, nombre colectivo dado a trece muchachas fusiladas en las tapias del cementerio poco después de acabada la Guerra Civil, como lo fueron más de 2.500 otras personas hasta finales de 1945.

En tiempos, los cortejos fúnebres al cementerio de la Almudena, pasaban por la plaza de Manuel Becerra, a la que se llamaba popularmente la plaza de la Alegría, ya que había muchas tabernas. Así, a la vuelta del entierro, los acompañantes paraban allí para, en buena camaradería, confraternidad y con el mejor de los deseos, "subir al muerto al cielo". Ya se conoce el dicho de "El muerto al hoyo y el vivo al bollo", o mejor otro que afirma sabiamente "El que va a un entierro y no bebe vino, el suyo viene de camino".

Cementerio Civil

Forma parte de la Necrópolis del Este y se encuentra junto al Cementerio de La Almudena, del que se encuentra separador por la antigua carretera de Vicálvaro, hoy avenida de Daroca.

Su origen vino dado por la Real Orden de 2 de abril de 1883, que establecía que en los ayuntamientos cabeza de partido judicial y en aquellos de más de 600 vecinos debía establecerse, al lado del cementerio católico, pero respetando el cerramiento de éste y con entrada independiente, un espacio cerrado destinado a los difuntos fuera de la religión católica.


Cementerio Civil

Se inauguró con la inhumación de Maravillas Leal González, que se suicidó el 9 de septiembre de 1884 a los veinte años de edad.

En él se encuentran enterrados los presidentes de la Primera República Estanislao Figueras, Pi y Margall, y Nicolás Salmerón; el fundador del PSOE Pablo Iglesias; los líderes socialistas Julián Besteiro, Jaime Vera y Francisco Largo Caballero; el escritor Pío Baroja; los filósofos Pedro Laín Entralgo y Xavier Zubiri; el pedagogo Francisco Giner de los Ríos; el urbanista Arturo Soria o los comunistas Enrique Lister, Julian Grimau y Dolores Ibárruri

Cementerio Hebreo

Forma igualmente parte de la Necrópolis de Este y se encuentra en la avenida de Daroca. Fue inaugurado en 1922, cuando la comunidad judía que vivía en Madrid obtuvo el permiso del Gobierno Español para inhumar a sus muertos de acuerdo con sus creencias.

Aquí, las tradicionales cruces o las flores que en la religión católica decoran las lápidas, son sustituidas por una pequeña inscripción en hebreo, en la que se glosa la personalidad del difunto, y símbolos como la estrella de David y el menorah (candelabro de siete brazos).


Cementerio Hebreo

Las sepulturas están situadas en apenas una hectárea de terreno a ambos lados de un único pasillo central. En cada una de ellas sólo hay un cuerpo enterrado, tal y como manda el ritual. La tradición funeraria judía, que no se pospone más de 24 horas desde el momento del fallecimiento salvo en casos extraordinarios, comienza con el paso imprescindible del lavado del cadáver, que implica la purificación del alma del individuo. Por ello, todos los cementerios judíos cuentan con un lavatorio.

Cementerio Inglés

Se encuentra en la calle Comandante Fontanes, esquina con la de Inglaterra, en el distrito de Carabanchel. Surgió a mitad del siglo XIX para dar sepultura a los extranjeros que no profesaran la religión católica y está administrado por el cónsul británico en Madrid. El primer registro de enterramiento data del 10 de febrero de 1854 a nombre de Arthur Thorold. Sobre la puerta hay un escudo del Reino Unido del escultor italiano Pedro S. Nicoli colocado en mayo de 1856.


Cementerio Inglés

Sólo hay un panteón monumental, perteneciente a la familia de banqueros Bauer, antecedentes de los Rothschild. Es de estilo neoegipcio y tiene inscripciones en hebreo. También hay un monumento a la familia Parish, fundadores del circo Price, cuyo patriarca, Thomas Price, está enterrado aquí, y las tumbas de las familias Loewe, Boetticher, Girod, Lhardy, fundadores del restaurante madrileño homónimo, y la de los fundadores de la pastelería Embassy

Cementerio Sur

A pesar de que el Cementerio de la Almudena fue ampliado por su parte meridional en 1955, hasta superar las cien hectáreas, muy pronto la edificación en los alrededores y la apertura de nuevas vías urbanas acabaron por imposibilitar nuevas y necesarias ampliaciones. Ese motivo y los problemas de accesibilidad desde los barrios occidentales, determinaron la construcción del Cementerio Sur o de Carabanchel, inaugurado en la época del desarrollismo, en fuerte contraste tipológico y ornamental con los camposantos heredados del siglo XIX y comienzos del XX. Se encuentra en la avenida de la Princesa Juana de Austria, y con sus 70 hectáreas es el segundo más grande de Madrid después del de la Almudena. Incluso, en una parcela aledaña, tiene un cementerio islámico que cumple todos los requisitos para los enterramientos de esta religión.


Cementerio Sur

Durante muchos años se encontraba a las fueras de la ciudad pero debido al desarrollo urbanístico ha quedado totalmente integrado en Carabanchel. Cabe destacar que incluso existe una línea especial de autobús que recorre su interior.

Plaza de la Lealtad. Monumento a los Caídos por España

El Monumento a los Caídos por España, llamado antes de 1985 Obelisco o Monumento a los Héroes del Dos de Mayo, se encuentra en la Plaza de la Lealtad, junto al paseo del Prado, en el mismo sitio donde en la noche del 2 al 3 de mayo de 1808, las tropas francesas al mando del general Murat fusilaron a numerosos madrileños. Acabada la Guerra de la Independencia, las Cortes de 1814 quisieron rendir un homenaje a todas aquellas víctimas, construyendo un monumento en su memoria. Sin embargo, con la vuelta de Fernando VII esta iniciativa quedó paralizada, y no fue hasta el 21 de abril de 1821, durante el Trienio liberal, cuando se colocó la primera piedra. Las obras fueron realizadas por el arquitecto Isidro González Velázquez. De nuevo, con la restauración del absolutismo la construcción volvió a quedar paralizada hasta que en 1836 el Ayuntamiento decidió continuar la obra, quedando terminada en 1840.


Plaza de la Lealtad

El monumento esta compuesto por cuatro cuerpos. En la parte del zócalo se eleva un sarcófago con un medallón en bajorrelieve que representa los bustos de los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, artífices de la sublevación contra los franceses en el cuartel de artillería de Monteleón. También hay una urna que contiene las cenizas de los madrileños fusilados en estas jornadas. Sobre este zócalo se colocó un obelisco de piedra de 46 metros de altura. Y en los cuatro frentes, estatuas alegóricas representando la Constancia, el Valor, la Virtud y el Patriotismo.

Desde 1985, el monumento pasó a dedicarse a todos los caídos por España en cuya memoria se colocó una llama que arde permanentemente.

El Panteón de Hombres Ilustres

En 1837 las Cortes Generales votaron el proyecto para convertir la iglesia de San Francisco el Grande en Panteón Nacional de Hombres Ilustres, que acogería los restos mortales de los personajes considerados de especial relevancia en la historia de España. Cuatro años después, la Real Academia de la Historia dio una primera lista de personajes, pero no fue hasta 1869 cuando se nombró una comisión a la que se dio un mes para localizar los restos.

No pudieron ser hallados, y se dieron por perdidos, los restos de Cervantes, Lope de Vega, Luis Vives, Antonio Pérez, Juan de Herrera, Velázquez, Jorge Juan, Claudio Coello, Tirso de Molina, Juan de Mariana y Loreto. Finalmente, en 1869, se inauguró una capilla que acogió a los poetas Juan de Mena, Garcilaso de la Vega y Alonso de Ercilla; los militares Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán) y Federico Gravina; el humanista Ambrosio de Morales; el Justicia Mayor de Aragón Juan de Lanuza; los escritores Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca; el político Zenón de Somodevilla y Bengoechea (Marqués de la Ensenada) y los arquitectos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva.


Panteón de Hombres Ilustres

Pero todo quedó ahí, sin prosperar el gran panteón, así que años después fueron devueltos los restos a sus lugares de origen, con lo que se cerró por un tiempo la idea de crear un panteón nacional.

Tras la Guerra de la Independencia, el convento de Nuestra Señora de Atocha, que había sido ocupado por las tropas francesas en 1808, quedó muy deteriorado. No obstante, los dominicos volvieron a ocuparlo hasta ser exclaustrados en 1834, fecha en que abandonaron definitivamente el edificio, ya prácticamente en ruinas. El convento pasó a ser cuartel de Inválidos, por lo que varios de sus directores fueron enterrados allí, entre ellos José de Palafox, Francisco Castaños, Manuel Gutiérrez de la Concha y Juan Prim, además del político Antonio de Ríos Rosas.

Y debido a estos enterramientos ya existentes, la reina regente María Cristina, viuda del rey Alfonso XII, decidió que la basílica que se había de construir en sustitución de la antigua, tuviera anexo un panteón que diera acogida a estos restos.

Pero del ambicioso proyecto del arquitecto Fernando Arbós sólo se alzaron un campanil y el panteón, que quedó concluido en 1899. La basílica se edificó en 1924, pero sin seguir el diseño neobizantino inicial (durante la Guerra Civil fue incendiada; la actual es de 1951).


Tumba de José Canalejas

El panteón, que tiene su entrada por la calle de Julián Gayarre, es de planta cuadrada, con tres galerías con arcadas y vidrieras y dos cúpulas semiesféricas en las esquinas. Sobre la puerta de entrada hay un frontón. En el interior hay un pequeño jardín donde se ubica el mausoleo conjunto. Todo el conjunto está rodeado por una verja de hierro.

En la actualidad, reposan allí los restos de Manuel de la Concha, Antonio Ríos Rosas, Martínez de la Rosa, Muñoz Torrero, Juan Álvarez de Mendizábal, José María Calatrava, Salustianao Olózaga, Agustín Argüelles, Antonio Cánovas del Castillo, Práxedes Mateo Sagasta, José Canalejas y Eduardo Dato. Durante un tiempo también estuvieron los restos de Prim, Palafox y Castaños, pero finalmente fueron trasladados a sus localidades de origen.

Especial atención merecen las sepulturas y monumentos funerarios, entre las que destacan la de José Canalejas y el mausoleo conjunto, denominado Monumento a la Libertad.

En la de José Canalejas, obra de Mariano Benlliure, sobre una base de mármol blanco, dos hombres y una mujer, esculpidos en el mismo material, trasladan el cuerpo del político asesinado hacia su sepulcro, de manera similar a como en algunas obras se representa el traslado de Cristo, cuya figura aparece con los brazos abiertos recibiendo el cadáver. En la parte trasera, bajo una cruz, dos guirnaldas con hojas de laurel y encina, símbolo de la inmortalidad.


Detalle del Monumento a la Libertad

El Monumento a la Libertad, situado en el jardín del panteón, es obra de Federico Aparici, Ponciano Ponzano y Sabino Medina, y fue aquí trasladado en 1902 desde el desaparecido Cementerio de San Nicolás. Está formado por un cuerpo cilíndrico cubierto por un tejado cónico, rematado por una alegoría de la Libertad esculpida por Ponzano. Tres estatuas de Medina, representando la Pureza, el Gobierno y la Reforma, se apoyan sobre los sarcófagos de Mendizábal, Argüelles y Calatrava, para cuyos restos estaba destinado el monumento, aunque luego acogió también los de Muñoz Torrero, Martínez de la Rosa y Olózaga.

Tumbas ilustres en iglesias madrileñas

Existen o han existido muchas tumbas de personajes ilustres en el interior de las iglesias madrileñas. Incluso después de que Carlos III lo prohibiera, miembros del alto clero, las grandes y linajudas familias de la realeza y de la nobleza, y los potentados de la banca y la industria vienen siendo enterrados en suelo sagrado.

No están aquí todas, pero sí las más importantes.

En la Catedral de la Almudena, en el crucero de la nave derecha, frente a la entrada por la calle de Bailén, tiene su altar la Virgen de la Almudena, al que se accede por dos escaleras laterales con barandilla de bronce. Y bajo el arco rebajado formado por las escaleras, se halla la sepultura de la reina María de las Mercedes, primera esposa de Alfonso XII y muerta apenas cumplidos los dieciocho años. Sus restos fueron trasladados de El Escorial en el año 2000, cumpliendo la voluntad de la soberana de ser enterrada a los pies de la Virgen.


Tumba de la reina María de las Mercedes

La Cripta de la Almudena está llena de tumbas por todas partes, en las capillas, en las paredes, en cuevas y bóvedas subterráneas y en casi todo el suelo del edificio. Pensada en un primer momento para servir de mausoleo a la reina María de las Mercedes, muchas familias pudientes y burguesas, compraran aquí sus mausoleos para enterramientos, como el marques de Cubas, primer arquitecto de la Almudena, junto con su familia; los marqueses de Urquijo, los marqueses de San Juan, los condes de Santa María de Sisla, los condes de San Esteban de Cañongo, los marqueses de Maltrana o de los condes de Bustorredondo, entre otros. Y entre las muchas en el suelo, la de un personaje muy popular, el actor Antonio Riquelme.


Cripta de la Almudena

En la colegiata de San Isidro, en la calle de Toledo, se encuentra el cuerpo incorrupto de San Isidro y el de Santa María de la Cabeza.


San Isidro Labrador

En el Monasterio de las Descalzas Reales, en la plaza de ese nombre, están sepultados los cuerpos, entre otros muchos, de la fundadora, doña Juana de Austria, hija de Carlos I y viuda del príncipe de Portugal, con escultura funeraria orante de Pompeyo Leoni, y de su hermana María de Austria, viuda del emperador Maximiliano II de Habsburgo.


Tumba de doña Juana de Austria

En la plaza de la Paja se levanta la capilla de Santa María y San Juan de Letrán (vulgarmente, del Obispo), de estilo gótico renacentista, fundada por un consejero de los Reyes Católicos y de Carlos I, don Francisco de Vargas, para albergar el cuerpo incorrupto de san Isidro. Pero por problemas surgidos con la parroquia de San Andrés, los restos del Santo Patrón sólo pudieron permanecer en esta capilla hasta 1544, por lo que fue destinada posteriormente a panteón familiar. Contiene así, los sepulcros de los fundadores, don Francisco de Vargas y doña Inés de Carvajal, su esposa, con figuras en alabastro de Giralte, y el del hijo, don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia, también de Giralte, en el que sobresale la figura de don Gutierre orante, arrodillado en riquísimo reclinatorio.


Capilla del Obispo. Tumba de don Gutierre de Vargas y Carvajal

En la Iglesia de Santa Bárbara, en la calle de Bárbara de Braganza, se encuentran los sepulcros de Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza, realizados por el arquitecto Francisco Sabatini y el escultor Francisco Gutiérrez por encargo de Carlos III. Y también el del general Leopoldo O´Donnell, primer duque de Tetuán, obra de Jerónimo Suñol.


Tumba de Fernando VI

En la ermita de San Antonio de la Florida, y a los pies del presbiterio, se encuentra el panteón de Francisco de Goya, en la que se conserva la lápida que tuvo en el cementerio de Burdeos, ciudad en la que falleció. Junto a él está enterrado Martín Miguel de Goicoechea, su gran amigo. El 29 de septiembre de 1919 fueron enterrados juntos, para evitar un posible error en la identificación de los restos mortales. El cuerpo de Goya carece de cráneo, pues probablemente fue separado del tronco para la realización de análisis frenológicos.


Tumba de Goya

En la ermita de la Virgen del Puerto, en el paseo de ese nombre, la tumba de Francisco Antonio Salcedo y Aguirre, marqués de Vadillo, que fue alcalde corregidor de Madrid.

En la iglesia de San Ginés, en la calle del Arenal, está enterrado don Tomás Luis de Victoria, ilustre músico y polifonista. Y en la Cripta de esta iglesia se han realizado y se siguen realizando enterramientos en panteones comprados por familias de la alta nobleza o de las finanzas.

En la iglesia de San Cayetano, en la calle de Embajadores, se encuentra la tumba de Pedro de Ribera, el gran arquitecto del barroco madrileño.


Tumba de Pedro de Ribera

En el convento de las Mercedarias de don Juan de Alarcón, en la calle de la Puebla se halla el cuerpo incorrupto de la Beata Mariana de Jesús, el cual se expone al público todos los 17 de abril.

En la iglesia de Santa Teresa y San José, de los PP. Carmelitas, en la plaza de España, se guarda el cuerpo incorrupto de fray Juan de la Miseria, retratista de Santa Teresa.

En la esquina de la calle de Fuencarral con la de Divino Pastor se alza la iglesia, convento, residencia femenina y colegio de las RR. Hijas de María Inmaculada, más conocidas como monjas del "Servicio Doméstico". En un retablo lateral del templo, bajo el ara, se conserva el cuerpo incorrupto de la fundadora, santa Vicenta María López y Vicuña.

En el Templo Eucarístico diocesano de San Martín de Tours, de la Adoración Nocturna Femenina Española, en la calle del Desengaño, se encuentran los restos de Alexia González Barro, que murió en 1985, a los catorce años, a causa de un tumor en la columna vertebral. Está en proceso de beatificación. La película Camino, de Javier Fesser, está inspirada en su vida. La iglesia cuenta con una capilla de columbarios.

En la iglesia de San Manuel y San Benito, en la calle de Alcalá, reposan los cuerpos de don Manuel Caviggioli y de su esposa doña Benita Maurici, que costearon la erección del templo en 1911.


Iglesia de San Manuel y San Benito

En el convento del Instituto de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, de la plaza de Chamberi, guardan en una urna las reliquias de la fundadora, santa María Soledad Torres Acosta.

La iglesia de La Concepción, en la calle de Goya, de estilo neogótico se terminó de edificar en 1914, En su cripta hay más de treinta capillas funerarias, que se dieron a las familias de la nobleza madrileña que ayudaron a construir el templo.

La antigua iglesia del convento de San Francisco (en su solar se edificó luego la basílica de San Francisco el Grande), de estilo gótico, tenía entre los contrafuertes veinticinco grandes capillas laterales, donde había cuarenta suntuosas tumbas, veintiocho de ellas con estatuas de alabastro. Allí reposaban los restos de personajes pertenecientes a familias de alta alcurnia como los Vargas, Ramírez, Luzón, Luján, Cárdenas, Solier y, en la capilla mayor, en el más espléndido mausoleo de todos, el de Ruy González de Clavijo, embajador de Enrique III en la corte del Gran Tamerlán de los tártaros. Esta última tumba fue luego trasladada a una capilla lateral para poner en su lugar la de doña Juana, esposa de Enrique IV.

En el desaparecido convento de Santo Domingo, en la plaza y cuesta de ese nombre, estaba enterrado en una de las capillas el rey don Pedro I, en un mausoleo con su estatua orante, una magnífica figura en alabastro que se conserva en el Museo Arqueológico. Y en el coro, en otro bellísimo mausoleo en mármol blanco, la princesa doña Constanza de Castilla, nieta de Pedro I, que fue priora del convento durante cincuenta años.


Estatua orante de don Pedro I

En el coro bajo del desaparecido monasterio de la Concepción Jerónima, situado entre las calles de Toledo (allí estaba el frente principal), Colegiata y Concepción Jerónima, se encontraba depositado el cuerpo de su fundadora, doña Beatriz Galindo, maestra de latín y consejera de la reina Isabel la Católica. Dos cenotafios de ella y de su marido, el famoso general y secretario de los Reyes Católicos don Francisco Ramírez, nunca llegaron a utilizarse y ahora se encuentran en el Museo de la Historia de la calle de Fuencarral. Cuando las monjas se trasladaron en 1870 a su nuevo convento en la calle de Lista (hoy Ortega y Gasset), se llevaron con ellas los restos de La latina, pero desapareció en los estragos producidos en la Guerra Civil. El convento se abre ahora en El Goloso.

En la iglesia del desaparecido monasterio de San Martín, en la plaza de ese nombre, tuvo su enterramiento en la capilla mayor don Alonso Muriel y Valdivieso, secretario de Felipe III, junto a su esposa Catalina de Medina. Enterrados en otras capillas estuvieron también el arzobispo de Laocidea y patriarca de las Indias don Manuel Ventura de Figuería, fray Miguel Sarmiento, el geógrafo y marino Jorge Juan y, clandestinamente, para que no fueran profanados por los franceses, Daoiz y Velarde, héroes del levantamiento popular del 2 de mayo de 1808. Cuando fue demolida la iglesia en 1810, sus restos permanecieron escondidos hasta 1814, año en el que fueron trasladados, una vez terminada la guerra de la Independencia, a la iglesia colegiata de San Isidro y, tras un fugaz paso por Sevilla y Cádiz, y nuevo retorno a Madrid, reposan desde 1840, junto con otras víctimas de la patriótica jornada, en el monumento erigido en la plaza de la Lealtad, en el paseo del Prado.


Daoiz y Velarde

En San Pedro el Viejo, en la calle de Segovia, y en la desaparecida capilla de los Luján, estuvo el sepulcro de fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo, mandado construir por Francisco de Luján, su hermano, que se conserva en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

En San Nicolás de los Servitas, en la plaza de San Nicolás, a los pies de la iglesia, bajo el coro, una lápida nos recuerda que allí estuvieron depositados, hasta su traslado a Santander, los restos de Juan de Herrera, arquitecto del Escorial.

En la desaparecida iglesia de San Juan, en la plaza de Ramales, estaba enterrado Velázquez, cuyo cuerpo lamentablemente desapareció con la demolición. La piqueta destructora sólo afectó al alzado del edificio, y no a su cripta, en donde se supone recibió sepultura el artista. Con el paso del tiempo, la ubicación exacta de los restos fue olvidada, y los intentos por recuperarlos (el último en 1999) siempre han sido vanos.

En la igualmente desaparecida iglesia de El Salvador, en la calle Mayor, frente a la plaza de la Villa, estuvo enterrado don Pedro Calderón de la Barca, que vivía en la calle Mayor, y cuyos restos sufrieron después accidentada peregrinación, siendo depositados finalmente en la iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores, en la calle de San Bernardo. Pero allí, al ser incendiada y saqueada en 1936, perdimos para siempre los huesos de Calderón.


Peregrinación de los restos de Calderón de la Barca

Otros genios de nuestra Literatura también están perdidos. De Miguel de Cervantes sabemos que fue enterrado el 23 de abril de 1617 en el convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, en la calle de Lope de Vega; sin embargo, en el lugar no hay constancia física del sitio donde se encuentra su cuerpo. Lo mismo sucede con Lope de Vega, sepultado en la iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha. De este caso conocemos incluso el itinerario realizado por la comitiva fúnebre que llevó su cadáver hasta la mencionada iglesia el 27 de agosto de 1635, pero nada se sabe de dónde descansa.


Enterramientos de Cervantes y de Lope de Vega

En la iglesia de los Santos Justo y Pastor y de Nuestra Señora de las Maravillas, en la calle del Dos de Mayo, estuvo enterrado en una de las capillas don Juan de Amezqueta, gran benefactor del desaparecido convento de Maravillas, caballero de la Orden de Calatrava y firmante, como miembro del Consejo y Cámara de Felipe III, del privilegio a Cervantes, el 26 de septiembre de 1604, para la publicación de la primera parte de El Quijote. Privilegio que encabeza todas las ediciones, así como la dedicatoria al duque de Béjar, la tasa y un testimonio de erratas. El mausoleo era una de las joyas del templo, construido en alabastro en estilo barroco y con su figura orante, pero que desgraciadamente fue destruido durante la Guerra Civil. Sólo se conserva una lápida dedicatoria.

Cremación o entierro tradicional

Siempre ha habido desde antiguo dos formas de sepultar a los fallecidos. Una es el enterramiento, que se basa en la idea que los seres humanos provenimos de la tierra y hemos de volver a ella. La segunda es la cremación, basada en la creencia que el cuerpo es una carga y la persona ha de ser liberada de esta carga; a través del humo el alma puede subir al cielo.

La cremación es una alternativa cada vez más popular para la disposición final de un cadáver.

El cristianismo reprobó la cremación influido por los principios del judaísmo, y en un intento de abolir los rituales paganos grecorromanos. Hacia el siglo V d. C., la práctica de la cremación había desaparecido de Europa.


Cremación

El movimiento moderno de cremación comenzó en las ultimas décadas del siglo XIX en Gran Bretaña, Alemania y los Estados Unidos en el seno de las iglesias protestantes. Y no fue hasta 1963 cuando el Papa Paulo VI levantó la prohibición de la cremación, y en 1966 permitió a los sacerdotes católicos la posibilidad de oficiar en ceremonias de cremación.

Después de completado el proceso de la cremación, las cenizas son colocadas en una urna cineraria y entregadas a la familia, quienes se encargan de conservarlas en el cementerio donde tengan propiedad, depositarlas en un columbario o esparcirlas donde el finado dejara expreso.

En Madrid, casi todos los cementerios tienen su crematorio y hay además empresas privadas que lo realizan.

Cementerios para mascotas

El único cementerio para animales domésticos de la Comunidad de Madrid es El Último Parque, situado en el término municipal de Arganda del Rey. Presta servicios de entierro normal y de incineración.


Cementerio para mascotas

Y sólo con prestaciones de incineración, individual o colectiva, se ofrece la empresa Hadescan, ubicada en el municipio de Sevilla la Nueva.
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FIN               
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